Selena

Selena


Portada

Página 3 de 8

—Lo comprendo. Acompáñeme—. Ambos tomaron asiento en una pequeña habitación de suelo enmoquetado, sofás de tonos neutros y una enorme estantería llena de libros y revistas para amenizar las esperas de los familiares.

—He visto las noticias en el aeropuerto. ¿De verdad creen que Kelly ha tenido algo que ver?

—¿Conoce a la sospechosa? —Natalie no podía ocultar su felicidad.

—Sí. Kelly y Nick fueron novios hace años. Todos estábamos contentos con que ella fuera la novia, es una chica muy guapa, inteligente, de buena familia... Pensamos que ayudaría a que Nick se centrase.

—¿Sabía que consumía drogas?

—Sí. Ese fue uno de los motivos que les llevó a la ruptura. Nick se convirtió en un mentiroso compulsivo y acabó gastándose parte del dinero de Kelly. Nos entristeció saber que lo habían dejado.

—¿No cree que Kelly sea capaz de matar?

—Desconozco cómo ha transcurrido su vida desde entonces, pero mucho ha debido de cambiar para que la acusen de ser una asesina.

—¿Sabe dónde podríamos encontrarla?

—Ni idea. Hace seis años que no sé nada de ella—. Olivia los interrumpió.

—Buenos días—saludó a ambos y se dirigió a Natalie— Agente Davis si ha terminado, me gustaría acompañar al señor Austin a ver a su hermano.

—¿Es necesario?

—Es algo rutinario; pero si no se ve capacitado, podemos saltarnos este paso ya que no hay que identificarlo. Iremos por el certificado y podrá gestionar los preparativos para el funeral.

—Gracias por todo, agente Davis —se despidió de Natalie dejándola sola.

Respiró profundamente disfrutando de unos minutos de calma. Habían logrado avanzar unos pasos importantes. Sabían que Kelly Johnson era el nombre de la misteriosa mujer que había mantenido una relación con al menos dos de las víctimas y no descartaba que esa fuera la razón de ser elegidas. Debían buscar posibles exparejas de Kelly. Joe llamó a la puerta, aunque estaba abierta, para hacerse notar.

—Nat, hay un periodista que quiere hablar con alguien del equipo.

—De eso se encargan Brandon y Collins.

—No busca pase de prensa o un titular sobre los asesinatos. Conoce a Kelly Johnson. Me ha dado una dirección para que alguien vaya a reunirse con él. No quería venir él para no disparar las alarmas. Si quieres, puedo avisar a Olivia.

—No, está bien. Iré yo. Por cierto, ¿qué ibas a contarme antes de Kelly Johnson?

—Sus padres han cogido un avión. Llegarán mañana desde California. Dicen que desde que se divorció no ha sido la misma.

—Quizás ese fuera el desencadenante de su locura. Vengarse de todos los hombres que han pasado por su vida. ¿Sabes algo de su exmarido?

—Ha estado en prisión por violencia doméstica. Le han reducido la condena por buena conducta. Salió hace tres meses.

—Localízalo, podría ser el próximo. Y busca posibles exparejas de Kelly. Es el único punto que tenemos para reducir el cerco y atraparla.

—Me pongo a ello. Por cierto... ¿Sabes algo de Jack?

—Nada. Tuvimos una discusión muy fea cuando se marchó y creí que lo mejor era darle espacio. Hace unas semanas hablé con mi madre y dice que la señora Meyer está muy preocupada por su hijo. Ni siquiera sabe dónde está, se limita a llamarla una vez a la semana para hacerle saber que sigue vivo.

—¿Quieres que investigue? Jack es un buen tipo y sé que te importa.

—A su madre le haría muy feliz —se limitó a responder ella. Joe le dedicó una sonrisa y se puso en marcha, evitando decirle que a ella también le haría bien saberlo.

Natalie no perdió ni un minuto más. Anotó la dirección en el GPS de su coche y se dispuso a hacerle una visita al periodista. Elías Wilder vivía en las afueras, en una preciosa casa con valla y jardín. El lugar perfecto para formar una familia y que los niños pudieran jugar. Aparcó frente a la casa, bajó del coche y cruzó la verja hasta la puerta. Llamó con insistencia, pero no obtuvo respuesta. Había un coche en el garaje, Wilder debería estar esperándola… aquello le resultaba sospechoso, así que decidió rodear la casa y probar por la puerta trasera; la encontró abierta. Observó la cerradura, a simple vista no parecía que la puerta hubiera sido forzada. Natalie asomó la cabeza por el hueco.

—¡Agente federal! ¿Hay alguien? —Gritó al aire. No obtuvo respuesta, por lo que sacó su pistola, y empuñándola, se introdujo en la casa para inspeccionarla.

Justo a la derecha de la puerta, una escalera de madera blanca llevaba a la segunda planta. Frente a ella, un pasillo conducía a la cocina. Caminaba amortiguando cada paso, vigilando y asegurándose que nadie pudiera sorprenderla por la espalda hasta que, finalmente, llegó a la cocina-comedor.

