Slim

Slim


VIII » 30 Kafka

Página 43 de 56

30 Kafka

El 1.º de enero de 2006 miles de simpatizantes del EZLN caminaron, enfundados en sus pasamontañas, por las calles de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, para despedir al Subcomandante Marcos, quien, transformado en el Delegado Zero, se disponía a recorrer el país en pleno periodo electoral, en el marco de una gira llamada La Otra Campaña, inspirada en la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, un documento que plantea los postulados anticapitalistas de la organización que se alzó en armas en 1994 contra el neoliberalismo. Pese a que los zapatistas habían sido relegados de la vida nacional, en esa ocasión los medios de comunicación tenían mucha expectativa de oír al líder zapatista en la plaza principal del pueblo chiapaneco.

En 2006 la posibilidad de que ganara por primera vez la izquierda electoral era más real que nunca. Andrés Manuel López Obrador, candidato del Partido de la Revolución Democrática, el Partido del Trabajo y Convergencia (luego Movimiento Ciudadano), lideraba las encuestas, por lo que la posición de Marcos, el otro gran referente de la izquierda mexicana, se volvía relevante. Aunque la postura de La Otra Campaña era cuestionar a todos los partidos políticos, las declaraciones de prensa que más se destacaban del líder rebelde eran las que dirigía en contra del bloque liderado por López Obrador.

Sin embargo, de acuerdo con lo que Marcos dijo en aquel arranque —y que repitió durante otra docena de actos en los que también me tocó estar—, el objetivo de su recorrido por todo el país no era torpedear la campaña de López Obrador, como se le acusó desde la izquierda electoral. Aquel día en San Cristóbal de las Casas Marcos señaló:

El principal destinatario de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona acusó recibo apenas unos meses después de su emisión. El gran poder del dinero en México firmó lo que se puede conocer como la Contra-Declaración Sexta y que es conocida públicamente como el Pacto de Chapultepec, que fue firmado en ese castillo. Antes, la clase política mexicana se había congregado, convocado y exhibido en toda su ridícula apariencia en el Palacio de Bellas Artes. Quienes ahora nos están pidiendo que olvidemos todo, nuestras necesidades, nuestras luchas, y pongamos todo a su servicio para que ellos decidan por nosotros, deciden allí, en los castillos y palacios de este país.

El Pacto de Chapultepec fue el nombre que Carlos Slim dio a una iniciativa convocada desde el antiguo castillo que lleva la misma denominación, sede del poder durante el efímero imperio mexicano a cargo de Maximiliano. La propuesta fue equiparada de inmediato con el Pacto de la Moncloa, bajo el cual un socialista como Felipe González pudo asumir el gobierno de España y realizar reformas económicas en un país monárquico apenas recuperado de la larga dictadura de Francisco Franco. Aunque el expresidente español, amigo de Slim, no fue el ideólogo del acuerdo, como se especuló en los corrillos políticos, sí aconsejó al magnate, según algunos participantes de esta iniciativa que reunió a la mayoría de la élite económica y política del país, a quienes los zapatistas definieron como sus principales adversarios. Marcos señaló al respecto:

Lo que se está olvidando es que en este país y en todos los lugares donde el sistema que estamos combatiendo es el dominante, no todos somos iguales. Hay quien se enriquece cada vez más y hay quien es cada vez más pobre. Y esta pobreza en la mayoría de la población no es producto de la mala suerte, ni del destino, ni de la orden de un dios que está en otra parte: es producto precisamente de ese sistema. Y es esta miseria que estamos padeciendo, la que logra que se engrandezcan y crezcan los grandes ricos, como aquí en México, Carlos Slim, que es en realidad quien está gobernando, junto con los norteamericanos, los destinos de esta nación. Estos grandes ricos, como Carlos Slim, han hecho el programa de gobierno que, cualquier partido que llegue al poder, es el que va a cumplir, es lo que se llama «el Pacto de Chapultepec». Este pacto o este plan de gobierno consiste en lo siguiente: lo que vamos a hacer —dicen los ricos— es acabar de conquistar este país, acabar de hacerlo nuestro, parcelarlo todo, incluso a su gente y ponerlo a la venta al mejor postor.

Más allá de los cuestionamientos ideológicos a la iniciativa del mexicano más rico del mundo, en lo pragmático algunos integrantes del círculo cercano a Slim aseguran que el Pacto de Chapultepec fue una forma de apoyar la candidatura de López Obrador. Mediante este tipo de compromisos públicos se buscaba garantizar «la estabilidad» y «evitar que tentaciones autoritarias como las de [Hugo] Chávez en Venezuela» afloraran en el ganador de la contienda, que en ese momento todas las encuestas indicaban que sería López Obrador. «El ingeniero le estaba dando una cierta cobertura a López Obrador con empresarios, pero éste ninguneó el pacto», relata uno de los operadores que realizó actividades en varios estados del país y ayudó a recopilar más de un millón de firmas de adherentes.

