Salmo

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Un día de nuestra vida

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UN DÍA DE NUESTRA VIDA

—¡TRAIGO CARBÓN! ¡CARBÓÓÓN!…

—Trae un vozarrón de mil demonios.

—¡… arbón! ¡… arbón!

—¿Qué hora es?

—Las ocho y media, que se vaya a hacer puñetas.

—Esto quiere decir que desde las seis no duermo.

Se han instalado para siempre en el respiradero. Desde las seis, el padre de familia vuela y chilla como un loco, y luego los pequeños. ¿Sabes que he pensado? Tírales una piedra. Apunta bien y acertarás.

—Claro. Directa al estudio, y luego, a trabajar dos meses para pagar el cristal.

—Sí, es verdad. Son unos pájaros asquerosos. ¿Por qué en Moscú hay semejante cantidad de cuervos? Las palomas se han ido a otro país… A Italia…

—Las palomas también son unas malparidas en toda regla. ¡Ah, que se vayan al infierno! Mira…

—¡Dios mío! No entiendo cómo te lo haces para romperlos siempre.

—¡Pero bueno! ¿Qué culpa tengo yo? Si se ha abierto de arriba abajo. ¡Vaya con tus grandes almacenes GUM!

—Son tan míos como tuyos. Unos calcetines valen cien millones, para que solo te duren un día. Tendría que haber comprado un babá al ron. Toma, los verdes.

—No pasa nada. Los sujetaré con un imperdible. No se notará. ¡Ten cuidado, por Dios!

—¿Sabes? Sioma dice que esto no es un hornillo, sino una bomba.

—¿Por qué?

—Dice que seguro que va a explotar. Porque es sueco.

—Tu Sioma dice muchas tonterías.

—No, no son tonterías. Anoche en el piso 16, en casa de una komsomol, se quemó una falda. Las mujeres dicen que Dios la ha castigado por inscribirse en el komsomol.

—Las mujeres, por supuesto, sí que saben…

—No, no te rías. Imagínate: apenas inscribirse, ¡pam!, le roban sus zapatos nuevecitos de charol. La mamá de la komsomol corrió a ver a una vidente. Ésta se puso a susurrar y a susurrar y le dijo: los ha cogío, dice, una mujer casá, no muy alta, con un lunar en el cuello…

—¡Qué dices!

—Pues eso. Escucha. Me quedé extrañada cuando paso y veo que la mamá de la komsomol no deja de mirarme el cuello. Al final se me acabó la paciencia y le pregunté: ¿qué me mira tanto, camarada? Y ella contestó: psé, nada. Siga su camino… Es que se nos hace un poco raro, una dama instruida con un lunar… Yo me reí y dije: ¡no entiendo nada! Y ella: nada, nada, siga su camino. ¡Hay cada rubia por aquí!

—¡Ah, qué asco de mujer!

—Bueno, no te enfades. La komsomol llegó corriendo y le dijo a su mamá: es tonta, esta tiene un marido de duodécima categoría, socio de la Flota del Aire. Si le da la gana, la puede cubrir de zapatos. ¿No le has visto las medias color carne? ¡Me tiene usted harta, mamá, dice, con sus videntes y sus iconos! Ya se está preparando para despedirse de los iconos. Los donaré, dice, a la Flota del Aire. A la madre le da algo, sale disparada y monta un escándalo en pleno patio. ¡Me da igual que sea una komsomol, dice, y la maldigo hasta la séptima generación! ¡Y tú, me chillaba, ojalá tú y tu Flota del Aire os estrelléis de morros contra el suelo!

»Las mujeres acudieron a montones, como moscas, y al final salió el conserje y dijo: tranquilícese un poco, Anna Timoféyevna, y cuidadito con lo que dice… Por lo que respecta a su hija, merece todo el respeto por parte de todo el proletariado de nuestro bloque por haber luchado contra el capital de Marx con la ayuda de la Flota del Aire. Y usted, Anna Timoféyevna, discúlpeme, pero es una escandalosa y debería tomarse unas gotitas de valeriana. No veas cómo se enfureció con el conserje: ¡bébetelas tú cuando te canses del vodka!

»Entonces el conserje perdió los estribos: ¡te voy a deshauciar, vieja sarnosa, le dice, en veinticuatro horas, y te vas a ir volando como en un aeroplano a la porra! Y se puso a patalear. Patalea que pataleas, en eso que de repente llega Manka gritando: ¡Anna Timoféyevna, han encontrado los zapatos!