Junto a la encimera que dividía ambos espacios, un hombre con la cabeza rapada y de espaldas anchas, permanecía de rodillas al lado de un cuerpo inmóvil; él asaltante, con el brazo separado del cuerpo y alzándola a la altura de su pecho, portaba un cuchillo y tanto sus manos como su camiseta estaban manchadas de sangre.

—¡Agente federal! ¡Suelte el cuchillo y gírese lentamente! —Natalie no tuvo que repetirlo dos veces, el hombre obedeció de inmediato, dejando al descubierto una cara rota por el dolor.

—Mi marido... ¿Quién le ha podido hacer algo así? —Rompió a llorar.

Natalie pidió una ambulancia y refuerzos, y le ordenó que se sentara a la mesa sin moverse. La agente se acercó al cadáver. Le habían atestado varias puñaladas en el pecho, el olor a sangre le nubló los sentidos. Podía ver la mano del culpable empuñando el cuchillo y a Nick retorciéndose de dolor, sorprendido por la reacción del atacante. Sacudió la cabeza, tenía que centrarse.

En la encimera había varios limones exprimidos, una jarra, agua y azúcar. Seguramente preparaba limonada para la visita de Natalie. Probablemente, con el mismo cuchillo que le habían atacado, había cortado la fruta. La agente puso sus fríos dedos sobre su cuello para tomarle el pulso, su corazón aún latía.

—¡No tenemos tiempo que perder! —Levantó con recelo la camiseta de Elías y sus sospechas se confirmaron, aquello no pintaba bien—. Necesito que me traiga unas tijeras, alcohol y gasas para limpiar las heridas, y cinta de embalar. ¡La más resistente que tenga! —El marido se quedó de pie paralizado sin entender el significado de la cinta. Natalie lo tuvo que animar—. ¡Vamos! ¡Corre! Somos su única esperanza—. La agente se quitó la chaqueta y la dejó sobre la silla. Luego regresó junto al moribundo.

—¡Aquí está todo! —gritó el improvisado ayudante, ocupando el lado izquierdo. Natalie cogió las tijeras y cortó la camiseta por la mitad para dejar el torso descubierto. Luego roció de alcohol varias gasas para tratar de limpiar las heridas, pero la sangre no cesaba.

—Voy a necesitar que me ayudes. No es lo más ortodoxo, pero es nuestra mejor opción para controlar las hemorragias hasta que la ambulancia lo lleve al hospital. ¿Cómo te llamas?

—Louis.

—Muy bien, Louis. Imagina que cada corte es un rasguño en una tela. Toma tus manos y estira todo lo que te permita la piel para unir ambas partes. Yo colocaré la cinta y rezaremos para que funcione. ¿Listo? —Louis asintió no muy convencido—. Empecemos por esta del hombro —señaló una herida que nacía en la clavícula izquierda. Louis presionó por cada lado hasta que la piel formó un pliegue. Natalie fue pegando con sumo cuidado la cinta y luego reforzó con varias tiras. La observaron expectantes durante unos segundos. Y sonrieron satisfechos.

—¡Funciona! —exclamó Louis.

—Continuemos. Aún nos quedan seis—. Siguieron trabajando y, cuando los sanitarios llegaron, su pecho era un puzzle de cinta de embalaje.

Los enfermeros, murmurando algún insulto hacia Natalie, pues según ellos solo había contribuido a complicarles el trabajo, cargaron en la ambulancia a Elías. Louis y ella sabían que tenían razón, pero si no hubiera sido por su descabellado plan, hubiera muerto desangrado. Louis se marchó con ellos en la ambulancia, mientras Natalie informaba a su equipo que acababa de llegar; no sin antes prometerle a Louis reunirse con él lo antes posible para hacerle algunas preguntas.

—Davis, ¿qué demonios ha pasado? —Quiso saber Collins al verla llena de sangre. Natalie contó lo sucedido.

—He hecho lo que he podido para estabilizarlo. El asesino había marcado su frente, así que…

—Ese psicópata cree que ha terminado el trabajo. No lo haremos público, de momento. Tal vez eso nos dé algo de tiempo para localizar a la última víctima. Vaya a darse una ducha y luego interrogue al marido. En cuanto, Elías Wilder esté listo quiero que nos lo cuente todo.

—Sí, señor.

Jessica y Olivia revisaron la casa. El intruso no había forzado ninguna de las entradas, ni dejado huella o restos de algún tipo. Encontraron varias pisadas sobre la sangre que luego compararían con las de Natalie y Louis para descartarlas. Las salpicaduras indicaban que el agresor lo había atacado de frente por lo que tanto sus ropas como manos estarían llenas de restos. Todo estaba en orden, no parecía faltar nada, y la marca con el número 2 en su cara dejaba claro que se trataba de la misma persona que buscaban.

Collins estaba desesperado. La forma en que el asesino actuaba, sin dejar huellas ni cometer errores, los convertía en unos ineptos; los personajes secundarios de una trama que transcurría paralela y a cuyo fatídico desenlace no podían poner freno.

—Aquí no tenemos nada que hacer. Todo depende de Brandon y Natalie —concluyó entre dientes Collins.

Capítulo XII

Natalie se presentó en la oficina llena de sangre. Todos la miraban extrañados. Joe la interceptó en el pasillo.

—¿Qué ha pasado?

