Sarah

Sarah


Capítulo 1

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Capítulo 1

Sarah se encontraba sentada en el suelo preguntándose que había hecho mal, ¿por qué la vida se ensañaba así con ella? nunca había hecho mal a nadie o al menos eso creía ella.

Los recuerdos agolparon su memoria, pensó «es verdad, a los quince fui desleal con aquel chico tan bueno y tierno, pero tenía sólo 15 años, quién podía pensar en amor verdadero a esa edad», pero ahora a sus treinta años era todo distinto, continúo lamentándose y llorando por aquella relación en la que estaba sumergida que no le daba más que tristezas.

Muy temprano Sarah se despertó sin ganas de ir a trabajar pues había estado llorando por horas, sus ojos estaban hinchados, en el trabajo sus compañeros notarían que algo le había sucedido y ya no quería escuchar los mismos sermones de siempre. Pero ni modo no había otra opción, tenía que a bañarse he irse a trabajar porque la renta no se pagaba sola, ni el maquillaje, perfumes y ropa que tanto le gustaba.

Sin embargo, ese día para Sarah no sería como todos los demás, el destino le tenía deparada una sorpresa. Desayunó de prisa, tomó su bolso, el paraguas y abrigo, en esos días las tormentas estaban a la orden, salió de casa rumbo al trabajo.

Miró el reloj, vio que ya era demasiado tarde así que decidió tomar un taxi.

—¡Demonios! no puedo creer que no esté disponible ningún taxi, llegaré tarde —el estrés la invadió por un momento, pero por suerte de la nada apareció un taxi.

Se subió sin dudar un segundo. —¿Dónde la llevo señorita? —le preguntó el taxista, al banco Central por favor dijo Sarah.

Al llegar le pagó al taxista, se bajó de inmediato olvidando en este su abrigo. Cuando quiso recuperarlo el taxi ya había avanzado, le gritó pero fue en vano el taxista no la escuchó.

Ya empecé mal mi día pensó. Entró al banco saludó a sus compañeros, excepto a ese malvado que la había engañado y por el cual había estado llorando gran parte de la noche.

Acudió a su escritorio para empezar con su trabajo y ver cuántos iban por un crédito.

Era casi medio día y ella ya se encontraba bastante exhausta, pues ese día tal parecía que les habían dado rienda suelta a los clientes, uno tras otro.

Nombró al siguiente cliente, pero tenía la mirada en el monitor de la computadora, así que no se percató de quien era el cliente.

—Dígame, ¿en qué puedo ayudarle?

—A decir verdad en nada señorita.

Cómo pensó ella ya enojada. —Disculpe entonces ¿a qué ha venido? —le preguntó.

Era un hombre como de 33 años, de buen porte, atractivo y se veía muy noble, él le respondió…

—Usted ha abordado mi taxi por la mañana, pero por la prisa que tenía dejó olvidado su abrigo en mi taxi, he venido a dejárselo.

Sarah sonrojada le agradeció tan amable gesto, el hombre por su parte se limitó a despedirse y salir del banco sin mayor atención.

En eso se le acercó Sofía su compañera de trabajo diciéndole…

—¿Viste que hombre tan guapo y con qué porte acabas de atender?

—Sí —le respondió Sarah, sin darle demasiada importancia, aunque por dentro se preguntaba cómo no me percate de que hombre tan atractivo manejaba el taxi, todo por venir pensando en Saúl, ese hijo de…

Se llegó la hora de salir del trabajo y a regresar como siempre a su departamento, a encerrarse, a deprimirse y a dormir, pero pensó —hoy no, hoy me voy al cine, a disfrutar de una buena película.

Se paseaba leyendo las sinópsis de las películas que estaban en cartelera, ninguna le convencía, hasta que decidió entrar a ver una, cuyo título le pareció interesante.

Se formó para comprar su boleto, compró unas palomitas y refresco, se dispuso entrar a la sala que proyectaba la película.

