Run

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Capítulo 17: el lider del clan vampírico

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CAPÍTULO 17: EL LÍDER DEL CLAN VAMPÍRICO

Run no tenía consciencia de ello pero, las imágenes que había visto el lector de mentes no procedían de su mente sino de la del elfo oscuro. Desde el momento en que el brujo se hizo parte de su atuendo, se había creado un hechizo protector en torno a ella, que impedía que el vampiro lector de mentes pudiera conocer sus pensamientos.

Ése era el motivo por el que se produjo la reacción sobresaltada del vampiro llamado Lucius. El amante de Vrycolato, cuando intentó visualizar la mente de la vikinga, se topó con una barrera de tinieblas custodiada por unas bestias voladoras con forma de serpientes.

Aquellas bestias creadas por el hechizo del brujo, al sentir la presencia del vampiro inspeccionando sus dominios, se lanzaron contra él para devorarle, una acción que propició su reacción.

Cuando Lucius estuvo un poco más calmado, soltó una risotada.

—Sin duda, Vrycolato no se equivocó cuando vio algo en ti —musitó Lucius entre risas.

Acto seguido de realizar aquella alabanza hacia la vikinga, dio dos palmadas, dando la orden para que dos jóvenes doncellas entraran hacia el interior de la celda. Las doncellas que habitaban en el palacio de Aliserade, seguían por orden del gran maestro del clan vampiro, el mismo tipo de peinado y de vestimenta. Todas llevaban el pelo recogido en un moño, y se vestían con las escuetas telas de unas togas, que dejaban a la vista uno de los dos pechos.

Una vez que las doncellas estuvieron dentro de la celda, se quedaron situadas por detrás del vampiro, a la espera de que éste mandara la siguiente orden.

—Dadle de beber. Esta neófita todavía no se ha alimentado, por lo que debe de estar hambrienta —dijo Lucius, observando fijamente el rostro de la vikinga.

A raíz de la orden del vampiro, una de las doncellas caminó hacia delante hasta situarse cara a cara con Run. Estando delante de la vikinga, aquella doncella echó su melena hacia un lado de su hombro, preparando su cuello para recibir un mordisco. Tan pronto como la doncella hubo realizado tal acción, Run se volvió hacia el vampiro Lucius, con un gesto indignado.

—Ni lo sueñes. No voy a morder a nadie —respondió Run.

La actitud mostrada por la vikinga, negándose a beber de la sangre de la doncella, fue tomada por Lucius como una broma.

—¿Crees que podrás controlar tu sed de sangre? —preguntó Lucius, divertido.

—Para nosotros el sabor de la sangre es demasiado dulce para poder obviarlo —añadió.

El comentario del vampiro provocó que Run se lo quedara mirando fijamente con gesto temeroso. Temía enormemente que Lucius pudiera estar en lo cierto. Mientras la vikinga meditaba sobre qué hacer, el vampiro volvió a tomar la palabra pero, esta vez fue para dar una orden a la doncella que se había encarado con Run.

—Vamos, hiérete.

Tras la orden, la doncella sacó del faldón de su vestido, una daga llevándola contra sí misma para herirse en su propio cuello. El corte que se realizó la doncella, fue pequeño pero, lo suficientemente grande, para que de la herida surgieran unas pocas gotas de sangre. En ese instante, se extendió por la celda la fragancia de la sangre, haciendo que Run cayera presa de su influjo. De repente, los ojos de la vikinga cambiaron de su color verde a un color dorado, sus músculos se contrajeron por la tensión y sus colmillos aparecieron en su dentadura.

En aquel estado de posesión por la sed de sangre, Run miró de nuevo a la doncella pero, esta vez, con una mirada muy distinta a la que era normal en ella. Sus ojos la miraron a la doncella como si ella se tratara de un plato delicioso que ansiara devorar. Antes de que la doncella le diera tiempo a sentir temor, la vikinga se abalanzó sobre ella para asestarle un brutal mordisco en el cuello.

—Maravilloso… —musitó Lucius con gesto complacido.

Durante unos segundos, Run estuvo apresando a la doncella entre sus colmillos, absorbiendo con desesperación la sangre que emanaba de su cuello. Llegado el momento en que su sed quedó completamente saciada, la vikinga se apartó de su presa, volviendo en esos mismos instantes a su estado normal.

