Snuff

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SHEILA

Tal vez un cigarrillo antes de que le traiga a Branch Bacardi, el último del día, la señorita Wright señala con la uña su vaso de zumo de naranja. Me hace un gesto doblando el dedo para que le lleve el vaso. Me hace una, dos y tres ondulaciones rápidas del dedo para que le lleve el zumo, deprisa.

Yo le llevo el vaso con la pajita. Doblo la pajita hasta el nivel de su boca.

La señorita Wright dobla el dedo hacia mí para que me acerque a ella. Lo bastante cerca como para olerle el sudor. Para verle las raíces grises del pelo rubio. Con una sola respiración, huelo el hedor a marea baja del semen rancio. Con otra respiración, el olor a polvo sucio del látex de los condones. El olor intenso del zumo de naranja. Sus labios, sin hacer caso de la pajita, me dicen:

—Lo sé.

Me susurran:

—Lo he sabido desde el día de la cafetería. —En tono suave como una nana, la señorita Wright dice—: Casi lloré de lo mucho que te pareces a mí…

Créetelo.

Torciendo la cabeza a un lado, evitando la pajita de refresco, la señorita Wright me sonríe con sus labios pintados y dice:

—Citando a ese último joven… he querido darte una nueva vida.

Me dice que Richard Burton casi murió mientras estaba rodando La noche de la iguana con Ava Gardner en México. En el clímax del tercer acto, Burton tenía que cortar la soga que mantenía atrapada a una iguana viva y dejarla escapar a la selva. Por supuesto, la cortó, pero el problema fue que la iguana se había pasado semanas y más semanas con los borrachos de Ava, Richard y John Huston. El lagarto no se fue corriendo para nada. Para que la escena funcionara, el equipo conectó un cable eléctrico a la iguana, y en el momento en que Burton la liberó, le soltaron al lagarto una descarga de 110 voltios.

El problema fue que Richard Burton todavía estaba tocando a la iguana. Recibió toda la descarga, a través del lagarto, y casi quedó electrocutado. El actor más famoso del mundo y un reptil de sangre fría, repulsivo y escamoso, casi quedaron fritos por la misma descarga de corriente eléctrica.

Créetelo.

Y llegado este punto, la señorita Wright dice:

—Disfruta el resto de tu vida con todo ese dinero de los seguros de vida…

Y antes de que pueda decir otra palabra, yo le meto la pajita de plástico en la boca. Se la embuto hasta el fondo de la garganta. Le hago atragantarse a la muy bruja para que se calle.

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