—He tenido que improvisar para evitar perder a la penúltima víctima. Tengo ropa en el vestuario, así que he venido directamente aquí para cambiarme e ir al hospital. ¿Tienes algo nuevo? —Quiso saber al ver el gesto de preocupación de su amigo.

—He localizado a Jack. Está bastante mal... —Algo en el interior de Natalie se quebró.

—No voy a poder continuar con el caso si tocamos ese tema. Collins no me quita los ojos de encima. ¿Tienes a alguien que pueda vigilarlo? ¿Debo llamar a su madre o ir a buscarlo?

—Conozco al dueño de la tienda que le suministra alcohol; cazaba con mi padre cuando eran jóvenes. Le diré que este pendiente de él. Pero, Nat... Te necesita.

—Con un poco de suerte, en un par de días todo este asunto habrá terminado. Luego haré lo que haga falta para traerlo de vuelta.

—Me alegra oírte decir eso. Sobre el caso...

—¿Qué has averiguado?

—Localicé al exmarido. Brandon ha ido a hacerle una visita y explicarle la situación. ¿Cuál es tu próximo paso?

—Iré al hospital, comeré algo y me reuniré con el anónimo.

—Ponte ropa limpia y nos reunimos en mi cueva —dijo refiriéndose a su oficina.

Quince minutos después Natalie le daba el encuentro. La agente entendía porque Joe la apodaba la “cueva”. No tenía ventanas, estaba llena de ordenadores y aparatos tecnológicos, y casi nunca salía de allí; Joe no era un agente de calle.

—Necesito que te pongas esto dentro del sujetador —dijo tendiéndole un dispositivo negro y redondo como un botón.

—¿Puedo ponerlo en la chaqueta o la camisa?

—Ya sé que es una petición rara, pero no sabemos qué puede pasar y...

—Es más difícil encontrarlo ahí dentro —concluyó Natalie. La joven le dio la espalda y ocultó el botón en su pecho—. ¿Algo más?

—Ese dispositivo me servirá para localizarte. Podemos usar aparatos de escucha y grabación, algún arma escondida... No sé. Tengo varios aparatitos muy chulos por aquí—. Natalie le sonrió.

—Definitivamente, debemos sacarte de aquí más a menudo. Con el localizador será suficiente.

—Nunca me dejáis usar mis juguetitos— se quejó señalando una enorme mesa rectangular llena de inventos—. En fin, yo estaré atento a tu posición y Jessica procurará permanecer por la zona por si la cosa se complica.

—No quiero que el anónimo se asuste.

—Tranquila, todo saldrá bien. ¿Sabes que Olivia nos matará cuando se entere? —Natalie soltó un aspaviento.

—Se preocupa demasiado. Dejémosla fuera. Cuantos menos seamos, menor será la ira de Collins cuando nos pille.

***

Elías Wilder seguía inconsciente, pero estable, cuando Natalie lo visitó en el hospital. Su marido lo velaba muy atento a cada inspiración y expiración que provocaba un vaivén en su pecho.

—Hola, agente Davis. No sé cómo agradecerle lo que hizo por Elías, por nosotros...

—¿Le importa salir un momento para que hablemos sin molestarle? —Sugirió ella. Louis aceptó y, en el pasillo, Natalie inició su interrogatorio.

—¿Sabía que Elías había concretado una cita con un agente del FBI?

—Sí. Anoche cubría el incidente de ese chico y en cuanto vio la foto la reconoció. Llegó a casa muy nervioso. Me despertó y me hizo salir de la cama para contármelo todo. Le dije que lo mejor que podía hacer era hablar con los federales. Llamó al Times diciendo estar enfermo y contactó con ustedes.

—¿A qué se dedica usted?

—Soy artista. Trabajo en el sótano. Elías lo habilitó para convertirlo en mi estudio.

—¿Por eso estaba a esa hora en casa?— Él asintió—. ¿Estaba usted con él cuándo lo agredieron?

—No. Como le digo, estaba en el sótano terminando algunos proyectos para mi próxima exposición en Art Raw Gallery. Sabía que Elías esperaba visita y eso unido a que voy retrasado en mi trabajo, hizo que me obligara a encerrarme con la intención de no subir hasta la hora de almorzar.

—¿Qué le hizo dejar lo que hacía?

—Oí un fuerte ruido. Como un saco de patatas golpeando contra el suelo. Subí preocupado porque llamaba a Elías y no me contestaba. Entonces lo vi allí tumbado junto a la encimera —se le quebró la voz reviviendo el momento. Natalie decidió desviar el tema.

—¿No vio a nadie salir?

—No. Elías estaba solo. Y a los pocos minutos apareció usted.

—¿Sabe qué era lo que Elías quería contarnos?

—No estoy muy seguro. Al parecer, uno de los informadores de Elías le dijo que la asesina podía ir tras exparejas, así que pensó que él podía ser su próxima víctima.

—¿Sabe el nombre del informador o cómo podemos contactarlo?

—Elías es muy estricto a lo que se refiere a la confidencialidad con sus informadores—. Natalie retomó el tema de Kelly.

—¿Elías y Kelly estuvieron juntos?

