Selena

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—Deme un minuto —dijo la agente y sin esperar respuesta se acercó a sus vecinos.

Martha y Julius Thompson era un matrimonio de mediana edad que vivían en el piso nº2 de esa planta; el primer apartamento de la margen izquierda. No tenían hijos, ya estaban jubilados y siempre por Navidad preparaban dulces que repartían por todo el edificio.

—Señor Thompson, ¿qué ha ocurrido? ¿Se encuentra bien Martha? —quiso saber Natalie. Coleman la había seguido y se había colocado a su lado.

—Esta mañana salió a comprar el desayuno y vio la puerta abierta —señaló la vivienda donde Natalie había encontrado el cuerpo asesinado — Llamó de inmediato a la policía, pero la impresión le ha afectado.

—¿Vieron a alguien salir o entrar de ahí? —Natalie parecía haberse erigido como investigadora de aquel caso; pero Coleman no estaba dispuesto a que una federal metiera la nariz en sus asuntos.

—Señorita Davis, creo que ya ha hecho usted suficiente. Estoy seguro que en su oficina la estarán echando de menos… —Natalie y Julius lo miraron con desprecio; pero no tenían otra opción que dejar a Coleman hacer su trabajo.

—Es el detective Coleman, puede confiar en él —informó Natalie para que el anciano no se cohibiera y contara cualquier cosa que hubiese visto.

—Anoche cuando salía a sacar la basura, vi una mujer morena entrar; pero solo la vi de espaldas y no le di mayor importancia. ¡Cómo iba a pensar que esto podía suceder!

—Perdonen, si no tiene más preguntas… tenemos que irnos — intervino el sanitario.

—Si recuerda alguna otra cosa, no dude en llamarnos —Coleman le dio una tarjeta al anciano, quien la guardó con desconfianza—. Pueden marcharse —añadió mientras los sanitarios se dirigían hacia el ascensor.

—Coleman, creo que…

—En serio, por favor, váyase y déjenos hacer a nosotros. No es de su jurisdicción —A Natalie comenzaba a molestarle aquella actitud.

—Mire, déjese de tecnicismos. Sé cuáles son mis límites, pero le gustará saber que yo vi a esa mujer y si me llevan a comisaría podré describirla a uno de sus dibujantes. Además, creo que tiene relación con otro caso… — James la miraba con recelo —¿No está preocupado porque le deje hacer su trabajo? ¡Vamos! ¡Hágalo! —Coleman se alejó y dio indicaciones a su equipo; luego regresó junto a Natalie.

—Agente Davis, todo apunta a que es obra del mismo asesino que hace unos días mató a…

—Steve Eddison —añadió Natalie.

—¿De quién habla?

—El profesor de natación del instituto “River High”.

—Me refiero al doctor Liam Ellis—explicó Coleman. La mirada de Natalie comenzó a brillar; el detective acababa de confirmarle que sería cuestión de horas que el caso pasara a las manos del FBI.

—Si eso es cierto, puedo demostrar que hay tres muertes relacionadas, lo que significa… —Coleman no la dejó terminar; sabía de sobra que eran las víctimas necesarias para que le arrebataran el caso.

—¡Vamos a comisaría! Cuanto antes acabemos, antes la perderé de mi vista —dijo entre dientes, maldiciendo todo el camino hasta su destino.

Capítulo VII

Liam Ellis era químico en uno de los laboratorios más importantes del país. Desde que era un niño le había apasionado la química; nunca se separaba de un pequeño kit científico que su abuela le había regalado unas navidades. Lo que parecía una simple fase en su proceso de madurez, acabó convirtiéndose en una obsesión para Liam cuya vida al completo giraba en torno a la que se había convertido su profesión. Se sentía satisfecho con lo que había logrado, pero una parte de él se sentía frustrado por no haber tenido la oportunidad de trabajar en un importante laboratorio en Suiza. Cabizbajo y lleno de añoranza, la llamada de una vieja amiga lo animó.

—¡Qué sorpresa! ¿Cómo has conseguido mi número? Hacía años que no sabía nada de ti.

—Fue Pablo quien me lo dio. Coincidí con él hace unas semanas en Chicago. Empezamos a hablar de cuando éramos unos críos y salió tu nombre. Me dijo que seguíais en contacto—mintió; su única intención era reunirse con él lo antes posible para acabar cuanto antes con aquel asunto.

—Hablamos de vez en cuando, intercambiamos algunos emails, algunos comentarios en Facebook... Y poco más. ¿Y tú qué tal? Oí que te habías casado.

—Eso se acabó hace mucho tiempo.

—Lo siento.

—No hay nada que sentir. Como dijo mi abogado "diferencias irreconciliables" —soltó una enorme carcajada llena de dolor y desvió el tema—. Oye, estoy en la ciudad. ¿Te apetece que me pase por el laboratorio y almorcemos juntos?

—Hoy estoy bastante liado. Tengo que preparar una práctica muy importante para una presentación; mañana podríamos vernos.

—Lo siento, Liam. Regreso mañana temprano a Chicago. Comer tendrás que comer. Prometo ser buena y limitarme a observar sin tocar nada. ¿A qué hora quieres que este allí? — Él rio ante su insistencia.

—No has cambiado nada. Sigues tan cabezota como siempre. Daré el aviso en la puerta de acceso para que te den un pase de visitante. Aquí se toman muy enserio la seguridad, sobre todo después de que el padre de uno de los becarios se liara a tiros con el antiguo director por tirarse a su mujer.

—¡Sorprendente! Parece sacado de una novela. Bueno, no te entretengo más. Te veo en unas horas. Estoy deseándolo—dijo con tono seductor. Liam tragó saliva y, tartamudeando, se despidió.

