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32 Virreyes

El símbolo inicial de la relación entre el mexicano más rico del mundo y el líder de la izquierda electoral fue el centro histórico de la ciudad de México, en el cual Carlos Slim puso los ojos a partir del año 2000, con la finalidad de invertir y reanimarlo económicamente. Andrés Manuel López Obrador fue elegido jefe de gobierno ese año y, junto con el entonces presidente Vicente Fox, nombró una comisión de notables en la que, además de participar Slim, lo hacían el fallecido periodista oficialista Jacobo Zabludovsky y el escritor Carlos Monsiváis. En ese momento el principal enemigo de López Obrador era el expresidente Carlos Salinas de Gortari, quien operaba desde varios frentes contra su administración, alegando que el político originario del sureño estado de Tabasco no era confiable para las instituciones nacionales. La relación con Slim, aunada a su política de austeridad, provocó que periódicos como El País de España o The Washington Post hablaran de López Obrador como el representante de una izquierda moderna.

Sin embargo, esta cercanía de un líder de izquierda como López Obrador con el multimillonario Slim también generó preguntas de algunos reporteros críticos.

—Usted avaló la denuncia para investigar la privatización de Telmex y durante años Salinas y Slim eran casi sinónimos. ¿Cómo superó eso? —preguntó el fallecido periodista lagunero Antonio Jáquez a López Obrador, en el momento de mayor popularidad de este último.

—La explicación tiene que ver con mi responsabilidad actual. No es lo mismo ser dirigente de un partido político que ser jefe de gobierno. A mí me importaba mucho el rescate del centro histórico, y para lograr ese propósito tenía que convocar a gente que ayudara. Esto no implica alguna ilegalidad, no tener problemas de conciencia.

Lo que se conoce como el rescate del centro histórico del Distrito Federal podría llamarse también la compra masiva de propiedades por parte de Slim, con el compromiso de un gobierno de izquierda para invertir mayores recursos públicos en la infraestructura de la zona, así como para desalojar a los grupos de vagabundos, indígenas, carretilleros, vagoneros, microbuseros y trabajadoras sexuales que llevaban décadas asentados en sus calles. La maniobra en sí misma daría una mayor plusvalía a la zona, a tal grado que 10 años después las propiedades conseguidas por Slim a bajos precios aumentaron de valor de manera considerable.

Slim conocía muy bien el centro histórico. Su familia tuvo comercios ahí y en su juventud el magnate hizo sus pininos financieros en la zona, cuando la bolsa de valores se ubicaba en el edificio número 68 de la calle Uruguay —ahora ocupado como oficinas de Carso—. El periodista financiero Jesús Rangel recuerda haber visto a Slim trabajando durante años como «casabolsero» y también, varias veces, jugando dominó en la cantina Pico de Gallo, que estaba entre las calles de Venustiano Carranza y Bolívar. Entre sus oponentes comunes en el dominó estaban el banquero Roberto Hernández y su primo Alfredo Harp Helú, con quienes hizo negocios durante años, para luego distanciarse y, en el caso de Hernández, convertirse incluso en enemigos. Según Rangel, tras el acuerdo con López Obrador, Slim fue en persona a sondear la compra de sus propiedades en el centro histórico.

Entre el centenar de casas y edificios que adquirió está el Virreyes, un hotel que en la década de 1960 era referencia obligada para los mejores boxeadores del país y algunos visitantes famosos. Por sus habitaciones pasaron desde el campeón del mundo José Ángel Nápoles, Mantequilla hasta el actor hollywoodense Rock Hudson. Sin embargo, conforme la vida social fue decayendo en el centro histórico y ésta se desplazó primero a otras áreas como la Zona Rosa y después a la colonia Condesa, el hotel Virreyes se fue transformando en un sitio de paso para parejas furtivas o de asiduos a cabarets y bares ubicados a la redonda. Pero Slim compró el Virreyes en 2003 y, tras una mínima remodelación, decidió convertirlo en un hostal para estudiantes o jóvenes recién llegados a la ciudad.