Cuando Run vio lo que acababa de hacer, no se lo pudo creer. Le recorrió por la cara un halo de vergüenza e incredulidad. Había intentado controlarse pero, la sed por la sangre, había sido mucho más fuerte que ella, hasta el punto que le había obligado a cometer una acción de lo más salvaje contra una inocente muchacha.

Después de lo sucedido, el vampiro Lucius estiró una sonrisa por su rostro y luego se dirigió con frialdad a la doncella herida.

—Ya puedes retirarte.

A continuación de dicha orden, la doncella hizo una reverencia al vampiro y luego, se retiró de la celda escondiendo de su rostro el evidente dolor que debía de estar padeciendo.

En aquel momento, en que la doncella se hubo marchado, Run se echó las manos a la cara, lamentándose por su acción.

—Soy un monstruo, soy un monstruo… —se repitió Run a sí misma.

Lucius al visualizar aquella reacción en la vikinga, dibujó en su semblante una sonrisa divertida.

—Tranquila, no sufráis por ella. La doncella de la que has bebido está más que acostumbrada a servir de alimento —respondió Lucius con una sonrisa.

—Yo creo que le gusta —añadió.

Dominada por la rabia, Run apretó los puños, deseosa de destrozar a Lucius pero, finalmente se calmó al recordar la primera regla. No pelear contra ningún vampiro. De repente, se había creado un silencio dentro de la celda. Mientras que Run seguía culpándose por lo sucedido, Lucius permanecía callado, observando con desagrado la vestimenta de la vikinga. Toda ella estaba cubierta por una capa mezclada por mugre y sangre. A la sangre que ya le manchaba de por sí, debido a su paso por la batalla de la Britania, ahora se la acababa de unir, la aparecida por el mordisco a la doncella.

—Siento deciros esto pero, ahora lucís realmente horrible. Sería un insulto para el maestro que os presentaras ante él de esta guisa —musitó Lucius, arrugando su nariz como muestra de su desagrado.

—¿Con el maestro te refieres al guapo chico de cabellos negros y ojos azules?

—Creo que te refieres a Vrycolato pero, él no es el líder, aunque sí que es cierto que es una pieza altamente importante en las infraestructuras de nuestra sociedad vampírica.

—¿Entonces quien es vuestro jefe?

—Espera. Todo a su tiempo —sentenció Lucius, realizando a continuación, una señal dirigida para las doncellas.

Con la nueva orden del vampiro, la otra doncella que todavía permanecía dentro de la mazmorra, asintió marchando con paso diligente por uno de los pasillos. Minutos después de la marcha de aquella doncella, se produjo su regreso siendo acompañada por varias doncellas, las cuales la ayudaron a meter dentro de la celda, un baño de metal y un vestido limpio y nuevo. Las doncellas también trajeron consigo, unas jarras repletas de agua con jabón y trapos húmedos.

Cuando todo estuvo preparado para el baño, Run miró fijamente al vampiro instándole a que le otorgara privacidad mientras se bañaba.

—Está bien. Os esperaré fuera —musitó Lucius, divertido.

Una vez que el vampiro se hubo marchado, se quedó a fuera esperándola en la puerta, mientras que en el interior de la celda, las doncellas pasaban trapos húmedos contra el cuerpo desnudo de la vikinga. Pasada una media hora desde que Run se quedara a solas con las dos doncellas, acabó saliendo de su celda, luciendo una imagen completamente distinta de la que había mostrado unos minutos atrás.

Por aquel entonces, Run se veía muy hermosa, aunque no estaba tan guapa como cuando se vistió de novia, de todos modos, eclipsaba a todo aquél que permaneciera a su lado. Vestía un bonito vestido de época de tonos claros y dorados. Estaba tan guapa, que incluso Lucius, que era homosexual, se vio obligado a tener que halagarla cuando la vio aparecer.

—Vaya, había caído en el error de menospreciar vuestra belleza. Resulta evidente que os sienta mucho mejor el vestido de cortesana que no el de guerrera —dijo Lucius con una sonrisa maliciosa.

El halago realizado por Lucius, no obtuvo ninguna respuesta positiva de parte de la vikinga. Run, simplemente, asintió y luego se alejó de su celda, instando al vampiro a iniciar la marcha. Dejándose llevar por aquel gesto, Lucius inició la marcha, llevando a Run a recorrer medio castillo.

En el transcurso de apenas medio minuto, Run y Lucius llegaron a su lugar de destino. Allí se encontraron con unas enormes puertas, y enfrente de ellas, a una pareja de legionarios romanos.

