Red

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Capítulo 1

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Capítulo 1

Red Rose

White decide quedarse conmigo unos días mientras arreglo todo el papeleo del caso para poder irme de vacaciones, solo se queda con un par de hombres por si los necesitamos y manda al resto para casa.

Mi jefe no da crédito cuando le digo que me voy a coger un mes de vacaciones, no le doy mucha información, tan solo le cuento que tengo unos asuntos personales que resolver, y lejos de negarse, me dice que si necesito más tiempo solo tengo que decirlo.

Toda mi vida adulta me he dedicado en cuerpo y alma a mi trabajo, mi padre era comisario, y siempre quise que se sintiera orgulloso de mí, por lo que trabajé muy duro, para empezar en la academia y luego en la comisaria. Para qué nos vamos a engañar, nunca fue fácil, primero porque soy mujer, sí, la gente se piensa que en el siglo que vivimos las mujeres ya tenemos las mismas oportunidades que los hombres, es un bonito eslogan, pero no es la realidad, al menos no ha sido mi caso.

Que tu padre sea el comisario tampoco es que te ayude mucho, todos van a pensar siempre que estás donde estás por los favores de tu papi. Así que siempre fui la que más horas entrené, la que más tiempo me quedaba una vez que todos se marchaban, y luego seguía en casa hasta las tantas de la noche, con sus consiguientes ojeras, pero me daba igual. Solo tenía en mente que lo iba a conseguir.

Me costó varios años, pero al final llegué a ser teniente, no sin antes tener que meter a muchos compañeros en vereda. Preferían casi que les pegaran un tiro a que les mandara una mujer, «un ser inferior» según muchos de ellos. Y eso hice. No, no penséis mal, no le pegué un tiro a ninguno de mis subordinados, aunque ganas no me han faltado en más de una ocasión.

Sin embargo, en una de las primeras misiones que tuvimos que actuar, no me tembló el pulso para disparar a un asesino en serie, cuando este estaba a punto de matarme. Desde ese día parece que me gané su respeto.

Desde ese momento, y aunque solo tengo veintiocho años, he sido respetada y respaldada por mis hombres, incluso me gusta pensar que darían su vida por mí, y que de alguna manera si mi padre, aunque sea el adoptivo, me pudiera ver, estaría orgulloso de mí.

—¿En serio solo tienes esa ropa? —me pregunta White mientras voy sacándola del armario y metiéndola en una maleta.

—Sí, ¿qué le pasa? —contesto mientras arqueo una ceja de forma interrogativa.

—Pues que, si hiciéramos un montón con ella y preparáramos una hoguera, la humanidad nos lo agradecería. —Lejos de ofenderme me río, mi hermana es así, sincera, y con un humor que se tiene que entender, ya la voy conociendo.

Le tiro una camiseta que le da de lleno en la cara y rompe a reír a carcajadas.

—No te metas con mi estilo, es solo algo más conservador que el tuyo —protesto mientras sigo guardando mis cosas.

—¿Un poco? Red, mis chicos me van a preguntar si les he llevado una profesora de mates para que les de clases, y no me refiero a una profe cachonda. ¿Me entiendes?

—Eres un poco mamona, ¿lo sabes, no? —Sin embargo, no puedo evitar reírme con las cosas que me dice.

—Puedes decir palabrotas, te prometo que no se te caerá la lengua ni nada —se burla de nuevo, pero sé que lo hace con cariño—, venga, por qué no dejas todo eso y nos vamos de compras. Te pondré tan sexy que todos los chicos de la banda te querrán poner a cuatro patas y darte lo tuyo y lo de tu prima.

Noto que me pongo roja como una central nuclear a punto de estallar. Hace tanto que no estoy con un tío que creo que se me ha regenerado el himen. No es porque no quiera, es que no tengo ni tiempo. Mi rutina es: levantarme, tomar un café rápido, ir al trabajo, tomar café, trabajar, comer algo rápido, seguir trabajando, ir a entrenar si es que el trabajo me deja, ir a casa, seguir trabajando, cenar algo ligero si es que me acuerdo, dormir unas pocas horas, y empiezo de nuevo. Así los siete días de la semana, todos los días del año.

Alguna vez he intentado tener citas, pero entre que no estoy acostumbrada, y que suelo ser bastante patosa, porque me he criado rodeada de tíos, no sé comportarme como una dulce florecita, por lo que creo que no termino de engatusar a los hombres. Que antes de que termine la velada ya se han inventado alguna excusa para huir.

Resultado: tengo mi jardín de las delicias frondoso como si fuera una selva, y tan falto de regar que me podrían crecer hasta cactus.

—¡Oh no! ¿No serás virgen? Si me dices eso, yo misma te buscare un buen tipo, la primera vez tiene que ser especial, eso sí, que te empotre duro contra el muro.

Pongo los ojos como platos y la miro.

—No soy virgen, eres toda una romántica, no te pega. —Ahora me burlo yo y le saco la lengua mientras termino de empaquetar mis cosas.

—No lo soy, bueno, mejor dicho, no lo era hasta que conocí a Rian. Perdí la virginidad con un tipo de la banda, pensé que me quería, ¿sabes? Me enamoré de él, y me partió el corazón, el tipo metía la polla en todo lo que estuviera oscuro, húmedo y caliente.

»Desde ese momento, no quise saber nada de los tíos, bueno, no emocionalmente. Sí que me tiraba al que me apetecía, cuando me lo pedía el cuerpo. Soy humana y tengo necesidades. Hasta que un día conocí a Rian, y movió todo mi mundo. Con él volví a creer en el amor.