Me tocó ser uno de los primeros inquilinos de Slim en la nueva etapa del inmueble referido. En 2003, luego de estar casi un año fuera de México, regresé a Monterrey y fui enviado a trabajar a la ciudad de México a la redacción del periódico Milenio. Llegué a esta urbe a los 22 años de edad, con la idea de permanecer sólo unos meses. Por entonces mi proyecto principal era viajar a Cuba para radicar ahí unos tres o cuatro años y escribir sobre la manera en que se viviría, según creía yo, la perestroika caribeña. Algo inspirado en lo que hizo Ryszard Kapuściński para escribir El imperio, ese gran reportaje sobre la transformación soviética de finales del siglo pasado.

Sin embargo, a los pocos días de haber llegado al Distrito Federal me di cuenta de que no podría irme tan fácil de la ciudad. Mi hogar durante más de un año fue la habitación 401 del hotel de Slim, ubicado en Izazaga y Eje Central, dos de las avenidas más ruidosas de la ciudad de México. Para alguien que anda en la búsqueda de algo que ni por asomo sabe qué es, caminar esas calles y, sobre todo, deambular por el centro histórico de la capital de su país era algo esperanzador y vital. La Historia —con mayúscula— y las historias —con minúscula— aparecían por todos lados. Los cinco sentidos en labor constante ante la riqueza de situaciones suscitadas alrededor. Lo mejor, sin embargo, vino después, cuando desde una urbe como el Distrito Federal comencé a mirar el resto del país. La perspectiva deslumbraba. En buena medida, el DF concentra en sus calles eso que llamamos México. Y eso que se dice que es México no se ve igual desde el DF que desde el norteño municipio de San Nicolás de los Garza o desde el sureño San Cristóbal de las Casas. No puede ser visto de igual forma que desde el Zócalo capitalino. Así, en cierta forma, al invertir en el centro histórico de la ciudad de México, Slim se quedó con un poco del alma del país.

No obstante, su negocio ha sido considerado por diversos actores como filantropía. La rectora de una de las principales instituciones del primer cuadro de la ciudad, la Universidad del Claustro de Sor Juana, Carmen Beatriz López Portillo —hija del expresidente—, le otorgó a Slim la medalla Sor Juana Inés de la Cruz por haber salvado el centro histórico.

El 13 de septiembre de 2013 cientos de maestros de Oaxaca cumplían una veintena de días instalados en el Zócalo, protestando en contra de una reforma educativa aprobada por el Congreso, la cual disminuía sus derechos laborales y abría la puerta a una posible privatización en el futuro inmediato de la educación pública y gratuita que se otorga en México. Sin mencionar jamás a Slim, el principal inversionista de la zona, funcionarios y medios de comunicación destacaban de manera constante que el acto de protesta afectaba a los comerciantes del centro y que por eso el plantón debía ser reprimido.

Por la mañana de ese día otros centenares de policías federales arribaron al lugar para realizar un operativo de desalojo contra los profesores de la sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), en el que no hubo ninguna persona herida de gravedad. Para las seis de la tarde las autoridades habían destruido las carpas y las tiendas del Zócalo y controlaban de nuevo su plancha principal. Coincidencia o no, ese mismo día Slim anunciaba su colaboración con la Khan Academy, una instancia vanguardista que promueve la educación de niños mediante tutoriales de internet, sin contar necesariamente con clases y maestros presenciales. En una entrevista brindada a Larry King aseguraba que este proyecto representa el futuro:

La Khan Academy tiene 40 empleados y hay millones de personas aprendiendo en cursos cortos de 10 a 15 minutos, y entiendo que el número de ejercicios que hace por medio de la Khan Academy es alrededor de 1000 millones y son tan sólo 40 personas trabajando en ella. La plataforma está creciendo y creo que es un gran medio de aspirar a la educación masiva. ¿Y cuáles son los números y los conceptos? Primero, el internet del que hablas en estos momentos se está haciendo tan rápido con la banda ancha que puedes tener datos y video casi instantáneamente. Eso es importante. Primero se debe dar conectividad; ésa es una parte de la ecuación, dar conectividad, y la otra parte de la ecuación que es tan o más importante que la conectividad es dar el contenido y las aplicaciones, así como tener los cursos o la capacitación para que la gente la tome por internet y se cultive sin ningún costo, es educación gratis. La Khan Academy es educación gratis para todos, cuando y donde sea. Es el futuro, el pasado es hoy.