La llegada de la vikinga y su acompañante, conllevó a que los dos centinelas, se hicieran a un lado para abrirles las puertas a los esperados visitantes. En ese momento, Run se sintió de repente, llena de nervios. Detrás de aquella enorme puerta, se escondía un futuro incierto para ella. No tenía ni idea de que le acontecería pero, de todos modos, sabía que debía continuar llegado a ese punto.

Haciendo de tripas corazón, la vikinga observó con gran tensión la obertura de las puertas y luego inició su avance siendo acompañada por Lucius. Al rebasar aquellas puertas, llegaron al interior de un estrecho pasillo donde se encontraban a en pie, una fila de nueve amenazantes guerreros.

Aquellos guerreros eran vampiros creados por Vrycolato para su ejército de súper vampiros. En la fila había guerreros venidos de todas las partes del mundo entre los cuales, se encontraban: un apache de América, un guerrero bárbaro de la Galia, un arquero picto de la Britania, un espadachín sarraceno de Arabia, un hoplita de Grecia, un jinete mongol de Asia, un monje guerrero de la China, un samurái del Japón y un gladiador del Imperio Romano.

Durante el avance de la bella vikinga por delante de la fila de guerreros, ellos la miraron de una forma muy descarada y machista, poniendo gran atención en cada curva de su cuerpo. Uno de ellos, exactamente, el gladiador Romano, trató de propasarse con ella, tocándole el trasero a su paso pero, Run, rápidamente, le puso las cosas bien claras.

Al tocarle el culo, la vikinga le agarró del brazo, inmovilizándolo con una habilidosa llave de lucha, ante la presencia de todos los guerreros y de su acompañante.

La brillante acción de la vikinga derivó enfado en el gladiador y las risas entre los compañeros de éste. En cuanto las risas sonaron, el gladiador se giró hacia Run con gesto iracundo pero, entonces la intervención de Lucius, detuvo sus intenciones.

—No deis ni un paso más hacia ella. Va reunirse con el gran maestro.

—Déjame enfrentarme a ella y la partiré por la mitad con una sola mano —pidió el gladiador a Lucius.

—No, ya he dicho que no. Además, según parece tus músculos no son suficiente para vencer a una mujer —respondió Lucius, provocando con su comentario las risas de todos los guerreros.

Mientras que los guerreros se reían del gladiador, Lucius le indicó a Run proseguir con el avance. Más adelante de aquel pasillo, la vikinga y su acompañante entraron por un patio donde la decoración era mucho más lujosa y ostentosa. Finalmente, habían llegado a su destino. El lugar donde se escondía el tal Vúmper.

Aquella estancia era todo lo contrario de como se veía el resto del castillo. Había luz y color por todas partes. La decoración del patio seguía el canon de la antigua Roma. El suelo estaba cubierto de mármol, con dibujos en su superficie. En el centro del patio había una pequeña fuente y por los lados, se repartían una serie de columnas corintias. Además, también había huéspedes humanos que reían y hablaban entre ellos.

En el interior de aquel patio, para la vikinga todo lo que observaba allí, le era raro y sorprendente. Sin embargo, todo lo que había visto, quedó en ordinario en cuanto se percató de que para mirar el rostro del tal Vúmper, debía de alzar su mirada por encima de los tres metros.

—¿Qué?… ¿qué es eso? —reaccionó Run, tornando su rostro en una expresión aterrorizada.

El líder del clan vampírico poseía una apariencia que sobrepasaba los límites del terror y de lo grotesco. Se trataba en realidad, de un gigantesco trol de unos cinco metros de altura.

El trol era una criatura peluda, de un tamaño gigantesco y una increíble fealdad. En su cabeza, destacaban unas grandes orejas arrugadas hacia abajo y un enorme narigón con unas enormes fosas nasales, en las cuales se podía ver incluso a insectos viviendo entre los pelos de la nariz. En medio de aquella gran nariz, se escondían unos ojos pequeños como dos pelotas de golf. Su boca, de un tamaño de unos seis palmos, mostraba una sonrisa estúpida. Por encima de la cabeza, tenía una mata de pelo andrajoso, tan escaso que se podía ver su calva. Alrededor de toda la cara, tenía una barba que disimulaba la ausencia de cuello.

