Red

Red


Capítulo 6

Página 8 de 26

Capítulo 6

Red

Si pensaba que lo de anoche se estaba desmadrando lo que veo hoy es todo un espectáculo. Hay gente borracha en el suelo, por los sillones y cualquier sitio donde hayan caído. Por no hablar de las parejas que están casi desnudas sin ningún pudor. Por mucho que quiera a mi hermana no creo que me pudiera acostumbrar a esta vida, soy demasiado maniática con el orden.

Me da miedo sentarme en algún sitio de esa zona por los fluidos que puedan contener por lo que decido salir a que me dé un poco el aire. Veo humo que sale de un bidón y por disparatado que me parezca, me río al pensar en mi hermana vestida solo con unos calzoncillos, una camiseta y unos calcetines echando gasolina a mi ropa para quemarla. Creo que es verdad, quizás el haberla conocido es una señal de que comienzo una etapa nueva de mi vida y no me vendría mal probar un estilo nuevo.

Tyler tenía razón y pasa un rato antes de que White aparezca, tiempo en que no puedo dejar de dar vueltas a que es lo que esconderá el pasado, nuestro nacimiento y cómo nos separaron.

—Pensé que tendría que mandar a los geos para que tiraran tu puerta abajo y te rescataran —bromeo y ella pone los ojos en blanco.

—Ya sabes, me ha besado, yo le he besado, me lía, le lío… no sé qué demonios tiene ese hombre que me hace perder del todo la cabeza —contesta pareciendo inocente.

—Yo creo que estás enamorada y lo sabes. No disimules.

Me hace una mueca divertida mientras anda y yo la sigo.

—Yo también lo creo, hermanita; tendremos que ir de visita a ver a los Seven Dwarfs, para ver si a ti también te roban el corazón.

—Deja, deja, hace tanto que no tengo una cita o sexo que tendrían que darme clases.

Las dos reímos camino al coche.

—Piensa que eso nunca se olvida, además tienes a tu hermana que desde que está con Rian creo que podría escribir un libro con nuevas posturas.

—Anda vamos que me estás dando mucha envidia.

El centro comercial donde vamos no está lejos, por el camino me ha ido contando que esta noche estará en la fiesta Dustin, que seguro que nos puede ayudar para ver por dónde empezar. Por lo visto es de los más antiguos que quedan en la banda. Es un trabajo duro y peligroso por lo que no se suelen jubilar muy tarde. Eso sí, asegura que siempre tendrán corazones de moteros.

Vamos a unas cuantas tiendas, compro vaqueros ajustados en distintos colores, rechazo los de cuero que me ofrece mi hermana, eso sería demasiado cambio de golpe. Cuando le digo que poco a poco se queda contenta ya que no es un no rotundo. También nos llevamos varias camisetas ceñidas con algo de escote, y otras con botones con las que podré lucir lo que quiera en cada momento. Algunos conjuntos de ropa interior más atrevidos de los que suelo llevar, pero que White insiste en que me harán falta si me quiero pegar algún revolcón. Y he pensado, «pues lo mismo sí».

Por último, hemos ido a por zapatos, unas cuantas botas de tacón cuadrado, lo normal que suelo llevar es zapato bajo ya que sé a la hora que voy a trabajar, pero nunca a la que voy a salir, se me podrían caer los pies. Y a lo que no he podido negarme ha sido a unas botas de motera, aunque no tengo ni pajolera idea de conducir una, ha sido amor a primera vista.

Vamos cargadas de bolsas, más mías que de mi hermana, ya que solo se compró ropa interior de un tamaño mínimo, y de las cuales no me ha dejado pagar nada. Alegando que tiene toda una vida de regalos de cumpleaños y Navidad que hacerme. Por lo que le he dicho que la invito a comer. Me lo estoy pasando genial, pero necesito recuperar fuerzas. Nos decantamos por una hamburguesería. En la que nos pedimos doble de tamaño en todo. Es bueno que las dos tengamos un mucho apetito. No somos las típicas que se piden una ensaladita para mantener la línea.

—Venga, háblame de tus amores. No me creo que no salgas con nadie, o al menos que te lo tires. —Era directa incluso con la boca llena de comida.

—Nada de nada, vamos que un poco más y me pueden santificar.

Me mira con su ceja alzada creo que determinando si la estoy vacilando o soy sincera.

—¿Y eso cómo puede ser? Somos iguales y te aseguro que antes me tiraba a todo lo que se me antojaba.

Me hace reír con el desparpajo que tiene, en eso me gustaría parecerme más a ella.

—La verdad es que desde muy joven estuve centrada en convertirme en una gran policía, estudiaba mucho, no iba a fiestas, ya sabes, una aburrida. Y cuando por fin lo he conseguido trabajo tantas horas que no me da tiempo más que a dormir un poco, comer mal y entrenar.

—Eso lo entiendo, pero ¿eres consciente de que la vida es muy corta y no vuelve? Más teniendo el tipo de trabajo que tenemos las dos, o aprovechamos a vivir a tope o un día podemos aparecer con un tiro entre los ojos.

Lo que dice tiene todo el sentido del mundo, el problema es que siempre pensamos que tendremos más tiempo y podremos hacer todo lo que queramos.

—Tienes toda la razón. De verdad que lo he intentado, no soy de piedra. Alguna vez he tenido alguna cita, y ha sido horrible. Vamos que habría preferido estar en la matanza de Texas corriendo por mi vida.

