Respect

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Capítulo 32

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Capítulo 32

Rose

De irme a la cama ni hablar. La simple idea de estar ahí tendida mirando el techo con el oído aguzado al menor ruido me daba pánico. Había decidido sentarme en el pórtico delantero de la casa, en los escalones. Esperaría allí el regreso de Tony y sería el regreso más hermoso de mi vida.

Siempre había tenido todo bajo mis narices y no le había dado la importancia adecuada. Era hora de despertar del entumecimiento en el que me habían hecho caer los celos. Estaba cegada. No le había dado a nuestro amor ninguna posibilidad. Me había perdido detrás de la desaparición de Michael y poco a poco me había marchitado, por dentro y por fuera. Pero no tenía intención de dejar que eso continuara sucediendo. Se lo debía a la vida que estaba creciendo dentro de mí, se lo debía a Tony.

Me puse de pie.

El sonido de la verja, el motor de un coche. Dos faros que subieron por el camino de entrada.

Reconocí la silueta del sedán de Tony, el que conducía Roberto.

Mi corazón comenzó a latir rápido. El coche se detuvo, la puerta se abrió. Tony salió de él y se irguió en toda su altura. Murmuré una oración de agradecimiento porque estaba vivo. Le dijo algo a Roberto y le hizo un gesto a modo de saludo. Luego el coche retrocedió.

Cuando todo volvió a estar oscuro, di un paso hacia delante. Mi garganta no quería dejar salir sonido alguno, estaba completamente bloqueda. El susurro que produje al levantarme y el crujido del escalón lo alarmaron. Claramente vi a Tony meter la mano dentro de su chaqueta buscando algo que estaba segura era un arma.

—Soy yo —grazné.

—Dios, Rose. —Sacó la mano de su chaqueta y vino hacia mí.

—Sabes que es peligroso tomarme por sorpresa.

Al decirlo me abrazó, con ambos brazos, y sentí que estaba en casa. Finalmente. De nuevo.

Tony sabía a sudor y cansancio y un poco a la loción para después de afeitar de la mañana. Su rostro ya no era suave, sus ojos estaban cansados.

—¿Qué haces despierta a esta hora?

Mis ojos se deshicieron en lágrimas.

—Te esperaba.

—Oye, ¿qué pasa?

—Que soy una estúpida, es el embarazo que me hace una tonta. —Me abracé a él, no quería volver a soltarlo.

—No te hace una tonta, te hace perfecta. Para mí.

Tenía que hablarle de tantas cosas, de Michael que había recuperado la memoria, de Jo que había sido echada de casa, de Morgan a la que definitivamente tenía que contratar de nuevo, porque no podíamos dejarla en medio de la calle con un hijo que criar. Sin embargo, no dije nada. Habría tiempo para todo, pero no en ese momento.

Sus labios bajaron sobre los míos, suaves y dulces. Deslicé mis manos por su cabello, que se enredaron en esos rizos que amaba, y su beso se volvió rudo y posesivo.

—Tengo tantas cosas para decirte —murmuré en sus labios.

—¿De verdad? —Chupó mi labio inferior y luego se arrodilló frente a mí. Pasó sus manos por mi vientre en un gesto que era dulce y posesivo al mismo tiempo.

—Hola, mi amor. —Me estremecí. Luego depositó un beso a la altura de mi ombligo.

Era la primera vez que se dirigía directamente a nuestro bebé. Era un nuevo comienzo, estaba segura de ello.

Levantó su mirada. A la luz de la luna, sus ojos de obsidiana parecían resplandecer. Me miraban llenos de adoración, respeto y pasión, una pasión ardiente que lo consumía. La reconocí porque era la misma que ardía dentro de mí.

—Juramos que sería para siempre.

—Para siempre —respondí. Y supe con certeza que realmente sería así.

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