Todo el trol era deforme y desproporcionado. Su cabeza suponía una tercera parte del resto de su cuerpo, y mientras que su torso era barrigudo y cilíndrico, sus extremidades eran alargadas y delgadas.

Desde el mismo instante en que Run vio a la gigantesca bestia, ella se quedó paralizada por el miedo, siendo incapaz de dar ni un solo paso más hacia delante. Mientras que la vikinga permanecía en aquel estado de shock, su acompañante, Lucius, prosiguió su camino por el interior de la cámara hasta llegar a reunirse con su amante, el vampiro Vrycolato.

En su encuentro, ambos se sonrieron y compartieron cierta información referida con la vikinga. La visión de los vampiros uniéndose en un abrazo, llevó a Run a percatarse de que al lado del trol permanecía sentada en un trono, otra criatura de aspecto extraño y sobrenatural. Ella era Minrha, la hija del propio trol y de Aliserade, una hermosa humana que había sufrido el tormento de dar a luz una cría de la bestia.

Minrha tenía una mitad de humana, y otra mitad de trol. Su lado humano, la mitad izquierda de su cuerpo, mostraba a una mujer joven y hermosa, de melena lisa y morena, ojos azules, y labios gruesos. En relación a su cuerpo tenía una figura voluptuosa, de pechos generosos, cintura de avispa, y piernas largas y redondeadas.

Su lado trol, la mitad derecha de su cuerpo, estaba cubierto por una capa de piel putrefacta de color rojizo. En el lado con aspecto de trol, en vez de tener un brazo normal, tenía un brazo que era monstruosamente grande. En él tenía unas largas garras con las que sujetaba una vara con forma de medialuna.

En la parte derecha de su rostro, su ojo derecho era horripilantemente más grande y no tenía pupila. También tenía colmillos en la boca, y de la frente le salía un largo cuerno de un metro de largo. En cuanto a las ropas que vestía, la hija del trol iba muy escotada. Vestía una prenda semejante a un bikini morado, acompañado con una larga capa y unas botas de tacón que le cubrían hasta la altura de medio muslo.

La historia de la concepción de Minrha estaba situada a principios del siglo III d. C… En aquella época, Aliserade, que era una aldeana de York, de melena morena y pechos llenos, solía frecuentar el bosque que rodeaba a la ciudad, donde iba para recolectar manzanas para su familia. Un desdichado día en el que Aliserade estaba en el bosque como de costumbre, fue vista por Vúmper, a quien no se lo ocurrió otra idea que raptarla, y llevársela consigo hasta su guarida subterránea.

Una vez que el trol volvió a su castillo de la ciudadela de la sangre, la encerró en una de las mazmorras, donde la pobre aldeana sufrió el severo agravio de ser violada por la gigantesca bestia. El tamaño gigantesco de Vúmper, no impidió a que se produjese la violación, ya que a pesar de que el trol era enorme, su pene era pequeño, incluso más pequeño que el de un humano.

Por alguna razón que sólo el diablo pudo comprender, aquellas violaciones acabaron dando su fruto. Aliserade se quedó embarazada del monstruo, y tras el corto periodo de tiempo de una semana, dio a luz a una bebé hibrida. Mitad trol, mitad humana. Minrha.

Cinco semanas después de que Aliserade diera luz a su bebé, murió a causa de la peste, dejando a partir de entonces a Minrha con la única compañía de su padre, el trol. Padre e hija habían pasado mucho tiempo juntos, y si de algo Vúmper podía estar seguro, era que dentro de su castillo, no existía un súbdito más fiel y leal que su propia hija.

Minrha le quería, a pesar de sus grandes defectos, en cambio, a lo que se refería a sus súbditos, los vampiros, los menospreciaba por completo. Los vampiros para Minrha, no eran más que unos simples humanos, bebedores de sangre, que carecían del rango y de la nobleza demoníaca de la que si tenía su padre o ella misma. Por dicha razón, siempre se mostraba ante ellos con una actitud altiva y desagradable. También se comportaba de aquel modo, ante el vampiro Vrycolato pero, a este además lo odiaba por ser el vampiro favorito de su padre.

Minrha ardía en deseos de aniquilar al presuntuoso vampiro, sin embargo, lastimosamente para ella, su deseo era algo que no podía cumplir debido a que Vrycolato le ofrecía un gran servicio a su padre. Vrycolato se encargaba de contentar a Vúmper con hermosas mujeres y también, le distraía con la creación de un ejército de súper vampiros con el que un día pretendían atacar al Midgard. Debido a todo ello, Vrycolato se había ganado el odio eterno de la hija del trol, producto de los celos que sentía por él.

