Satisfaction

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IV. La edad adúltera » Jazz Summers. Wham! / The Verve / Snow Patrol

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© Bruce Fleming

 

 

Jazz Summers

Wham! / The Verve / Snow Patrol

(Inglaterra, 1944-2015)

 

Cause it’s a bittersweet symphony, this life

Try to make ends meet

You’re a slave to money then you die

I’ll take you down the only road I’ve ever been down

You know the one that takes you to the places

where all the veins meet yeah,

No change, I can change

I can change, I can change

But I’m here in my mold

I am here in my mold

But I’m a million different people

from one day to the next

I can’t change my mold.

“Bitter Sweet Symphony” (The Verve, 1994)

 

Alguien afirmó que no hay placer más grande para quienes amamos la música que leer sobre música. Sobre el rock y la música en general se ha escrito todo tipo de libros. Ensayos, biografías, autobiografías, crónicas, reportajes, ficción, etc. Unos excepcionales y otros con resultados menores que los esperados, en especial cuando caen en la trampa del ego y el chisme. Pero hallar en la amplia bibliografía del rock un libro que no solo cuente historias memorables, sino que además sea una gran lección de vida, es fascinante. Eso sucede con

Big Life, las memorias del mánager inglés Jazz Summers. Un libro que desde la primera página conquista al lector con una premisa inusual: hay dos tipos de estrellas musicales, los artistas y los diseñadores. Con este gancho, Summers va tejiendo, como buen artesano, la historia de su vida y la de sus artistas, y cómo la fe y la perseverancia pueden sacar adelante todo, incluso las adversidades que la salud y la vida nos pone en frente y nos hace sentir vulnerables.

Las páginas del libro transcurren desmenuzando de modo irreverente y sincera la vida de un hombre que pasó por el ejército, quiso ser baterista, lo asaltaron en su buena fe y que por accidente terminó convirtiéndose en uno de los mánagers más importantes de la historia de la música, gracias a la labor junto a Lisa Stansfield, Soul II Soul, Wham! (George Michael), The Verve, Snow Patrol, Scissors Sisters, entre otros artistas.

Summers se inició en el mundo de la música en 1977, a los 33 años. Había pasado nueve años en el ejército y un par más trabajando como operador de una máquina de rayos X. Una noche fue al club Vortex de Londres a ver a unas bandas de punk. Tenía ganas de meterse en el mundo de la música y dirigir todo lo que sucedía tras bastidores. Puso un aviso en el local que decía: “Bandas de punk que quieran tocar en el norte de Londres, contactar a Jazz Summers”.

El primero en caer fue el artista new wave Gary Numan, que por intermedio de su padre contactó a Jazz para organizar unos

shows. Fue el inicio de un camino exitoso y lleno de gratas sorpresas, con artistas de bajo o mediano reconocimiento. La regla de oro era que Jazz debía estar ciento por ciento convencido del cantante. En ese periplo apostó por bandas que no trascendieron más de un

show, pero esto le permitió a Summers conocer muy bien los aspectos más relevantes del negocio de la música. A mediados del 83, Jazz escuchó a la banda Wham!, liderada por George Michael y Andrew Ridgeley. Desde que les oyó cantar el tema “Wham Rap!”, quiso conocerlos para ser su mánager. Michael dijo que aceptaría, pero siempre y cuando Summers mejorara el contrato discográfico que tenía el grupo. Al año siguiente, Wham! y George Michael eran el acto más importante en Inglaterra y Estados Unidos gracias a las canciones “Careless Whisper”, “Wake Me Up Before You Go-Go” y “Freedom”. El álbum

Make it Big, publicado en el otoño del 84, se convirtió en todo un referente del pop de los ochenta y elevó a Michael a la categoría de superestrella.

Summers supo explotar la imagen de Michael. Cada movimiento con la prensa, con empresarios de conciertos, relacionistas públicos, fanáticos, con iniciativas para acercarse a países comunistas, fueron varios frentes bien aprovechados con miras a fortalecer una carrera en ascenso. Y así, en un abrir y cerrar de ojos, tocaron el cielo y ganaron millones de dólares, hasta que una mala movida de Summers hizo que Michael abandonara Wham! para emprender su carrera en solitario en febrero de 1986.

