Run

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Capítulo 18: soñando con la libertad

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CAPÍTULO 18: SOÑANDO CON LA LIBERTAD

El nacimiento de Vrycolato como vampiro se dio en el año 153 d. C. En aquella época, el Imperio Romano dominaba las islas Británicas. Vrycolato que por aquel entonces era un sacerdote, llegó a la Britania por orden del Vaticano. Como otros tantos sacerdotes, fue enviado a la Britania con la misión de obrar la cristianización de aquellos pueblos paganos.

A los dos meses de su llegada a la Britania, Vrycolato fue asignado a York, donde su destino quedó marcado por siempre.

En la noche del 24 de diciembre, mientras las gentes de York se dedicaban a festejar por su fe, Vúmper entró en la ciudad, desatando con su presencia una oleada de muerte.

Deseoso por hacer callar a los molestos humanos que le impedían dormir, Vúmper mató a todo aquél que tuvo la desdicha de cruzarse en su camino. De aquella masacre sólo quedó un único superviviente, Vrycolato.

En los días posteriores de su encuentro con el trol, Vrycolato estuvo muy enfermo a causa del resfriado que le contagió el trol. En el momento en que ambos se cruzaron, Vúmper estornudó en la cara de Vrycolato, transmitiéndole su resfriado. El resfriado que Vúmper contagió a Vrycolato, se trataba de una gripe común de trol pero, cuando aquel virus entró en contacto con el organismo de Vrycolato, actuó de un modo extraordinario.

Pocos días después de que Vrycolato contrajera el resfriado, falleció en su cama para luego resucitar como un vampiro. De ese modo fue como se produjo el nacimiento del presuntuoso vampiro del Svartalfheim.

En los posteriores siglos de su transformación, el vampiro nacido en la Britania, vagó perdido por el mundo, iniciándose en las desconocidas artes del vampirismo. Su primer movimiento como vampiro fue regresar a su casa, al Imperio Romano. El tiempo que duró su viaje hacia la península Itálica desde las islas Británicas, llevó a Vrycolato a tener que soportar una condena tormentosa, que fue dañando su espíritu poco a poco.

Tras atravesar a nado el canal de la mancha, entró en la Galia donde cada día que estuvo, acabó con la vida de cientos de personas. Las acciones que Vrycolato emprendió por las tierras de la Galia, tuvieron tal efecto en la población que a los meses de su llegada, la población total de la región se vio dividida a la mitad. Para la fortuna de las gentes de aquellas tierras, el comportamiento asesino de Vrycolato fue menguando y con el paso de los meses, se acostumbró a solo asesinar a una victima al día.

Diez años después de la transformación de Vrycolato en vampiro, llegó finalmente a Roma. En su llegada a la ciudad del Imperio, Vrycolato lo hizo vistiendo las ropas robadas de un rico mercader, y llevando consigo una gran cantidad de oro robado. Con aquel oro se compró una lujosa villa, a la que rápidamente convirtió en una trampa para incautos.

Una multitud de ciudadanos estuvo llegando hasta su villa, atraídos por las jugosas diversiones que les ofrecía el vampiro. De las gentes que estuvieron dentro de la casa de Vrycolato, ninguno de ellos consiguió salir de allí con vida. Las desapariciones de aquellas gentes, trajo de seguido una serie de rumores sobre las fiestas celebradas por el antiguo sacerdote, señalándole a él como el causante de aquellas desapariciones.

Aquel rumor llegó incluso hasta los oídos del emperador y otras personas influentes de Roma. Sin embargo, Vrycolato les pagó a todos para que hicieran la vista gorda y le dejaran en paz.

Durante aquel tiempo que Vrycolato estuvo viviendo en Roma, empezó a sentir en su vida la soledad del vampiro. Con el objetivo de crearse una compañía para su vida inmortal, Vrycolato intentó convertir a un vampiro pero, en todos sus intentos, su neófito acababa convirtiéndose en un desagradable ghoul al que no perdonaba su existencia.