—Venga, ¿en serio? No puede ser tan malo.

—¡Oh sí! Como no tengo tiempo para tener muchas amistades, y me niego a salir con alguien del trabajo, que solo serviría para que pensara que, por metérmela, ya se me podría subir a la chepa y alardear, opté por meterme en las páginas de internet. Y no te podrías creer el tipo de cosas que se encuentran ahí.

Rompe a reír como una loca cuando le cuento eso, no sé si sentirme mal, pero es que cuando no hay, no hay. No me queda otra.

—Perdóname, no me río de ti. Es que necesito que me cuentes la flora y fauna que has encontrado en el mundo cibernético. Me muero de risa de solo pensarlo.

—De todo, quedé con uno que después de cenar me dijo que iba al baño y nunca volvió. Dejándome con la cuenta y una cara de tonta que me costó varios días recuperarme de lo que había hecho. Encima no me pude desahogar porque me había bloqueado y me fue imposible localizarlo.

White se pone seria antes de hablar con un poco de mostaza en el labio.

—¿Me estás diciendo que eres policía y no has buscado la dirección de ese cabronazo para que le peguemos tres tiros?

Su reacción me parece exagerada, pero tengo que reírme ante la cara que pone.

—Que va, si hiciera eso con todos los capullos que me he encontrado ya me habrían echado del cuerpo. Venga, que sigo, luego otro se presentó con su madre a la cita, alegando que si su progenitora no me daba su beneplácito la velada terminaba ahí. Por lo que yo la finiquité antes.

—¡Madre mía!

—Otro era un loco con el que quedé un día para tomar un café y a mí no me gusto. Ni siquiera para sexo y se obsesionó conmigo. Me llamaba a todas horas, como no se lo cogía empezó a intentarlo con otros números. Me buscaba en el trabajo, también en mi casa. Se aprendió todos mis horarios. Vamos que daba bastante grima, tuve que amenazarlo con detenerlo y aun así le costó entenderlo.

—No jodas, me muero. Si es que tienes la negra con los tíos.

—Y dejemos al margen esos que piensas que es un hombre que pega un montón contigo, llega el momento de acostarte con él, tu yo interior está haciendo la danza del vientre por que por fin va a tener un poco de marcha y resulta que le gustan las cosas raras.

—A mí me gustan las cosas raras —alega mi hermana pensativa.

—Sí, las cosas «raras normales» no están mal, yo te hablo de que el hombre, por llamarlo de alguna manera, quería que fingiera que estaba muerta para follarme. Vamos que no me extrañaría que fuera un profanador de tumbas.

Tengo que reírme cuando mi hermana escupe su cerveza sobre las patatas fritas.

—No, definitivamente en cuanto lleguemos a casa te vamos a borrar de todas esas páginas de mierda. Mira, yo sé que los del club no es que sean unos partidazos, pero nunca te harían nada ni parecido. Vamos, que me declaro oficialmente tu casamentera.

—Deja, deja, que ya los he visto esta mañana como terminan en las fiestecitas y no me veo en tanga sobre una tripa cervecera encima de la barra.

—Nah, ni caso, hay muchos y muy majos. Además, mira el lado bueno, ninguno te haría una trastada porque saben que los mataría.

—Bueno, ya veremos. Oye, ¿y qué me cuentas de Tyler?

Sus ojos se abren tanto que parecen que se le van a salir.

—¿Te gusta?

—No, no, para nada. Solo pregunto por que como tenéis tan buena relación. Por cambiar de tema y eso.

Me mira algo rara, pero si desconfía no me lo dice.

—Según nos contó mi progenitor su madre era una yonki y murió de una sobredosis, su padre a manos de una banda rival en un tiroteo. Eran los mejores amigos, por eso decidió criarnos como hermanos.

—Eso dice mucho de él.

—Sí, era el mejor padre del mundo. Sin desmejorar al que has tenido tú, pero me hubiera gustado que lo conocieras.

—A mí también.

Como las dos nos quedamos algo tristes decide continuar hablando.

—Tyler es muy buen chico. Trabajador, amigo de sus amigos, cuida de la familia, ordenado, eso sí, bastante activo sexualmente. Que conste que me parece bien, pero a veces termina con cada una que me río durante días.

—Vamos, que se puede decir que es un seductor.

—Se podría decir así, es guapo, no te lo voy a negar, pero estoy convencida de que todas sus conquistas son por su labia. Es muy gracioso y sabe muy bien comer orejas. Espero que algún día conozca a alguien como yo, y se enamore. Aunque algo me dice que antes saldría un glaciar en Apple City.

Eso me hace meditar sobre lo lejos que estamos el uno del otro, y aun así no puedo evitar sentir un cosquilleo cuando pienso en él. Soy consciente de que es imposible, yo no quiero un hombre como él en mi vida, y por supuesto que Tyler tampoco quiere a nadie como yo.

—¿Estás bien? —me pregunta.

—Sí, solo algo cansada, podríamos descansar un poco antes de la fiesta de esta noche o me dormiré sin hablar con Dustin.

—Lo haremos, te lo prometo, pero antes vamos a ir a por lo último que le falta a tu cambio de imagen.

—¿En serio?

—Confía en mí, hermanita.

Ir a la siguiente página

Report Page