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14 Don Julián

En 1902, cuando Julián Slim Haddad llegó a México, tenía 14 años y sus hermanos radicaban en Tampico. El precursor de la familia Slim en el país fue José, hermano mayor de Julián, quien llegó en 1893 a la edad de 17 años, según su testimonio ante el registro oficial de migración. Cinco años después José abrió una tienda en el puerto, donde antes que a Julián recibió a sus otros hermanos: primero a Pedro y luego a Elías y a Carlos. Tras una serie de peleas, en especial con Pedro, José dejó Tampico y se mudó a la ciudad de México en 1904 en busca de nuevos negocios. El recién llegado Julián lo acompañó. Poco tiempo después Pedro, Carlos y Elías los alcanzaron en la capital del país y volvieron a asociarse para abrir una tienda de mercería y sedería, aunque también comenzaron a buscar y comprar propiedades para renta y reventa, lo cual les dejó una amplia ganancia y uno que otro conflicto: en enero de 1909 su empresa Slim Hermanos fue demandada por la sociedad Giórguli y Duadietel, de Venecia, Italia, por no pagar una gran cantidad de mercancía que habían adquirido.

En la capital del país los hermanos Slim aprovecharon los buenos contactos con el gobierno de Porfirio Díaz, al grado que estuvieron cerca de encargarse de la recaudación de impuestos de los vendedores ambulantes del Distrito Federal. El oficio de la propuesta, firmada por Elías Slim Haddad, propietario de la mercería La Cruz, dice:

Que salvo el mejor parecer de esa autoridad, nuestra solicitud se contrae a que se nos faculte para recaudar todos los impuestos de vendedores ambulantes de la ciudad de México y de las demás poblaciones del Distrito Federal, dándonos las facultades legales y obligándonos nosotros a nuestra vez a pagar por esto una cantidad fija, adelantada mensualmente y la cual fijará ese gobierno, teniendo en cuenta el monto de la recaudación actual, conociendo, como conoce esa autoridad, el gran número de vendedores ambulantes que burlan la acción fiscal, ya por ser desconocidos de los inspectores, ya por los ardides de que pueden valerse, nuestra proposición es perfectamente conveniente.

Ante el nuevo escenario de prosperidad que se le abría a él y a sus hermanos, el 7 de abril de 1908 José Slim solicitó la ciudadanía mexicana. En ese momento tenía 33 años y estaba soltero, por lo que al año siguiente decidió viajar a Líbano para buscarse una esposa y traerla a México. La encontró. Su nombre: Zaquie Karam.

A su regreso, el 10 de marzo de 1911, José cedió a Pedro el control total de su empresa La Mariposa de Oriente, la mercería más grande de la capital. «Miles de varilleros ambulantes y comerciantes en pequeño compraban en La Mariposa», recuerda una nota de la revista Emir «pues así se había bautizado su tienda situada en Corregidora y Academia, y en todas partes de la República se vendía mercancía Slim».

Mientras que José se encargaba de planear nuevos negocios y de perseguir con ferocidad a sus deudores mediante demandas legales, Pedro tenía la fama de ser quien administraba el día a día de la mercería: «El señor Pedro Slim unía a una memoria fiel el conocimiento psicológico de las personas, que se hacía admirable tratándose de su clientela. Él personalmente conocía a sus numerosos clientes y a cada quien le daba el crédito que creía conveniente. Casi nunca le fallaba el cálculo».

En un documento escrito por el propio Slim, quien me lo dio durante una entrevista, éste relata que justo en ese mismo 1911 su padre Julián Slim Haddad inició un negocio con su hermano José, 13 años mayor que él. El nombre de esta sociedad fue La Mariposa de Oriente referida arriba. Al principio cada uno poseía la mitad de las acciones, pero en mayo de 1914 Julián Slim le compró a su hermano José su parte respectiva. De acuerdo con el documento del magnate, para el 21 de enero de 1921, apenas 10 años después de fundada, esta empresa tenía mercancía por un valor superior a los 100 000 dólares y había adquirido casi una decena de propiedades en el centro histórico de la ciudad de México, justo enfrente del Palacio Nacional. Slim calcula que el valor actual de la tienda sería superior a los cinco millones, y el de las propiedades, del orden de 20 millones de dólares.

Para Slim, su padre «se anticipó al pensamiento empresarial de su época, pues tuvo un dominio profundo de la actividad comercial. Ya en los veinte hablaba de que el comercio eficiente era el que vendía grandes volúmenes, con márgenes reducidos y con facilidades, factor este último que aún no incorporan los grandes almacenes de descuento hoy en día».

En febrero de 1920 Pedro Slim murió a causa de la influenza española, apenas a los 33 años. Su viuda, María Amar —quien falleció días después—, heredó junto con sus hijos Pedro, Munir, Isabel, Victoria y Carmen la mercería más importante de la ciudad de México, además de edificios y dinero en efectivo. Inmediatamente después de la muerte de Pedro y María, José Slim se convirtió en el apoderado de los bienes de su hermano y se hizo cargo de La Mariposa de Oriente, así como de sus hijos, mediante un proceso legal de adopción de menores. Después emprendió una serie de demandas para cobrar deudas a morosos y a inquilinos de las propiedades de su hermano.