En aquella ocasión como tantas otras veces, el vampiro Vrycolato permanecía de pie junto al trono de la bestia, justo en el lado contrario de donde se hallaba sentada Minrha.

En el interior de aquel patio, como ya había sido comentado anteriormente, además de las criaturas del Svartalfheim, se podía divisar a un largo número de humanos que reían. Eran las doncellas privadas de Vúmper. A diferencia de las doncellas que había servido a Run, como alimento y en el cambio de su atuendo, aquellas doncellas se distinguían por ser mujeres extraordinariamente bellas. Además todas ellas estaban desnudas y lucían en sus cuellos, unos collares tachonados de clavos, que las protegía de las mordeduras de los vampiros.

Las funciones de aquellas doncellas, eran las de acompañar al gran maestro en su vida eterna, realizando toda clase de actividades con el objetivo de lograr su entretenimiento y disfrute. En aquellos momentos, un par de aquellas doncellas estaban realizando un sensual baile, ante la lasciva mirada del enorme monstruo.

Mientras eso sucedía, las otras doncellas permanecían ocupadas en sus propios menesteres. La doncella que se hallaba en el fondo del patio por el lado derecho del trono del trol, se estaba acicalando para resultar más guapa al gran maestro. La otra doncella que estaba al lado de la primera, estaba haciendo estiramientos, imitando con el gesto de su cuerpo, la pose de una «Bailarina». Continuando por aquel rincón del patio, otras dos estaban jugando a las damas, y más al fondo un grupo de tres doncellas, permanecían inmiscuidas en lo que parecía ser una conversación privada.

Cuando Run se hubo recuperado del impacto de ver a Vúmper, suspiró aliviada por el oportuno baile de aquellas mujeres. Gracias al baile de aquellas doncellas, todavía seguía siendo invisible para la bestia, una situación que parecía tener una pronta fecha de caducidad. Sin embargo, Run trató de alargarla lo máximo posible.

Tratando de seguir pasando desapercibida, Run se mantuvo inmóvil pero, entonces, Vrycolato, echó su plan por tierra.

Alzando su voz bien en alto, el vampiro Vrycolato se dirigió a su sire, siendo escuchado en esos momentos por todos los ocupantes de la cámara.

—Maestro, por favor, le pido que si no es mucha molestia, observe a la bella criatura que tiene delante. Debo presentaros a mi última creación…

Como pretendió el vampiro, justo después de su intervención, el dúo de bellas doncellas se detuvo en su baile, apartándose inmediatamente, de la visión del trol.

Habiéndose producido la marcha de las doncellas, el trol descubrió para su sorpresa, que tenía ante sí a una bella muchacha de cabellos dorados.

Mientras que la enorme bestia observaba con sorpresa a la recién llegada, el vampiro Vrycolato tomó la palabra de nuevo para dar a conocer a su maestro, su último presente traído desde las tierras del Midgard.

—Maestro, observadla bien. Ella se llama Run y se trata de una amazona procedente de una fría tierra llamada Dinamarca. Observadla bien porque su belleza es solo comparable a su fuerza y destreza en el arte de la guerra —musitó Vrycolato adoptando en su semblante un gesto de orgullo.

El trol al escuchar tales alabanzas referidas a la neófita, dibujó una gran sonrisa en su horripilante semblante y acto seguido, se levantó de su trono.

Ante la mirada atemorizada de la vikinga y las miradas expectantes del resto de ocupantes del patio, el gigantesco trol fue caminando con paso lento pero extenso hasta situarse a un solo metro de distancia de la hermosa neófita, desde donde se la quedó mirando con unos ojos bien abiertos.

Cuando ambos estuvieron el uno muy cerca del otro, se pudo ver entonces, como la vikinga en comparación con la estatura del gigantesco trol, parecía ser una muñeca. Run apenas llegaba al trol, a la altura de las rodillas, así que para que éste pudiera contemplar la belleza de su rostro, tuvo que agacharse, acercándose de una forma aterradora hasta ella. Aquel acercamiento del gigante a la vikinga, hizo que la segunda empezara a sufrir un ataque de pánico en el interior de aquel patio del castillo. Su miedo era tal que incluso le estaban temblando las piernas y castañeándole los dientes.