Aprovechando que la puerta de la sala donde Liam estaba trabajando estaba abierta y él ausente, unos pasos sibilinos se disponían a ejecutar su nuevo plan. Hizo algunos cambios en los frascos y se apresuró a salir de allí cuanto antes. Liam regresó en seguida dispuesto a continuar con las muestras. Vertió el contenido de uno de los frascos y en el acto, un gas mortecino comenzó a llenar el habitáculo. Liam trató de detener el desastre, pero sus manos al estar cerca del compuesto estaban perdiendo la piel, no podía dejar de toser; comenzó a sentirse mareado y cayó al suelo. El artífice del dantesco espectáculo, salió de su escondite con un paño húmedo tapándose nariz y boca. A cuatro patas se acercó al cuerpo y dejó en su frente su particular firma. Abandonó el aula, sin llamar la atención, todos estaban inmersos en sus quehaceres y el pasillo estaba desierto. Justo antes de dejarlo todo atrás, pulsó la alarma de incendios y cruzó el complejo de edificios a toda prisa hasta subir a su coche. Se deshizo de la peluca y de los guantes que habían evitado que sus manos se enrojecieran y ensangrentaran. Golpeó el volante con su puño satisfecho por no tener que posponer su próximo proyecto; se tomó unos minutos para tranquilizarse, el tiempo que tardó los bomberos en llegar al laboratorio.

A unos metros de distancia, con un traje de falda y chaqueta gris muy ceñido, cuyo corte dejaba a la vista su escote y el borde de una camisa blanca, y subida en unos altos tacones negros, una mujer observaba entre la gente como bomberos, ambulancias y curiosos rodeaban la zona.

***

En el trayecto a la comisaría, Natalie había contactado con su superior para informarle de la situación. Collins le había preguntado varias veces si estaba completamente segura de sus sospechas, no quería iniciar un conflicto interdepartamental que no pudiera ganar. Natalie, decepcionada por su falta de confianza, le había tranquilizado con la idea de revisar los tres casos antes de dar ningún paso. Coleman le había cedido una mesa de un compañero que no había acudido a trabajar por enfermedad. Ajena a las miradas de desprecio del detective, Natalie revisaba cada documento y fotografía minuciosamente.

Steve Eddison mostraba una protuberancia en la nuca, un golpe en la frente que prácticamente había desgarrado la carne y junto a la herida una marca en forma tan sutil que parecía parte de la herida principal. Mostraba un color azulino, tal como el forense le había comentado, así que efectivamente se había ahogado. Para Natalie era innegable que si un experto nadador como él se había ahogado, era porque alguien así lo había dispuesto.

Respecto a Liam Ellis, las cámaras de seguridad dejaron de funcionar cinco minutos antes, hasta cinco minutos después del accidente que le había costado la vida. Por lo que solo podían basarse en la autopsia. Su muerte se debía al experimento fallido que había protagonizado y si la ausencia de cámaras y la marca de su frente no hubieran despertado la suspicacia de los detectives, nadie hubiera pensado que se tratase de un homicidio.

Nick Austin era el nombre del joven que Natalie había encontrado. Aún estaban investigando, así que los únicos datos con los que contaba eran las fotos del escenario del crimen. Nuevamente había una peculiar marca en su frente; algo que no tenía ningún sentido teniendo en cuenta que había muerto desangrado, por lo que el asesino lo había hecho de manera deliberada.

Natalie revisó con detenimiento cada marca, usando para ello una enorme lupa y comenzó a garabatear en una hoja de papel, los posibles significados. El punto más coherente de los que había llegado era identificarlas con letras como había sugerido el forense. Coleman, impaciente, la interrumpió.

—Agente Davis, no podemos tener paralizada la investigación por mucho tiempo. Es crucial que no perdamos ni un segundo. ¿Ha encontrado algo ya?

—No consigo descifrar el significado de las marcas.

—¿Me deja mirar? —Natalie le cedió la lupa—. Vistas bajo el cristal aparentan ser unas letras. La G, la S y la Y. Bueno… supongo que eso es suficiente para llamar a su superior—. Natalie no respondió, continuaba inmersa en las fotografías. Y por fin lo vio claro.

—¡Estamos equivocados! —Coleman la observaba impasible a la espera de una explicación que sabía no tardaría en llegar—. No son letras, ¡son números! Si se fija bien la primera marca es redondeada casi cerrando el trazo, mientras las otras son líneas bien definidas—añadió entusiasmada.

—Supongamos que está en lo cierto y son números, ¿qué indican? —quiso saber Coleman.

—Si estoy en lo cierto, representan una cuenta atrás.

—Explícate mejor, por favor —solicitó el detective.

—La G es un 6, la S es un 5 y la Y...

—Un 4 —determinó Coleman—. 6, 5, 4 —repitió—. Ahí tenemos la relación entre las víctimas. Según tu hipótesis, ese psicópata está eliminando a gente de una lista. La felicito agente Davis; aunque no me gustaría estar en su piel—mintió— no va a ser fácil dar con ese malnacido—. Natalie se limitó a asentir. ¿Y cuándo lo era?

Capítulo VIII

Olivia se presentó en comisaría provocando a su paso miradas de agentes y detenidos. La agente Olivia Estévez cuidaba su aspecto hasta el último detalle. Maquillaje impecable, peinado realizado con esmero, ropa de alta costura… nadie pensaría que con su físico, tuviera un coeficiente intelectual superior a la media. Se dirigió a la mesa donde Natalie estaba trabajando y saludó a Coleman.

—Buenos días. Soy la agente Estévez —dijo tendiéndole la mano. Coleman carraspeó tratando de presentarse, Natalie intervino.