Bajo esa idea se entendería que maestros como los de Oaxaca representaban el pasado.

* * *

Slim se relacionó con López Obrador por razones económicas que tenían que ver con el centro histórico, cuenta Fructuoso Pérez.

—Perdón, pero de eso no quiero hablar mucho, pues yo no sé si se cayeron bien o no se cayeron bien. Han de haber tenido relaciones comerciales en el sentido de que Carlos se preocupó mucho por la restructuración y el rescate del centro histórico del Distrito Federal. Entonces, estando López Obrador en el gobierno, pues tuvo que tratar con él todo ese tipo de cosas y se puede interpretar de diferentes formas. Alguien puede decir que era muy amigo y alguien que puede ser que no lo era. Dice que lo apoyaba; otros dicen que no. Pero lo que sí es cierto es que Carlos se metió mucho a la recuperación del centro histórico. Si no ha sido por él, bueno, él y quizá otras personas y otro grupo, un grupo que él formó, no se hubiera recuperado.

—¿Por qué será tan importante para Slim el centro histórico?

—Ah, bueno, pues porque él vivió ahí. Estudió ahí la preparatoria. Él vivía… Los negocios de sus papás y todo. Entonces es una gente que quiere al centro histórico.

—¿Slim es muy nacionalista?

—Totalmente. Él es muy nacionalista. No dudo que en algún momento, dada la situación de las empresas que tiene, pues tenga relaciones internacionales, pero hasta donde yo sé, la mayoría de sus inversiones están aquí, en México. Entonces eso habla de él, de lo que quiere de México y lo que él piensa para México. Cómo debería de ser y a dónde debe llegar y todo.

—¿Y por qué será tan nacionalista?

—Su padre, a pesar de que venía de otro país, libanés, era una gente que quería mucho a México, donde fue cobijado y donde fue bienvenido. Y obviamente pues yo creo que los inculcó en ese querer. La otra vez nos platicaba algo de su padre, de una intervención que tuvo en la Cámara de Diputados como presidente de comerciantes o algo así, donde era una gente que se preocupaba mucho por México. Entonces se los inculcó y él lo aprendió.

En su apuesta por el futuro, Slim aprovechó el abandono y el deterioro de otra zona de la ciudad de México, cercana a Polanco: un barrio residencial y comercial. Cerca de ahí, en un área degradada donde antes había una enorme harinera y una llantera, construyó un complejo enorme que incluye torres departamentales de lujo, el centro comercial Carso —que lleva las iniciales de su nombre y el de su esposa—, así como un acuario, para dar forma completa a lo que se conoce de manera coloquial como «Ciudad Slim». En sus propias palabras, el modelo del centro histórico del Distrito Federal fue adoptado por el magnate para este proyecto.

Como ícono de este nuevo desarrollo se encuentra el Museo Soumaya, diseñado por su yerno, el arquitecto Fernando Romero, el mismo que se encargará de diseñar un nuevo aeropuerto para la ciudad de México. En el interior del lugar se exhibe la colección privada de Slim, que asciende a alrededor de 66 000 obras de arte, entre las que destacan las del escultor francés Auguste Rodin e incluye asimismo las de Salvador Dalí y Tintoretto. Antes de 2011, cuando se inauguró el Centro Comercial Carso, una parte de esta colección era exhibida en el museo del mismo nombre en Plaza Loreto, en la otra punta del Distrito Federal, en una zona donde se estableció el conquistador Hernán Cortés.

Sin embargo, la mayoría de los principales críticos de arte del país no recibió con loas la apertura del museo estandarte de Ciudad Slim. El consenso entre buena parte de los expertos consultados gira en torno de que el dueño de Telmex hizo una selección compulsiva de la obra con base en criterios más económicos que estéticos. Avelina Lesper, una de las especialistas más respetadas, publicó un artículo titulado «¿Para qué sirve el dinero, ingeniero Slim?», en Laberinto, el suplemento cultural de Milenio.

