Samantha

Samantha


Capítulo 7

Página 8 de 23

Capítulo 7

 

 

Ayer en cuanto llegamos de vuelta a la mansión me fui inmediatamente a mi habitación. Sin hablar con nadie, ni siquiera con Nathan que estaba esperando a recibir noticias sobre mi abuela, pero estaba cansada físicamente por el viaje, y mentalmente de darle tantas vueltas a las cosas. Ya ni siquiera puedo dormir un par de horas seguidas sin despertarme por culpa de las preocupaciones. Así que, cuando el reloj da las cinco de la mañana, ya estoy fuera de la cama preparándome para una sesión de ejercicio. Salgo al pasillo, y diviso una pequeña raya de luz en el suelo que procede del despacho de mi padre. Tal y como me pasa a mí, el insomnio también le hace compañía por las noches, pero seguro que a él le atormentan más cosas.

Bajo las escaleras intentando no hacer mucho ruido, y voy a la cocina a tomarme un zumo para no tener el estómago vacío antes de dirigirme al gimnasio. Una vez allí empiezo a calentar un poco y a estirar antes de ponerme con el saco. A las siete es cuando suelen levantarse los demás, así que aún me queda más de una hora en completa soledad para machacarme a mi antojo. Mi cuerpo se impregna de sudor conforme pasan los minutos y mis latidos aumentan también en consecuencia del ejercicio, y podría seguir así durante un buen rato, pero tengo cosas que hacer antes de la fiesta. Así que en cuanto me percato de que Ian está despierto, dejo el saco a un lado, y le comento que pretendo salir y que debe llevarme en cuanto me dé una ducha.

Media hora después ya estoy lista para irnos, y parece que el chico nuevo también. Esta vez no he informado a Nathan acerca de mis planes, y eso es porque estoy segura de que no me dejaría marcharme sola con Ian a la ciudad sabiendo que Sharaf ronda por estos lares. Me obligaría a ir también con Dereck, Helena o Tay, y no me agradaría tener tantos ojos puestos en mí mientras me hacen un tatuaje.

Creía que el camino hasta el estudio de tatuajes se me iba a hacer más largo puesto que después de lo de ayer esperaba que Ian reaccionase de otra forma ante mi rechazo, en cambio está como si no hubiese pasado nada. Sigue haciendo bromas y atosigándome a preguntas que jamás le respondería a nadie pero que por alguna razón sí se las contesto a él.

Llegamos al estudio, e Ian se queda inmóvil durante unos segundos mientras analiza el sitio con la mirada.

—¿Otro tatuaje? —insinúa algo confuso.

—Siempre es un buen momento —aseguro con una sonrisa antes de adentrarme en el local.

El Adonis me sigue muy de cerca, y cuando me detengo frente a un mostrador que hay a mano izquierda de la puerta, comienzo a hablar con la chica que está atendiendo y que por lo visto solo tiene ojos para Ian. Creo que ni siquiera ha escuchado lo que le he estado diciendo mientras se le caía la baba con mi guardaespaldas.

—¡Eh! —exclamo dando un golpe con la palma de la mano en la mesa—. ¿Podrías mirarme cuando te hablo?

—Lo siento —responde roja como un tomate—. Me habías dicho que te llamas Samantha, ¿cierto? —añade ahora buscando mi nombre en la agenda.

—Así es —confirmo dejando escapar un suspiro—. ¿Me encuentras?

—Sí, y puedes ir pasando ya. Giovanni lo está preparando todo para atenderte —concluye con cierto nerviosismo mientras me señala la puerta al fondo del pasillo.

—De acuerdo, gracias —le agradezco de mala gana.

Giovanni es en el que he estado depositando mi confianza en los últimos años para que me haga los tatuajes, y sé que el resultado no me defraudará, aunque tendré que replantearme seriamente el volver aquí si esa estúpida de la entrada sigue trabajando para él.

—¡Buenos días, Sam! —me saluda enérgicamente Giovanni en cuanto me ve aparecer—. Hace tiempo que no venías, ya creía que me habías cambiado por otro tatuador —insinúa entre risas.

—No voy a negarte que se me ha pasado por la cabeza —advierto provocando que vuelva a reír cuando yo hablaba totalmente en serio.

—¿Qué es lo que quieres esta vez?