—Sí. Fue antes de que él reconociera públicamente su homosexualidad. Eran muy buenos amigos y eso les llevó a iniciar una relación. No duró mucho tiempo. Según me dijo, ella le dejó porque lo consideraba solo un amigo. A las pocas semanas empezó una relación con otro, así que Elías no se lo tomó muy bien. Estuvieron sin hablarse un par de meses, pero acabaron por retomar la amistad—. Natalie frunció el ceño, aquello no cuadraba en el perfil que habían definido de la asesina.

—Louis— dijo dándole una tarjeta—si recuerda cualquier cosa o Elías despierta, por favor, llámeme.

—Por supuesto, agente Davis.

Natalie se despidió, compró algo de comida para llevar y mientras comía en el coche, llamó al Instituto River High. Todavía esperaba que le dieran una respuesta sobre Calvin.

—Hola, agente Davis. Como le pidió al director —añadió con desdén la secretaria—he buscado en todos nuestros archivos y no hay ningún alumno ni padre ni profesor apellidado o denominado Calvin—. Natalie suspiró abatida.

—Gracias, señora Winter.

Calvin era una nube de humo, Kelly era una pieza difusa... Y ella una incompetente que iba a permitir que el caso quedara sin resolver. Su teléfono comenzó a sonar. Sin ni siquiera saludarla, la abordaron.

—¿Qué es eso de que tienes una reunión con un anónimo y yo no sé nada? ¿Estás loca? ¡Prometí cuidarte! ¡No voy a dejarte sola!

—Hola Olivia —respondió con mesura, tratando que su compañera y amiga, lograra recuperar la respiración.

Capítulo XIII

Todos estaban en sus puestos. Collins en una reunión con altos cargos para abordar la ola de asesinatos sin resolver que se habían producido en las últimas semanas. Brandon pateándose la ciudad para dar con el exmarido de Kelly Johnson; las señas que Joe le había facilitado no le habían servido, por suerte, el nuevo inquilino le había dado una nueva pista. Joe permanecía frente al ordenador vigilando el parpadeo incesante del localizador de Natalie. Jessica aguardaba en el coche un par de manzanas más alejada del punto de encuentro. Olivia paseaba por las tiendas del centro comercial como una clienta más. Y Natalie esperaba en las escaleras mecánicas a que apareciera la persona que había insistido en concretar aquella cita. Miró su reloj, faltaban diez minutos para la hora fijada; solo les quedaba esperar.

***

Brandon bajó de su auto. Comprobó la dirección que le habían facilitado antes de dirigirse al piso número quince de uno de los edificios más caros de Manhattan. Joe debió advertirle que aquel hombre había sido un pez gordo hasta que acabó en prisión, lo que le había frustrado un ascenso imparable hacia la cima del éxito. Llamó a la puerta del apartamento varias veces sin obtener respuesta, así que optó por colar una de sus tarjetas de visita por debajo de la puerta para que se pusiera en contacto con él tan pronto como pudiera. Regresó al ascensor y una vez en el hall principal le preguntó al conserje.

—Buenos días, soy el agente Brandon O’Neil. Estoy buscando a Greg Sullivan. ¿Sabe si hace mucho que salió? ¿O tiene idea de cuándo volverá?

—Es el inquilino del 15b, ¿verdad?

—Sí, así es.

—Llevo en mi puesto todo el día y puedo decirle que no lo he visto salir. ¿Por qué no prueba otra vez? Quizás estaba en el baño.

—¿No ha abandonado su sitio en ningún momento?

—Únicamente para almorzar. Y lo hubiera visto por la cristalera—dijo señalando al espejo de doble cara que estaba a su espalda y servía de pared a una habitación de descanso.

—Gracias. Volveré a probar.

Brandon llamó de nuevo.

—¿Señor Sullivan? Soy agente federal. ¡Ábrame! ¡Tengo que hacerle unas preguntas! —golpeó la puerta—. ¿Greg? —Brandon apoyó la oreja a la puerta y un tintineo despertó su instinto—. Señor Sullivan, ¿se encuentra bien? —El golpe constante se repitió con más fuerza. Brandon empuñó su pistola y embistió contra la puerta varias veces hasta que pudo abrirla y colarse en el apartamento.

***

Natalie llevaba cuarenta minutos esperando. Creyendo que el anónimo había desistido o se había arrepentido en el último minuto, decidió abortar la misión. Se dirigió al parking, donde había estacionado su coche y pretendía avisar a su equipo, cuando vio una nota en su parabrisas.

"Te pedí que vinieras sola. Espérame en los baños de la planta baja. No avises a tu equipo".

Su teléfono comenzó a sonar. Era Olivia, seguramente, para saber dónde se encontraba. Optó por silenciar su móvil y seguir las indicaciones del anónimo. En los baños, un cartel avisaba que estaban fuera de servicio. La agente lo observó con detenimiento y descubrió que habían escrito en un lateral "Natalie Davis", así que lo tomó como una señal y cruzó la puerta. En una rápida ojeada, descubrió que todas las puertas de los urinarios estaban abiertas; por lo que estaba completamente sola, o eso creía. El cañón de una pistola se clavó en su nuca.