Es un edificio pretencioso que promete algo que por dentro no cumple; nos meten en un cilindro de concreto con rampas mal diseñadas, sin acabados, una entrada mínima y salas sin organización y sin flujo. No existe una museografía, es una reunión de cosas como si estuviéramos en la casa de alguien —con sus particulares aficiones decorativas— que se deja aconsejar mal por esos anticuarios que rellenaron la Galería de Palacio Nacional. Un cartón del Sodoma, un José de Rivera, el mural de Siqueiros, un dibujo de O’Gorman y los bronces de Rodin, es todo lo que el museo ofrece; lo demás es decoración y obras de muy muy dudosa originalidad y objetos disímbolos sin valor histórico. Lo que más duele al ver esto es que no hay colección, ni amor al arte.

Durante la inauguración del Museo Soumaya, hecha por el propio Slim junto con el periodista Larry King y el escritor Gabriel García Márquez, el presidente Felipe Calderón dio un discurso en el que resaltó que había pocas colecciones que agruparan tantas escuelas del arte universal y «pocos recintos que nos permitan conocer los trazos de los grandes maestros de México y de todo el mundo. Invito a todos los mexicanos a que vengan a deleitarse con esta colección sin precedentes». Por su parte, King destacó la «brillante pieza de arquitectura» que representaba el espacio cultural.

A finales de 2013, en los días previos a recibir un homenaje, la fallecida Raquel Tibol, la crítica de arte más respetada en México, comentó que el magnate la había mandado llamar después de una conversación que sostuvo en el programa de radio de Carmen Aristegui. El mexicano más rico del mundo envió a un chofer en un Tsuru abollado y viejo a que recogiera a la especialista de 90 años de edad para llevarla a la sede de Inbursa, donde, según contó Tibol, además de Slim estaba Alfonso Miranda, director del Museo Soumaya, quien no habló durante la cita.

Tibol dijo que la charla fue cordial y se contaron anécdotas del mundo artístico, además de las críticas que ella reiteró al espacio. Cuando Aristegui le preguntó si Slim había hecho caso a sus señalamientos, la crítica de arte respondió: «No he vuelto a visitar [el Museo Soumaya], pero yo creo que en ese aspecto [Slim] es un hombre terco. Cree que si llega a una concepción equis, él tiene la razón y sigue adelante. Ni siquiera creo que oye a la gente que lo rodea».

Para Slim, tanto el proyecto del centro histórico como el de Nuevo Polanco representan un interés personal que tiene en la reconversión urbana de la ciudad de México.

—Yo creo que la mejor muestra es el modelo del centro histórico —me dice—. Son proyectos para que las zonas degradadas se vuelvan áreas de actividad económica intensa, donde la gente viva cerca, trabaje cerca, se divierta cerca, se eduque cerca, tenga hospitales cerca, etcétera. Y que cuando salga de esa área es porque va de paseo a otro lugar. Entonces, hay varias zonas degradadas de la ciudad en las que las personas podrían vivir en lugar de irse a tres horas o a una hora y media y una hora y media de regreso. Porque es costoso, va contra la calidad de vida y además genera problemas de transporte.

—Entiendo que esto es una tendencia internacional. En Nueva York está el barrio de Canal, que antes era el lugar de los rastros y ahora es un barrio hipster.

—¡Claro! Es el cambio de la sociedad industrial a la de servicios. Reconvertir un área también genera mucho empleo. Por ejemplo, ahí, en Plaza Carso —en Nuevo Polanco— creo que trabajan más de 15 000 personas, y antes trabajaban 400. Quince mil personas hasta ahora. Luego van a trabajar más, conforme se siga desarrollando, pero no es sólo Plaza Carso: hay muchos desarrollos por todos lados. O, en el centro histórico, debería reconvertirse la colonia de los Doctores. Ahí están los hospitales, están los tribunales y está la procuraduría del Distrito Federal. Bueno, si esa zona degradada se reconvirtiera, se fuera para arriba, se hiciera más vertical y menos horizontal, las enfermeras no tendrían que vivir a una hora, ni los doctores ni los internistas ni las secretarias ni los jueces ni los abogados. Entonces el chiste es que sean como ciudades o barrios, como lo quieras llamar, pero barrios en que se dé vivienda para todas las clases sociales, no sólo para una.

