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24 Herederos

El ingeniero que puede ganar un millón de dólares en una hora tiene seis hijos: tres hombres y tres mujeres. Carlos, Marco Antonio y Patrick Slim son directores de sus compañías fundamentales; Soumaya, Vanessa y Johanna participan en actividades culturales, mientras que sus esposos ocupan puestos directivos en otras empresas del suegro. A diferencia de Warren Buffett —quien anunció que devolvería la mayor parte de su fortuna a la sociedad y ha legado a sus tres hijos sólo 20 % de la misma—, Carlos Slim no ha contado cuál será el destino de su dinero cuando muera. Si quisiera repartirlo entre sus más de 100 millones de paisanos mexicanos —como se lo piden algunos usuarios en Twitter y Facebook—, cada uno recibiría alrededor de 500 dólares y todos en el undécimo país más poblado del planeta tendrían un iPad.

Cuando eran niños, los hijos de Slim durmieron varios años en dos habitaciones: una para los tres varones y otra para las tres niñas. Su padre se jacta de haberlos educado con responsabilidad. Parece cierto: ninguno de los seis ha conseguido la reputación de derrochador. El que más cerca ha estado de esa fama es Carlos Slim hijo, su primogénito, quien en 2010 celebró su boda con María Elena, hija del empresario Miguel Torruco Márquez, simpatizante del líder de la izquierda electoral en México, Andrés Manuel López Obrador, y secretario de Turismo del gobierno del Distrito Federal durante la administración de Miguel Mancera, quien llegó al cargo mediante las siglas del Partido de la Revolución Democrática (PRD). La ceremonia ocurrió ante más de 1500 invitados, entre ellos varios presidentes y un premio Nobel. El menú de la fiesta incluyó más de 100 postres y la comida que sirvieron después del banquete fueron platillos de Sanborns. A los asistentes que permanecieron hasta el final de una boda gigantesca y fastuosa les invitaron, al amanecer, comida de una cafetería donde un desayuno vale menos de 10 dólares.

Sin embargo, el decano del periodismo mexicano, Julio Scherer García, consideró la celebración como una «boda singular»:

Auxiliado por las crónicas de los diarios y las fotografías de las revistas del corazón, me imaginé lo que habría sido la boda. Regresaron a la memoria, arbitrarias e inevitables, las reseñas que describieron hasta el detalle las fiestas de la corte de Versalles, ajenos María Antonieta y Luis XVI a la miseria que bullía amenazadora en el exterior. En los caprichos del recuerdo no podía pasarme por alto que esos saraos congregaban a parásitos y que la fiesta mexicana reunió, sin duda, a una multitud emprendedora y ajena al ocio vil. De muchas maneras atraído por la boda, no me podía desprender de las imágenes que en mí suscitaba el acontecimiento. Leí que una señora se había adornado con esmeraldas blancas, que se fabrican en Brasil, según averigüé, y de ahí saltó la imaginación a una señora que lucía rubíes verdes y otra que mostraba esmeraldas con el ardor de un amarillo solar. Qué sería todo aquello, cuánto costarían los vestidos trabajados a mano con seda virgen, los esmóquines con texturas suaves y dulces como la piel, los relojes de colección, los brillantes como botones en los trajes de los magnates y, en ellas, las señoras, los collares, los aretes, las pulseras, los anillos, las flores de invernadero sabiamente enredadas en el cabello. No sólo sentí toda esa presencia, sino que vi a centenares de guaruras atentos a los movimientos y desplazamientos de los personajes a su cuidado. Sentí, también, la férrea escolta del presidente Calderón, cuerpo militar de élite. Como si se tratara de un relámpago detenido en una larga luz, ese 9 de octubre de 2010 vi a una nueva clase que se expresaba poderosa. Se trataba de una sociedad consolidada, una aristocracia formada por los hombres y las mujeres sobresalientes en la política y la empresa, cada uno en su sitio. Discreparían por asuntos menores, pero se entenderían en lo sustancial, se apoyarían unos a otros, caminarían juntos, definitivamente rotos los vasos de comunicación con los de abajo. Tomé una frase de Coetzee, el Nobel sudafricano: «El poder sólo se habla con el poder».

