Red

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Red Rose

Después de todo lo ocurrido con el Conejo Blanco, necesito una copa bien cargada. Llevo años detrás de ese hombre, por llamarlo de una manera fina. Esta noche por fin había reunido las pruebas suficientes contra él, para que me concedieran una orden de registro y poder entrar en su casa donde rastrearíamos cada rincón hasta sacar a la luz todos sus secretos.

Con todo mi equipo preparado y armado hasta los dientes, nos metemos en la guarida del Conejo, pero en todos los años que he ejercido como policía no me había encontrado nada como lo que hallé allí.

Cuando por fin conseguimos noquear y detener a todo el séquito de guardas que posee ese tipo, por fin uno canta y nos dice donde lo podemos encontrar, me fui directa para enfrentarlo, nadie me quitaría el gusto de ser yo misma la que lo espose y encarcele a ese asesino.

Pero cuando entro en la dependencia donde se supone que lo voy a hallar, y veo esa imagen dantesca: una mujer rubia, muy joven, seguramente más que yo, con cara de muñeca, llena de sangre como si fuera el muñeco diabólico, armada con un afilado cuchillo sobre el hombre al que busco, y en su rostro una ansiedad de venganza que parecía que no sería capaz de pararla ni todo el ejército. Por un momento, olvido todo lo que había aprendido hasta ese momento y me quedo paralizada. Por si eso me parecía poco, no doy crédito cuando por detrás de mí entra por la puerta una copia mía, vestida de cuero, y con cara de muy mala leche.

Al principio, cuando me propuso que dejara que la muñeca de porcelana sanguinaria se vengara me pareció la cosa más ilógica del mundo, pero cuando aquel hijo de puta disparó a la madre de Alice, en el fondo, y sin que mi parte de policía tenga nada que ver, me alegré profundamente de que lo llenara de agujeros con su cuchillo.

Era una rata miserable que no se merecía ni el aire que respiraba, pero bueno, eso es lo que piensa mi parte no oficial.

Ahora me dirijo a beber con mi recién estrenada hermana, he dejado a la científica ocupándose de la casa y buscando cualquier indicio delictivo del difunto.

Mi versión oficial sería que lo habían matado en defensa propia, cosa que no era del todo incierta, y aunque soy de las que confía cien por cien en el sistema judicial, no negaré que creo que ese hombre está mejor muerto. Se ha llevado a mucha gente por las drogas, asesinatos por ajustes de cuentas o a sangre fría, por no hablar de la trata de blancas.

Nosotras hemos dejado a Alice y a sus chicos en una de las sedes de la banda de mi hermana cercana a allí. Su amiga ahora es realmente rica y le pertenece a la mansión que está arrasando en este momento mi equipo, pero es bastante obvio, que aquel desgraciado les hundió la vida a ella y a su madre. Tenemos claro que no querrán despertar en ese sitio.

Por otro lado, mi hermana ha mandado a sus hombres de juerga, se lo han ganado, yo por mi parte, les he dicho a mis chicos que en cuanto terminen con el trabajo se tomen el día libre, me encargaré de todo el papeleo mañana, aparte quiero hablar con mi superior para poder cogerme unos días libres.

Vamos a un bar que conozco a tomar unas cervezas, lo necesitamos. Pedimos dos bien frías y brindamos antes de apurar el contenido que hace que poco a poco me sientan una pizca mejor.

Así que ahora estoy bebiendo con una copia de mí, a decir verdad, viste bastante más desenfadada que yo, tiene el pelo más oscuro, y los labios más rojos, pero es como mirarme en un espejo. ¿Cómo demonios se explica esto?

—¿Te haces alguna idea de cómo es posible que tengas una hermana y no supiéramos nada ninguna de las dos? —pregunta White, mientras le da un trago a su nueva cerveza.

Parece que voy a tener una buena rival, tengo verdadero aguante con el alcohol, es lo que sucede cuando trabajas con todo tíos, que o estás con ellos o contra ellos. Sin embargo, ella no se queda atrás, imagino que por lo mismo.

—La verdad es que no, mis padres murieron hará un par de años en un accidente de coche, por lo que es imposible que les preguntemos. Pero ¿sabes?, siempre me dio la impresión de que era adoptada. No por nada, eran unos padres excepcionales, me dieron amor y me criaron de la mejor manera que se puede criar a un hijo. Aun así, siempre me acompañaba la sensación de no llegar a encajar, no del todo. Otro dato importante es que nunca me encontré parecido con nadie de la familia, ni la materna ni paterna —le cuento esos pensamientos que me han acompañado durante toda mi vida y que muy poca gente conoce, ni siquiera se lo dije nunca a mis padres.

—Te entiendo, y no te preocupes que lo averiguaremos, pero te aseguro una cosa, eres clavada a mamá, bueno, las dos lo somos. Y te diré algo, estoy segura de que, si nuestros padres hubieran sabido de tu existencia, nunca te habrían dado en adopción. Así que aquí hay algo que no me gusta ni un pelo.

—¿Tienes fotos de ellos? —le pregunto y la sola idea de poder saber de dónde vengo es como un rayo de esperanza, como si por fin, el puzle de mi vida empezara a encajar.

—¿De nuestros padres? —me interroga, y oír cómo dice «nuestros padres», de una manera tan natural, me hace sonreír.

—Sí —contesto.

—Claro, pero como siempre no tengo batería. Lo siento, pero te ha tocado un desastre de hermana, las tecnologías y yo nos llevamos fatal. En cuanto lo cargue te las enseñaré. Y si te puedes coger unos días libres podrías venir a verme, creo que hay alguien en la banda que nos puede ayudar; era como un hermano para papá.

—Ahora que he cerrado el caso del Conejo Blanco he pensado en cogerme unas vacaciones, me deben bastantes, y me gustaría llegar al fondo de todo esto. Y… bueno, pasar más tiempo contigo, si tú quieres.

—Claro que quiero, me encantaría. Pero dime una cosa, ¿cómo haces para mantener a raya a todos los polis que tienes a tu cargo?

—¿Y tú a todos los de tu club?

—Con la pistola y apretándoles mucho las pelotas —contesta como si fuera lo más obvio del mundo.

—Pues eso mismo hago yo. —Las dos rompemos a reír a carcajadas.

—¿Sabes, hermanita?, te acabo de conocer y ya te tengo que querer —admite.

—Yo a ti también —contesto con lágrimas en los ojos.

—Por cierto, cuando vengas a Apple City, digamos que no todos mis negocios son del todo legales. Espero no tener problemas con eso, tú eres mi hermana, pero el club es también mi familia.

—Tranquila, no voy a ir de servicio, así que ojos que no ven… ¿Otra cerveza? —le digo mientras le guiño un ojo.

—Eso siempre, Red.

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