—Bueno, la tragedia de este modelo es la gente que está siendo desplazada.

—No, al revés. En el centro histórico no. Al revés. En el centro histórico ha quedado pendiente un área que el gobierno del Distrito Federal expropió, que eso ojalá se desarrolle como vivienda social. En el centro histórico, antiguamente, hace 100 años, ahí había los palacios y había gente de muy bajo ingreso viviendo ahí. Había zonas muy populares y zonas de alto nivel económico, de nivel medio. Aquí lo que falta en Plaza Carso es que haya más vivienda media para que todo el personal que trabaje ahí pueda vivir ahí.

—¿Cómo le va a hacer con eso en Nuevo Polanco? Porque ahora ya es muy caro vivir ahí.

—Originalmente, en el programa era la colonia Pensil para vivienda media. A la Pensil se pueden ir caminando y la Pensil es una zona degradada, una zona en la que debería planearse. Claro, ahí se necesita que la autoridad haga los programas de vivienda y las alturas.

—Bueno, supongo que usted debe usar su influencia política para poder cumplir estos proyectos, porque si no los planes pueden quedarse truncos.

—No, no es influencia política, porque yo no lo voy a hacer todo.

—Pero si los políticos no hacen su parte, ¿entonces?

—Ahí, primero, no son los políticos: son los gobiernos. Ahí el gobierno debe hacer un plan de actividad económica, de renovación de la ciudad, del aparato urbano, del equipamiento urbano, y que pueda desarrollar un programa para esas áreas, pero no sólo un programa, sino una regulación, para que se estimule y se desarrolle y se haga con dinero privado. Eso es lo bueno: que todo esto se puede hacer con dinero privado. Y estamos hablando de la colonia Doctores, de la zona de Irrigación que mencionas, pero también Tlalnepantla, Naucalpan, Vallejo, Azcapotzalco, en el sur más áreas. Es lo que hay que hacer. Y eso es lo que hace que en esta nueva sociedad haya mucha más actividad económica. ¿Cuando hay esa inversión qué pasa? Que la gente tiene más empleo. Y luego, conforme se desarrollan actividades, ya sea de entretenimiento o de cultura, o de educación o de salud, hay más actividad económica y, por supuesto, de construcción, la temporal y la permanente. Ése es un camino. Estamos hablando de lo inmobiliario. El otro es la infraestructura. Nuestro país tiene necesidad de mucha infraestructura, pues hay que hacerla, pero no se puede hacer con dinero público, porque no alcanza o está usado principalmente para cuestiones de salud o de educación. Entonces hay que hacer dinero privado. Usar la inversión privada, con asociaciones público-privadas.

—¿Privatizar carreteras, aeropuertos…?

—Mira, una de las primeras asociaciones público-privadas las hicimos ahí, en el centro histórico. Fue la Secretaría de Relaciones Exteriores. Hicimos la construcción, la asociación y luego se subastó y la ganó BBV y la Secretaría de Relaciones Exteriores le paga a BBV una mensualidad y al cabo de tantos años deja de pagar la mensualidad. Hay que aprovechar en todo esto que hoy el dinero está muy barato a costo negativo en función de la inflación y a largo plazo. Hay que aprovechar esa situación. Eso puede acelerar mucho el proceso. Y, además, la inversión privada puede ser. No hablo de empresarios, de empresas o de inversionistas grandes. Puede ser de los trabajadores a través de sus afores, que en lugar de tener rendimientos de 3 % puedan tener rendimientos de 10 o 12 %, que les va a permitir tener un mejor patrimonio para cuando decidan retirarse.

—Me gustaría entender su lógica para invertir con un caso concreto: ¿por qué compró el hotel Virreyes?

