Sarah

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PARTE 10. SARAH » Capítulo 7

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Capítulo 7

—¿Cómo fue? —Sarah se volvió hacia él en la cama.

Habían pasado la noche el uno en brazos del otro, sin apenas darle tiempo al cansancio a aparecer entre ellos. Conociendo sus cuerpos, compartiendo besos y caricias…

Mirándose…

Memorizando cada una de las líneas de expresión de sus rostros…

Hablando cuando se sentían saciados.

Miguel observó su cara y le apartó uno de los rebeldes rizos que caían sobre ella.

—¿El qué?

—Vivir en un hogar de acogida…

Él delineó sus cejas y le dio un rápido beso en los labios, para a continuación dejarse caer boca arriba sobre el colchón.

—Bien…, supongo.

La joven se incorporó levemente y se tumbó sobre su pecho, dejando que sus dedos lo acariciaran con lentitud.

—¿Supones?

Sonrió con tristeza.

—Dentro de lo que podría haber sido mi vida… —la miró con cierta rendición—, fue de lo mejor que pudo ocurrirme.

Sarah arrugó el ceño.

—Si no quieres contarlo…

Posó una mano en su mejilla.

—No es algo agradable…

Le dio un dulce beso interrumpiéndolo y lo abrazó con fuerza.

—No hace falta —insistió—. No quiero que se empañe este mágico momento con tristes recuerdos.

Le pasó una mano por los rizos y suspiró.

—Mis padres me vendían al mejor postor…

Ella emitió un grito ahogado y lo miró.

—No puede ser.

Asintió y le volvió a acariciar la cara.

—Cuando en el colegio sospecharon algo, los servicios sociales y la policía me sacaron de allí…

—¿Y conociste a Martín?

Una sonrisa apareció en su rostro, ofreciéndole la luz que había desaparecido por unos instantes de este.

—En el hogar de acogida —confirmó.

—¿Martín es importante en tu vida?

Asintió mientras enrollaba uno de los dedos en los rizos de ella.

—Es mi hermano… —Cerró los ojos—. Él y Tony.

—Tu familia… —No era una pregunta, sino una afirmación.

—Siempre había pensado que la familia debía tener lazos consanguíneos, pero con el tiempo he aprendido que la sangre puede ser cruel… —le pasó un dedo por el puente de la nariz—, y en cambio hay gente cercana con la que no te une ninguna relación filial, pero que puede llegar a ser tu hermano o tu padre.

Sarah fijó su mirada en los ojos verdes, donde se libraba una batalla campal entre los malos recuerdos que le traía esta conversación y los buenos y felices.

—Me dijiste que, gracias a la familia de Tony, Martín y tú os convertisteis en quienes sois hoy…

—Sin ellos no sé dónde habríamos terminado. —Sonrió con pesar—. Nos ayudaron, nos permitieron estudiar y nos ofrecieron su cariño. Tuvimos mucha suerte…

Ella le pasó los dedos por la boca.

—No estoy de acuerdo.

Miguel la observó confuso.

—Gracias a ellos, estoy aquí —insistió.

Sarah le dio un beso.

—Sí, gracias a ellos… —repitió descolocándolo aún más—, pero tras conoceros, a Martín y a ti, vuestro tesón, vuestra cabezonería… —Lo golpeó con el dedo en la sien—. No habríais dejado que nada os hundiera; lo habríais pasado peor que sin la ayuda de los padres de Tony…

—Eso no lo dudes.

Ella asintió.

—Pero habríais salido adelante… Juntos. —Se puso a horcajadas sobre él y atrapó su cara—. Si el destino os unió en aquella casa, seguro que fue porque sabía que os necesitabais, que os apoyaríais y os ayudaríais. Dos hermanos unidos por las casualidades para sortear los diferentes problemas que la vida os pondría delante.

Miguel arqueó una de sus cejas y sonrió.

—Tienes mucha fe en nosotros…

Le dio con el dedo en la punta de la nariz.

—Desde que nuestros caminos se cruzaron…

—Desde que empezaste a trabajar en el bar de Boris…

Ella asintió.

—Y no dejaste de aparecer todos los días…

Miguel sonrió.

—Había cierta camarera que me volvía loco.

—Te he ido conociendo —continuó con su explicación, sintiendo como sus mejillas enrojecían levemente ante el comentario— y sé que puedes llegar a ser muy persistente.

El joven pasó las manos por sus desnudos brazos.

—Cuando quiero algo, no me detengo hasta conseguirlo. —Dejó que sus dedos le acariciaran los pechos.

Sarah sintió como su cuerpo volvía a reaccionar ante su contacto.

—Por desgracia, lo he… —Ahogó sus palabras cuando le pellizcó uno de sus pezones—. Lo he comprobado.

Miguel sonrió travieso.

—¿Por desgracia? —Descendió sus dedos por el liso estómago y llegó hasta su pubis.

Ella arqueó su espalda, permitiéndole que accediera a la zona.

—No… Sí…

Él se rio mientras sentía su humedad.

—¿No lo sabes?

Sarah llevó su mano hasta donde se encontraba la de su amante y lo detuvo.

—Me desconcentras…

—Perdona, pero verte así… —Movió la cabeza de arriba abajo, dejando que sus ojos se posaran por su cuerpo desnudo, consiguiendo que una leve rojez le cubriera la piel—. Es difícil concentrarse cuando tienes encima de ti a la tentación en persona.

Sarah no pudo evitar regalarle una tímida sonrisa. Se echó hacia delante, acercándose a su cara, y le susurró:

—Pero si no me dejas hablar, no podré explicarme… —Nada más terminar, emitió un grito de sorpresa.

