Sarah

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PARTE 10. SARAH » Capítulo 6

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Capítulo 6

Sus bocas se unieron con lentitud. Una caricia húmeda en la que sus lenguas hablaron, acallando los demonios que los inundaban, buscando saciar la pasión que emergía entre ellos. Besos sutiles que aumentaron de intensidad cuando sus cuerpos reclamaron un mayor contacto, que, al estar vestidos, no lograban.

Sus cuerpos se revolvían.

Sus manos acariciaban, pero no se saciaban…

Un sonido de impotencia se escuchó por la habitación, al mismo tiempo que Miguel se apartaba con rapidez de ella.

Sarah fue a quejarse; lo quería a su lado, quería seguir tocándolo, lo quería dentro de ella…, pero, al comprobar que él se quitaba el jersey que llevaba, dejando expuesto su tórax, cambió el gesto de su cara y no pudo evitar que sus dedos recorrieran ávidos los músculos que acababan de aparecer ante ella.

Él la observó desde su posición, deleitándose con la caricia que le prodigaba, memorizando lo que su cuerpo sentía ante su contacto…

Sus respiraciones aumentaron…

La temperatura del cuarto creció.

Sus miradas se encontraron y el deseo inundó los ojos de ambos.

Sarah le regaló una sonrisa traviesa que en un primer momento lo confundió hasta que se dio cuenta de que le estaba desabrochando el vaquero para permitir que sus manos desaparecieran por el interior del bóxer.

Un sonido de placer se le escapó de entre los labios en cuanto la sintió.

Notó como atrapaba con delicadeza su miembro erecto y sin demorarse mucho comenzaba a mover los dedos por toda su envergadura volviéndolo loco.

Su pene crecía de tamaño…

Un tumulto de sensaciones se agolpaba en su interior…

Su necesidad por ella crecía…

Buscó su mirada y, tras emitir un nuevo gruñido, se abalanzó sobre su cuerpo.

Posó su boca con voracidad sobre sus labios y la devoró mientras sus manos se trasladaban hasta el final de su jersey y se colaban por debajo de la prenda. Ascendió con desesperación, buscando alcanzar su destino, cuando de pronto se topó con una frontera de delicada tela que no le impidió proseguir. Sus dedos llegaron hasta el enhiesto pezón, que asomaba por entre la fina lencería, y se deleitó con su tacto.

Su dueña gimió…

Su cuerpo se quejó…

Quería más…

Ansiaba más…

Él se trasladó hasta su cuello y dejó que su lengua la saboreara. Le mordió el lugar donde se une el cuello con el hombro, arrancándole un nuevo gemido, y, sin dilación, fue en busca de sus pechos.

Le subió el jersey que llevaba todo lo que pudo, dejando expuestos los senos ante sus ojos, y los observó con un hambre voraz, relamiéndose de pura anticipación ante el banquete que esperaba darse.

Sarah lo miró con deseo y no pudo evitar que sus manos se lanzaran de nuevo sobre el cuerpo masculino para tocarlo. Quería sentirlo, memorizar cada uno de sus músculos…

Lo necesitaba.

—Miguel…

Este la observó en cuanto escuchó su nombre, pasó uno de sus dedos por la boca femenina, delineando sus labios, y sintió la humedad de su lengua. Descendió por su cuerpo hasta los pechos que asomaban entre la delicada lencería y comenzó a atormentar el pequeño pezón.

Sarah gimió ante el contacto y él sonrió.

Atrapó con su boca uno de los pechos, arrancándole un grito de placer que le supo a gloria. Besó con fruición, dejó que sus dientes jugaran con el pequeño botón para a continuación permitir que su lengua lo lamiera con cuidado, con lentitud…

Sarah suspiró al sentirlo y su cuerpo, de manera involuntaria, buscó las caderas de su amante. En cuanto sintió el roce de su duro pene, enrolló sus piernas alrededor de la cintura de este y comenzó a moverse intentando saciar su deseo.

Miguel no tardó en seguir sus movimientos, acercándose hasta el lugar donde sus cuerpos exigían estar unidos.

—No podemos seguir así —le susurró, alejándose de ella con reticencia.

Sarah se apartó los rizos que le caían sobre la cara y suspiró.

—Pues pongámosle remedio…

Miguel le sonrió y con celeridad se deshizo del vaquero, junto al bóxer. La miró, arqueando una de sus cejas, y esperó.