Alfonso Ramírez Cuéllar, aguerrido líder del Barzón, conocido por haber irrumpido a caballo en el salón de sesiones del Congreso durante una protesta, fue otro de los operadores de tierra de este acuerdo de Slim, junto con el líder del sindicato de telefonistas, Francisco Hernández Juárez. «No estaba tan jodido el pacto», opina Ramírez Cuéllar, aunque reconoce que fue difícil convencer a los demás miembros de su partido de sumarse por completo. Porfirio Muñoz Ledo, uno de los líderes históricos del PRD, lo llamaba «El Pacto Slim» y decía que los que se metían ahí ya eran «territorio Telcel».

Ramírez Cuéllar conoció al mexicano más rico del mundo durante la crisis económica que vivió México a finales de 1994, la cual provocó que el gobierno del presidente Ernesto Zedillo creara un millonario fondo de rescate para los bancos afectados. Slim se convirtió en un empresario muy vigilante de esta medida, quizá también porque uno de los principales beneficiarios era Roberto Hernández, en ese momento dueño de Banamex, quien pasó de ser amigo a enemigo de Slim tras perder la licitación de Telmex. «Más allá de si es de izquierda o no, creo que Slim le tenía una gran estimación a Andrés [Manuel López Obrador], y bueno, sé que a alguna de las reuniones que tuvo con Slim, Andrés incluso llevó a sus hijos».

El entonces candidato presidencial de la izquierda electoral, quien acababa de ser jefe de gobierno de la ciudad de México, declinó firmar el Pacto de Chapultepec, que en sus inicios algunos también creyeron que se trataba de una plataforma para preparar la campaña presidencial de Slim. De acuerdo con políticos allegados a López Obrador, Slim ofreció apoyar económicamente al político tabasqueño, pero éste rechazó sus donativos, ofrecidos a través de esquemas indirectos. El candidato de la izquierda se sentía ya triunfador, pero todo cambió después de unos comicios en los que una parte importante de la maquinaria electoral del PRI trabajó de última hora a favor del candidato del PAN, Felipe Calderón.

Ante el resultado adverso, López Obrador denunció un fraude electoral, mandó «al diablo las instituciones» y, para exigir un recuento de los votos que daban el triunfo a su oponente de derecha, encabezó un enorme plantón a lo largo de Paseo de la Reforma, una de las principales arterias de la capital del país. En ese contexto, mientras participaba en una ceremonia de la revista Forbes Slim aseguró que el plantón era una «locura mexicana, kafkiana», lo cual representó la primera y única crítica que el magnate ha hecho públicamente contra López Obrador. El mismo día en que hizo esa declaración Slim reconoció a Felipe Calderón como el ganador de la contienda.

Pese a esto, en el equipo de Calderón se veía con recelo a Slim, debido a la cercanía que había mantenido con Andrés Manuel López Obrador antes de hacer la declaración acerca de la locura kafkiana. De acuerdo con uno de los más allegados colaboradores de Calderón, las alarmas se encendieron cuando se enteraron de que mientras el Tribunal Federal Electoral (Trife) analizaba la impugnación de las elecciones presidenciales presentada por López Obrador, Slim había organizado un par de reuniones privadas con otros empresarios y líderes religiosos y políticos, en las cuales comentó la situación existente y la posibilidad de que se perdiera la gobernabilidad del país.

Según la fuente consultada, durante la reunión incluso se habló de un posible escenario jurídico en el cual el Trife anulara los comicios y la presidencia quedara en vilo. Juan Ramón de la Fuente, doctor en psiquiatría y exrector de la UNAM, fue el nombre que se manejó como el posible presidente interino. Según el calderonista, De la Fuente y el abogado Diego Valadés planteaban el escenario jurídico de la anulación a magistrados electorales como José de Jesús Orozco. El referido colaborador del expresidente aseveró:

Del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM le pusieron un asesor a cada magistrado del Trife, tratando de influir en la valoración final de la elección. Por esos días, el cardenal Norberto Rivera llamó al empresario Olegario Vázquez Raña para preguntarle sobre una reunión que estaba organizando Slim. Olegario le dijo que no iría porque le parecía que podrían dar la impresión de una lógica golpista. El cardenal, que se guía por Olegario, decidió no ir tampoco. En esos días, Juan Ramón de la Fuente gastaba 200 000 pesos al mes en un despacho de imagen. Se trató de una estrategia en marcha para ponerlo como presidente interino en 2006. El que les puso un alto desde España fue el doctor Jorge Carpizo, jefe del grupo de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.