—Es el agente de homicidios, James Coleman.

—Mucho gusto, agente Coleman. Natalie, Collins nos espera con el resto del equipo para empezar cuanto antes. ¿Tienes todos los informes?

—Sí, todo está en esta caja —dijo poniéndose en pie y cargándola.

—Perfecto. ¡Qué tenga un buen día, agente Coleman! —Se despidió Olivia acompañando sus palabras con una caída de pestañas. Ya fuera del edificio abordó a Natalie—. Oye, es muy guapo ese Coleman. ¿Crees que estará casado?

—Olivia, tenemos cosas más importantes de las que preocuparnos ahora mismo— reprendió entre risas a su amiga. Olivia se encogió de hombros y condujo hasta el edificio del FBI. Collins y el resto, las esperaba en la sala de reuniones.

—Agente Davis, por favor, pónganos al día; por lo que me ha comentado todo apunta a ser parte de un plan de venganza —ordenó su superior. Natalie explicó los silogismos entre las muertes y sus sospechas; al tiempo que garabateaba y colocaba las fotos en una pizarra metálica para que todos pudieran verlas.

—Steve Eddison fue golpeado antes de caer inconsciente a la piscina. Manipuló el ensayo de Liam Ellis para que muriera asfixiado. Con Nick Austin, fue menos sutil. Lo ató y luego dejó que se desangrara. Hemos revisado las marcas de la frente y hemos determinado que es la numeración de una cuenta atrás; por lo que aún nos quedan tres posibles víctimas a las que salvar. Las únicas pistas que tenemos son la llamada de aviso que nos alertó del primer crimen y la mujer que me crucé en mi edificio. De momento, es nuestra principal sospechosa; pero debemos organizarnos e indagar hasta hallar hilos de los que tirar pues... —Collins la interrumpió.

—Creo que esa parte me compete a mí—. Natalie continuó completando la pizarra, mientras su jefe daba las oportunas indicaciones.

—Brandon se encargará de los interrogatorios. Vaya al instituto y al laboratorio para ver que averigua. Joe...

—Me pondré a localizar la llamada de Calvin y revisaré la base de datos en busca de un rostro que se parezca al retrato robot que Natalie ha ayudado a hacer de la sospechosa.

—Jessica, tú...

—Iré a la morgue a hablar con el forense.

—Bien... Bien... —Collins estaba sorprendido de la diligencia de su equipo.

—Olivia, tú y Natalie id a procesar el escenario de la última muerte. Da comienzo la operación...

—Selena —leyó Olivia en voz alta. Collins la miró confundido por la elección de ese nombre. Olivia señaló con la barbilla a la pizarra y a cómo Natalie colocaba la última letra del nombre que había elegido para apodar aquel caso. La agente se giró hacia Collins.

—Steve Eddison, Liam Ellis, Nick Austin... las iniciales forman el nombre SELENA—explicó la detective encogiéndose de hombros—. ¿Nunca lo ha oído? La venganza tiene nombre de mujer —añadió. Collins aceptó a desgana; comenzaba a molestarle la iniciativa de aquel equipo que prácticamente anulaba su participación.

—Lo que sea... Pónganse a trabajar. Yo me quedaré aquí revisando los informes y buscando una relación entre las víctimas. Manténganme informado de cada uno de sus movimientos.

—Sí, señor —respondieron al unísono, al tiempo que se ponían en marcha. Collins se quedó mirando la pizarra, pensativo...

—Selena—pronunció en voz alta perdiéndose en las anotaciones de Natalie. Sin duda, era una mujer muy peculiar a la que no podía perder de vista.

***

Natalie y Olivia llegaron al apartamento de Nick Austin, y comenzaron a procesar el escenario.

—¿Los chicos de Coleman no habían revisado el piso?—preguntó Olivia.

—Se limitaron al cadáver. Coleman no es muy simpatizante del FBI. Supongo que no querría hacernos todo el trabajo.

—¿Sabes algo de ese tipo?

—¿De Coleman? —Natalie estaba sorprendida del interés que mostraba su amiga, normalmente no dedicaba a hablar más de dos palabras de los hombres que le gustaban.

—¡No! —rio Olivia—. De Nick—corrigió.

—No me había cruzado con él nunca. Antes de irnos hablaremos con Phil, es el conserje, seguro que puede contarnos algo sobre él.

—No tiene pinta de que tuviera mucha pasta, al menos no la gastaba en decoración. ¿Crees que podría permitirse el alquiler?

—El edificio es de renta antigua. A pesar de estar bien situado, no es más caro que vivir en las afueras. Además, puede que fuera uno de esos nuevos ricos bohemios que a pesar de ganar una pasta parecen estar obsesionados con todo lo vintage.

—Cariño, creo que has sido muy benevolente. Esto más que vintage es de basurero. Llamaré a Joe a ver qué nos cuenta del chico—. Olivia se quedó en medio de la sala y Natalie se dirigió a la habitación en busca de pistas.

—Hola, Joe. Te tengo en manos libres para que Natalie pueda oírte.

—¡Hola chicas! ¿Qué necesitáis?

—¿Qué sabes de Nick Austin?

—Os leo: Nick Austin, nacido en Ohio en 1979. El pequeño de dos hermanos. Su abuela se quedó viuda joven con cinco hijos y tuvo que luchar para sacarlos adelante como mejor pudo. Casi todos acabaron teniendo problemas con las drogas o el alcohol. El señor Austin contrajo el SIDA y se lo contagió a su mujer que murió cuando Nick tenía once años. A los dos años falleció también. Y la abuela materna se hizo cargo tanto de Nick como de su hermano mayor, Hank. Nick estudió varios cursos de administración y contabilidad, pero al parecer no le duraban mucho los trabajos. Cuento hasta cinco empleos en los últimos seis meses.