Dos años antes de casarse, el joven Carlos Slim Domit acudió al quirófano para que le quitaran uno de sus riñones. El receptor de su órgano fue su hermano menor, Patrick, quien padecía insuficiencia renal, la enfermedad que provocó la muerte de su madre Soumaya. Antes de recibir el riñón de Carlos, colaboradores de Patrick recuerdan cómo a éste se le hinchaban la cara, las piernas y las manos, así como sus quejas acerca de la fatiga que le producía su mal. A raíz de la afección y el deceso de Soumaya Domit, la familia Slim enfocó buena parte de sus esfuerzos filantrópicos en el tema de la salud. Marco Antonio, el hermano intermedio entre Carlos y Patrick, propició la creación de la Fundación Nacional de Trasplantes, A. C., dirigida por Gerardo Mendoza Valles. Para la campaña de donación de riñones Carlos y Patrick grabaron unos videos contando su experiencia. Este último relata la forma en que lidiaba con la enfermedad:

Yo recordaba todo lo que había pasado mi mamá y sí fue algo muy duro… Era casi constante una dermatitis, sobre todo aquí, en el área de la frente. Justo en el momento después de la operación es como si se me hubiera lubricado la piel, como por arte de magia. Carlos, con mucho amor y con total entrega, me regaló un riñón. No sólo lo grande de lo que hizo, sino con cuánto amor lo hizo. La verdad es que la mayor riqueza, no nos damos cuenta, pero la tenemos ahí en la familia, y es una bendición poder ser trasplantados. La calidad de vida es extraordinaria y es una operación sumamente sencilla; es considerada como si se operara un apéndice.

Entretanto, en su testimonio audiovisual el primogénito del magnate relata de manera tranquila:

Yo pensé que iba a ser algo más complicada la recuperación y fue sorprendente ver que el mismo día estás caminando; a los tres días estás fuera del hospital y casi estás haciendo tu vida normal a los muy pocos días, sin tomar medicinas ni dietas; o sea, no tienes ninguna consecuencia. Una de cada 500 personas nace con un solo riñón y ni siquiera se da cuenta durante toda su vida. La calidad de vida sigue siendo la misma, prácticamente como si no hubiera tenido [que donar], como si viviera con mis dos riñones, y tanto el proceso como la recuperación es mucho más sencilla de lo que me imaginaba. El riñón es de los pocos órganos que puedes donar aún estando vivo y, pues, poder disfrutar ésa, poder sentir esa experiencia, es inigualable.

Posteriormente, ambos fueron videograbados en una conversación conjunta, recordando la experiencia. Carlos enfatiza que fue una de las más importantes que les ha tocado vivir juntos y asegura que siempre supo que, de entre los miembros de la familia, él sería quien donaría el riñón: «Le recomendaba a Patrick que estuviera tranquilo, pues yo estaba muy seguro de que lo quería hacer, porque también para él, quien recibe el riñón, no debe ser fácil su relación familiar, sentir que alguien se está sacrificando por él». En respuesta, Patrick dice: «Y lo que sí es indispensable es que, pues, haya gente como Carlos, que generosamente esté dispuesta a donar el órgano a ese ser querido».

Poco tiempo antes de someterse al trasplante de riñón, el menor de los hijos varones de Slim libró una batalla política que incluso mereció la atención y la respuesta del equipo del entonces presidente Felipe Calderón.

Durante los tiempos más duros de su enfermedad, Patrick —considerado por cercanos de la familia, junto con Soumaya, como los más religiosos entre los hijos de Slim— vivió diversas experiencias místicas y realizó algunas peregrinaciones. Una de las más intensas, según ha relatado a sus amigos, fue la que hizo a Lourdes, un pueblo de los Altos Pirineos de Francia, donde hay una gruta en que la Iglesia católica registra la aparición de la Virgen María y en la que se levantó la Iglesia de Nuestra Señora de Lourdes, considerada patrona de los enfermos. Patrick fue uno de los cerca de ocho millones de peregrinos del mundo que cada año acuden en busca de alivio para sus padecimientos.

El hijo de Slim relató parte de esta experiencia a un pequeño grupo de senadores y senadoras del PAN con el que se reunió en privado en 2007 para pedirles que no aprobaran la despenalización del aborto en la capital del país. Tras varios meses de discusión, el PRD y el resto de los partidos políticos representados en el Distrito Federal, con la excepción del PAN, desecharon la posibilidad de meter a la cárcel a las mujeres que abortaran. Durante el proceso de discusión hubo debate y amenazas de excomunión a los legisladores que apoyaron esta iniciativa del gobierno de Marcelo Ebrard. Incluso se hizo circular una carta del papa Benedicto XVI y algunos grupos recorrieron las calles del centro de la ciudad con estandartes católicos en contra de los diputados. En respuesta, activistas como la antropóloga Marta Lamas consideraron esta reforma como un elemento de vanguardia y, citando al especialista Richard Hare, cuestionaron «la actitud de quien persigue la afirmación de los propios principios morales dejando que éstos prevalezcan sobre los intereses reales de las personas de carne y hueso, al mismo tiempo que permanece indiferente frente a los enormes daños que su actuación ocasiona a millones de seres humanos».