No fue hasta su centésimo cumpleaños cuando uno de las creaciones de Vrycolato consiguió resucitar en un vampiro. Al llegar a la edad de cien años, se convirtió en un vampiro maestro, y desde entonces neófitos dejaron de convertirse en ghouls. Su primera creación se llamó Natia. Ella era una niña prostituta de unos trece años de edad, con la que Vrycolato decidió pasar una noche. Aquella chica a la mañana siguiente, se despertó junto al hermoso vampiro de los ojos azules, poseyendo una nueva naturaleza en su ser.

La transformación de Natia en vampiro fue recibida por Vrycolato con una gran alegría. La propia Natia también se alegró muchísimo de su nuevo renacer. Vrycolato no solo la concedió fuerza, velocidad e inmortalidad, sino que también la convirtió en su esposa. De la noche a la mañana, pasó de ser una puta, a ser la esposa de uno de los hombres más ricos de Roma.

Con la transformación de Natia, Vrycolato volvió a disfrutar de los placeres de tener una compañía. Vrycolato y Natia mantenían una peculiar relación de esposo a esposa. Por el día, caminaban por las calles cogidos de la mano como una pareja cualquiera, mientras que por la noche, masacraban a un gran número de personas en el interior de su villa.

La aparición de un nuevo vampiro por la ciudad, trajo la felicidad para Vrycolato pero, también tuvo como consecuencia que se diera el aumento del número de desapariciones.

Los asesinatos protagonizados por la pareja de vampiros se elevaron hasta tal punto que se desató la alarma social. Las excusas que ponían los dirigentes de la ciudad relacionando las muertes con la peste, dejaron de ser creíbles para la gente, y entonces, el emperador se vio obligado a intervenir en el asunto.

En una mañana de la primavera del año 168 d. C., los soldados del imperio entraron en la villa de Vrycolato, con el fin de matarlo a él y a su joven esposa. Durante el trascurso de aquel asalto, sucedió un hecho inesperado para Vrycolato. De repente sintió por primera vez un mal ajeno a causa de la relación vital que mantenía con su sire. En aquel momento fue cuando descubrió que él podía sentir el dolor del trol, y que si el trol moría, él también lo haría pero, de producirse al revés, no ocurriría igual.

El malestar que sintió Vrycolato por su cuerpo, producto del mal que había dañado a su creador, le llevó a caer muy malherido enfrente de los pies de la cama de su dormitorio. Su esposa Natia al divisar su lamentable estado, se acercó para ayudarle pero, al producirse tal acercamiento, las puertas de la habitación se abrieron, dando entrada a un elevado número de soldados.

Natia al verse envuelta en aquella situación, salió huyendo de la villa, dejando a su esposo a merced de los soldados romanos. Al día siguiente de su detención a manos de las legiones romanas, Vrycolato al igual que Jesucristo, fue crucificado en un monte de las afueras de la ciudad. Allí su cuerpo estuvo siendo masacrado por las puntas de las espadas y lanzas, durante varios días, hasta que finalmente, fue bajado de la cruz para ser sepultado bajo una cortina de rocas.

Al séptimo día de su sepultura, Vrycolato derribó las rocas que le habían ocultado, para salir en busca de venganza. Rebosando de una rabia inhumana, el vampiro fue en busca del emperador romano que dio la orden de atacar a su villa. En su ataque a la mansión del emperador, mató al emperador y a toda su familia. Tras acometer aquella primera parte de su venganza, inició una búsqueda por las calles de Roma por tal de encontrar a Natia y darle su respectivo castigo.

Al tercer día de búsqueda, Vrycolato la acabó encontrando en un lupanar en el que servía como la encargada del establecimiento. Cuando se produjo el rencuentro entre Vrycolato y su neófita, la segunda sucumbió en un gran terror al divisar la rabia que mostraban los ojos de su creador. El temor que sintió Natia ante la aparición de su antiguo esposo, fue respaldado por el posterior castigo que éste le impuso a ella.

Sin ni siquiera darle una oportunidad a Natia para que pudiera excusarse con sus palabras, Vrycolato le arrancó los brazos y luego le arrancó el corazón, convirtiéndola así en ceniza por siempre.

Habiendo consumado su venganza, Vrycolato inició una nueva vida como fugitivo, tratando de escapar de las legiones romanas que le perseguían por sus asesinatos. Aquella vida de fugitivo, le llevó a conocer a su segundo y verdadero amor, Lucius Pontio.