—No te gires. Ponte de rodillas, túmbate en el suelo con la nariz pegada al suelo y las manos sobre la cabeza.

Natalie podía obedecer o intentar reducirlo; pero la curiosidad por saber qué quería de ella, la llevó a decantarse por la primera opción.

—Necesito que me ayudes—afirmó concisa Kelly Johnson sin dejar de apuntarla.

***

Brandon rastreó el salón, estaba vacío. Los golpes no cesaban, así que trató de guiarse por su oído. Con pasos cuidadosos y todos sus sentidos en alerta, fue descartando una a una todas las habitaciones hasta llegar al despacho. Podía oír como el sonido se había intensificado en ese punto, solo debía girar el pomo e impulsar la puerta con la mano para descubrir en qué situación se hallaba Sullivan. Debía ser ágil y esperar lo peor. Tomó aliento y actuó en consecuencia. Se coló en la habitación encañonando cada rincón y, una vez seguro de que estaban ellos dos solos, se dirigió al dueño del apartamento. Encapuchado y atado de pies y manos, se encontraba amordazado y desnudo, con una herida en la nariz. Brandon se deshizo de la cinta que lo inmovilizaba y lo ayudó a sentarse sobre la moqueta.

—¿Qué le ha sucedido?

—No lo recuerdo. Solo sé que alguien me golpeó y aprovechó mi aturdimiento para atarme. Creí que iba a matarme, pero algo lo distrajo y se marchó. Estoy seguro que piensa volver a por mí.

—Creemos saber de quién se trata.

—¿De quién?

—Kelly Johnson.

—¿Kelly? ¿Mi exmujer? No puede ser… —Greg estaba afectado por la noticia.

—No se preocupe. Llamaré a mi equipo para que inspeccione el apartamento y una ambulancia le llevará al hospital para curarle. No dejaremos que vuelva a acercarse a usted.

***

Natalie permanecía en el suelo. Oyendo cada palabra de Kelly.

—No soy la persona que buscas. No he tenido una vida fácil en cuanto a hombres se refiere…

—¿Es por eso que está matando a los hombres de su vida? ¿Por todo el daño que le han hecho?

—¡No! ¡Maldita sea! ¡No has entendido nada! —Alguien comenzó a aporrear la puerta, poniendo fin a la confesión.

—¿Natalie? ¡Abre! ¡Sabemos que estás ahí!

—Kelly, no complique esto más. Quiero ayudarte, pero necesito que vengas con nosotros a la oficina.

—¡Natalie! ¡Vamos a echar la puerta abajo!

—Kelly, escúchame, tus padres están de camino... —La agente trató de incorporarse, pero Kelly no se lo permitió. La golpeó con la culata de la pistola dejándola inconsciente para acto seguido escapar por la ventana que ocupaba la parte superior del último urinario.

Capítulo XIV

Jack la encontró dormida. Comenzó a zarandearla para que despertara.

—Jack, no sabes cuánto te he echado de menos.

Su amigo se apartó y bebió, de un trago, media botella de whisky.

—Debí ignorar tu enfado y buscarte mucho antes—. Él le dedicó una amarga sonrisa para luego estrellar la botella contra el suelo.

—¡Basta! —Gritó Natalie—. ¡No voy a dejar que sigas así! ¿Me entiendes? —Jack se acercó a ella que seguía tumbada. Él acarició sus mejillas y comenzó a bajar sus manos por su cuello.

—Te echado tanto de menos —repitió Natalie. Justo en ese momento, Jack comenzó a apretar con fuerza sus manos tratando de ponerle fin a su vida. La odiaba, estaba desquiciado y borracho, y ahora iba a castigarla por haberlo abandonado. Natalie pataleaba y clavaba las uñas en los brazos de su atacante tratando de zafarse.

—Te quiero, Jack. ¿Por qué me haces esto? —La idea se repetía en su pensamiento, pero las palabras no podían llegar a sus labios; su garganta era presa de unas fuertes manos que no tenían intención de dejarla hasta sentenciar su final. Todo se volvió oscuro y el mundo se detuvo.

***

—¿Natalie? ¡Despierta, Nat! —Insistía una voz muy familiar a su lado. Un fuerte dolor de cabeza le provocaba que hasta oír su propia voz le molestara. Trató de mirar a su alrededor para ubicarse. Olivia le informó—. Te dejaron fuera de combate. Estamos en urgencias esperando que vuelvas a dar guerra—. Natalie se llevó la mano a su cuello, había sido tan real que daba miedo. El golpe y la historia de Kelly habían ocupado su subconsciente de una horrible pesadilla que la hacía temblar.

—Nat, ¿llamo a la enfermera? Estás temblando.

—No, estoy bien. He tenido una pesadilla horrible. ¿Conseguisteis atrapar a Kelly?

—No. Esa chica es muy rápida. Pero Brandon ha encontrado al marido, casi se lo carga. Lo dejó atado en su apartamento. Suponemos que primero quiso ocuparse de tu cita.

—¿Y Collins?

—De mal humor.

—Es su estado habitual. ¿Qué piensa hacer?

—Joe ha revisado las cámaras de tráfico y hemos encontrado un motel en las afueras, donde creemos que se hospeda Kelly Johnson.