El momento no pudo ser menos oportuno y fue durante la entrega de los Brit Awards de 1986. George Michael quería iniciar su carrera en solitario y Summers, sin consultárselo, programó unos conciertos en Estados Unidos que estaban completamente vendidos. Fue el final de un matrimonio y el inicio de la empresa Big Life Management.

Summers tuvo que sufrir golpes como el vivido con Wham! a lo largo de su carrera como mánager y empresario. Superado el capítulo con George Michael, llegaron nuevos artistas interesantes, como Lisa Stansfield, Yazz y Soul II Soul, con los que Summers tuvo logros importantes, como reconocimientos de la academia inglesa. Los años noventa empezaron algo movidos por cuenta de problemas en su relación sentimental con la modelo Yazz pero con proyectos musicales muy interesantes, como Los Soup Dragons, banda escocesa que logró un importante reconocimiento en el Reino Unido gracias a los álbumes

Lovegod (1990) y

Hotwired (1992). El tema “I’m Free”, un

cover de Los Rolling Stones negociado por Summers, llevó a lo más alto al grupo y a la empresa Big Life. Además, manejó otras bandas del naciente britpop, como el caso de los Mega City Four.

A finales de 1996, gracias a Tim Parry, socio de Summers en Big Life, la empresa contactó a The Verve, un volcán del rock proveniente de Wigan, con mucho poder y ganas de trascender en la competitiva escena del rock inglés. Ese año, el britpop era un fenómeno masivo que había traspasado fronteras. Bandas como Oasis, Blur, Primal Scream, Manic Street Preachers, Pulp y Suede fueron responsables de un renacer del rock británico como no se veía desde el punk y el new wave. Con The Verve, Summers sacó toda la casta y talento de años de lidiar con tiburones en el mundo del rock. La banda venía trabajando en el tema “Bitter Sweet Symphony”, la canción que promocionaría el álbum

Urban Hymns. El productor Youth había usado un

sampler del tema “The Last Time” (The Rolling Stones), de 1966, incluido en el álbum

The Rolling Stones Songbook, con la Andrew Oldham Orchestra. Summers sabía que tenía en las manos el gran himno del rock inglés, y por cuenta de lo que después consideró un robo, tuvo que ceder la totalidad de los derechos del tema a nombre de Mick Jagger y Keith Richards.

Pero pese a no haber recibido ni un centavo por el tema, la canción elevó a The Verve como el mejor grupo de la Cool Britannia y “Bitter Sweet Symphony” se convirtió en un himno de toda una generación que les abrió la puerta de otros artistas a la empresa Big Life, como Snow Patrol y Scissors Sisters. Summers fue uno de los mánagers más importantes del rock inglés, gracias a su temperamento, visión y respaldo incondicional al artista. Si existió un hombre en el mundo de la música que ha dado lecciones de vida y sabiduría, ese fue Summers. Larga vida a un hombre que luchó hasta el último minuto.

Jazz Summers: el mánager que arriesgó todo

Entrevista hecha en 2014

En su libroBig Lifeusted afirma que los ejecutivos de las compañías disqueras no saben nada, que son unos camaleones; ¿por qué lo dice?

En realidad, porque estuve muchos años en esas compañías y tuve el gusto de ver cómo se trabaja allí. Cuando llegas por primera vez a una disquera, piensas: “Oh, Dios mío, esta es la persona de prensa y él debe saber todo sobre esto o aquello”. Pero poco a poco te vas dando cuenta de que están inmersos en una rutina y no ven más allá de lo evidente. No se detienen a pensar por un instante qué significa un nuevo disco de un artista, qué propone o cómo debe orientar la comunicación al respecto. Y así vas subiendo en el escalafón y notas que no saben nada; sucede con mercadeo, con los ejecutivos... Viven en un mundo paralelo.

Pero ¿eso siempre fue así o es un mal de esta época?

En los años ochenta, cuando la industria discográfica era muy grande y se vendían millones de discos, había muchos ejecutivos que no hacían absolutamente nada, salvo quedarse en la oficina viendo por la ventana. El que hace todo el trabajo para un artista es el mánager. Por ejemplo, Elton John tuvo a su lado a John Reid, quien se desvivía por él. Ellos se la pasaban más tiempo en las disqueras presionando, revisando, estando al tanto de todo. Sucedió igual con Led Zeppelin y Peter Grant. Peter era brillante, era quien hacía todo.