Para entonces José Slim ya era uno de los empresarios más prósperos de la comunidad libanesa en México. En 1923 fundó la primera Cámara de Comercio Libanesa, aunque los cercanos a Carlos Slim Helú aseguran que fue su padre Julián. Lo cierto es que José Slim viajó a París en dos ocasiones como representante de esta cámara para propugnar por la independencia de su país.

A mediados de la década de 1930 José enfermó de diabetes y en 1939 decidió regresar a Líbano con su esposa Zaquie Karam. Su sobrino Pedro lo acompañó en la convalecencia. El precursor de los Slim dejó en México como su apoderado legal a José Meouchi. Convaleciente y a la distancia, el mayor de los hermanos Slim se convirtió en mecenas de familias libanesas recién llegadas al país:

El conocido acaudalado don José Slim, que se encuentra en el Líbano desde hace dos años, dio instrucciones a su apoderado en esta capital, el señor José Meouchi, para repartir la suma de 600 pesos mensuales a las familias necesitadas. El señor Meouchi ha ejecutado la orden y seguirá. Cada mes, en sobre cerrado, hace entrega a las personas indicadas. En realidad es una verdadera filantropía, ya que el señor Slim lo hace secretamente y el público lo ha sabido por los mismos favorecidos.

Cuando murió, parte de su fortuna estaba siendo usada para construir una casa mexicana en Líbano. Durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, José Slim recibió el nombramiento como cónsul mexicano en Líbano, pero nunca asumió el cargo a causa de su enfermedad, que a la postre lo mató. En el obituario que le dedicó la revista Emir se lee:

Recogido en sincera austeridad, jamás se abrieron sus labios para pregonar las fuertes sumas de dinero con que ayudaba mensualmente a gran número de familias necesitadas, esparciendo el bien a manos llenas; muy pocos sabían de la cuantía y de los grandes beneficios que sembraba don José. Y estos beneficios, por órdenes suyas, van a continuar por tiempo indefinido.

Trece días después del fallecimiento de José Slim se celebró una misa en el templo de Balvanera, oficiada por el arzobispo de México Luis María Martínez.

El templo fue decorado con un lujoso pero austero ornamento fúnebre. Cortinajes se desprendían de las tres cúpulas principales, formando cuatro gajos; y las columnas del altar mayor, el frontis, el comulgatorio y el púlpito se velaron también con negros cortinajes, mientras que al pie del altar mayor se levantó un gran catafalco con un féretro de rica madera al frente, del cual lucía en el centro la medalla chevallier de la Legión D’honneur.

El heredero de su fortuna fue su sobrino Alberto, a quien había adoptado de manera legal como hijo.

Para la década de 1940 el menor de los hermanos Slim Haddad ya había adquirido su propio prestigio como empresario y un capital significativo, al igual que el resto de sus hermanos. Lo que lo diferenciaba de ellos es que Julián se había casado con la hija de uno de los libaneses más prestigiosos de la época. El padre de Linda era José Helú, director del periódico más influyente de la comunidad y presidente del Círculo Libanés en México.

El suegro de Julián Slim llegó a México a principios del siglo junto con su esposa Wadha Atta, con quien viajó hasta Parral, Chihuahua, donde nació Linda Helú. El ánimo revolucionario estaba encendiéndose por esos años y su negocio resultó incendiado, por lo que la familia dejó el norte del país. Antes de instalarse en el Distrito Federal, José Helú permaneció una temporada en León. Una vez en la capital mexicana se relacionó con empresarios cercanos al dictador Díaz y empezó a preparar el periódico Al Jawater - Las Ideas—, cuyo primer número, impreso en una máquina de Sudal Mexik, apareció el 24 de julio de 1909.

Al Jawater se publicaba los miércoles y los sábados, aunque en septiembre de 1910, por los festejos del centenario de la Independencia decretados por el gobierno de Díaz, apareció a diario. Finalmente, un par de años después, al fragor de la Revolución, Al Jawater dejó de circular.

La siguiente aventura de José Helú fue fundar el Círculo Libanés. En una solicitud del permiso, registrada el 16 de octubre de 1913, el intelectual pedía que el lugar ubicado en la avenida 16 de Septiembre pudiera contar con cantina, restaurante y juegos de apuestas como póquer, paco, ecarté, malilla, tresillo, tute, brisca, conquián y rentoy en cartas, así como billar, boliche, ajedrez, dominó y trik trak.

José Helú y Wadha Atta tuvieron cuatro hijos: Ángela, Carlos, Linda y Antonio. Ángela y Carlos murieron a temprana edad, mientras que Linda se casó con Julián Slim y Antonio se volvió un escritor de novela policiaca bastante exitoso, cuya fama aumentó cuando entró en el mundo del cine.

Por la cantidad de experiencias vividas, el abuelo materno del mexicano más rico del mundo se volvió uno de los hombres mejor informados del país de esos años convulsos. Escribía de vez en cuando, aunque se centraba en cuestiones de Medio Oriente. Una de sus luchas era contra la anexión que siempre ha pretendido Siria de Líbano.