Me cuenta mientras su pensamiento está perdido en otro lugar muy lejos de aquí, le tiene que echar mucho de menos.

—¿No le pegaste un tiro? —pregunto extrañada, por lo poco que la conozco me parece raro que la hicieran algo así y no tomara represalias—. Al que te engañó quiero decir.

—Cómo me vas conociendo, se nota que somos gemelas. Sí, le pegué uno en la pierna, realmente fallé, iba a su polla, pero era joven, ya sabes, ya no fallo nunca. —Las dos nos reímos, pone cara de psicópata, sé que no me hará nada, pero es una mujer a la que hay que temer, casi que me dan lástima los enemigos que se crucen en su camino.

—¿Y qué fue de él? —pregunto contenta por fin tengo mis cosas listas.

—Es una larga historia, una por la que nuestros padres murieron, te lo contaré todo de camino, tenemos un largo viaje, y Dustin está deseando conocerte. Y yo deseando ver a Rian.

Se levanta y se ofrece a cogerme la maleta, la miro desconfiada, pero al final acepto, así cogeré la bolsa con mi portátil, por si necesitamos investigar algo, desde él puedo acceder a los archivos de la Policía.

—¿También me contarás la historia de Rian?

Parece que con eso se le ilumina la cara, está bien enamorada y yo no podría ser más feliz por ella.

—Claro que sí, te va a encantar tu cuñado. Y ahora que caigo, tiene unos hombres muy, muy guapos, y son un encanto, menos Gruñón, ese siempre está enfadado. Sí, pensándolo mejor, te presentaré a esos, si alguno de los míos te hace algo tendría que matarlo, lo entiendes, ¿no?

—¿Sabes que soy inspectora de Policía y sé defenderme, no? —le pregunto mientras bajamos de mi pequeño apartamento.

—Ya, ya, no me lo recuerdes, siempre tiene que haber una oveja negra en la familia —me suelta y rompe a reír.

Nos está esperando uno de sus chicos con un coche, para llevarnos a su casa. Me emociona el viaje, no conozco Apple City, pero sobre todo porque voy a conocer mis orígenes.

—Trae, yo lo guardo —me dice White mientras coge también la bolsa del portátil para meterla en el maletero.

Me acomodo en el asiento trasero, en el delantero van los hombres de confianza de mi hermana. El coche es una auténtica pasada, es un Chevrolet Impala Convertible de 1964. Sí, soy una amante de los coches antiguos, algo que heredé de mi padre. Desde pequeña, los domingos nos dedicábamos a restaurar alguno que había comprado tirado de precio en el garaje de casa, mientras mamá preparaba su famoso pollo asado con verduras y un delicioso puré de patatas. Recuerdos así son los que nos acompañan durante toda nuestra vida.

No puedo quejarme, fui muy feliz, y los echo mucho de menos, pero siempre he sido positiva, y ahora tengo a mi hermana, nada más y nada menos que una gemela. Parece mentira, pero aquello que dicen que sientes como un vínculo especial es verdad, es como si toda mi vida, me hubiera faltado mi otra mitad.

Una vez que se me une White, nos ponemos en marcha. Durante el viaje me cuenta desde el principio cómo ha sido todo.

Cómo falleció nuestra madre cuando ella tenía tan solo cinco años, y cómo nuestro padre se preocupó de que ella fuera toda una guerrera, para que pudiera ocupar su lugar en la presidencia algún día. Al igual que en mi mundo, el ser mujer en un club de moteros, no es nada fácil, y menos aún intentar optar por un puesto de poder como es dirigirlos a todos.

Me cuenta sobre Tyler, cómo su padre lo crío como si fuera su hermano, y de Dustin, que era como un segundo progenitor, cómo iba la organización y del último viaje que hizo el presidente, del mismo del que volvió con Grimm. La misteriosa muerte de Robert después de casarse con aquella bruja vestida de leopardo, y cómo intentaron incriminarla.

En ese momento tuvo que huir, y los Seven Dwarfs, la banda de Rian, le dio asilo y ahí fue donde surgió todo entre ellos. El envenenamiento por parte de Dustin coaccionado por Grimm que lo amenazó con matar a su hijo, el mismo que le rompió años atrás el corazón a mi hermana, y como Rian le salvó la vida.

Después me relata cómo desenmascararon a la bruja de leopardo, que resultó ser su tía, la hermana de nuestra madre, que por despecho y envidia confesó haberla matado, también a Robert, y después lo intentó con White, era la manera de quitarle todo lo que ella había querido. Vamos, una loca de narices.

Sin embargo, lo que me cuenta después sí que me sorprende aún más, mi hermana le perdonó la vida a Grimm, la marcó como a una paria, para que todo el mundo supiera lo que era, y de esa forma que no la acogieran en ningún otro sitio donde pudiera hacer más daño, pero, aun así, la dejó vivir.

Ni yo, siendo policía, sé si habría sido capaz de haberla llevado ante la justicia y no habérmela tomado por mi mano. Esa mujer nos quitó todo lo que queríamos, nuestra madre, nuestro padre, y casi a mi hermana. Si a mí me duele que ni siquiera los conocí, no me puedo ni imaginar cómo se debió sentir ella.

Algo nace dentro de mí en ese momento, respeto, creo que mi hermana es aún más fuerte que yo, y tiene una gran valor para hacer lo que hizo.

Yo le cuento alguna de las anécdotas de mi vida, y entre recuerdos y recuerdos nos quedamos dormidas cabeza con cabeza, y el sentimiento de felicidad que me embarga mientras me pierdo en el sueño, no recuerdo si alguna vez lo he sentido.

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