—La Vara de Esculapio justo aquí —declaro deshaciéndome de la chaqueta de cuero para levantarme luego la camiseta y así indicarle el lugar donde tengo la cicatriz de cuando me hirieron el día que mataron a Salvador.

—¿El símbolo de la medicina? —espeta sorprendido.

—Es para recordar a un buen amigo —aclaro evitando la mirada de Ian que está intentando descifrarme como de costumbre.

—De acuerdo, siéntate de espaldas y retírate la camiseta —me ordena antes de recolocarse los guantes.

La máquina de tatuar comienza a hacer ese ruidito que la caracteriza, y noto cómo las agujas penetran en mi piel una vez tras otra dejando una huella de tinta. Duele un poco, pero logro mantener la compostura. Este proceso es algo a lo que estoy bien acostumbrada. En cambio Ian está sufriendo más que yo al contemplar las agujas atravesar la corteza de mi cuerpo, y la inquietud no lo abandona hasta que Giovanni termina el tatuaje y por consecuente apaga la máquina.

—Esto ya está listo —declara una vez que acaba de limpiar el tatuaje—. Ya sabes dónde está el espejo.

—Claro —le confirmo dirigiéndome hacia él.

—Mientras tanto voy un momento a comprobar la hora de la siguiente cita, no tardo —asegura antes de marcharse y dejarme a solas con el Adonis.

Observo detenidamente los nuevos trazos de tinta que llevo en la piel, y sonrío tontamente al pensar en Salvador y en lo que esto representaba para él. Necesitaba sentirlo cerca en este día tan importante y que tanto he deseado que llegase, que es el final de mis estudios. A partir de ahora Nathan me dejará a cargo de gran parte de sus negocios para que me vaya haciendo una idea de lo que me depara el futuro.

—Así que a esto te referías con lo de que no me gustaría lo que hay debajo de tus tatuajes —espeta acercándose a mí.

Me bajo la camiseta y giro sobre mis talones para quedar frente a él. Este es uno de los temas que más me cuesta hablar, ya que cada tatuaje tiene su historia, y cada uno oculta una cicatriz.

—¿Qué es lo que esconde este? —pregunta deteniendo su paso a unos centímetros de mi persona para luego introducir su mano por la parte de detrás de mi camiseta y pasar la yema de sus dedos por un diente de león del que salen volando unos pájaros pequeñitos.

—Sabrás lo que es un cartucho de perdigones, ¿no? —le pregunto sintiendo que mi corazón late a mil por hora. Y ya no sé si es por la mano de Ian que recorre mi espalda o por la tensión que me causa este asunto.

Asiente con la cabeza, y sin dejarme añadir nada más, me atrae hacia él, y me arropa entre sus brazos. Es tan grande que casi logra cubrirme entera con su cuerpo, y creo que en parte por eso me parece tan reconfortante. No sé qué ha pasado, ni a qué se debe este abrazo, pero le agradezco enormemente que haya cesado de hacer preguntas y no haya insistido. No sé si hubiera podido terminar de contarle la historia sin llorar, y eso que hace tiempo que desistí de hacerlo. Llorando no se soluciona nada, repetía Sharaf una y otra vez. Incluso cuando me disparó causándome la herida por la que se ha interesado el chico nuevo y pasé más de una semana en cama. Así que le devuelvo el abrazo, y él me besa la sien para luego estrecharme más fuerte entre sus brazos.

Giovanni regresa, y al vernos así pretende volver a irse para dejarnos intimidad, pero Ian y yo nos separamos rápidamente, y le pido que no se vaya. El tatuador se queda inmóvil sin saber muy bien qué hacer, ya que la mirada del Adonis le indica que haga lo contrario de lo que le acabo de decir, pero sabe que la última palabra la tengo yo, así que termina por obedecerme y comienza a explicarme como tantas otras veces el proceso que debo ejecutar para que el tatuaje se cure adecuadamente.

Nos despedimos una vez que Giovanni me asegura que siempre intenta tener a sus mejores clientes contentos, y que en esta ocasión invita él. Intento rechazar su ofrecimiento, pero es persistente, al igual que yo, aunque como la chica de la entrada me ha sacado de quicio, lo acepto como compensación. Salimos al pasillo que conduce a la salida, pasando por el mostrador donde sigue la misma idiota de antes que le dice adiós a Ian con la mano mientras se lo come con la mirada, y este le sonríe. Una fuerza superior a mí pretende salir de mi cuerpo, y dejarle claro a la chica cuál es su lugar, pero mi nuevo guardaespaldas consigue detenerme sujetándome de un brazo para llevarme con él hacia afuera.