—¿Se sabe algo del hermano?

—Vive en Ohio, se casó y tiene un hijo. Tiene una carpintería y parece irle bastante bien. Hay muchas reseñas positivas en Internet.

—Chicos, he encontrado algo—interrumpió Natalie—. La cómoda tiene una falsa tapa llena de bolsitas con cannabis.

—¿Para consumo?

—Hay más de 40 gramos.

—Joe, ¿puedes...?

—Investigaré si tiene alguna relación con venta de drogas. Aunque os digo desde ya que no tiene antecedentes.

—Gracias, Joe —se despidieron las agentes.

—¿Has encontrado algo más? —Quiso saber Olivia.

—La cama es un hervidero de ADN.

—Esperemos que se acostara con la chica.

—Créeme, aunque lo haya hecho no sé si será posible determinar una muestra. Debe hacer meses que no cambia las sabanas—. Olivia parecía divertida con las ocurrencias de su amiga.

—Oye, ¿por qué no me encargo yo y tú revisas esta zona? —Natalie aceptó. Tomó muestras, hizo fotografías y recordó algo importante. Se puso de rodillas y estiró el brazo por debajo de la mesa auxiliar. Allí estaba el teléfono que no había podido recuperar antes, debido a la interrupción de Coleman. Revisó la pantalla y tenía 42 llamadas perdidas del mismo número. Y varios mensajes.

“Nick, ¿dónde demonios estás? Necesito que me digas algo”.

“Te dejé muy claro lo que debías hacer. Por tu bien, espero que no lo hayas olvidado”.

“Si no me llamas dentro de una hora, será tu fin”.

Comprobó de nuevo las llamadas y efectivamente había cumplido su promesa. Ese había sido el último intento de contactar con él. Una sombra a su espalda la sobresaltó. Frente a ella la mujer con la que se había cruzado aquella noche la miraba paralizada.

—Agente del FBI —se identificó Natalie y la mujer, instintivamente, salió corriendo—. ¡Olivia! —gritó mientras salía en su persecución. La agente acudió de inmediato—. ¡El ascensor! —Fue lo único que alcanzó a decirle mientras corría escaleras abajo, siguiendo muy de cerca a la sospechosa. Cuando llegó a la planta baja, Olivia la esperaba con los brazos en jarra.

—¿Qué ha sucedido? —quiso saber Olivia.

—¿Dónde está? —Natalie necesitaba entender qué había pasado.

—No había nadie cuando llegué—confesó.

—¡Maldita sea! La mujer de anoche. ¡Joder! —Natalie estaba furiosa; era la segunda vez que había estado a corta distancia de ella.

—Llamaré a los agentes de la zona para que estén alerta—tranquilizó su compañera.

—De acuerdo. Iré a hablar con Phil a ver que puede contarnos.

***

Brandon no había sacado nada nuevo en el Instituto. Se habían limitado a repetir la misma historia que le habían contado tanto a Coleman como a Natalie. El director se había disculpado por no contactar con Natalie, pero su secretaria seguía investigando la lista de padres y alumnos en busca de algún sujeto llamado Calvin.

En el laboratorio contó con más suerte y descubrió que Liam Ellis había avisado poco antes de que saltara la alarma de incendios de que recibiría la visita de una vieja amiga, pero no dejó dicho ningún nombre. Indicó que lo avisaran cuando llegara y él iría a recibirla. Visitó a los familiares de ambos fallecidos y ninguno reconoció el boceto de la sospechosa. Decidió regresar a la oficina, no sin antes pedir copia de las cintas de las cámaras de seguridad exteriores.

Jessica optó por centrarse en la autopsia del último cuerpo. Había tenido que sostener una dura batalla dialéctica hasta conseguir que el doctor Wallas le permitiera acceder a su morgue.

—Como puede ver por la señal de irritación de las muñecas, las cintas estaban bastante apretadas. El corte fue bastante limpió.

—No le tembló el pulso—. Wallas la miró con reproche. Detestaba que lo interrumpieran.

—Mi veredicto es que murió desangrado.

—¿Hay alguna señal de forcejeo? Es un hombre bajito pero pasado de peso, no le sería fácil a nuestra sospechosa reducirlo.

—En eso puedo ayudarle. Los análisis en sangre muestran que había consumido cannabis en una gran dosis.

—Probablemente estaba adormecido en el sofá y no mostró resistencia—especuló la agente.

—Yo soy un hombre de ciencia, señorita. Las conjeturas las dejó para usted. Hay algo más que quiero mostrarle. En la herida he encontrado un resto de tela negra plastificada, usada en guantes de imitación al cuero.

—A pesar de ser más activo en esta ocasión, nuestro asesino usó guantes…

—Debió cortar una muesca del guante cuando le diseccionaba las venas basílicas a la víctima.

—Quizás haya algún resto de ADN.

—La avisaré cuando lo analice.

—Perfecto. Adiós, doctor Wallas.

—Hasta pronto, agente Harris.

Collins oía la información que le facilitaban sus agentes con frustración. No sabían cuándo el asesino volvería a matar y, si Natalie estaba en lo cierto, tres personas dependían de ellos para continuar con vida. Olivia se unió al grupo.

—¿Qué trae de nuevo, agente Estévez? ¿Y Davis? —Olivia miró uno a uno los rostros de sus compañeros antes de contestar.

—He venido a informar de nuestros avances. Respecto a Natalie... Está en el hospital.