La transformación de Lucius se produjo en el año 199 d. C. en la ciudad Romana de Capua. Por aquella época, Lucius vivía bajo el techo de su familia, la cual estaba muy bien posicionada dentro del Imperio Romano. Los Pontio eran unos terratenientes que poseían grandes riquezas.

Lucius era hijo único. Era un chico caprichoso que le gustaba disfrutar de una vida repleta de placeres y juergas de desenfreno. No eran pocas las veces que bajaba al barrio caliente de Capua, a pagar los servicios de una puta con la intención de realizar toda clase de perversiones. Aquella afición tuvo mucho que ver en su posterior transformación en vampiro.

El día de su decimoséptimo cumpleaños, una vez que hubo terminado la fiesta celebrada con su familia, Lucius decidió celebrar otra fiesta más íntima y menos familiar. En el barrio caliente de la ciudad, congregó a las más bellas rameras para que acudieran a su casa. Entre aquellas rameras se escondió Vrycolato, quien por aquel entonces, trataba de despistar a la guardia Romana de sus asesinatos yendo disfrazado de mujer.

Llegada la noche, cuando Lucius volvió a casa con su harem de putas, Vrycolato realizó una masacre en plena orgía. No sólo mató a todas las rameras que había en la casa, sino que también acabó con toda la familia de Lucius y con todos sus esclavos.

Vrycolato sólo perdonó una vida, la de Lucius Pontio, de quien acabó recibiendo sexo oral como muestra de su agradecimiento. Aquel día corrió la sangre al igual que los placeres prohibidos, y por extraño que pudiera parecer también nació el amor.

Lucius se enamoró de la increíble fuerza y la falta de temor que poseía Vrycolato. Sentir tal amor hacia el vampiro, le hizo seguirle en su huida de la ciudad para comenzar una vida juntos lejos del Imperio de Roma.

Meses después de que ambos unieran su camino, el vampiro Vrycolato transformó al joven de los Pontio en un vampiro. Al poseer aquella nueva condición, Lucius desarrolló un fascinante don. El don de la lectura de mentes.

A lo largo del tiempo que Vrycolato llevaba viviendo como vampiro, descubrió que su vida dependía de la existencia de su creador. Por dicha razón, viajó en compañía de Lucius hasta la Britania con la intención de encontrarlo antes de que él acabara muerto a causa de la muerte del trol. Tras varios años de continuas búsquedas por los diferentes páramos y pantanos de la Britania, Vrycolato al fin encontró a Vúmper.

Ambos se rencontraron en una laguna negra situada al sur de Londres. Mientras Vúmper comía de la carne de un ciervo, Vrycolato se acercó hacia él para ofrecerle un trato. En su deseo porque el trol no fuera visto de nuevo en el Midgard, Vrycolato le prometió toda la carne humana que quisiese y las mujeres más bellas que pudiera imaginar con la única condición de que a partir de entonces, no volviese a salir de su hogar ni volviese a ser visto por humanos.

El trol, que por motivo del fallecimiento de Aliserade, se sentía muy solo, aceptó gustosamente la propuesta realizada por el vampiro. Desde aquel día, el vampiro Vrycolato se convirtió en el primer discípulo del trol y al cabo de muy poco tiempo, también lo fue su inseparable Lucius Pontio.

Dentro de aquel castillo, Vrycolato trataba de aparentar ante la hija del trol que se trataba de un discípulo fiel a su padre, aunque en realidad, era el vampiro, quien controlaba las acciones del trol desde las sombras. Ésa era la auténtica verdad que existía dentro del castillo de Aliserade.

Para desgracia de la vikinga, por primera vez, Vrycolato no había tenido que convencer al trol para que le hiciera caso, sino que desde el mismo principio ambos habían estado de acuerdo, al considerar de imprescindible su incorporación entre las filas del ejército vampírico.

Vrycolato lo deseaba por la increíble habilidad para la batalla que la conocía, mientas que Vúmper lo deseaba por la atracción sexual que le despertaba en él. Sin duda ahora Run se había convertido en su nuevo juguete.