En la reunión privada con los representantes del PAN, además de relatar su experiencia en Lourdes, Patrick Slim contó algo que sorprendió a algunos de los presentes. Les dijo que la Virgen de Cleveland se le había aparecido para pedirle que ayudara en la defensa de los niños no nacidos del Distrito Federal. La idolatría a una Virgen ubicada en Cleveland, Ohio, hasta ahora no es reconocida por la Iglesia católica, que incluso ha condenado el culto que se le tiene. Al final del encuentro, en el que los senadores comentaron su impotencia para hacer algo en el Distrito Federal, donde el PRD posee una amplia mayoría legislativa, el hijo del mexicano más rico del mundo les dijo que seguiría con su encomienda.

En julio de ese mismo 2007, dos meses después de la aprobación del aborto en la ciudad de México, el hijo menor de Slim empezó a reunirse en privado y de manera periódica con integrantes de la Unidad Nacional Sinarquista, miembros radicales del PAN y el fundador de la empresa transnacional Bimbo, Lorenzo Servitje, en el área privada de un populoso restaurante llamado Hacienda de los Morales. El objetivo era intentar hacer algo ante los gobiernos del PRD en la capital del país, los cuales, desde 1998, emprendieron diversas reformas consideradas demasiado liberales por Patrick Slim, sinarquistas y algunos panistas.

Estas reuniones no trascendieron públicamente hasta finales de 2007, cuando Patrick y sus aliados decidieron intentar que el Instituto Federal Electoral (IFE) aprobara la creación de un nuevo partido que representara sus intereses. Para esto empezaron a organizar decenas de asambleas y encuentros, varios de ellos en Iztapalapa, el principal bastión del PRD en la capital del país.

Sin embargo, la cruzada política de Patrick Slim preocupó más a la residencia oficial de Los Pinos que al PRD. El entonces presidente Felipe Calderón ordenó a algunos de sus colaboradores más cercanos, como Germán Martínez Cázares, impedir que el hijo menor de Slim y los sinarquistas obtuvieran el registro como partido. De haber sucedido, resultaba inminente una desbandada del ala más conservadora del PAN hacia la nueva organización política, lo cual debilitaría al gobierno de Calderón y al partido en el poder durante las elecciones generales de 2009.

El nombre contemplado para la organización de Patrick Slim y los sinarquistas, en caso de obtener el registro, era Partido Solidaridad, una palabra que en México remite de manera inmediata al gobierno de Carlos Salinas de Gortari, pues se convirtió en el símbolo de su proyecto político. Esto acrecentó las sospechas de que el magnate —vinculado para siempre con Salinas de Gortari por la adquisición de Telmex durante su administración, aunque no necesariamente sea así— estaba interesado en poseer un partido político propio que representara sus intereses en el Congreso. Sin embargo, de acuerdo con consultas realizadas, la iniciativa fue tomada por Patrick Slim sin el respaldo total de su padre, quien junto con el resto de la familia estaba más preocupado por la insuficiencia renal de aquél que por su cruzada política.

En junio de 2008 el IFE rechazó el registro de la Unión Nacional Sinarquista, el movimiento en que Patrick Slim había trabajado de manera discreta. Después de la noticia, un político del PAN cercano al expresidente Felipe Calderón celebró delante de mí: «¡Nos los chingamos!».

Cuando le pregunto a Slim sobre esta historia, relatada por varios de sus protagonistas, responde con cierto tono de molestia:

—No le he preguntado. No creo. Es bastante sensato. Le voy a preguntar. A lo mejor lo invitaron. No tengo idea, pero yo lo he dicho muchas veces: la vocación política es muy distinta a la vocación empresarial y yo veo en mis hijos que tienen vocación empresarial. Entonces no los veo metidos de políticos. Los tres están trabajando, y mis hijas, también. Ahora, que te invite alguien a participar en algo, no sé.