—¿Y a qué esperamos para ir? —Natalie se incorporó y se arrancó la vía que la unía a un gotero.

—¡Acabas de recibir una conmoción! —suplicaba Olivia. Pero nada podía hacer para detenerla. Natalie cruzaba las puertas de urgencias aferrada a su teléfono.

—Joe, ¿dónde está ese motel?

***

Varios coches de policía y del FBI bordeaban el modesto motel donde Kelly Johnson se hospedaba. Brandon hablaba con el encargado en el puesto central. Junto a este, una hilera de habitaciones formando una “L” de dos pisos de alto, configuraba el complejo hotelero. Natalie llegó a las escaleras de metal para acceder a la planta alta donde se ubicaba su objetivo. Collins le interceptó el paso.

—Agente Davis— saludó.

—¿La han detenido?

—No ha sido necesario—. Natalie corrió escaleras arriba hacia la habitación.

Jessica procesaba el baño. Natalie la saludó con un movimiento de cabeza. La pared que ocupaba el cabecero estaba llena de fotografías de las víctimas. Natalie se subió de pie a la cama y revisó las fotos con detenimiento capturando cada detalle con su teléfono. Había polaroids de las víctimas, ajenas al desenlace que les esperaba, comprando café, hablando por teléfono o almorzando. Y de ellas justo después de su muerte. A pie de foto había notas hechas por la asesina que despertaron la curiosidad de Natalie; necesitaba hacerse con todo aquello. Minuciosamente fue tomando cada foto, cada nota, cada indicación y guardándolo en la memoria del móvil.

Collins llegó cuando terminaba de tomar la última foto y Jessica iba a iniciar el análisis de la habitación. Natalie bajó de la cama y se reunió con él en el pasillo mientras el resto hacía su trabajo.

—Natalie, si Jessica no te necesita, quiero que vayas a la carretera 495. Brando te espera allí.

—¿Dónde está Kelly Johnson?

—Ha huido.

—¿Y el exmarido de la sospechosa?

—Le han tomado declaración, un médico le ha hecho un reconocimiento y le ha dado un tranquilizante para que duerma. Ha insistido en volver a su casa, así que lo hemos dejado marchar.

—¿Y si vuelve para rematarlo?

—No te preocupes; si se confirman las primeras hipótesis, todo habrá terminado.

—Pero... —Natalie tenía muchas preguntas por hacer todavía.

—No hay tiempo que perder. Brandon te pondrá al día.

A la agente no le quedó otra alternativa que aceptar las órdenes de su jefe. No le apetecía trabajar con Brandon, tanto como a él no le apetecía trabajar con ella. En cuanto la vio una mueca torcida mostró el desagrado que le tenía.

—Hola, Davis —murmuró sin ocultar sus sentimientos hacia ella.

—¿Qué ha pasado? ¿De quién es ese coche? —dijo señalando a un coche que estaba junto al arcén y que los restos chamuscados y el olor a goma quemada que dominaba en el ambiente dejaba claro que había salido ardiendo y el fuego había sido sofocado por los bomberos hacía escasos minutos—. ¿Tiene que ver con el mismo caso? —bombardeó a preguntas. Brandon puso los ojos en blanco.

—¿No te ha informado de nada Collins?

—Dijo que para eso estabas tú —respondió mordaz.

—El coche iba a toda velocidad. Se le fue el coche en la curva y se salió de la carretera empotrándose contra aquel poste de luz en la cuneta—explicó guiando a Natalie por el escenario del accidente.

—No hay marcas de frenado ni saltaron los airbags… —advirtió la agente.

—A veces fallan, Davis —Brandon la trataba con aires de superioridad; cada vez que pronunciaba su apellido remarcaba cada sílaba—. Las marcas de la tierra de la cuneta nos indican claramente la dirección que tomó el coche.

—¿Habéis comprobado los frenos?

—No busques conspiraciones donde solo hay mala suerte, Davis. Todo parece funcionar con normalidad. El caso es que no pudo controlar la máquina. La gasolina, una chispa y con lo lista que eres —recalcó la palabra “lista” —sabrás cómo ha acabado todo.

—¿Y el conductor?

—Conductora —corrigió—. Calcinada. Se la acaban de llevar para que la identifiquen por la ficha dental.

—¿Quién era la conductora? —Brandon enarcó una ceja guardándose el comentario sobre la falta de suspicacia de su compañera.

—Kelly Johnson.

—¿Cómo? Pero... El caso... Los asesinatos...

—Después de las pruebas encontradas en el motel, una vez el forense certifique su identidad, Collins dará el caso por cerrado.

—No puede ser. Tengo que hablar con Collins—. Natalie se paseaba inquieta—. ¿Me necesitas aquí?

—Lo tengo todo controlado —respondió alzando la barbilla. Natalie descartó encararse y bajarle los humos a aquel engreído. Tenía cosas más importantes de las que ocuparse que de un agente con un ego tan grande como el estado de Texas. Sin darle explicaciones, dio media vuelta, subió al coche y pisó el acelerador. Atenta a la carretera, llamó a Olivia.

—¡Diga! —Gritó su amiga por el aparato.

—¿Oli? —Quiso asegurarse antes de continuar.