En la celda de la vikinga de los Ljungberg, mientras ella esperaba la llegada de nuevos acontecimientos a raíz de su visita con el amo del castillo, los días fueron pasando sin más sustento para ella que el pasatiempo que suponía la elaboración de diferentes planes de huida. Por supuesto, todos ellos siempre le parecían grandes ideas al principio pero, a medida que iba razonándolos, los acababa por descartar, al encontrarles un millar de incongruencias a cada uno de ellos.

Entre tanto pensar y pensar, finalmente, llegó el día en el que de repente, apareció una oportunidad para probar uno de los numerosos planes que se habían pasado por su cabeza a lo largo de su reclusión. Aquella oportunidad vino con el cumplimiento de su primera semana de esclavitud. El 17 de Julio, sucedió algo realmente inimaginable para ella. Kendal abrió la puerta de su celda, para llevarla en su carruaje de vuelta al reino del Midgard, su querido mundo.

En aquellos momentos, Run volvió a vestirse con su vestimenta habitual de guerrera, lo que la supuso estar de nuevo en contacto con Glad, el extraño elfo que había conocido durante su estancia en la celda. La presencia del elfo oscuro, como Run ya se había podido dar cuenta, no podía brindarla más ayuda que la ocultación de sus pensamientos a Lucius. Una ayuda que a Run, sabía a casi nada.

Durante el trayecto por el mundo subterráneo de oscuridad y piedra, la vikinga de los Ljungberg pudo conocer el porqué de su retorno al Midgard. De boca del chismoso de Kendal, supo que el clan vampírico le había preparado un combate contra otro neófito, cuya elección corría a cargo de Minrha, la hija del trol. Si perdía en aquel duelo, sería eliminada por siempre. Y si vencía, tendría que vivir por siempre en la compañía del resto de vampiros, siendo la concubina del trol.

Cuando Run supo qué dos opciones la ofrecían, tuvo muy claro de inmediato cual sería su decisión. La muerte.

Con esa idea en mente de dejarse matar, la vikinga regresó al Midgard preparada para afrontar su destino. El lugar donde se detuvo el carruaje de Kendal, se trataba de un acantilado de la Britania.

En el momento en el que Run se bajó del carruaje, y volvió a pisar la tierra de los humanos, se la vio muy emocionada y feliz por su regreso a su querido Midgard.

—Al fin he vuelto —farfulló Run con gesto emocionado.

En pleno atardecer, el paisaje de aquel acantilado se veía aún más bello. El cielo mostraba en el horizonte una franja de color amarillo bajo otra de color morado. Pegado a la línea del horizonte, un inmenso mar se abría frente los ojos de la vikinga, chocando en constante ebullición contra el muro de roca que se levantaba a los pies del acantilado.

En aquellos instantes, Run tenía el mar a tan solo unos pocos pasos. Parecía evidente que sólo tenía que correr y saltar para escapar de los malvados seres del Svartalfheim pero, debido a la numerosa guardia que la estaba vigilando, decidió no intentarlo y seguir a la espera de la llegada de su rival.

La elección de situar el duelo en lo alto de un acantilado, era una trampa que los seres del clan ponían para que los posibles traidores salieran a la luz, y así pudieran destruirlos. Debido a la numerosa guardia que permanecía por la cima del acantilado, parecía imposible que algún neófito hubiese pensado alguna vez en intentar escapar, sin embargo, muchos lo habían intentado, aunque lastimosamente para ellos, ninguno había llegado a tocar el mar.

La mayoría de los neófitos olvidaban que no sólo había que contar con que hubiese un número elevado de peligrosas criaturas controlando cada uno de sus movimientos, sino que también, había que tener en cuenta la presencia de Lucius, el lector de mentes.

En la llegada de Run por el acantilado de la Britania, Lucius volvió a pasar sus dedos por encima del brazo de la vikinga, hallando para su decepción con la misma oscuridad y las tinieblas que presenció en su primer encuentro con la vikinga. De ese modo, sintiendo la misma decepción que sintió entonces, se retiró de la presencia de la neófita de la trenza dorada, para ocupar su lugar en el acantilado junto a Vrycolato y el resto de vampiros.

