Renacimiento

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CAPÍTULO QUINTO LA PRUEBA DE LA SUPPON[*]

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Por encima de estas consideraciones sobre Goro, al leer el guión y el storyboard, Kogito pudo percibir una impresión refrescante gracias al hábito artístico que adquirió Goro como cineasta, aunque en un período más bien corto pero intenso, sin dejar de reconocer que eso podía ser una de las características que Goro poseía desde siempre.

Un ejemplo eran las descripciones del personaje llamado Líder, que estaba inspirado en Daio.

La fisonomía y la figura descritas en el storyboard no se correspondían en ninguna de las viñetas al Daio que recordaba Kogito. Le recordaba más bien a un humorista que hacía de empresario en una de las películas más taquilleras de Goro, y que lloraba a gritos al ser denunciado por fraude fiscal, aunque en realidad era puro teatro. No obstante, la explicación de la escena en el guión adjunto, sujeto con un clip, describía de manera exacta, quizás mejor que la propia visión de Kogito, la imagen de Daio, al que estuvo estudiando durante las dos semanas que duró «aquello».

El Líder es el hombre que tiene una mirada y boca pegajosas por el rencor. Se obsesiona con todo. Intenta llegar hasta el fondo, según sus convicciones. Nunca se resigna y repite y repite sin que le dé vergüenza. Además, no se sabe con exactitud si esa insistencia es seria o sólo una broma. ¿Quizás sabe desde el principio que nunca conseguirá satisfacer sus ambiciones? A pesar de ello, fue a lanzarse con todas sus fuerzas con sus camaradas más jóvenes contra una pared insuperable.

El motivo de llevar a cabo la acción real que el Líder había planificado a partir del pensamiento del maestro Choko sonaba, al menos, lógica. A pesar de que estaba seriamente fundamentada también podía ser una fanfarronada a la que se unieron bromas de mal gusto. Cabría la posibilidad de abandonar todo en la mitad sin más. Sin embargo, si por casualidad se realizase lo propuesto, podría ocurrir algo cruel, sangriento e irreparable.

Si después de hacerse realidad ese plan, no exento de un dudoso sentido del humor rayano en el mal gusto, sobreviviera el Líder, ¿con qué cara se enfrentaría al resultado? Sería tarea de la dirección preparar al actor para adoptar una expresión patética por haber conseguido el objetivo en contraste con la cara de bufón anterior al incidente, o viceversa.

Lo que Daio les contó a Kogito y a Goro lo había escrito este último en el guión al pie de la letra.

Líder: El tratado de paz ya firmado entrará en vigor el día 28 de abril a las diez y media de la noche. ¿Qué puede significar esto? Que la época de la ocupación por las fuerzas aliadas va a finalizar sin que se produzca ninguna acción de resistencia armada contra el establishment militar americano. Desde que los japoneses perdieron la guerra y durante todo el tiempo que ha durado la ocupación, sólo quedará una foto que simbolizará para siempre las relaciones entre Estados Unidos y Japón. La foto del comandante supremo Douglas MacArthur en camisa y pantalón de color claro con los brazos en jarras y Su Majestad el Emperador de Japón en posición de firmes en la Embajada de Estados Unidos, tomada el 27 de septiembre del año 20 de la era Showa.[*] La imagen grabó en la mente de los japoneses el hecho de que nunca volvería a surgir el día en que el Emperador fuera divino de nuevo.

Kogito recordaba bien a Daio y el análisis de la situación política tan serio que hizo en mitad de la fiesta. La caracterización que hizo Goro del personaje reproducía con exactitud su comportamiento: una mezcla total de seriedad con una irresponsabilidad que hacía dudar de sus palabras en cuanto las pronunciaba. Daio incluso imitó cómo y con qué expresión estaba de pie el Emperador, según se veía en la foto. Kogito se lo tomó bastante mal, pero Goro —aunque estuviera afectado por el sake doburoku— no paraba de soltar grandes carcajadas.

Como era natural para Daio, que sucedió al maestro Choko en sus enseñanzas, un suceso tan infame no podía pasar desapercibido. En las tres semanas que quedaban hasta la fecha, sus camaradas y él atacarían con armas el campamento americano e intentarían reescribir la última página del derrotismo que era el tono principal de la historia de la ocupación militar.

Lo que hacía falta era formar una unidad de combate de pocos miembros vestidos de civil, a fin de evitar que les pararan antes de acercarse al campamento americano. Además, para que los soldados que vigilasen la entrada principal del campamento respondiesen de inmediato y comenzase un tiroteo en la calle, los asaltantes, nada más llegar a la puerta, se armarían con rapidez para cargar contra ellos. Había que hacer creer que se trataba de un ataque serio, para lo cual sólo faltaría armarse con el mismo tipo de armas que las de los soldados.