—Lo siento, Natalie. Estoy en la morgue, bueno... ¡Qué más quisiera yo! Estoy en un maldito pasillo, tratando de convencer a ese desquiciado de Wallas para que me dé una respuesta sobre el cuerpo calcinado. Te advierto una cosa... Como siga dándome largas, al próximo cadáver que va a hacerle la autopsia… ¡Será al suyo! —añadió gritando la última frase. Natalie hizo un esfuerzo por contener su risa ante la incongruencia de su compañera.

—Olivia, voy de camino a la agencia. ¿Podrías enviarme un mensaje en cuanto lo sepas?

—Claro que sí. ¡Solo espero que sea en este siglo! —Esperó a colgar la llamada para romper a reír.

Natalie caminaba a paso ligero, buscando las palabras que usaría para convencer a su jefe de que no cerrara el caso; al menos hasta descartar las nuevas conjeturas que pululaban por su cabeza. Pidió permiso para entrar en el despacho; tomó asiento y abordó el tema sin rodeos.

—Jefe, nos hemos equivocado con Kelly Johnson. Creo que ella no fue la asesina.

—¿Cómo dice? Tenemos las pruebas de la pared; varios testigos, incluida usted, la vieron en los escenarios de los crímenes; sé que le apuntó con una pistola... Tenemos una causa probable y acaban de confirmarme que las fichas dentales coinciden.

—Pero señor… —el móvil de Natalie vibró; Olivia le informaba de lo que acababa de decirle Collins.

—Davis —alzó su dedo índice y apuntándole añadió —el caso está cerrado y no hay más que hablar.

—¿Podría seguir investigando por mi cuenta? Kelly Johnson me pidió ayuda, creo que la incriminaban y que ese Calvin está detrás de todo esto —insistió Natalie.

—¡Agente Davis! —Gritó para llamarla al orden—. Lo mejor es que se tome unos días de vacaciones.

—¿Me está suspendiendo por pedirle verificar unos pruebas antes de cerrar un caso?

—No, la estoy suspendiendo para que aprenda el significado de las palabras “respeto” y “jerarquía”. Le guste o no, como superior suyo debe acatar mis decisiones. Y si la única forma que tiene de hacerlo es apartándola del equipo, así será. Por favor, márchese antes de que tenga que dar parte de usted en el departamento—. Natalie deseó abofetearlo, pero tenía en mente un plan más efectivo y menos violento. Se dio media vuelta y abandonó la oficina para hacerle una visita a Joe.

—Joe, necesito que me busques un billete de avión y que me hagas un favor. Voy a estar unos días fuera de Nueva York.

—Va todo bien, ¿Nat?

—Sí, dile a Olivia que trataré de estar aquí cuanto antes; pero que visite al conserje Phil.

—De acuerdo. Dime, ¿a dónde tengo que comprar el billete? —Natalie suspiró tratando que una sonrisa delatora no asomara a su cara.

—A dónde quiera que ese idiota de Jack haya decidido huir.

PARTE II De vuelta a casa.

Capítulo XV

Jack apuraba su segunda taza de café mientras Natalie, completamente despierta, narraba todo el caso.

—Nat... Me parece una historia muy interesante. Realmente, estoy muy orgulloso de ti pero... ¿Qué tiene que ver todo eso conmigo?

—Bueno... Es que... —Natalie trataba de encontrar las palabras adecuadas, evitando mirarlo a los ojos; pues estaba avergonzada.

—Me has mentido, ¿no es así? —manifestó él.

—No exactamente. Olivia investigó por su cuenta y juntas descubrimos que, aunque tu actitud no fue la más adecuada a la circunstancias, alguien de dentro te vendió. No podemos hacer que vuelvas, pero sigues estando más que cualificado para ser investigador.

—¿A dónde quieres llegar? —Preguntó enarcando la ceja. Ella se mantenía en silencio dubitativa—. Vamos, sin anestesia—. Esa era la expresión que siempre usaban entre ellos desde pequeños para afrontar las cosas sin dar rodeos.

—Está bien. Tengo una teoría sobre el caso Selena. No creo que ella sea la asesina. Lo sé, estaban todas las pruebas, pero mi instinto me dice que algo está mal.

—¿Has venido para que te aconseje?

—Algo así...

—De acuerdo —añadió resignado, le agradaba su compañía y no perdía nada por escucharla—. Según tú, ¿qué sucedió?

—Creo que Kelly era un peón. La cabeza de turco usada por una mente retorcida. Natalie cerró los ojos para ver con claridad la imagen completa e inició la narración en voz alta.

Recibo una nota o una llamada muy específica sobre un asesinato. Las víctimas son personas de mi pasado con las que he mantenido una relación. Alguien quiere hacerme daño, pero no se conforma con infringirme dolor físico; quiere destruirme psicológicamente. Me convierte en la marioneta que sigue sus pasos. Yo trato de adelantarme a sus pasos, por eso creo mi propio mural de datos; pero a cada nueva muerte, la situación se hace más complicada e insostenible. Nada es lo que parece y de una manera u otra tengo que ponerle fin.