En el acantilado, mientras se esperaba la llegada del otro neófito, entre los seres del clan se podía divisar como más de uno, andaba ansioso por presenciar el inicio del duelo entre la vikinga y su rival. En especial, el trol.

Vúmper estaba tan ilusionado con la entrada de Run al clan vampírico, que se había tomado la molestia de cargar con tres cofres hasta lo alto del acantilado. Por aquel entonces, aquellos tres cofres permanecían vigilados bajo su celosa mirada. El trol ardía en deseos por regalárselos a la vikinga, una vez que ella hubiese vencido a su rival. Un rival, que ya empezaba a demorarse demasiado.

El responsable de elegir al neófito que se enfrentaría a Run, era Minrha. La hechicera en su deseo por encontrar a un guerrero capaz de derrotar a la vikinga, anduvo lejos del castillo durante unos días.

La tardanza del neófito hizo pensar a Vrycolato que su rival, había fracasado en su intento por encontrar un neófito que estuviese a la altura de la vikinga pero, entonces, finalmente, ese guerrero acabó haciendo acto de presencia. Aquel neófito entró en el acantilado con paso lento, siendo acompañado por su sire a un lado, Minrha.

En aquellos momentos, no era posible saber que rostro tenía aquel neófito, debido a que una túnica con capucha le tapaba el rostro pero, observando su silueta, se podía deducir de él que se trataba de un vampiro delgado y no de excesivo tamaño.

Ante la expectante mirada de todos los seres reunidos, el otro neófito, continuó caminando sin detenerse, hasta plantarse enfrente de su rival. Estando allí, a continuación, se desprendió de la túnica que vestía, haciendo así que finalmente, su identidad fuera visible y reconocible.

El trol al observar el aspecto del guerrero elegido por su hija, no hizo ningún gesto al respecto, simplemente, se limitó a regresar hasta el lugar donde permanecían apartados los otros seres del clan.

En aquel instante, la reacción en el trol fue muy distinta de la que se divisó en su vampira favorita. Cuando Run descubrió quien sería su rival, se quedó sin habla, debido a la inesperada sorpresa.

Aquella reacción no sólo fue de sorpresa, sino que también estuvo impregnada por un gran halo de tristeza. La pena que se mostró en sus ojos, fue la prueba irrefutable de que ella ya conocía a ese guerrero de antes. Y poco después, también lo fueron sus propias palabras.

—Hola Liv… —farfulló Run con voz débil.

Liv Rybner, la vikinga del cabello corto, como mejor era conocida, era una de las lobas del ejército vikingo. Run se hizo amiga de ella semanas atrás junto a Diane, Lena y Erika.

Tras la muerte de su amada, Liv cayó en una descomunal pena que la llevó a desear el fin de su propia existencia pero, entonces apareció Minrha, quien le dio una razón para continuar luchando.

La hechicera para conseguir que Liv accediera a venirse con ella, no tuvo que raptarla, simplemente, le bastó con hacerle una promesa. Ella le juró que utilizaría sus poderes para resucitar a su querida Lena, si conseguía vencer a otro neófito en un duelo a muerte.

Liv desesperada por reunirse con su amada, obviamente, no dudó en aceptar la oferta y por eso estaba ahí. Liv estaba dispuesta a hacer lo que hiciera falta, si con ello, cabía la remota posibilidad de que pudiera hacer regresar a su amada a la vida. Y eso también incluía matar a una chica a la que anteriormente había llegado a considerar su amiga.

Mientras que Run gesticulaba con una expresión de pena por la inesperada presencia de Liv, a un lado de aquel acantilado, el vampiro Lucius sonreía divertido.

—Que bien, si se conocen será mucho más divertido cuando una de las dos muera.

—¿Minrha, cómo te lo has hecho para encontrarla? —preguntó Lucius, dirigiéndose a la hija del trol.

—Fue fácil, sólo tuve que ir al campamento vikingo y preguntar quien era el más fuerte.

—Entiendo… —asintió Lucius con una sonrisa maliciosa.

—Ya estoy deseando que dejen su palabrería para qué empiecen a luchar de una vez —añadió.

Con las palabras del hermoso vampiro de cabellos rizados y rubios, Vrycolato llevó su brazo para colocarlo por encima del hombro de éste.