Capítulo IX

Natalie llamó a la puerta del piso de Phil y no obtuvo respuesta, aun trataba de recuperar el aliento tras la infructuosa carrera. Se dirigió al mostrador donde el conserje hacía guardia a la espera de ser solicitado por alguno de los inquilinos. Bordeó la zona y un bulto en el suelo llamó su atención. De inmediato, se lanzó sobre el cuerpo inconsciente de Phil. Mientras Olivia llamaba a una ambulancia, ella trataba de reanimarlo. Con cada presión sobre el pecho del anciano, una nueva imagen cruzaba su mente. Con la mirada perdida y sin dejar de presionar, la escena adquirió forma en su mente en primera persona.

“Sentado como cada noche, aguardaba a que fueran las doces para retirarme a mi habitación hasta la mañana siguiente. Es un trabajo sencillo que me absorbe muchas horas, pero que me garantiza un sueldo digno y un techo bajo el que vivir. Por sorpresa las luces se apagaron quedando todo en penumbra. Tanteé con la mano el camino hacia el cuarto de los fusibles, pero no tuve oportunidad. Una mano firme me sujetaba de atrás por el pecho, mientras que con la otra cubría mi boca y mi nariz con un paño impregnado de un líquido inodoro. Intentaba zafarme con todas mis fuerzas, pero estas comenzaban a fallarme al tiempo que los ojos se me cerraban. Todo se volvió oscuridad, cayendo en un profundo sueño en el que consecutivos golpes en mi pecho me obligan a despertar".

—¡Natalie! —Le gritaba Olivia zarandeándola—. ¡Natalie! —La agente volvió en sí y observó a su compañera contrariada—. Deja que los sanitarios se encarguen—. Natalie dirigió la mirada a la pareja de enfermeros que esperaban poder intervenir. La agente se apartó de inmediato y se alejó unos pasos. Apoyándose en la barandilla de la escalera, respiraba con dificultad.

—Natalie, ¿te encuentras bien? Van a llevárselo en la ambulancia. ¿Por qué no subes a casa y descansas? —La agente negó con la cabeza.

—Iré con él al hospital para interrogarlo tan pronto despierte. Lleva al menos 12 horas inconsciente... Encárgate de la cámara de seguridad. Solo hay una en todo el edificio, pero apunta a la puerta principal; lo acordamos en una reunión de vecinos hace meses. Y echa una última ojeada al apartamento.

—De acuerdo —Olivia le dio la espalda para dirigirse a su cometido.

—Liv... —La detuvo—. Por favor, no cuentes lo que ha pasado —se sentía avergonzada por cómo se había evadido de la realidad por un momento.

—¿Contar el qué? —Respondió divertida—. Tú por si acaso, ve buscándome el teléfono personal de Coleman —añadió con un guiño y siguió su camino. Aunque su amiga trataba de quitarle importancia, había sido demasiado extraño; incluso para ella.

Olivia se hizo con la grabación y comenzó a revisar las imágenes. Gente que entraba, gente que salía, el conserje limpiando, alguna escena de Natalie... Decidió centrarse en la franja horaria en la que se había producido la muerte de Nick Austin y el posterior ataque al conserje.

Allí estaba Natalie hablando de manera distendida con Phil. Luego desaparecía de escena y acto seguido una sospechosa mujer morena seguía sus pasos. Sin duda esa era la mujer de la que Natalie hablaba. 90 minutos después abandonaba el edificio y aproximadamente una hora más tarde, se producía el apagón. Cronometró el tiempo que transcurrió hasta que la luz regresó; una escasa media hora, pero no se veía a nadie. Abandonó el monitor y buscó el cuadro de luces. Justamente a la derecha de la puerta principal, oculto tras una columna, que impedía a la cámara captar al responsable. A Olivia aquello no le cuadraba. ¿Para qué marcharse sin levantar sospechas y luego organizar todo aquel montaje que incluía herir al conserje? La agente regresó sobre sus pasos, tomó las cintas y se marchó a la oficina.

Mientras, en el hospital, Natalie había ocupado una silla junto a la cama de Phil, a la espera de que se recuperara. Con los ojos cerrados, rememoraba las fotografías, los detalles incluidos en los informes, la información que le había facilitado Joe. Una tos seca la sacó de sus pensamientos, Phil comenzaba a despertar. Le ayudó a beber un poco de agua de un vaso con pajita.

—¿Cómo se encuentra?

—Aturdido.

—No me extraña.

—Me duele un poco la cabeza.

—Es normal. El asaltante usó un componente químico muy potente. Lo suelen usar los violadores para dejar inconscientes a sus víctimas.

—¿No dirá qué...? —Sugirió con los ojos abiertos en su máximo exponente. Natalie rio.

—No se preocupe, no era esa la intención del asaltante. Atacó a uno de los inquilinos, pero usted de eso no debe preocuparse. ¡Ay, menudo susto me ha dado! —dijo dándole un tierno beso en la frente.

—¿Cuánto he dormido?

—Casi medio día. Según nuestros cálculos se produjo entre las once de la noche y la una. Con el incidente de esta mañana, nadie reparó en usted. Si no lo hubiéramos encontrado, probablemente hubiera fallecido. Normalmente ese tipo de droga garantiza unas ocho horas de sueño. Después de ese tiempo usted debería haber despertado sediento, confundido y con un fuerte dolor de cabeza; pero no lo hizo. Puede que fuera por su estado de salud o porque sufriera una especie de reacción alérgica—. El anciano volteó la cara para que Natalie no viera la lágrima que se había escapado de su ojo—. Yo tengo que volver al trabajo. ¿Quiere que llame algún familiar?

—No, aquí no tengo a nadie. Mi mujer falleció hace muchos años y mi única hija vive en Europa —explicó con tono lastimero.

—No se preocupe. Yo vendré a verlo todos los días. ¿Le parece? —Phil sonrió con gesto cansado.