—¿Qué ibas a hacer? —pregunta alzando una ceja.

—La pregunta idónea es: ¿qué estabas haciendo tú? —le increpo sacudiendo mi brazo con brusquedad para deshacerme de su agarre.

—Siendo amable —asegura encogiéndose de hombros.

—Pues no vuelvas a ser amable con nadie, al menos cuando yo esté delante —le advierto sin saber muy bien por qué.

—¿Estás celosa? —añade ahora con una sonrisa.

—Yo no sé lo que es eso —afirmo girando sobre mis talones para dirigirme al coche.

—Es justo lo que has sentido cuando le he sonreído a la chica de ahí dentro —argumento sin moverse del sitio provocando que vuelva a girar sobre mis talones para quedar frente a él y golpearlo en el brazo.

—Deja de decir tonterías y vámonos —ordeno intentando aparentar seriedad.

La sonrisa de Ian no desaparece de su boca en un buen rato, pero yo no me explico qué es lo que le resulta tan divertido de todo esto.

Necesito realizar ciertas gestiones antes de regresar a la mansión, por lo que indico a Ian los sitios a los que debe dirigirse, y perdemos casi toda la mañana haciendo recados. Normalmente me aburriría yendo a estos sitios con Helena, pero con el chico nuevo es diferente. Con ella estaba deseando volver a casa, y con él preferiría no volver más.

—¿Dónde tenemos que ir ahora? —inquiere el Adonis algo cansado.

—Tengo hambre —admito pasando la mano por mi estómago—. Así que la próxima parada será un sitio donde hagan buenas hamburguesas —declaro alegremente.

—Conozco un lugar en el que las hacen para chuparse los dedos, aunque Maya me mataría si se entera que he ido sin ella —confiesa cambiando de dirección para llevarnos hasta el establecimiento del que me ha hablado.

—No tienes por qué ir sin ella, podríamos pasarnos a recogerla antes de ir —sugiero con cierto entusiasmo sin entender muy bien del todo la razón por la que lo hago.

—¿Estás segura? —inquiere sorprendido.

—Sí, claro —escupo nuevamente sin pensarlo antes siquiera.

—De acuerdo —acepta tras sopesarlo unos segundos—, voy a llamar a casa para que esté preparada cuando lleguemos.

Y mientras suena el pitido de llamada dentro de todo el coche a causa del manos libres, empiezo a desear con todas mis fuerzas que nadie conteste. Solo ha pasado un minuto y ya me estoy arrepintiendo de haberle propuesto este plan, ya que es peligroso tener a una niña cerca de mí que soy propensa a los golpes, los disparos y la sangre. Se podría decir que Problemas es mi segundo nombre.

—Nadie responde —confirma tras tres intentos.

—Quizás no están en casa —insinúo implorando que así sea.

—Al igual que tú controlas a los tuyos, yo también me mantengo al tanto de lo que hacen los míos, o las mías, mejor dicho —replica dedicándome su sonrisa durante unos instantes.

Continúa conduciendo en silencio hasta que llegamos a su casa, y está tan concentrado en aparcar el vehículo que no se percata de un pequeño perrito que hay en mi lado de la carretera.

—Ian… —comienzo a decir advirtiendo que ignora la presencia del animalillo—, frena. ¡Frena, frena! —añado alzando la voz al comprobar que prosigue su camino.

—¿Qué ocurre? —me increpa frunciendo el ceño.

Me quedo callada, y bajo del coche seguida por el gris de sus ojos. Camino hasta la parte frontal del vehículo y me agacho para coger al cachorrito y retirarlo de la calzada mientras mi guardaespaldas estaciona finalmente el automóvil.

—No tenía ni idea de que estaba ahí —se excusa uniéndose a mí en la acera.

—Creo que tanto él como yo nos hemos dado cuenta —bromeo dejando escapar una pequeña carcajada.

—Seguramente se haya escapado de casa del vecino, su perra hace poco tuvo una camada. Se lo llevaré —me informa haciéndose con el animalito—. Tú mientras puedes ir entrando, la puerta suele estar abierta.

—¿Quieres que me presente ahí sin ti?

—Tranquila, nadie va a morderte —asegura poniéndose en marcha.