—Yo también lo estoy deseando pero, me temo que Minrha se ha tomado las molestias para que sea un duelo desigual —dijo Vrycolato.

Debido a las palabras comentadas por el importante vampiro, Minrha reaccionó mostrando una sonrisa maliciosa. Vrycolato estaba en lo correcto respecto a sus sospechas. Minrha se había encargado de que el adversario de la neófita de la trenza dorada, tuviera una notable ventaja durante el transcurso del combate. Ella había obsequiado a su neófita con una cadena hecha en plata, el único metal capaz de herir con consideración a un vampiro.

Volviendo a posar todas las miradas en torno a las dos neófitas, por aquel entonces, Run ya sabía que si su amiga también había caído en las garras de los vampiros, era porque algo realmente malo debía de haberle ocurrido.

Con una expresión apenada en su rostro, la vikinga de los Ljungberg, se acercó a su rival en el duelo y acto seguido, le preguntó:

—¿Qué te ha ocurrido? ¿Tú también estuviste a punto de morir?

—No, yo me convertí voluntariamente —respondió Liv con gesto serio…

—Fue Lena quien murió. —Añadió.

Sorprendida por la noticia, Run retrocedió un paso, mostrando por su rostro una expresión de congoja.

—Oh, ¡eso es terrible! Lo siento muchísimo por ti —farfulló Run.

El sincero lamento con el que Run respondió al conocimiento de la muerte de Lena, consiguió hacer que por el rostro de Liv se dibujara una sonrisa de agradecimiento. Habiendo aparecido aquella sonrisa en Liv, la vikinga de la trenza dorada, inmediatamente, aprovechó para realizarle una cuestión que la tenía sumamente intrigada.

—¿Cómo está mi padre? ¿Cómo están todos?

—Tu padre está vivo. Te está buscando —respondió Liv en un tono seco.

Conocer aquella noticia relacionada con su padre, hizo que Run por un corto instante, se sintiera tremendamente orgullosa de su padre, y volviera soñar en alcanzar la libertad. Un pensamiento, el suyo, que su vieja amiga, rápidamente, se preocupó en borrarle.

—Lo siento Run pero, ya no volverás a ver a tu padre. Ni a nadie más. Hoy morirás, debes hacerlo para que Lena vuelva a mi lado —sentenció Liv con una expresión desafiante.

—¿Eso es lo que te han prometido? ¿Qué resucitarán a Lena? —preguntó Run, dirigiéndose a su rival con una sonrisa resignada.

—¡Estúpida, estúpida, estúpida! ¿¡Todavía no te das cuenta, de que gane quien gane, las dos vamos a perder!? —exclamó Run mostrándose iracunda al pronunciar tales palabras.

—Lena está muerta y jamás volverá —añadió con gesto serio.

—¡Calla, te prohíbo totalmente que hables de ella ante mi presencia! —exclamó Liv, mostrándose loca de rabia.

—No, debes escucharlo y admitirlo de una vez. No importa que me mates, Lena jamás volverá a la vida. Ella está muerta, así que no pueden convertirla en una neófita como nosotras.

—¡Cállate, cállate, cállate! —replicó Liv, furiosa.

En aquel justo instante, la neófita del cabello corto se abalanzó sobre Run, asestándole una serie de puñetazos que acabó rematando con una patada en todo el rostro.

Los golpes de Liv sobre Run, valieron para dar comienzo al esperado duelo entre las dos neófitas. La brutalidad con la que Liv golpeó a la vikinga de los Ljungberg, la envió contra el suelo, haciendo que perdiera la espada en el impacto.

A unos metros del lugar de donde permanecía Run con la nariz ensangrentada, su rival soltó una carcajada, tras comprobar lo fácil que le había resultado derribarla.

Mientras Run trataba de ponerse en pie para volver a la lucha, Liv se fue acercando a ella, mostrando en su rostro un gesto divertido.

—Oh, a la niña le han pegado. Snif Snif.

—¿Quieres que llame a papi Rúrik para que te levante del suelo? ¿Quieres que le llame? —preguntó Liv tratando de herir el orgullo de su rival.

Las burlas realizadas por la vikinga del cabello corto, fueron ignoradas por Run, quien prefirió mostrar una sonrisa divertida ante las burlas de su amiga.