Parece que los sirios comprendieron que sus actividades en pro de la anexión de Líbano eran inútiles y perjudiciales para sus intereses, pues abandonaron la idea y se pusieron a trabajar para resolver sus problemas internos con la Potencia Mandataria. Con esta política ganaron las simpatías de todos los libaneses, quienes agregarán sus esfuerzos a los de sus vecinos y a los de sus hermanos de lengua y trabajarán unidos para el progreso y la felicidad de sus dos pueblos hasta que llegue el tiempo para la unión política que tal vez se realizará con el método del buen vecino, con el convencimiento y con la igualdad de derechos y obligaciones.

Diez años después de su muerte, la revista Emir publicó un artículo en su honor, donde se afirmaba: «Sin demeritar a nadie, pero con una opinión llena de honradez, podemos decir que actualmente, en el periodismo árabe en la América Latina, no existe un escritor de la fuerza y el carácter de don José Helú. Su vacío todavía no se ha podido llenar».

José Helú también fue poeta. Uno de los últimos poemas que escribió se refería a los amigos después de la muerte:

Muy cierto que en vida

tuve amigos leales

que, para servirme,

mostraron afán;

hoy que, del Misterio

pasé los umbrales,

¿cuántos quedarán?

Linda Helú se casó con Julián Slim en agosto de 1926. La primera hija del matrimonio fue Nour, nacida en 1930. Después vinieron Alma, Julián, José, Linda y Carlos, quien nació el 28 de enero de 1940. Julián Slim Haddad, influido por su suegro José Helú, se involucró en la política. Una de las cosas que hizo fue defender la inmigración libanesa en México. En los archivos del Departamento de Migración se observa que buena parte de los libaneses llegados al país daban a Julián Slim como su referencia en territorio nacional. Algunos que lo hicieron así entre 1930 y 1932 fueron Ana Amar Haddad, Porfiria Meneses, Dolores Mansur, María Guaida, Zakieh Asmar, Loreto Kuri, Miguel Atta, Isabel Assaz, David Chartani, José Abud, Eva de Barquet, Gurban Assuad, Miguel Naged, Teófilo Zhil y Sakis Tannous. En esa misma década Julián fue uno de los organizadores de un «homenaje» a Andrés Landa y Piña, jefe del Departamento de Migración, por ser un «verdadero amigo de los libaneses».

A la par de su faceta de activista, Julián era un asiduo visitante de los tribunales, en los cuales demandó al empresario Manuel Echavarría ante el Juzgado de la Quinta Sala porque éste no quería devolverle su local, ubicado en Tacuba número 2, donde Echavarría había puesto la cantina Salón Correo. Pueden encontrarse más demandas de Julián Slim contra Carmen Hernández por no pagarle la renta, o contra Takumi Namba por madera que no le entregó para unos libreros; son muchas las registradas en los archivos oficiales. Su esposa Linda Helú también aparece, como cuando demandó a la Compañía Industrial Manufacturera porque no desocupaba la casa de la familia en Ámsterdam número 155, esquina con Ozuluama, en la Condesa. Esta empresa estaba representada por Prudencio Guízar Valencia, hermano del obispo Rafael Guízar Valencia, quien inició a Marcial Maciel en la religión.

En junio de 1953 Julián Slim Haddad murió de un infarto. Fue despedido en el Palacio de Bellas Artes. El homenaje lo presidió Joseph Naffah, en representación del ministro Khalil Takiedine, y Juan Aun, director del periódico Al Kustas. Los Madrigalistas, una orquesta de 20 músicos dirigida por Luis Sandi, tocó Aleluya, Velada trágica, Tan dulce ha sido y Gloria, entre otras canciones. En su obituario, la revista Gemas de Líbano se refiere así al empresario:

Era don Julián Slim el vivo ejemplar del inmigrante que tanto necesita esta América nuestra; amaba al Líbano y a la tierra en la que pasó la mayor parte de su vida, y a esta última tanto la amaba que le ha pedido como postrer y perenne favor para sus huesos, el tibio refugio del valle mexicano; y aquí, en esta tierra nuestra que ya es suya por su amor, reposará para siempre; pero también en nuestros corazones y para siempre también, estará vivo su recuerdo, porque su recuerdo irá con nosotros en el sendero que recorremos, ayudándonos en nuestros desfallecimientos, alentándonos en nuestras flaquezas, vitalizándonos en nuestros grandes anonadamientos, y siempre sirviéndonos de ejemplo.

Shiek Nacif Fadl habló en árabe sobre Julián Slim. También lo hizo Roberto Cossío, quien a nombre de «los mexicanos» dijo:

No vengo a dar mis condolencias a la viuda, señora Linda Helú, ni a sus hijas ni a sus hijos y demás familiares; tampoco a darle mis condolencias a los libaneses porque yo me siento uno de ellos, y también necesito quien me dé esas condolencias por esta irreparable pérdida que nos llena de dolor a todos; vengo, pues, con mi tributo de lágrimas, a rendirle un merecido homenaje al hombre, al amigo, al libanés que acaba de partir hacia las remotas playas de la eternidad.

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