—Así podrá contarme más sobre sus aventuras.

—Perfecto. Pues mañana le haré una visita. Descanse—Natalie se despidió, justo en el umbral de la puerta Phil la detuvo.

—Natalie, gracias por todo. Y por favor, ya es hora de que nos tuteemos—. La joven asintió y salió al pasillo. Giró en el puesto de control de enfermeras y salió a la calle en busca de un taxi. Solo esperaba que Collins no le complicara más el día.

***

Un joven enclenque y llenó de acné le dio la bienvenida aquella noche. Era el sobrino del dueño del edificio y sustituiría a Phil mientras este estuviera en el Hospital. Todo eso le explicó a Natalie, casi sin tomar aliento, mientras ella cruzaba el hall para subir al ascensor. Dentro del cubículo se descalzó, apoyó la espalda contra la pared, echando la nuca hacia atrás y disfrutando con los ojos cerrados de ese momento de calma. Había sido un día frenético. Una muerte, una persecución, un amigo herido, un jefe con malhumor crónico y muchas preguntas sin respuesta.

Una vez había regresado a la oficina, entre todos habían puesto en común sus investigaciones y sus conjeturas. Natalie había permanecido todo el tiempo en silencio oyendo cada palabra, pero sin intervenir.

—He analizado las pruebas que Natalie y Olivia han encontrado en el apartamento de Nick Austin. Los fluidos corporales de la cama pertenecen a la víctima y a al menos dos mujeres diferentes. Ninguna es nuestra sospechosa porque ambas no están en Nueva York. Una vive en Orlando y la otra se marchó hace una semana a Ámsterdam. No había huellas ni restos que nos guiaran al culpable. No forzaron ni puertas ni ventanas. El forense determinó que el asesino llevaba guantes basándose en un trozo de material encontrado en la herida; era demasiado pequeña para hallar alguna pista, pero ha encontrado restos de químicos como los usados por Liam Ellis. Joe analizó el teléfono... —Le pasó el testigo al experto informático.

—Las llamadas se hicieron desde un teléfono desechable que no ha vuelto a estar operativo desde que envió el último mensaje. He revisado las cintas de las cámaras de seguridad, tanto de la zona exterior del laboratorio como del apartamento—. Mostró unas fotografías—. En esta foto —dijo señalando la del apartamento—. Tenemos a una mujer morena y un atuendo extravagante, maquillaje excesivo... Ningún intento de pasar desapercibida; tal vez con la intención de seducir a Nick Austin. En la segunda foto que pertenece a la huida de esta mañana. La vemos con una gorra, sin maquillaje y ropa de deporte. Casi no podemos apreciar su cara. Pero en la cinta del laboratorio he encontrado algo curioso. Aquí a la izquierda podéis ver a una morena con traje gris. Una mujer normal y corriente sino fuera porque al pasar las imágenes y compararlas con la primera foto hay un 89% de coincidencias—. Todos quedaron en silencio a la espera de las indicaciones del jefe. La reacción de Collins les cogió por sorpresa. El agente se limitó a golpear la mesa con el puño.

—¡Todo esto no es más que mierda! No tenemos pistas, ni hilos de los que tirar, ni respuestas... Sólo una lista de cadáveres que van en aumento. ¡Davis! —Gritó obligándola a apartar la vista de su bloc de notas—. ¿No tiene nada que añadir? —Natalie tenía muchas cosas que decirle, pero ninguna buena ni que tuviera que ver con el caso. Dudó si hablar o seguir en un segundo plano; optó por arriesgarse.

—Deberíamos dejar de centrarnos en lo que no tenemos y trabajar con lo que tenemos.

—Ilumínenos, por favor —soltó irónico Collins.

—Sabemos que tenemos una lista de seis personas. ¿Qué tienen en común? Son hombres entre treinta y treinta y cinco años. Aparentemente, sin nada en común; nada les une. ¿Qué ha podido llevar a nuestro asesino a matar? ¿Una mujer que trata de vengarse de los hombres? ¿La violaron? ¿Sufrió malos tratos? ¿Un simple trastorno obsesivo?

—Buscaré en la base de datos mujeres de entre 30 y 35 años que entren en el perfil y residan en Nueva York. Será como buscar una aguja en un pajar pero, al menos, tendremos algo —añadió Joe.

—Hay otro punto que no hemos tenido en cuenta—continuó Natalie—. Según podéis apreciar en las fotos, ¿de verdad creéis que esta mujer pudo inmovilizar a Phil? Según me ha contado —mintió; no le apetecía volver a sacar a relucir el tema de su don—. Le era imposible zafarse de su agresor.

—Quizás estemos ante una pareja de psicópatas —murmuró pensativo Brandon.

—Por desgracia, lo único que podemos hacer es esperar —concluyó Collins. Todos se miraron decepcionados; esa era la peor alternativa para un sabueso: esperar a descubrir un nuevo cadáver.

El timbre del ascensor le avisó que había llegado a su planta, devolviéndola al presente. Natalie cruzó el pasillo con paso pesado y se desplomó sobre su cama en cuanto tuvo oportunidad. Buscó en el listín de su móvil a Jack Meyer. Necesitaba hablar con él tanto como necesitaba una buena ducha y comer algo; paseó el pulgar de la tecla de llamada a la de colgar durante varios minutos, pero lo único que consiguió fue un profundo sueño que muy pronto se vería interrumpido por un nuevo asesinato.

Capítulo X

Edgar estaba limpiando los últimos vasos, sólo le quedaba limpiar el suelo y tirar la basura para poder irse a casa. Hacía una hora que debía haberse ido, pero aquella noche habían estado desbordados y que su compañero hubiera enfermado lo había complicado. La espalda le dolía y, después de perder la cuenta de las copas que había servido, el olor a alcohol le daba náuseas.