—¿De qué te ríes ahora?, ¿acabas de entender el chiste que te contaron la semana pasada, rubia? —preguntó Liv con malicia.

—Que va, no es por eso… —respondió Run.

—Me hace gracia que sigas pegando como una niña, pese a tus intentos por convertirte en un chico —añadió.

—Jajajajaja, que original —respondió Liv de forma sarcástica.

Con el fin de aquel intercambio de burlas, las dos vikingas volvieron a observarse fijamente. Sin embargo, en esta ocasión ambas se miraron de un modo distinto de como lo habían estado haciendo hasta el momento.

Habiendo adoptado una expresión de seriedad en su rostro, Liv se dirigió a la vikinga de los Ljungberg en un tono autoritario.

—Vamos, sé que eres capaz de luchar mucho mejor.

—¡Esfuérzate! —exclamó Liv, mostrándose deseosa por conocer las habilidades de su adversaria.

—Si lo hiciera entonces no habría combate —respondió Run con una sonrisa repleta de seguridad.

La prepotencia mostrada por la vikinga de la trenza dorada provocó de inmediato que su rival, rompiera a reír a carcajadas.

—Que chula eres… —farfulló Liv.

—Entonces te mataré —sentenció, lanzándose a continuación en un agresivo ataque.

En el nuevo ataque de la vikinga del cabello corto, Run no la permitió que la golpeara como antes, sino que le plantó cara como solo ella sabía hacer. Todos los golpes lanzados por Liv, fueron interceptados por la vikinga de los Ljungberg, y además de eso, le acabó devolviendo un duro contra ataque, que terminó por derribar a Liv contra el suelo, provocando un sonoro estruendo en el acantilado.

La forma con la que Run había conseguido superar a su rival, dejó bien claro que existía una enorme diferencia de potencial entre las dos guerreras. Liv podía tener más fuerza y también poseer mejores armas en su arsenal pero, indudablemente, la hija de jefe Rúrik, poseía una técnica de combate mucho más depurada que su rival. Run no sólo era una maestra con el arco y la espada sino que además, era una maestra en las artes marciales.

Después de la realización de aquel fantástico contra ataque por parte de la vikinga de la trenza dorada, algunos de los vampiros que estaban observando el combate, reaccionaron fascinados por la habilidad de Run.

—¡Increíble! ¿Viste eso Vrycolato? Run es una guerrera sensacional… —exclamó Lucius con gesto entusiasmado.

—Y que lo digas. Esa tal Liv, no es ni la mitad de poderosa de lo que lo es Run —musitó Vrycolato mostrando una sonrisa divertida.

Debido a las palabras del vampiro Vrycolato, Minrha frunció el ceño, llevándola a contestar a continuación:

—Ya lo veremos…

Volviendo a lo que acontecía en el duelo, mientras que Liv trataba de reincorporarse tras soportar el violento ataque de su rival, Run fue en busca de recoger su espada caída, la cual estaba tirada por el suelo a varios metros de su posición. Con la realización de aquel movimiento, Run le dio la espalda intencionadamente a su rival para que ésta tuviera una oportunidad de atacarla y así, pudiese entregarle su ansiada muerte.

Entonces, tal y como planeó Run, la vikinga del cabello corto, se alzó tras su espalda, cargando con su cadena entre las manos, y lanzándola a continuación contra ella. La cadena en su vuelo por los aires, terminó enrollándose en torno al cuello de la vikinga de la trenza dorada, provocándole con ello, que sufriera de estrangulación, por motivo de la opresión que ejercía Liv contra su cuello, y de quemaduras por culpa de la plata con la que estaba fabricada la cadena.

Los intentos de Liv por arrancar la cabeza de su rival, imprimiendo cada vez una mayor tensión a la cadena, terminaron por arrastrar a Run por todo el suelo hasta llevarla bajo sus pies. Habiendo quedado Run en aquella maltrecha situación, Liv no dudó en aprovecharse para tomar ventaja en el combate. Sentada con sus rodillas sobre el estómago de la malherida vikinga, inició desde allí una brutal paliza ante los sorprendidos espectadores del combate.

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