Recuerdo la anécdota del gerente de una compañía de discos que, en medio de una reunión de mercadeo, dijo desconocer la diferencia entre un tenor y un director de orquesta.

Por eso digo que los ejecutivos de discos no saben nada. Realmente yo adopté esta línea de pensamiento cuando leí

Adventures in the Screen Show, de William Goldman. Él decía que los ejecutivos de las películas no tenían la menor idea del negocio y citaba algunos ejemplos, como

Butch Cassidy and the Sundance Kid. En parte por eso decidí ir a las disqueras, con el fin de tener el control de lo que sucedía con mis artistas y evitar comentarios desacertados de gente que no sabe de este asunto.

Hace poco leí al columnista Bob Lefsetz sobre la actualidad de los artistas y decía que replegarse no es la mejor táctica para conectarse con la audiencia, incluso si eso significa solo sacar una buena canción para conquistarla. ¿Qué opina de esto?

Lefsetz está en lo cierto. Siempre ha sido así. Los actos más grandes y exitosos de todos los tiempos siempre se han sustentado en la buena música y la buena imagen de los artistas. Piense en Prince, por ejemplo; su imagen es sorprendente, cantando en vivo es excepcional y en los discos en estudio suena muy bien. Cualquier disco que él saca es superprolífico. Es un buen ejemplo de lo que dice Bob. Otro gran ejemplo es David Bowie, un artista que ha sabido cuidar su imagen y es consecuente con todo lo que propone.

¿Cree que el cambio que generó Napster en la industria del disco fue positivo?

En la década de los noventa, cuando las disqueras se dieron cuenta de que había una buena cantidad de dinero por la venta de discos, lo que hicieron fue subirle el precio a 15 o 17 dólares. La radio fue replegándose y solo promovían un corte de ese álbum durante un año. Entonces si el fan o seguidor quería tener solo esa canción, a pesar de que el resto del álbum era desastroso, igual debía comprarlo en su totalidad. Una movida astuta de la industria. Eso no era tan notorio en los setenta, cuando se encontraban obras sólidas que sostenían todo un álbum, como las de Pink Floyd, Elton John o Fleetwood Mac. En los noventa se llegó al punto más alto de deshonestidad en la industria.

¿Cree entonces que el presente y el futuro en la industria será promover los sencillos por encima de las obras completas?

En mi opinión, la industria de la música será más estrecha y todas las compañías reproducirán sencillos musicales. Solo con ver los índices de reproducción de ciertos artistas en Spotify queda claro cuál es el camino. Las disqueras más grandes no van a decir que están interesadas en invertir en un álbum sino que quieren empujar sencillos con artistas pop y sacar luego compilados con los artistas más respetados.

¿Qué opinión tiene de Spotify?

Cuando yo descubrí Spotify, hace unos años, pensé: “Por Dios, tienen 1.400 grabaciones de Chet Baker; ahora no necesito cruzar mi cuarto y recoger cada álbum de Baker, sino que lo tengo en un solo clic y puedo oírlo todo la noche”. Desde el punto de vista del usuario es muy bueno, pero pienso que la parte económica es muy injusta para el artista, increíblemente injusta.

¿Por qué dice eso?

Porque las grandes compañías disqueras están metidas en el negocio como accionistas; era lógico. Para funcionar adecuadamente, Spotify necesita todo el catálogo de una disquera. Entonces, ¿quién tiene el control del negocio? ¿Quién pone las tarifas de pago? Las disqueras, y eso en gran parte lo hace injusto porque además controlan la distribución de los artistas. Otro problema son las compañías de

streaming y los anuncios. Todo el tiempo nos dicen en Spotify que la música es gratis. ¿Qué tipo de personas estamos educando? Personas que no están dispuestas a pagar por el arte que crea un músico.

¿Y qué nos puede decir frente a la venta de catálogos anticipados que ofrece Spotify?

Además de los ingresos bajos que reciben los artistas, que me parece que es criminal porque trabajan con el esquema de 50/50, la preventa de catálogo es terrible. Supongamos que venden el catálogo de Snow Patrol en Islandia, pero jamás se reproduce; entonces el grupo nunca recibirá un centavo por su música. En este caso, los anticipos son más grandes que las ganancias y las compañías disqueras reciben la plata sin ser responsables de nadie.