—¡Joel! Tiro la basura y me voy. ¡Hasta mañana! —Gritó a su jefe mientras cargaba con la enorme bolsa negra. Respiró aliviado cuando se deshizo de ella y pudo dirigirse finalmente a su coche. La farola que estaba junto al auto se había fundido y la zona estaba bastante oscura. Le costó encontrar las llaves en su mochila y cuando por fin las encontró, el maullido de un gato a su espalda lo sobresaltó haciendo que las llaves se le escaparan de la mano. Sacó el móvil para alumbrarse y justo se agachaba para recuperarlas, una mano le rodeó el cuello y con un cuchillo le rajó la garganta. El asesino había hundido el filo de acero con tal intensidad que había llegado a las cuerdas vocales, lo que le impedía pedir socorro, mientras bocabajo, la sangre se extendía por el suelo. Unos pasos que se acercaban, obligaron a huir al atacante; solo esperaba haber acabado el plan con éxito.

***

“En quince minutos estoy allí”, respondió automáticamente cuando le dieron el aviso de que un nuevo cuerpo había sido encontrado y encajaba con el perfil de su asesino. Natalie cambió su camisa azul klein sudorosa, tras aquel horrible día, por una camiseta básica blanca y salió a toda prisa pisando todo lo que pudo el acelerador. Unas luces rojas y azules le advirtieron del lugar exacto. Una pareja de policías había acordonado la zona y esperaban impacientes a algún federal.

—Buenas noches —dijo mostrando su placa. Uno de los agentes subió la cinta amarilla para que pasara junto al cadáver. Le revisó los bolsillos y encontró la cartera y el móvil. “Edgar Malone”, leyó en voz alta. El cuerpo estaba boca abajo con la carótida diseccionada. A simple vista no había restos en las uñas de que hubiera forcejeado, tampoco había golpes ni moratones. Solo una marca en su frente con el número 3. Una nueva vida que borrar de la lista de Selena.

Se alejó unos pasos para bordear la zona en busca de algún rastro. A medio metro, tras el vehículo contiguo, un vómito reciente salpicaba la acera. “¿Qué asesino en serie tiene escrúpulos suficientes para que se le revuelva el estómago?”, se preguntó siguiendo el camino que debía haber tomado el chico desde el local a su coche; de manera inversa. Llegó a la puerta trasera del bar y desde allí observó a los agentes que hacían guardia. “A veces mirar con perspectiva funcionaba”, suspiró. “No cuando tu asesino no deja ningún fleco suelto”. Regresó junto al cadáver, hizo algunos cálculos y tomó notas en su libreta. Jessica acababa de unírsele. Ella era la experta en procesamiento.

—Hola, Jess. Bonita noche para atrapar asesinos —saludó tratando de hacer aflorar su buen humor.

—¿Has encontrado algo? —dijo arrodillándose junto al cuerpo y colocando su maletín junto a ella.

—Le rebanaron el cuello por la espalda. Llévate el móvil para que Joe le eche un vistazo y a unos pasos encontrarás un vómito.

—Genial —respondió con sarcasmo.

—¿Y el resto del equipo?

—Collins discutiendo con el alcalde, el comisario y vete a saber con quién más. Brandon hablando con la prensa. Va a dar el perfil.

—¿Qué perfil si... ?

—Ideas de Collins. Olivia y Joe están en la oficina.

—Voy a hablar con el dueño del bar. A ver qué nos cuenta y si le suena la cara de la chica.

—¿Sigues pensando que es la culpable? No tiene pinta de que actúe sola.

—Si te soy sincera, empiezo a dudar siquiera que actúe. Nos vemos luego —se despidió e inició, de nuevo, el camino hacia el bar. Una sombra a su espalda la hizo detenerse, pero al girarse no vio a nadie. Natalie continuó ajena a que la mujer morena había rodado hasta esconderse debajo de uno de los vehículos para no ser vista por la agente; pues no tenía intención de protagonizar una nueva persecución. Natalie sacudió la cabeza ante lo que ella creía como “falsa alarma” y bordeó el local para entrar por la puerta principal. Un considerable grupo de curiosos aguardaban en la entrada y otra pareja de policía les pedía que mantuvieran las distancias. Natalie entró en el silencioso bar de estilo victoriano. Paredes acolchadas, detalles dorados, con flores y madera... Un escenario central con barras americanas en los laterales. El dueño esperaba sentado en un taburete; parecía afectado.

—Buenas noches, mi nombre es Natalie Davis. Me gustaría hacerle algunas preguntas.

—Por supuesto —respondió abatido Joel.

—¿Usted encontró el cuerpo?

—Sí, así es. Acabábamos de cerrar. Edgar se marchó tras dejarlo todo recogido. Yo me retrasé cuadrando la caja. Cerré y me fui hacia mi coche que está aparcado junto al de Edgar. Primero pensé que se había desmayado. Uno de mis camareros se desplomó en la sala por culpa de la gripe y creí que Edgar se había contagiado. Llamé a la policía y ellos me pidieron que esperara aquí. ¿Es cierto que ha sido víctima de un asesino en serie?

—Eso creemos. Pero cuénteme. ¿Sabe si Edgar tenía algún enemigo?

—No, era un buen chico. Muy callado y tímido. Se limitaba a hacer su trabajo.

—¿Desde cuándo lo conoce?

—Lleva trabajando para mí diez años. Empezó como un trabajo extra para pagarse los estudios. Y al final se acomodó a esta vida.

—Podría decirse que eran amigos.