Tras su derrota, Patrick Slim comenzó el proceso de preparación para recibir el trasplante de riñón por parte de su hermano mayor. Después de esto su salud mejoró de manera considerable y desde entonces, aunque ha mantenido su relación con la Iglesia católica, participando en diversas reuniones con emisarios del Vaticano, también ha incursionado en el mundo del cine, donde financió la película Cristiada la producción más cara en la historia de México, en la cual actúan estrellas de Hollywood como Andy García y Eva Longoria, quienes grabaron en Puebla las escenas que recrean y revindican la guerrilla de la década de 1940 conformada por sacerdotes y devotos católicos levantados en armas contra el gobierno anticlerical de Plutarco Elías Calles.

En contraste, Carlos, su hermano mayor, suele enviar como regalo personal El hombre que amaba los perros, la novela biográfica de León Trotski escrita por el cubano Leonardo Padura. Y a principios de 2013, al segundo hijo que tuvo con su esposa María Elena Torruco lo bautizó con el nombre del mayor héroe revolucionario mexicano: uno de los nietos del mexicano más rico del mundo se llama Emiliano Slim.

El que hasta la fecha se mantiene como el más discreto de los tres hijos varones de Slim es Marco Antonio, presidente del consejo de administración de Grupo Inbursa. Durante las entrevistas que me dio, el mexicano más rico del mundo elogió en diversas ocasiones el conocimiento de Marco Antonio. En una ocasión me regaló la copia de un artículo suyo, publicado el 26 de julio de 2004 en el diario Reforma. El texto se titula «Cuentas públicas: camisa de fuerza» y gira en torno de la pregunta sobre qué pasaría si la operación de una empresa tuviera base en las cuentas públicas.

El varón intermedio de los hijos de Slim comienza así:

Lo primero que hacemos cuando vamos a invertir, adquirir o dar financiamiento a una empresa es ver sus estados financieros (estado de resultados y balance). Estos documentos nos permiten ver la película de su historia, la foto del presente y un buen adelanto de su futuro; sin embargo, en las cuentas públicas de un país no existe contabilidad patrimonial, tanto por los activos que no están contabilizados, como por pasivos no registrados (ej.: pensiones y pidiregas).

—¿Cómo cree usted que debe educarse a un hijo? —pregunto al magnate.

—Yo creo que se le debe educar y formar con libertad, con valores; no domesticar, que es distinto. Los valores se quedan muy firmes. Mi papá murió cuando era muy joven y a los tres nos dejó valores de honestidad y muchas cosas que quedaron muy fuertes.

—¿Usted le da consejos especiales a sus hijos?

—No es que les des consejos. Sólo vas platicando con ellos.

—¿Y en el plano estratégico empresarial?

—No, pues ya son responsables de sus cosas.

—Pero ¿qué cosas especiales les inculcó usted?

—Lo primero es que yo platicaba con ellos cuando tenían 12 años.

—¿Les daba libretas como su papá se las daba a usted?

—No, nada más platicar. Les decía que si les gustaban los negocios, se metieran; que si no les gustaban, no se metieran, porque fastidiaban su vida y fastidiaban a la empresa. Y sí, le entraron. Alguna vez recuerdo que les dije: ¿cómo ven si me meto a esto? El más chico, Patrick, me dijo: «Bueno, si te vamos a ver, sí; sino, no». Han sido muy claros, muy participativos. Hay épocas en las que se antoja ser más irresponsable. Quizá una época yo debí ser más irresponsable, como en mi año sabático. Pero a esa edad alguno de ellos ya asumió la dirección de una empresa. Han sabido combinar la responsabilidad y la obligación.

—¿Le hubiera gustado que una de sus tres hijas fuera directora de alguna de sus empresas?

—Sí. Bueno, una es consejera y tiene su propio negocio: Lomas Estudio. Es una escuela para preparar niños con educación temprana y aprenden karate. Y está en el consejo de Sanborns y le gusta ir a las juntas. Lo que pasa es que Vanessa estudió ingeniería unos años.

—Warren Buffett anunció que a sus hijos les heredará solamente 500 millones de dólares. ¿Usted cuántos planea dejarles?

—Mis hijos no van a heredar dinero. Van a heredar acciones de empresas que tienen que administrar. Entonces heredan responsabilidad y compromiso.

—¿Y cómo garantiza que se mantengan firmes los consorcios?

—Están preparados y hay un fideicomiso en el que deben votar en 80 % si tienen que cambiar o vender.

—¿Ese fideicomiso será colegiado?

—Sí, se van a tener que poner de acuerdo.

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