Hablemos de la calidad de la reproducción en Spotify...

Es deficiente. Hace un par de semanas estuve donde un amigo y escuché un vinilo. Sé que está reactivándose y estoy seguro de que tomará cada vez más fuerza. Pienso que es necesario volver al vinilo porque es la forma ideal de oír la música.

¿Steve Jobs fue el gran responsable del debacle de la industria del disco?

Yo no culpo del todo a Steve Jobs, él fue un tipo hábil que puso a las disqueras contra la pared. Jobs fue el que determinó cuánto debía pagar un usuario por la música, no las disqueras. La industria estaba en

shock por lo que había pasado con Napster y él apareció como un salvador y dijo: “No se preocupen, yo me encargo de vender la música por ustedes, el precio es tanto”. Y la industria cayó y regaló a sus artistas. Luego el público legitimó que 0,99 centavos de dólar era lo que se debía pagar por un tema y 6,99 por un álbum. Nadie salió en defensa de los artistas, ni los propios artistas lo hicieron. Y Jobs lo que hizo fue usar la música como un medio para popularizar los iPods y los iPads y así masificar sus productos. Un gran mercader.

¿El éxito de una banda depende del talento de su mánager?

Sin duda alguna. Los artistas más grandes siempre han tenido a los mejores gerentes, hombres con visión que empujan a los artistas en la dirección correcta porque entienden a dónde deben ir. Los grandes mánagers conocen perfectamente la importancia del mercadeo, la publicidad y todo lo relacionado con la imagen para posicionar a un artista y explotarlo de la mejor manera. Mire por ejemplo a U2 con Paul McGuinness, Los Beatles, Los Rolling Stones con Andrew Oldham, Dylan... Todos ellos contaron con grandes mánagers.

Al principio de su libro habla de que hay dos tipos de estrellas en la música: los artistas y los diseñadores. Explíqueme un poco eso.

Bueno, en el libro cuento un poco lo que pasaba con los artistas en los años cincuenta y sesenta, y trato de explicar cómo se fueron moldeando en la medida en que los tiempos y la sociedad cambiaron. Revisé su formación y sus antecedentes y salieron temas interesantes. Por ejemplo, Elvis era camionero y Tommy Steele, marinero; ambos venían de la clase trabajadora, pero eran guapos y sabían mover las caderas. De repente, eran grandes artistas. Los Beatles fueron unos verdaderos artistas cuando empezaron a componer sus propias canciones, lo mismo Hendrix. En el lado opuesto está George Michael, que fue diseñador. Estudió detalladamente a Elton John y a Queen y así se moldeó como artista. Aunque un diseñador que es capaz de componer temas como “Careless Whisper” también tiene algo de artista.

Usted también pone el ejemplo de Paul McCartney en el libro. Dice que una persona que compone temas como “Blackbird” es un genio, pero que corre el peligro de banalizarse.

Así es, porque cuando la gente empieza a tratarte como Dios, tu música se vuelve como la de un diseñador. Basta con oír sus más recientes discos.

¿Y en qué punto ubica a los Stones?

Son artistas que cuando se sienten frustrados se pueden volver diseñadores. Pero más que artistas o diseñadores, los Stones son rock corporativo. A Jagger lo conozco hace 50 años. Siempre lo vi como una mezcla, medio artista medio diseñador, que supo canalizar a favor del grupo toda su energía. En la época de “Satisfaction” eran artistas, y en vivo sí que lo eran. Sonaban igual en estudio que frente al público. Pero en los setenta se volvieron diseñadores por cuenta del corporativismo.

Dylan es el prototipo del músico difícil de encasillar...

Dylan tiene un poco de artista y diseñador, pero es muy ingenioso para ocultar su lado diseñador. Él es un artista que progresó en cada álbum y que siempre ha sido honesto con su estilo. Incluso me atrevo a decir que no tiene canción mala. Es un tipo calculador, que sabe lo que hace, y por eso también es experto en tapar ese lado diseñador.

Otra estrella que encaja en esta descripción es George Michael, con quien usted trabajó en los ochenta.

Cuando lo conocí, George tenía 19 años. Nunca en mi vida había encontrado a alguien tan joven y con las metas tan claras. Sabía exactamente qué quería hacer. Cuando vi por primera vez a Wham! me parecieron fantásticos, eran como Sugar Hill Gang pero ingleses. Lo más impresionante era cómo las canciones podían unir a la gente y relacionarse con ellas. Crearon una banda sonora sin proponérselo.