No creo que el miedo a que me muerdan sea exactamente lo que me echa para atrás, pero eso es algo que no voy a decirle.

Doy un par de golpecitos en la puerta y me quedo a la espera de que alguien conteste, aunque no obtengo respuesta. Y tal y como ha dicho Ian, la puerta está abierta, así que decido entrar. Una vez que estoy en el pasillo de la casa, empiezo a escuchar una especie de sollozos de una mujer proveniente del comedor, que sospecho que es la hermana del chico nuevo. Avanzo despacio intentando averiguar qué es exactamente lo que está pasando, y casi muero de un infarto cuando se abre a mis espaldas la puerta del armario que hay al lado de la entrada. Es Maya, y está totalmente aterrorizada.

—¿Sabes cuál es la casa de tu vecino que tiene una perra y cachorritos? —susurro, a lo que la hija de Ian asiente con las mejillas llenas de lágrimas—. Ahí está tu padre, ve a buscarlo —le ordeno abriéndole la puerta de la entrada silenciosamente para que se marche.

Reanudo mi travesía por el pasillo a paso lento, y cuando estoy a unos pasos de la sala donde se encuentra Allyson, percibo la voz de un hombre. Un hombre que parece enfadado, y por su manera de hablar también borracho. Llevo con cuidado la mano a mi arma, y le quito el seguro antes de aparecer en escena. Doy un paso hacia delante, y diviso a un tipo aprisionando a la hermana de Ian contra la pared con un botellín de cerveza roto en sus manos que amenaza con hundirse en la garganta de esta.

—Suelta la botella, y aléjate de ella —le ordeno al susodicho apuntándole con la pistola directamente a la cabeza.

—¿Quién coño eres tú? —balbucea con dificultad moviendo tan solo la cabeza para mirarme.

—La que va a vaciar en ti todo un cargador si no sales por la puerta de la casa ahora mismo —aseguro acercándome un poco a ellos.

—Tengo derecho a estar aquí —protesta despegándose de la pared para agarrar a Allyson del cuello y ponerse ambos mirando hacia mí—. Aún seguimos casados aunque esta zorra se empeñe en esconderse de mí.

—Está bien, esto podemos solucionarlo como personas civilizadas, pero antes debes soltar ese botellín —sugiero intentando convencerlo.

—No soy tan idiota —afirma haciendo un poco de presión en el cuello de Allyson.

Me dispongo a rebatir lo que acaba de decir, pero justo en ese mismo instante se escucha un gran golpe en la entrada principal y la voz de Ian que exclama el nombre de su hermana. Allyson intenta zafarse de su agresor nerviosa por haber oído a mi guardaespaldas, y el borracho la sujeta con fuerza y le hace un pequeño corte por la brusquedad de los movimientos.

Visualizo su pierna, y tras tomar una bocanada de aire, le disparo ocasionando que suelte a Allyson y que se agache con la pretensión de aliviar el dolor. Esta corre llorando hasta los brazos de Ian, que ya está con nosotros en el comedor, y él la consuela divisando por el rabillo del ojo que lo tengo todo bajo control.

—Déjame un teléfono, y llévatela a ella de aquí —le ordeno sin apartar la mirada del hombre al que acabo de disparar.

—No voy a…

—Haz lo que te digo, Ian, y espera afuera —exijo tendiéndole la mano para que me entregue el móvil.

Finalmente acaba por hacerme caso, y deposita en mi mano un teléfono antes de sacar a su hermana de la casa. Marco el número de Aaron, y le informo sobre lo sucedido. Estarán todos aquí en diez minutos, y posiblemente esta sea la última vez que Allyson vea a este desgraciado. No es que nos vayamos a deshacer de él, pero sí vamos a asegurarnos de que permanezca lo suficientemente lejos como para que no vuelva a dar problemas, aunque a decir verdad lo que más me gustaría es atravesarle el cráneo con otra de mis balas, y no sé cómo logro resistirme hasta que llega Aaron junto a Dereck y Helena.

—Ya nos ocupamos nosotros —advierte Aaron haciendo que baje la pistola—, tardaremos un par de minutos en sacarlo.

—Iré a ver cómo están por ahí fuera —declaro dejándolos solos a los cuatro.

Llego hasta Ian y las chicas, que todavía siguen algo nerviosas. El corte que tiene Allyson no es tan profundo como me había parecido en un primer momento, y ya ha dejado de sangrar.