Líder: Necesitamos, por tanto, unas diez armas que cogeríamos del arsenal del propio campamento americano. / Peter: Aunque sea un ejemplo, es imposible robar diez metralletas. / Líder: Pero, Peter-san…, ¿no me dijiste que había un montón de armas que retiraron después de usarlas en la guerra de Corea? / Peter: Las armas que se han usado en la guerra no son fáciles de reparar. / Líder: No hemos dicho en ningún momento que haga falta repararlas, Peter. Basta con que sean ametralladoras del ejército americano. Nuestro objetivo se cumple si los americanos creen que se trata de una agresión real al ver a los atacantes apuntándoles con esas armas. / Peter: Entonces os aniquilarán inmediatamente. / Líder: Why not? Aunque no fuera así, es un ataque contra un campamento militar de varios miles de soldados, ¿no? ¡Desde el momento en que alguien participe en la operación, no hay marcha atrás! / Peter: … ¿Y si ellos descubren que no va en serio y que es un juego de guerra diseñado por un puñado de lunáticos? / Líder: (De repente se quita el yukata[*] y se ve que sólo lleva un fundoshi.)[**] ¡Nos retiraremos bailando un bon-odori![***]

La primera mitad de este diálogo estaba inspirado en la fiesta en el ryokan a la que fueron invitados Kogito y Goro después del concierto y, la segunda, en la fiesta del tercer día que compartieron con Daio y los demás y a la que pudieron invitar a Peter, y que Kogito recordó con sorpresa. Se maravillaba por las dotes de observación aguda de Goro desde que era joven, a la vez que por el talento como director de cine que demostró tener ya en la madurez, al haber sabido resumirlo todo en una escena. Según la memoria de Kogito, Goro no paró de reír sin más durante aquellas noches de celebración…

Después de tres días de diversión, Daio se marchó del ryokan y Kogito empezó a reconocer que se equivocaba por haber derrochado su precioso tiempo en compañía de Goro. Así que volvió de forma apresurada a la rutina de estudio en la biblioteca del CIE con los compañeros de examen de ingreso a la universidad.

Hacia la hora del cierre de la biblioteca, aquel empleado japonés que les había enseñado el libro con la ilustración de Blake en el concierto fue a buscar a Kogito a la Sección de Consulta y le dio el recado de que Peter le estaba esperando en la cancha de baloncesto. Aparte de su habitual postura altanera se le notaba que estaba irritado por tener que hacer caso a una petición trivial del americano, máxime siendo él un joven japonés.

Kogito observó al bajar a la cancha que debajo de una de las canastas estaba Peter de pie, pensativo y cabizbajo. Tenía el balón en el brazo derecho apretado contra el pecho, sobre el cual caían los pétalos que el cerezo comenzaba a derramar. En su cuello se notaban las líneas entre la piel blanca y la parte donde le había dado el sol. Levantó la mirada cuando se acercó Kogito y adoptó una cierta expresión. Kogito lo interpretó como que Peter estaba esperando a que Goro estuviera con él. Y para confirmar su sospecha le preguntó abiertamente:

—¿No está tu amigo Goro contigo?

Como Kogito estaba callado, siguió Peter:

—Tengo entendido que vosotros, los estudiantes del instituto de Matsuyama, os bañáis juntos en el onsen[*] de Dogo después de estudiar para refrescaros, ¿es así? Me lo dijo Goro.

—Aunque se llame onsen, son unos baños públicos y… dicen que hay problemas de higiene, por lo que no está abierto a los soldados americanos —respondió Kogito.

—¿Ah, sí? En fin… este fin de semana puede que me dejen un coche, el sábado, y quizás el domingo también, ¿qué tal si damos una vuelta? Con Goro… Además Mr. Daio nos ha invitado a ver su escuela de kendo.

Peter se calló y, sin que Kogito entendiera por qué, se puso colorado con una mirada de pájaro malicioso. Kogito le respondió con el mismo tono que había empleado antes, midiendo las palabras con mucha cautela.

—Seguro que a Goro le apetece dar una vuelta en coche. Daio también me invitó a visitarle y me pidió que llevara a Goro. Mañana o pasado mañana… ¿Vienes aquí cada dos días, verdad? Te daré la respuesta en cuanto hable con él.

—Esta semana vendré todos los días. Si ves a Goro dile que puede venir a visitarme.

Justamente venían unos empleados del CIE y una americana hacia la cancha alborotando al ver los pétalos de cerezo y tratando de cogerlos al vuelo. Peter fijó la pelota en el pecho con las dos manos, dio un paso adelante hacia ellos y dijo:

—Si mañana no estoy, deja la respuesta encima de la mesa de mi secretaria. Podéis escribirla en japonés con toda tranquilidad.

Luego, pareció que perdía interés en Kogito y empezó a driblar para tirar a canasta el balón desde bastante lejos sin conseguir encestar. Luego recogió el balón, que dio contra el tablero, y, dando un giro al cuerpo, lo lanzó adonde daban gritos los empleados japoneses. Kogito volvió a la biblioteca con cara de frustración. De todos modos, se molestó en localizar la mesa de la secretaria, más allá del cristal que dividía la biblioteca del centro.

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