Resultó que no fue ninguna rubia, sino Sisoich, el amante de la mamá, que las había cogido para la fabricante de vodka, pero Manka…

—¡Sí! ¡Sí! ¡Pase! ¿Qué se le ofrece, camarada?

—El dinero para la luz, por favor. Treinta y cinco kilos.

—¡Caramba! Cinco, diez…

—Y esto no es nada. El mes que viene serán cien. El MOGES[*] cobra en billetes. Los billetes están en alza. Y la energía municipal con ellos. Hasta pronto. Disculpe, ¿usted no pertenecerá a la clase eclesiástica?

—¡Pero bueno! Me parece, mire… Los pantalones…

—Je, je. No, si preguntaba por preguntar. La compañía me lo pide para sus listas. Entonces escribiré delante de su nombre: elemento trabajador.

—Exacto. Ha sido un honor…

—¡Hace tiempo que se han marchitadoooo los crisantemos del jardííín!

—¡El afiladooooor!

—¡Pero el amor siempre vivirá en mi corazón enfermo!

—Dale cinco kilos, a ver si se calla la boca.

—Si va arrastrando el organillo…

—Bueno, me marcho. Llego tarde. ¡Llegaré a las cinco o a las ocho!

—¿No necesita leche?… Queridos hermanos y hermanas, una limosna para el pobre inválido… Fresas. Las nobel son excelentes… Bollitos frescos, franceses… Cigarrillos Estrella Roja. Las cerillas… ¡Mírenme, camaradas, qué pobre soy!

—¡Cochero! ¿Está libre?

—Suba… ¡Un rublito y medio! ¡Su excelencia! ¡Un rublito! ¡Señor! ¡Yo le llevo! ¡Siete grivnas![*] ¡Suba conmigo! ¡Soy el más rápido, ilustrísimo! ¿Adónde va? ¡Medio rublito!

—Veinticinco kopeks.

—Tres grivnitas… Eh, su excelencia, la avena…

—¿Adónde vas? ¡Voy por un atajo!

—Ésta es la vida del cocherito, honorable señor.

—¡Eh, cógelo! Ése. ¡No saltes en marcha!

—¿Es un ladrón?

—No, para nada. Subió al tranvía en marcha. Te ponen una multa de cincuenta kilos.

—Aquí. ¡Pare! Buenos días, Alexéi Alexeich.

—Ese Praskujin… ¿Ha oído? ¡Anteayer se gastó veinticinco chervónets! El departamento lo incordió, pero él firmó y, por supuesto, se fue a las carreras de caballos. Ayer se presentó en el despacho del jefe con las manos vacías. Y le dijo: le doy seis horas para que devuelva el dinero. Pero de dónde va a sacarlo… Como no lo fabrique él… Ya lo atraparán.

—¡Pero si lo acabo de ver en el tranvía! Iba con paquetes y botellas…

—Bueno. Se irá a la dacha de la mujer a descansar. No se preocupe. Allí lo cogerán. Antes de un mes lo cogerán.

—Aló… Sí, soy yo… No está listo aún. Bien… Con respecto a su solicitud n.º 21580 en relación con la organización que patrocina el Gubot del del fondo del socorro mutuo, le comunico que, en vista de que la caja del Gubotdel… ¿Las mecanógrafas están disponibles?… En la asamblea del Gubpros se dirigió la atención del Tsekpros a, coma, ¿lo ha escrito?… A la publicación, antes del «que» coma, y no después del «que», la publicación por parte del Mono de la circular, dirigida al Rono y Uono y Gubono…, y también aprobada por el Gubsotsvos…[*] ¿Aló? No, cuelgue el teléfono…

—Pero yo le he enviado un poeta de provincias…

—Una marranada por su parte… ¿Es usted, camarada? Permítame ver…

Y aunque la gente

me tire por el barro,

gritaré, me reiré…

»¿Lo ve, camarada? Los versos son buenos, pero la revista es puramente escolar, de enseñanza pública… La verdad es que no puedo aconsejarle… Hay muchas revistas… Siga intentándolo… Ya no puedo más y no tengo dinero… ¿Cuánto, dice usted, me ha dado de anticipo? ¡Huy, huy, huy! Bueno, para redondear, deme otros quinientos… ¿Trescientos? Bueno, está bien. Me voy ya a trabajar, así le puede dar el manuscrito al secretario… ¡Cochero! ¡Una grivna!…

—Deme algo, señor, para los huerfanitos…

—¡Pare! Buenos días, Semión Nikoláyevich.