Miguel elevó una de sus cejas y sonrió. Al haberse movido la joven, daba vía libre para que sus dedos se adentraran en su interior.

—Puede que tenga mecanismos que ayuden para que no des tantos rodeos…

Sarah se mordió el labio inferior al sentir como su cuerpo era invadido.

—Pero quería decirte algo muy serio…

Él atrapó su boca y dejó que su lengua le acariciara los labios.

—Y estoy deseando escucharte.

Ella suspiró, lo miró a los ojos y sintió como la sangre que circulaba por sus venas comenzaba a alterarse ante la íntima caricia.

—Miguel, yo…

Este le mordió la barbilla.

—¿Sí, Sarah…?

Suspiró y cerró los ojos.

—Creo que…

El dedo masculino hizo un movimiento que le robó el aire.

—¿Qué crees? —preguntó entre divertido y excitado.

Sarah gimió, se mordió de nuevo el labio e intentó incorporarse para dejar más espacio a los movimientos de su amante, pero este se lo impidió. La atrapó del cuello y acercó sus caras.

Sus miradas se enfrentaron, midiendo la resistencia de sus dueños.

—No puedo… —rogó.

Miguel la besó y detuvo los movimientos con que la atormentaba.

—¿Mejor?

Ella le regaló una media sonrisa, arrancándole una carcajada.

—Bueno…

Él le dio un nuevo beso y le golpeó la punta de la nariz.

—Date prisa y seguiremos…

La mirada azul brilló ante la promesa.

—Te quiero.

Miguel abrió los ojos de par en par. La tumbó boca arriba en la cama y observó su cara sonriente.

—Espera, espera…

Sarah no pudo evitar reírse ante su desconcierto.

—Creí que preferías tu método de tormento.

Él gruñó y se abalanzó sobre ella, mordiéndole el cuello.

La joven gritó por la sorpresa, para gemir a continuación al sentir como la boca masculina atrapaba uno de sus senos.

—¿No vas a decir nada? —Él negó con la cabeza sin separarse del pecho—. Miguel…

Pero el joven la ignoraba, más pendiente de las caricias que le prodigaba que de lo que su dueña reclamaba.

—Miguel… —lo llamó de nuevo, pero lo único que hizo fue desplazar su atención hacia el otro pecho.

Sarah arqueó su cuerpo cuando los dientes atraparon su pezón y gimió de placer.

Le gustaba lo que le hacía… La volvía loca, pero necesitaba una reacción por su parte ante su confesión.

Lo agarró del cabello y tiró de él.

—¡Eh! —se quejó Miguel mirándola por primera vez desde que le había dicho que lo quería—. No sabía que te fuera el sado, pero…

Ella le sonrió.

—No seas tonto… —Hizo un mohín.

Arrugó el entrecejo y se acercó hasta su cara.

—¿No te gusta? —se interesó, refiriéndose a sus caricias.

Sarah asintió de inmediato.

—Sí… Es solo que…

Miguel sonrió ante su desasosiego.

—¿Qué, pequeña?

Posó la mano en su mejilla y enfrentó su verde mirada.

—Parece que no te importa mi anuncio.

Amplió su sonrisa y delineó sus labios.

—Acabo de vivir el momento más importante de mi vida.

Ella arqueó sus cejas.

—¡Pues quién lo diría! —Se carcajeó—. Y encima te ríes de mí…

Miguel la besó acallándola. Se colocó encima de ella, con cuidado de no aplastarla, y llevó su mano hasta su erecto pene para ayudarlo a introducirse en su interior.

Sarah gimió al sentirlo.

—No sabes lo que significa para mí que me hayas declarado tus sentimientos. —Movió sus caderas, arrancándole un suspiro—. Es el momento más feliz de mi vida.

Ella se recolocó debajo de él, buscando un mayor placer, y lo miró a los ojos.

—No lo parece… —musitó—. Es como si no le dieras importancia…

Miguel atrapó su labio inferior nada más escucharla, para pasar a continuación al superior, mientras sus caderas se movían.

—El problema es que ya lo sabía.

Sarah lo miró confusa y posó las manos en su trasero, deteniéndolo.

—¿Lo sabías?

El chico asintió. Le besó el cuello y la miró de nuevo a los ojos.

—Sabía que solo necesitabas tiempo para reconocértelo a ti misma y entonces me lo confesarías…

Ella le golpeó el culo.

—Serás…

Miguel le sonrió mientras reanudaba sus movimientos.

—Pero es verdad que escucharlo de ti, con tu voz, con esa mirada que me has regalado… Aquí, compartiendo este momento… Ha sido increíble.

Sarah abrió sus piernas para facilitar sus movimientos.

—Me alegra que haya confirmado tus sospechas…

—¿Sospechas? —La besó en la boca—. Pequeña, no era una sospecha sino una realidad.

Ella no pudo evitar reírse al escucharlo.

—Eres un vanidoso…

Miguel atrapó uno de sus pechos y le sonrió.

—Pero me quieres.

Solo pudo asentir ante la verdad mientras lo sentía dentro de ella.

—¿Y tú? —preguntó en apenas un susurro.

Él detuvo sus movimientos por unos segundos y buscó su mirada.

—¿No es evidente?

Sarah ladeó la cara y negó, pero su sonrisa la contradecía.

—Quizás…

Miguel gruñó y ahondó todavía más dentro de ella, arrancándole un gemido gutural.

—Te amo con locura, pequeña.

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