Pese al evidente sufrimiento que estaba padeciendo la vikinga, Vúmper, no mostró reparo alguno en continuar acercándose un poco más a ella, llegando a atreverse a acariciarle el rostro con sus enormes dedos. Run al sentir el contacto de aquellos enormes dedos sobre su rostro, se quedó petrificada por el pánico.

—Bonita, bonita… —musitó Vúmper con una feliz sonrisa en su horripilante rostro:

Run, atenazada por el terror, respiró hondo, y entonces, dejó correr una voz frágil y entrecortada.

—Gracias…

El agradecimiento por parte de la hermosa neófita, motivó a que de seguido, apareciera por el rostro del trol, una espeluznante sonrisa repleta de felicidad.

—¡Mi gustar Run… Mi gustar Run…! —exclamó Vúmper, aplaudiendo y dando brincos de felicidad al mismo tiempo.

Habiendo reaccionado con tanta alegría, el trol se irguió de nuevo, lanzando una mirada asesina a una de las bellas doncellas que estaban ocupando el patio. Para la sorpresa de todos, acto seguido, el trol inició una veloz carrera hacia ella en la que se denotaban muy malas intenciones.

Poco pudo hacer la doncella más que chillar. Cuando Vúmper llegó hasta ella, la mató de un solo golpe.

La doncella a la que Vúmper acababa de matar, había sido su doncella favorita durante los últimos tiempos. Disponer de una doncella favorita entre su harem era algo que Vúmper estaba muy acostumbrado. Normalmente, Vúmper consideraba a una doncella como favorita, hasta que se aburría de la misma. El otro caso que provocaba la sustitución de una de sus favoritas, venía determinado por la llegada de otra doncella más bella, que le despertase mayor atención. Eso era justamente, lo que había ocurrido. Run se había convertido en su nueva doncella favorita.

Tras el asesinato de la doncella, Run se quedó en silencio, mostrando un gesto totalmente trastornado por el inesperado suceso. Entre quienes rodeaban a la vikinga, ninguno sintió lastima por la muerte de aquella pobre doncella. Vrycolato y su amante soltaron risotadas varias, mientras que el resto de las doncellas, rompieron en un sonoro aplauso, a pesar de que anteriormente habían sido muy amigas de la doncella favorita.

En medio de aquella alegría, de repente, Minrha se levantó de su trono, lo que hizo que acto seguido, todo ruido que ocupara el patio desapareciera en un silencio tenso.

—Dime neófita, he oído de nuestro reclutador que has sido protagonista de grandes hazañas en el campo de batalla. Vrycolato dijo, que fuiste capaz de levantarte del suelo, y disparar tu arco, a pesar de que permanecías muy malherida. ¿Es verdad todo eso que cuenta de ti?

—Sí, lo es. Soy Run Ljungberg, hija del invencible Rúrik y de la bondadosa Vilborg, y como descubriréis algún día, yo jamás me rindo —respondió Run con voz fuerte.

La rotundidad de la vikinga para responder a la hija del trol, provocó en el interior del patio, se diera todo tipo de reacciones entre los súbditos del gran maestro. Mientras que las doncellas farfullaban en relación a lo dicho por la vikinga, Vúmper estiró por su rostro una estúpida sonrisa.

Por la parte de Vrycolato y Lucius, ambos se mostraron muy divertidos.

—No le falta valor —musitó Lucius.

—Desde luego —asintió Vrycolato.

Por la parte de Minrha, ella apartó su mirada de la vikinga, para volver a sentarse en su trono con una expresión malhumorada. Era evidente que Run no le había caído en gracia a la hija de Vúmper.

Desde que se había producido la aparición de la vikinga por el interior del patio, la hija del trol se había estado mostrando bastante molesta por su presencia. A parte de los celos que sentía por su aspecto angelical, a Minrha le exacerbaba en demasía, que su padre se hubiera mostrado ante la presencia de la vikinga más feliz de lo que lo había visto nunca.

El cariño que el trol parecía sentir por la vikinga, tampoco fue muy bien valorado por parte de ésta última. La aparente atracción que había despertado en el trol, hizo que Run empezara temer respecto a su futuro lejos del Svartalfheim. Sabía que si el trol la amaba, no se lo pondría nada fácil para dejarla escapar.

Al término de la presentación de la vikinga ante el líder de los vampiros, Run fue llevada de vuelta hasta su celda, donde volvió a ser encerrada por obra de Kendal.

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