Pero que veían sus ojos ¡Oh por Dios! ahí junto a donde ella se sentaría estaba ese hombre apuesto del taxi —tranquila no te pongas nerviosa, respira, actúa con normalidad. Por más que quiso ser normal no pudo y accidentalmente derramó refresco sobre él cuando pasaba justo frente al chico.

—Lo siento, lo siento, soy una torpe, no quisé ensuciarte.

—Tranquila no pasa nada, sólo ha sido un poco de refresco, siéntate y disfrutemos la película.

Que hombre tan paciente y educado, nada que ver con el patán de Saúl se dijo así misma.

Trató de disfrutar la película, pero no lograba concentrarse después de su torpeza y por qué ese hombre la ponía muy nerviosa.

Por fin culminó la película, se apresuró a salir, en el pasillo se topo nuevamente con aquel hombre, él le sonrió y ella correspondió a esa sonrisa.

—Mi nombre es Raúl, creo que es justo ya que me presente.

—Soy Sarah —le dijo ella.

—Te invito a cenar sí no tienes planes y puedes.

¿Qué le digo? ¿que sí o que no? pensó ella.

—Claro que sí —le respondió ella, mientras pensaba no me habré visto muy aventada al decirle que sí.

Salieron caminando, justo a un par de cuadras estaba un muy buen restaurante para cenar algo. Se dispusieron a entrar, el camarero se les acercó.

—Les ofrezco algo de beber en lo que ordenan de la carta o ya saben que pedirán.

Raúl de inmediato dijo: —Lo mismo de siempre mi buen Elías.

Sarah no sabía que pedir así que dijo —lo mismo que el joven, por favor.

El camarero se alejó, con su pedido en mano, con la promesa de regresar tan pronto estuviera su orden.

Sarah y Raúl se observaban en silencio, pero nadie rompía el hielo, hasta que Raúl le dijo…

—Y bien Sarah cuéntame de tu vida —ella le comentó a grandes rasgos que era Contadora y trabajaba en el banco desde hacía seis años que básicamente era el único trabajo que había tenido desde que terminó su carrera Universitaria.

Él la escuchaba muy atento, ella le preguntó…

—Y tú, aparte de taxista ¿a qué te dedicas? —él sonrió antes de responderle.

—No soy taxista, precisamente ese taxi que manejaba hoy es de un amigo, por azares del destino hoy lo tenía yo, pero no soy taxista.

Sarah nuevamente sonrojada le dijo —discúlpame.

—No te preocupes, mira soy un pequeño empresario me dedico a exportar flores de todas variedades, hasta el momento me va muy bien, cuando gustes te invito a conocer mi negocio, ella asintió con la cabeza.

Transcurrió la noche, ellos charlaban como sí tuvieran años de conocerse, reían, se tocaban las manos entre palabra y palabra. Terminaron de cenar, él la acompañó en un taxi hasta su casa, se despidieron y quedaron en volver a verse.

—Me la pase excelente Sarah eres muy buena compañía.

—Gracias —le dijo ella—, también me la pase estupendo, nos vemos pronto.

—Hasta luego —le dijo Raúl despidiéndose de ella con un beso en la mejilla.

Sarah abrió la puerta del departamento, encendió la luz y ahí justo ahí estaba ese mal hombre, Saúl, esperándola.

—¿Qué haces aquí? lárgate con esa mujer con la que vives y a mi déjame en paz.

—No Sarah, he venido a pedirte perdón, por favor dame otra oportunidad, te demostraré que te amo y es contigo con quien quiero estar.

—Lo siento —dijo Sarah—, ya he soportado mucho, te he pasado tantas y tantas cosas que ya se te hizo costumbre fallarme siempre.

—No Sarah, esta vez es distinto ó ¿acaso ya andas con el tipo con el que acabas de llegar?

—Claro que no, no digas sandeces no somos iguales Saúl y por favor vete de mi departamento que ya es noche y quiero dormir.

—Lo haré me iré, pero tenemos una conversación pendiente.

—Sí ya vete, estoy cansada. —Saúl quisó darle un beso ella lo rechazó, Saúl salió hecho una furia y se fue.

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