—Cuando entramos al centro histórico, entramos para que se mejorara el centro histórico, pero había mucho escepticismo. Gente muy notable decía: «No va a salir esto». Inclusive la primera conferencia de prensa, cuando se presentó el consejo consultivo, una gente muy apreciable me acompañó y me dijo: «Quiero ver qué vas a decir». El planteamiento era muy claro de revitalizarlo. Entonces nos metimos con el programa para levantar el nivel socioeconómico de la zona, las redes en las escuelas. Todos los programas de la fundación los hicimos exhaustivos, la cirugía extramuros, leer para aprender… pas, pas: todo eso lo hicimos. Y los inmuebles había que inmovilizarlos. Había el proyecto de hacer aquí esto y aquí lo otro, y en esa zona, que era el famoso corredor cultural, que lo íbamos a llevar hasta la Universidad del Claustro de Sor Juana, hicimos una sociedad inmobiliaria para que comprara inmuebles que estaban inmovilizados y les diera uso. Entonces le dimos una gran movilidad inmobiliaria, y decían que me iba a quedar con todo el centro. Sí es cierto que compramos muchos y luego se vendieron para este fin y para el otro. Entonces el grupo tiene 8000 personas o más trabajando en el centro histórico. Unos ya estaban, Central San Juan y demás, pero nos llevamos a muchos call centers a lo que es Bancomer, a lo que es la bolsa de valores. Y estos hoteles los estaban vendiendo y los compramos para hacer el programa de hostales. Creo que costaba 120 pesos la noche con desayuno. Ése era el objetivo. Lo conocí hace muchos años. Lo compramos junto con el hotel Señorial. A esos hoteles, en mi época, iban los jóvenes, y para darle vida a un centro histórico necesitas que haya jóvenes. Ya no se pudo avanzar con el teatro Vizcaínas. Hay un teatro ahí del Distrito Federal. Entonces queríamos que tuviera más actividad. En el de Vizcaínas hay una parte que estaba demolida y queríamos que pusieran centros comerciales y que fuera para cuestiones culturales las actividades comerciales, pero no pudimos avanzar.

—¿Todo ese proyecto es una idea suya o es una idea a la que usted se sumó?

—Ésta es una idea vieja que la habíamos planteado hace muchos años con Guillermo Tovar y de Teresa y también con don Pepe Iturriaga. La concepción inicial de la protección y la conservación del centro histórico fue idea de Pepe Iturriaga, don Pepe, y luego Guillermo fue uno de los grandes defensores con su libro La ciudad de los palacios. Un amigo escritor vino con López Obrador cuando fue electo jefe de gobierno y me invitaba a invertir en avenida Reforma. Yo le dije: «En Reforma no; si quieres que invierta, le entro en el centro histórico, y si el presidente Fox está de acuerdo». Entonces, cuando el presidente estuvo de acuerdo y hablaron y se sentaron, que fue en agosto de 2001, echamos a andar el proyecto. Fue un proyecto que tuvo el apoyo de todo mundo y se hizo un consejo consultivo y un consejo general. El consejo consultivo tenía tres funcionarios del gobierno local y tres del gobierno federal, y cuatro de la sociedad civil, que éramos Guillermo Tovar, Jacobo Zabludovsky, el cardenal y yo, pero el programa lo hice yo.

—¿Ahí conoció a López Obrador?

—No sé si ahí fue la primera vez que lo vi.

—¿Y fueron amigos o no?

—Bueno, pues tuvimos algún problema en el proyecto.

En la primera junta (él no iba a las juntas, el proyecto lo planteó y lo apoyó y fue un proyecto importante de su gobierno; también del gobierno federal) plantearon que hiciéramos consulta popular de los proyectos, y no sé, yo les dije: «Bueno, ¿saben qué?, hagan eso ustedes y yo lo hago por mi lado». Y también una vez el jefe de gobierno planteó una cosa y yo le dije: «Oye, tú hazlo por tu lado y yo por el mío, pero el centro histórico va a salir».

—Pero ¿sí fueron amigos?

—¿Amigos en qué sentido?

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