Natalie abrió los ojos, una lágrima se había escapado y cruzaba su mejilla, no gimoteaba ni lloraba; se limitaba a dejar que la lágrima muriera en su cuello. Sentía cada una de esas palabras como suya, incluida la frustración.

—Nat... ¿Estás bien? —Preguntó Jack preocupado. Ella eludió responder.

—Los pequeños detalles son los que marcan la diferencia. En el mural había fotos de los cadáveres, datos sobre los lugares donde murieron, información de cómo murieron... La clave está en el verbo—. Jack frunció el ceño confundido—. No usaba futuro ni infinito, siempre hablaba en pasado o en tercera persona. Ya sé... —dijo al ver la expresión de extrañeza de su amigo —crees que estoy justificándome con minucias, pero te equivocas. Hay que ver la escena en perspectiva y no asumir como válido algo por el simple hecho de estar frente a nuestra vista —eso lo había aprendido de Mark Jones; un escalofrío recorrió su espalda al hurgar en el pasado, algo que no tenía intención de revivir. Jack le acarició el brazo para reconfortarla.

—Pienso que tu deducción está cogida con alfileres—. Jack tenía que ser sincero con ella—. ¿Le has comentado algo de esto a Collins?

—No entré en detalles porque no quería que me tomara por loca. Insistió que el caso estaba cerrado y que lo dejara estar así.

—¡Qué poco te conoce! — bromeó su amigo.

—Además, está el asunto de Calvin. Creo que él es la clave de todo esto. Él fue el que me llevó a iniciarme en el caso. Al principio me nubló mi ego y pensé que era por mis últimas apariciones en los periódicos por el caso de Village Street y lo sucedido en Hamilton Heaven; pero ahora lo veo todo claro. Me eligió a mí porque vivía en el mismo piso que Nick Austin y acabaría asociando ambas muertes. Él quería que siguiera todo el proceso para que esto no solo quedara en varias muertes sin resolver y un fatídico accidente; necesitaba asegurarse de que todo este espectáculo tuviera un testigo, lo que aún no logro saber es para qué.

—Si buscaba fama, ¿por qué ha dejado que todos piensen que Kelly es la asesina y no ha dado la cara para atribuirse el mérito?

—Tiene una doble vida. La de hombre vengativo que quiere acabar con Kelly y la de hombre corriente cuyos vecinos dirían de él que era una persona normal que siempre saludaba, era correcto y no daba problemas —repitió los argumentos con los que habitualmente se encontraban en esos casos, cuando detenían a psicópatas de los que nadie nunca hubiera sospechado que fueran capaces de cometer tales atrocidades.

—Quiero apoyarte, pero...

—Imaginé que esta sería tu reacción, aun así necesito que confíes en mí y me ayudes a descubrir la verdad—. Jack deseó reprenderla y hacerle entender que la verdad ya había salido a la luz, pero que ella se aferraba a continuar con el caso; quizás porque por primera vez había actuado con la profesionalidad que se esperaba de ella. Tampoco le diría que su profesión era una carrera de fondo en la que solo mejoraría con la práctica y los fallos—. Necesito que vuelvas conmigo a Nueva York.

—Te ayudaré, siempre que eso no signifique regresar.

—Jack, quiero que veas las pruebas, que leas los informes... Que te formes tus propias conjeturas para que puedas decir si solo es un capricho mío.

—Me parece muy bien, pero se te olvida que ya no soy del FBI; no podré acceder a ningún documento.

—Hay algo más que no te he dicho—. Jack pasó la mano por su cara haciendo un esfuerzo por calmarse. Natalie tomó su teléfono móvil y le mostró un certificado.

—¿Estás loca? ¿Sabes que podrías tener problemas por falsificar documentos? ¡Natalie! Precisamente por estas cosas... ¡estoy en la calle! No conocemos los límites cuando tiene que ver con el otro.

—Para empezar, no he falsificado ningún documento. He usado tus datos y respondido por ti un cuestionario que hubieras pasado de sobra y que te certifica como investigador privado. ¡Lo hice todo online! Fue muy sencillo... Era la única forma de que pudieras participar—. Jack abandonó el sofá y comenzó a pasearse por la habitación histérico.

—¿Quieres que sea asesor de FBI? ¿Después de que me echaran? ¡Ni lo sueñes!

—¡Claro que no! Collins me dejó muy claro su posición. Pero...

—¡DIOS! ¡Hay un “pero”!

—Coleman, el detective de policía, ha accedido a echarle un vistazo al caso para probar mi idea y no tiene inconveniente en que un asesor, ósea tú, colabore.

—¡Olvídalo! ¡Tus suposiciones no tienen fundamento! ¡Natalie lo tuyo no es un don! ¡Es locura! No pienso ir a ningún sitio que no sea la tienda de Turner por más cerveza —concluyó sentándose de nuevo, cruzando su brazos sobre su pecho.

Dos horas más tarde tomaban un vuelo con dirección a Nueva York.

***

A las 8 de la mañana llegaron al aeropuerto de NYC y subieron al primer taxi que encontraron libre.

—Por favor, llévenos a la Novena Avenida.

—En seguida, señorita.

—¿No nos espera Coleman en comisaría? —Quiso saber Jack.

Ir a la siguiente página

Report Page