—¿Todo bien? —inquiero revisándolas a ambas de arriba abajo.

Maya se aproxima hasta mí y me abraza por la cintura con fuerza. Al principio no sé muy bien cómo reaccionar, pero finalmente acabo por devolverle el abrazo.

—Gracias —me agradece Allyson una vez que está más calmada.

—No tienes que dármelas —aseguro con una sonrisa.

Y es entonces cuando empieza a relatarme su historia con el borracho de ahí dentro, que resulta que es su marido de verdad. Estuvieron casados durante unos años, pero Allyson lo dejó la primera vez que le puso la mano encima, y la medida que tomó Ian fue llevársela lo más lejos posible de él. No voy a cuestionar la forma de actuar del chico nuevo, ya que no soy la más adecuada, pero creo que hay mejores soluciones.

—Los chicos terminarán rápido, así que pronto podréis volver dentro —afirmo cuando la hija de Ian me libera de su abrazo—. Será mejor que te quedes unos días aquí, ya nos las apañaremos nosotros para ocupar tu puesto de trabajo —añado mirando al Adonis.

—No es necesario, Samantha.

—No es una sugerencia, es una orden, Ian —concluyo mientras empiezan a salir todos de la casa—. Regresaré con Helena a la mansión, y Aaron y Dereck se harán cargo del tipo ese. Ya no hay nada por lo que debáis preocuparos —les prometo totalmente segura de ello.

De vuelta a la mansión Helena intenta sonsacarme lo que ha ocurrido en casa de Ian, pero no suelto prenda. Ahora mismo solo estoy pensando en la fiesta de esta noche y en el Adonis, que no estará allí. No es que lo necesite, puesto que no dependo de nadie, pero me hubiera gustado tener alguien que me hiciese compañía. Normalmente los demás miembros del grupo se dividen para socializar con los asistentes, y si el chico nuevo no conoce a nadie, solo podría hablar conmigo, aunque eso no es algo que vaya a pasar.

Llegamos a casa y después de comer algo rápido, me doy un baño con burbujas, velas, y música para relajarme después de lo de hoy, y cuando salgo me peino y maquillo antes de enfundarme el vestido que me ha regalado Raissa.

Son casi las siete, y en la invitación del evento se dejaba bien claro que la fiesta empezaría a las ocho. Tenemos aún una hora por delante para que comience, pero no creo que haga falta recordar la obsesión que tiene mi padre por no llegar tarde, que es la razón por la que salimos en quince minutos hacia nuestro destino, el Tisbe.

—Ese vestido te sienta muy bien —me piropea don Musculitos cuando me ve dejar caer mi vestido que casi roza el suelo tras salir de vehículo.

—Querrás decir que yo le siento bien a este vestido —bromeo guiñándole un ojo.

La noche transcurre con tranquilidad. Los invitados van llegando y saludando a mi padre antes que nada, y cuando ya hay una gran cantidad de gente los camareros empiezan a dar vueltas entre los invitados para ofrecerles canapés y otros tipos de entrantes. Nathan se dedica a hablar con la gente y posiblemente cierra más de un trato gracias a esas conversaciones. Supongo que cualquier momento es idóneo para hacer un buen negocio.

Dereck coquetea con todas las mujeres solteras de la sala en busca de un rollo de una noche, como suele hacer. Aaron y Tay también están bebiendo, con moderación, por supuesto, y charlando con los asistentes, y a Helena hace rato que la perdí de vista. Habrá ido al baño y estará esperando la enorme cola. Todos están a lo suyo, y llega el momento en el que me invade el aburrimiento. Me siento frente a la barra, y uno de los trabajadores comienza a darme conversación ocasionando que logre distraerme un poco. No tenía ni idea de todos los percances que pueden ocurrir en un sitio como este, pero él parece haber visto de todo, y me cuenta algunas historietas con pelos y señales. Continúo charlando con el chico, hasta que un tipo de presentimiento me hace dirigir la mirada hacia la puerta, y es entonces cuando diviso a Sharaf y a Ian justo detrás de este entrando con un traje de chaqueta negro que le queda de miedo. Noto cómo se me acelera el corazón, y casi pierdo el equilibrio. Y lo cierto es que, si no fuese porque no creo en los cuentos de hadas, juraría que estoy en uno, y que mi príncipe azul ha venido a rescatarme.

 

Ir a la siguiente página

Report Page