Usted llevó a la cumbre a Wham! y George Michael. También a The Verve, el grupo de Richard Ashcroft. Pero ambos, en su apogeo, lo abandonaron. ¿Cómo sobrellevó esos momentos?

Cuando eso ocurre, uno debe hacer una pausa, mirarse en el espejo y analizar con cabeza fría qué sucedió. Cuando George Michael se fue, él estaba en lo correcto. Hubo un tema de mal manejo con unos negocios que a George no le gustó y él decidió que lo mejor era irse, dejar Wham! Fue durísimo, pero tenía toda la razón.

En los noventa, su visión, perseverancia y astucia pusieron a The Verve en lo más alto de la Cool Britannia gracias al tema “Bitter Sweet Symphony”, tal vez el gran himno de esa década junto a “Wonderwall”, de Oasis. ¿Qué piensa del empresario Allen Klein hoy en día?

Lo mismo que pensaba antes (aparte de que Allen se murió): que todo lo que pasó con “Bitter Sweet Symphony” fue un atraco moral. La forma como Allen manejó el tema de derechos con la canción fue incorrecta. Yo, por primera vez en mi vida, no pude hacer nada al respecto para resolverlo. Tuve que escoger entre estar de acuerdo con este robo o no sacar un disco que pasaría a la inmortalidad.

Cuando usted negoció con Klein habían acordado 50/50 respecto de los derechos de publicación, ya que la introducción de la canción estaba inspirada en una versión instrumental de “The Last Time”, de los Stones, publicada por Andrew Oldham en el álbum de 1966 con su orquesta.

Así es. Cuando negocié con Allen, todo el tiempo hablamos de 50/50 entre las partes involucradas, es decir, ABKCO y The Verve. El problema se desató cuando llegó el contrato y ahí se indicaba que el famoso 50/50 del que habíamos discutido estaba repartido entre Mick Jagger y Keith Richards, autores de “The Last Time”. Cuando lo llamé a decirle que había un error en el contrato, él sonrió sarcásticamente y dijo: “Todo está tan claro como un profundo cielo azul”. Un robo.

Y además la decisión implicó que Ashcroft y la banda no vieran una libra esterlina por el tema...

Tuve que escoger entre no sacar el disco o ceder el ciento por ciento sobre los derechos de

publishing. Tenía en las manos el gran himno de los noventa. “Wonderwall” fue una canción asombrosa, pero “Bitter Sweet Symphony” está por encima, tocaba el alma de la gente, en vivo la gente se desvivía cantándola. Parecía un tema de los cincuenta por el grado de universalidad que tomó. Era asombrosa. Apostamos, perdí y ganamos.

¿Es cierto que Allen Klein, en un gesto “solidario”, le mandó mil dólares a Richard Ashcroft por haber escrito la letra de la canción?

Así es, pero ese cheque nunca llegó a las manos de Richard. Lo rompí y lo tiré a la basura porque lo consideré un insulto hacia The Verve. Pero así negociaba Allen, ese era su

modus operandi. No en vano varios artistas terminaron detestándolo.

Coda: la noticia de la muerte de Jazz Summers llegó justo cuando se hacían las últimas correcciones del libro. Me queda una deuda grande con Jazz Summers y su familia y es intentar que

Big Life se publique en español. Haremos todo lo posible Mr. Summers. ¡Buen viaje!

Discografía selecta

Wham!

Make it Big (1984)

Wham!

Music from the Edge of Heaven (1986)

Yazz

Wanted (1988)

The Soup Dragons

Lovegod(1990)

The Verve

Urban Hymns (1997)

The Verve

Fourth (2008)

Snow Patrol

Final Straw (2004)

Snow Patrol

Eyes Open(2006)

Banda sonora

“Careless Whisper” (Wham!)

“Freedom” (Wham!)

“Last Christmas” (Wham!)

“Bitter Sweet Symphony” (The Verve)

“I’m Free” (The Soup Dragons)

“Lucky Man” (The Verve)

“Wake Me Up Before You Go-Go” (Wham!)

“Iron Sky” (Mega City Four)

“Run” (Snow Patrol)

“Chasing Cars” (Snow Patrol)

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