—No éramos de contarnos nuestros problemas. Ya le he dicho que era un tipo reservado; pero de vez en cuando hacíamos cosas juntos, como ir de acampada o practicar deporte.

—¿Sabe si tenía novia?

—Sí. Llevan juntos un par de años.

—¿Y esta chica le suena? —Preguntó mostrándole la foto sospechosa. Joel se tomó unos minutos para pensar.

—No sé... Puede que me equivoque, la foto no es muy buena—. Natalie le mostró el boceto—. Se parece a alguien. Una chica que venía por aquí hace bastantes años.

—¿Conocía a la víctima?

—Claro, creo que tuvieron algo. Ya le he dicho...

—Sí, sí, era un tipo muy reservado—repitió Natalie de malhumor—. ¿Podría decirme su nombre y si sigue viniendo por aquí?

—No lo recuerdo exactamente. Sé que empezaba por K. Kristen, Khloe, Kylie... ¡Kelly! Juraría que ese era su nombre. Dejó de venir por aquí cuando se acabó lo que tenía con Elías. Él era un crío y ella se cansó de juegos.

—Había dicho que no tenía claro qué tipo de relación mantenían...

—Y así es, pero tengo ojos en la cara. Esa chica era una belleza. A Edgar le gustaba fardar. Cuando algún chico le decía lo guapa que era, él siempre se encargaba de dejar claro que venía por él.

—¡Joel! —Gritó una joven morena de pelo liso y piel oscura. Entró corriendo bastante afectada, por lo que supuso que era la novia—. ¿Qué ha pasado? ¿Dónde está Edgar?

Natalie intervino presentándose y tratando de sacarle alguna información. Pero ni había visto en su vida la chica de la foto ni tenía nada nuevo que aportar. Natalie se despidió, recomendándoles que fueran al Hospital; quería evitarles la grotesca estampa que protagonizaba el camarero. La agente salió del bar y se quedó paralizada ante la imagen. Collins estaba plantado frente a un grupo de periodistas y curiosos a punto de dar su discurso, custodiado por Brandon. Natalie hizo lo posible para pasar desapercibida y situarse entre los curiosos para oír lo que tenía que decir.

—Queremos hacer un llamamiento a todos los ciudadanos. Hay suelto en nuestras calles un asesino en serie. Todo el equipo del FBI está haciendo lo posible por detenerlo. Siente predilección por hombres de entre 30 y 35 años. Nuestra principal sospechosa es una mujer que ha sido vista en varios escenarios del crimen y cuya foto y retrato robot han sido repartidos tanto a la prensa como a organismos oficiales. En cuanto tengamos más datos se lo haremos saber. Buenas noches—. Collins se dispuso a marcharse pero los periodistas lo rodearon ansiosos de respuestas. Natalie aprovechó la confusión para regresar junto a Jessica; los periodistas iban y venían, mientras los curiosos paseaban y dudaban si quedarse o irse. Un hombre tropezó con Natalie; ojos pequeños, labios finos, peinado hacia delante, nariz respingona, una cara más entre la multitud.

—¡Natalie! —llamó Jessica, obligándola a centrarse en lo que importaba—. Necesito que vengas a ver una cosa.

—¿Qué sucede?

—Estaba colgado en el parabrisas de tu coche —le dio la nota.

"Necesito reunirme contigo. Sé quién está detrás de todo esto. Te esperaré en el centro comercial mañana a las cinco de la tarde. Ven sola".

—¿La has leído? —Quiso saber Natalie.

—Sí, me pareció sospechosa y la abrí.

—¿Se lo has dicho a alguien más?

—No. Pero, ¿no estarás pensando ir?

—Estamos dando palos de ciego. Cualquier información que nos ayude a capturar al responsable de esas muertes será bien recibida.

—Supongo que eso quiere decir que Collins no puede enterarse.

—Así es.

—Promete que llevarás un localizador para que Joe pueda rastrearte y si...

—Si veo algo sospechoso, os llamaré de inmediato.

—¿Dónde vas ahora?

—A casa a darme una ducha y a comer algo, luego iré a la oficina. El hermano de Nick Austin llegará a las siete y quiero estar presente. He conseguido un nombre: Kelly.

—Yo voy al laboratorio a procesar las pruebas. Le diré a Joe que lo investigue. Hasta luego, Natalie.

Capítulo XI

Natalie llegó a la oficina a las seis. Collins no estaba por ningún lado, algo que agradeció. Joe la esperaba sirviéndose un poco de café.

—Buenos días, Joe.

—Para mí aún son buenas noches, llevo toda la noche aquí. Vine en cuanto me avisaron del nuevo cuerpo. Jessica me ha contado tu pequeña aventura de esta tarde. Lo tengo todo preparado. Sobre el nombre que conseguiste tengo buenas y malas noticias.

—Las buenas, por favor.

—Nuestra mujer se llama Kelly Johnson.

—¡Estupendo! Al fin algo de luz. ¿Y las malas noticias?

—Ha desaparecido del mapa; no tiene trabajo actualmente, ni dirección conocida. La buena noticia es que hemos localizado a sus padres. Dicen que...

—¿Es ese Hank Austin? —Interrumpió Natalie al ver a un hombre con un gran parecido con la víctima encontrada en su edificio y que se paseaba dubitativo entre las mesas de la oficina—. No debía venir hasta las siete.

—Será mejor que vayas a hablar con él. Luego te cuento.

Natalie cruzó la sala y se unió al visitante.

—Buenos días. Mi nombre es Natalie Davis.

—Hank Austin.

—No lo esperábamos tan temprano.

—Quise solucionar este asunto cuanto antes. No quiero disgustar más a mi abuela. Es una mujer mayor y está delicada de salud.

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