—¿Vas a tardar mucho?

Sarah sintió como sus pómulos enrojecían. Se había quedado obnubilada ante la visión que tenía delante de ella: Miguel en todo su esplendor; desnudo, perfecto, bello…

—Sarah… —la llamó al ver que no reaccionaba—. ¿Estás bien? —preguntó acariciándole la mejilla—. Si no quieres…

Ella negó con rapidez, volviendo al presente, mientras intentaba quitarse la ropa, pero tumbada, con él encima, era casi imposible.

Miguel se carcajeó al ver sus fallidos intentos.

—¿Te ayudo?

Ella lo pellizcó y trató de alejarse de su lado.

—No te rías de mí…

Él siseó y la tomó de la cara, intentando que lo mirara, pero lo rehuía.

—Sarah… —le suplicó en apenas un susurro, logrando detenerla.

El silencio los envolvió; un silencio solo roto por el ruido de sus alteradas respiraciones y de los latidos de sus corazones.

Se miraron…

Él acarició su cara.

Ella posó las manos en su espalda, dejando que subieran y descendieran por su superficie mientras sus dedos realizaban dibujos inconexos.

Los dos pendientes de cada uno de sus movimientos, con sus miradas entrelazadas.

Y, pasados unos segundos, sus bocas se volvieron a encontrar.

Los besos se sucedieron de nuevo, los gemidos se repitieron y sus cuerpos clamaron por un mayor contacto.

Miguel no tardó en separarse de ella con celeridad con un único propósito: quitarle la ropa.

Sarah sonrió agradecida en cuanto estuvo desnuda ante sus ojos. Movió una de sus manos y lo animó a que regresara a su lado, pero él tardó en hacer lo que le pedía porque prefería observarla con detenimiento, dejando que sus manos la acariciaran, venerando su cuerpo con adoración.

—Miguel… —le suplicó, esta vez en voz alta.

El chico la miró a los ojos y, ante su nueva petición, atrapó su mano y se tumbó sobre ella, permitiendo que su miembro se adentrara en su interior, arrancándole un gutural gemido que bebió de entre sus labios.

Sus cuerpos se encontraron.

La espalda femenina se arqueó ante el contacto y él aprovechó para profundizar su invasión.

La respiración se les cortó.

Sus corazones latían desbocados.

Ella lo arropó, y el calor de sus paredes vaginales lo tentó, provocando que su cuerpo comenzara a moverse, buscando una mayor fricción.

Las manos femeninas se posaron en su trasero y elevó sus caderas animándolo a que ahondara en sus movimientos, intentando alcanzar su objetivo.

Él atrapó su labio inferior y dejó que la lengua traspasara su boca, buscando a su gemela.

Sarah arqueó su espalda ante una de sus acometidas.

Miguel gimió ante el contacto.

Ella suspiró.

Sus cuerpos bailaban, sus manos acariciaban y sus resuellos ponían la banda sonora que los acompañaba.

Inspiraban…

Espiraban…

El olor a sexo se entremezclaba con sus aromas…

Sus miradas ancladas, compartiendo los besos que llevaban todo el día sin prodigarse, intentando saciarse de las caricias que no se habían dado…

Amándose…

Uniéndose…

Una nueva estocada…

Una nueva acometida…

Los gemidos se sucedieron…

Sus ojos se buscaron…

Sus cuerpos clamaban llegar al final deseado, ese en el que estarían saciados, pero… sus dueños no estaban por la labor. Las caricias y los besos hablaban de prolongar ese dulce tormento que los dos habían comenzado.

Ninguno quería terminar…

Ninguno quería separarse…

Sarah atrapó sus labios y encorvó la espalda buscando una mayor cercanía.

La mano de Miguel descendió hasta el lugar en el que sus cuerpos se unían y acarició el pequeño brote inflado, que conseguiría que su amante alcanzara el clímax, mientras aumentaban sus movimientos.

Estaban cerca…

Lo notaban…

Lo sentían…

Sus miradas se encontraron…

Miguel le acarició el rostro.

Ella buscó su mano para darle un beso y arqueó la cadera de nuevo.

Él gritó ante el contacto.

Sarah repitió el movimiento.

Los dos se observaron.

El pene se adentró aún más en ella y ella gimió de placer al verse desbordada por multitud de sensaciones.

Miguel no tardó en acompañarla… feliz, saciado, sintiéndose amado.

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