—En la caja no hay ni un kopek.

—Disculpe… Qué brusco… Aún no he abierto la boca…

—Es que ya llevo cinco en lo que va de día. El capitán; después del capitán, Yuri Samoilóvich; detrás de Yuri Samoilóvich…

—Sí, ya lo sé… ¿Y el patriarca? ¿Eh?

—El capitán fue a entrevistarlo…

—Qué interesante… A propósito del patriarca, ¿cuánto me ha dado de anticipo? ¿Doscientos? No, trescientos… ¡Cochero! Dos grivnas… ¡Pare! No, camaradas, se lo juro, ni un minuto, tengo que trabajar. Y por la tarde tengo un encargo urgente… Bueno, solo un minutito… Tienen asamblea general… Bueno, los esperaremos y nos juntaremos con ellos… ¡Pare!

A Francia dos granaderos

regresaban del cautiverio ruso…[*]

»¡Ojojó! Vamos a juntar dos mesitas… ¿Qué desean?… Tenemos cangrejos… Unos cangrejos buenísimos… Camaradas, ¿les apetecen? Media docena… Y media docena de Triojgornis[*]… O, mejor, para qué ahorrarse otro viaje, ¡traiga una docena de golpe! ¡Dios mío! Ya nos hemos puesto de acuerdo… En un momento…

¡Otra pena más para el corazón!

«Disculpe, disculpe… ¿Qué canta ése?

En el cautiverio está el caudillo…

En el cautiveriooo…

»¡Ah! Esto es otra cosa. A su salud. ¡Hermanos escritores! ¡Siete raciones de solianka[*] a la moscovita!

Me levantaré de la tumba

a defender a mi caudillo…

»¿Qué dice todo el rato del caudillo? Ah, la francesa, que grande… ¡Qué cangrejos! Es la primera vez que veo…

»¡Bis! ¡Bis! ¡Cuánta gente! Por favor… ¿Qué es eso? ¡Pero si es Praskujin! ¿Dónde? Ahí, en la esquina. ¡Está con una dama! ¡Desde luego! Bueno, eso significa que aún no lo han cogido. ¡Camarada! ¡Otra media docena!

Río abajo, por el Volga madreee…

»¡Eh, la armonía es buena! ¡Me voy al Volga! ¡No puedo más! ¡Me pillaré un billete gratis y desaparezco del mapa, porque ya me he cansado!

Por los vastos espaciooos…

»¡Señor! ¡Se llevan a alguien!

—¡A mí me da igual que tengas la medalla al trabajo! ¡Eh! ¡Eh!

—Camaradas, por favor, no empleen palabras indecorosas…

—Camaradas, ¿y si nos tomamos un tinto de Napaureli?[*]

—¿Eh? ¡Vamos! Un momento… ¡Aquí! ¡Pare! Siete pinchos morunos…

¡Tenía un alma grande! ¡Murió de las heridas!

»… ¡Pues en el tranvía! ¡En media hora! ¡Qué más da, ya escribirá mañana!

—¡Un espectáculo de lo más manoseado! El campeón del mundo se pelea con un oso… ¡Bis! ¡Qué diablos! ¿Qué pasa, que nadie puede atraparlo, o qué? ¡Míralo! ¡Está en el palco! ¡Madre mía, las doce y media! ¡Cochero! ¡Cochero!

—¡Tres rublitos!

—Muy bien. Muy bien.

—¡Cariño! Te lo juro, había asamblea general. Entiéndeme. Asamblea general, ¿qué querías que hiciera? ¡No podía hacer nada!

—Lo que veo es que no te aguantas de pie.

—Mi niña. Te lo juro. ¿Qué iba yo a decir? Sí. Ese Praskujin. ¿Sabes? Veinticinco chervónets y, ¿sabes?, estaba en el palco… Claro, es contable… Es moreno…

—Lo mejor será que te acuestes. Mañana hablaremos.

—Es verdad. ¿Qué iba yo a decir? Sí, acostarme… Está bien. Voy a acostarme… Pero, por favor, despiértame, despiértame sin falta, mecachis, a las cinco y diez… No, a las diez y cinco… Mañana empiezo una nueva vida. Mañana…

—Sí, ya hemos oído esa historia. Duerme.

1923

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