Salmo
Una historia de diamantes » III. La transformación
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III. La transformación
—AFEÍTEME —DIJO MOJRIKOV EN la sala de espejos, apretándose los nueve mil rublos contra el corazón.
—Dígame… Con el pelo, ¿qué quiere que haga?
—Pues no sé, arréglemelo.
—¡Vania, los enseres!
Al cabo de un cuarto de hora, Mojrikov olía a lirio de los valles y estaba en el mostrador.
—Enséñeme zapatos de charol —dijo.
Al cabo de media hora estaba en una tienda de la Petrovka bajo un letrero dorado que decía «Trajes confeccionados».
—¿No tendrían por casualidad en algún sitio un cuartito aparte o algo similar donde pudiera cambiarme los pantalones?
—Pase, por favor.
Cuando Mojrikov salió a la Petrovka, la gente se volvía y le miraba los pies.
—Suba, suba, suba —decían los cocheros desde los pescantes.
Mojrikov se reflejaba en los escaparates y pensaba: «Parezco un actor de los teatros imperiales».