Respect

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Tony

No podría sentirme mejor. Sentado detrás del sillón del escritorio del estudio de mi casa en Lincoln Park, con mi esposa en mi regazo. Su vientre comenzaba a dejarse ver, poco, pero se hacía notar. ¿Cómo pude haber pensado alguna vez que podría posponer ese momento? No podía imaginar una forma distinta de conciliar el sueño por las noches, que no fuera abrazarla contra mí, con mis manos en su vientre, protegiendo a mi hijo, acariciarla y sentir su cuerpo suave contra el mío duro. Era el paraíso de la mente y el alma. Habría trabajado duro para mantener los equilibrios y encontrar mediaciones con las otras familias. Pero también habría castigado y golpeado a todo aquel que tuviera intenciones de poner en peligro lo que yo tenía. Mi esposa y mi hijo. Mi mundo.

Rose me pidió que reincorporara a Morgan en el trabajo y así lo había hecho. Mi hermano había archivado su historia con Jo sin ninguna consecuencia y ahora Morgan era su asistente. Las piezas del rompecabezas encajaban a la perfección. La novedad más importante era que yo había relevado a Salvo en la conducción de la familia. Fue a su pedido y acepté. Me sentía preparado para ese papel desde siempre. No tenía miedo. No por mí, al menos.

—Está retrasado.

—Tendrá una buena razón. —La mano de Rose se posó en mi mejilla y tuvo el mismo efecto de siempre. Terapéutico, calmante y excitante al mismo tiempo. El embarazo la estaba volviendo más suave y seductora que nunca a mis ojos. La amaba.

—Lo espero por él. —Tomé sus dedos y los llevé a mi boca. Para besarlos. Su sonrisa se volvió brillante y eso fue todo lo que necesité para calmar mi estado de ánimo. Podía haber la oscuridad más profunda dentro de mi alma, pero cuando Rose estaba conmigo, traía luz, una luz que barría las tinieblas en las que estaba empapado.

—Por supuesto, dijo que estaría aquí a las seis, seguramente tuvo un contratiempo.

Estaba seguro que su contratiempo era un buen polvo. Solo esperaba que no se estuviera divirtiendo con Mary o quizás había dejado de esperarlo. No lo sabía ni siquiera yo. Mi hermana ahora vivía por su cuenta, había encontrado un piso en el centro y buscaba un trabajo. Parecía que su vida finalmente había dado un giro para mejor, pero todavía no estaba completamente tranquilo. Si Michael Mancini era parte de sus días o de sus noches, aún no lo sabía con certeza pero pronto lo descubriría. Me habría bastado lanzarle a Roberto un par de días para descubrirlo. Pero no era mi prioridad en ese momento, había otra cosa en la que pensar.

Rose bajó con sus labios sobre mí. La mejor manera de calmarme.

Puse una mano en su vientre. La amaba.

Un enérgico golpe en la puerta nos interrumpió. El rostro de Michael se asomó.

—¿Se puede?

El hermano de Rose había recuperado esa cara que apetecía abofetear. Había ganado peso, músculos obviamente, y casi había vuelto a ser el que era antes. Excepto por el cabello que ya no llevaba largo, sino rasurado prácticamente a cero. Y excepto por el temperamento. Había un lado oscuro en él, algo que todavía no había podido descifrar bien.

—¿Es con esos métodos que dejaste embarazada a mi hermana? —Insolente como siempre, con esa risita de “dame un puñetazo en el rostro que lo estoy esperando”.

—Si tienes curiosidad de mis métodos podría dejarte probar.

—Basta, Michael, entra. —Rose se puso más cómoda sobre mí cuando su hermano se hundió en la silla frente a nosotros. Desde que había vuelto ya no llevaba trajes elegantes, vestía mucho más deportivo y se veía mucho más joven. Además de mucho más peligroso. Tenía una mirada tan alucinada que brillaba en el fondo de esos ojos verdes, algo letal. Todavía no sabíamos qué le había ocurrido en el año que había pasado lejos de casa, pero lo que hubiera sido, había dejado huellas.

—¿Cómo ha ido?

—He hablado con mis hombres. Estoy listo para recuperarlo todo. Todo. —Respiró hondo y me miró fijamente a los ojos. Sabía que ese momento llegaría. Michael Mancini estaba a punto de recuperar su negocio y era justo así. El hermano de Rose era mi único verdadero aliado. Las otras familias podían haberme tenido miedo, pero la lealtad de la sangre era una cuestión totalmente diferente.

—Bien. —Estiré la mano hacia el vaso medio lleno que tenía sobre el escritorio y lo llevé a mis labios.

—¿Qué pasa con lo demás?

Michael llevó la palma abierta a su cabeza, acariciando la parte rasurada.

—Estoy trabajando en ello con el loquero.

—¿Qué dice el doctor? —Rose estaba preocupada pero yo ya conocía la respuesta. Muchos progresos sobre la familia y las personas, pero un gran agujero negro sobre su desparición y el año que pasó lejos de casa.

—Que tarde o temprano recordaré todo.

No fue lo que dijo, sino la forma en la que lo dijo, lo que encendió la campana de alarma en mi cabeza. Y esa campana no se equivocaba nunca. Jamás.

—Bien, es una excelente noticia. —Rose estaba feliz y llena de esperanza. Podía engañarla a ella, pero no a mí. En esos ojos verdes podía ver una luz hecha de conciencia y deseo de venganza.

—Entonces, hagamos un brindis. —Rose alzó su vaso de jugo de manzana, yo el mío y Michael se puso de pie para servirse. Cuando él también levantó el vaso, lo miré directo a sus ojos—. Por tu regreso, Michael.

—Por mi regreso —respondió y bebió de un trago el contenido de su copa.

 

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