En entrevista, Diego Valadés negó esto y refirió un trabajo académico elaborado antes de las elecciones de 2006, en el cual aborda el problema mexicano de la falta de claridad legal sobre el proceso de sustitución de un presidente en un momento extraordinario. Dicho artículo inicia así:

La democracia en México incluye numerosos problemas pendientes de solución, varios de ellos semejantes a los que han sido resueltos en otros sistemas constitucionales. Entre esos problemas hay uno que resulta esencial para la estabilidad institucional: la sustitución del jefe del Estado en circunstancias extraordinarias. Los instrumentos electorales resuelven la cuestión de la sucesión presidencial mediante el voto periódico, libre, secreto y efectivo; pero hay circunstancias excepcionales que también deben ser consideradas, para evitar el colapso constitucional cuando la falta del jefe del Estado se produce antes de la conclusión normal de su periodo.

Juan Ramón de la Fuente fue buscado también, pero decidió no dar comentarios.

Para volver más enredada la situación, en el comité de campaña de Calderón aseguran que el gobierno del Estado de México, en ese entonces a cargo de Enrique Peña Nieto, quien en 2012 asumiría la presidencia, espiaba a los magistrados electorales mientras preparaban su deliberación. De acuerdo con este colaborador de Calderón, aunque la administración de Fox tenía las pruebas, nunca las usaron. Prefirieron entablar una negociación con el PRI, de cara a la toma de protesta de Calderón. «También teníamos sospechas, nunca confirmadas, de que Slim hacía lo mismo a través de su sobrino Héctor Slim Seade, director de Telmex», explica el calderonista, quien dice que este directivo de Telmex, hijo de Julián Slim Helú, tiempo después de la crisis poselectoral sedujo a panistas prominentes como el legislador César Nava y la vocera Alejandra Sota mediante invitaciones a cazar en Tamaulipas y el Estado de México.

Finalmente el Trife ratificó el triunfo de Felipe Calderón y éste tomó protesta el 1.º de diciembre de 2006, en medio de un escenario de caos. Un mes después se vistió de militar y se hizo retratar ante 4500 soldados en una base militar. El presidente Calderón tenía miedo de que las protestas de López Obrador, que continuaban, así como los cabildeos entre algunos empresarios, impidieran el arranque de su administración, así que para fortalecerse decidió usar al Ejército y la Marina, a los cuales aumentó el presupuesto ese mismo año, además de darles canonjías que nunca habían tenido. Ése fue el origen de la que años después se conoció como la «guerra contra el narco», que produjo casi 100 000 muertes violentas y miles de personas desaparecidas.

Las maniobras de Slim en 2006 afectaron su relación con el gobierno de Calderón. Aunque nunca rompió contacto, el presidente tampoco confió en él. En su óptica, Slim había intentado darle «un golpe técnico apegado a derecho», aunque en términos llanos algunos calderonistas también llamaban a lo sucedido como un intento de golpe de Estado para impedir que el panista asumiera la presidencia.

Ignacio Cobo, amigo de Slim, fue quien intentó suavizar la relación entre ambos personajes, sin lograrlo nunca por completo, aunque Slim no dejó de acudir a los actos públicos a los que era convocado por el presidente ni éste a los que aquél lo invitaba. El magnate tampoco hizo críticas públicas en contra de quien en privado solía hablar con molestia. Los allegados de Calderón dicen que la relación con Slim, paradójicamente, mejoró después de que el michoacano dejó la presidencia.

Según Purificación Carpinteyro, Calderón estuvo a la ofensiva contra Slim durante su administración:

Felipe Calderón lo marcó en su lista de adversarios, adoptando como cruzada la lucha directa en contra de Telmex y Telcel. Desde principios de su gobierno integró un grupo informal para debatir lo que debía exigirse a Telmex para que pudiese competir en televisión de paga. Las negociaciones iniciales por el grupo de asesores del presidente, incluyendo al ya secretario de Comunicaciones y Transportes, Luis Téllez Kuenzler, quien había designado como subsecretario a Rafael del Villar, adoptaron como propia la lista de condicionantes que la Cámara de la Industria de Telecomunicaciones por Cable (Canitec) aportó a las autoridades como prerrequisitos a ser cumplidos por la telefónica, antes de siquiera considerar la posibilidad de eliminar la prohibición de su título de concesión para ofrecer servicios de televisión de paga.

Slim no perdió las elecciones presidenciales de 2006, como dicen algunos de sus críticos. Al año siguiente, en 2007, la revista Forbes lo consideró por primera vez el hombre más rico del mundo.

Cuando le pregunto sobre el supuesto golpe que intentó dar en las elecciones de 2006, el magnate me dice:

—La competencia fue la más abierta de todas. Todos los candidatos hicieron publicidad en televisión, todos participaron. Ahora, sí es cierto que había grupos que querían que se cancelaran las elecciones, pero eran las gentes cercanas a López Obrador. Yo no: eso [del golpe] es una tontería.

Ir a la siguiente página

Report Page