Red

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Capítulo 15

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Capítulo 15

Tyler

Sin más palabras se va y me deja con mi calentón y con mi corazón desbocado por no poder tenerla.

—Vaya, Tyler, creo que ninguna mujer te ha dicho nunca que no —se burla Carton y le sonrío enseñándole los dientes.

—Siempre hay una primera vez para todo, tú debes de tener la lección muy bien aprendida ya.

—Chúpame el rabo, Tyler.

—No jodas, eso es un foco de venéreas.

Me saca el dedo corazón y me río, entre nosotros este tipo de cosas es lo más normal del mundo.

Cojo un pack de cervezas bien frías de la nevera y una de las sillas de madera del salón. Como un buen maniaco persecutorio me siento en la puerta de Red. Pienso pasarme la noche aquí para que ninguno de estos cafres se acerque. O por si decide darse otra vuelta medio desnuda por la sede. Solo es por protegerla, me quiero decir a mí mismo, pero es mentira. Quiero estar cerca de ella.

Creo que esta mujer me va a volver más loco de lo que ya estoy, por un lado, quiero mantenerme alejado, pero por otro solo puedo pensar en ella. Quién me iba a decir a mí que me sentaría en la puerta de una mujer a esperarla, si son ellas las que siempre me esperan a mí para que las preste atención.

∞∞∞

Red

Anoche me costó una burrada dormirme, de no haber estado tan enfadada con Tyler seguro que me habría quedado tomando cervezas hasta que me hubiera entrado la morriña. Pero pasé, no quiero que piense que puede hacer lo que quiere y yo le voy a seguir como una princesa en apuros que necesita que la salven. Anda y que le den, me gusta, pero yo me quiero más.

Me desperezo en la cama antes de buscar mi móvil en la mesilla para ver si tengo algo de Jonhson, es poco probable porque quedé en llamarle yo cuando mirara lo que me mandaba, sin embargo, me equivoco: tengo un mensaje.

«Red, esto es muy gordo, no sé si este medio será seguro. Hay muchos archivos clasificados a los que me deniegan acceso, pero te mando todo lo que he podido, desde un email que no es el mío para que no lo puedan rastrear. Hay casos hasta la fecha. Ten cuidado, creo que esto es más peligroso de lo que pensábamos. Llámame en cuanto revises todo».

El mensaje me lo ha mandado a las cinco de la madrugada y me deja muy preocupada. Intento llamarle, pero me sale apagado, normal, seguro que está durmiendo un poco. Le contesto al mensaje esperando que lo lea al despertar, cuando encienda el teléfono. Si está así de nervioso es que el tema es jodido, y más con lo que me ha dicho de que las muertes han llegado hasta estas fechas.

«Te he llamado, pero está apagado. Devuélveme la llamada en cuanto veas mi mensaje, me has dejado muy preocupada».

Decido mandarle un mensaje a mi hermana para que venga lo antes posible o para que me dé acceso a su ordenador. El problema es que no es precisamente de las que madrugan así que aun tardara un rato en decirme algo. Podría ir a tomar café, pero se me ha quedado el estómago revuelto. Estoy nerviosa y necesito relajarme, así que lo mejor será que me vaya a correr un rato. Hay gente que piensa que correr es de cobardes, a mí es lo que más me relaja e incluso me sirve para ordenar las ideas cuando estoy atascada en algún problema.

Me pongo unas mallas, el sujetador deportivo, una camiseta de deporte y la chaqueta con capucha; las zapatillas y el móvil con los cascos. Menos mal que le insistí a mi hermana que necesitaba ropa para hacer deporte. Es algo más sexy que la que suelo usar yo, ya que para sudarla me da igual que sea bastante más grande que la que llevo ahora.

Ya lo tengo todo, abro la puerta para irme y me quedo ojiplática. En frente de mí está Tyler despatarrado y dormido en una silla de madera. No entiendo qué hace ahí, o me está acosando o vigilando que no le haga una redada antidrogas. Decido no darle más importancia porque bastante tengo en la cabeza y al final solo me apetece darle una buena patada en el culo.

No le despierto y lo esquivo para poder irme sin que se dé cuenta. Necesito despejarme y pensar antes de tener mi siguiente conversación con él. Paso por el salón donde hay algún que otro motero durmiendo, pero nada comparado a cuando hay una fiestecita.

Ya en el exterior el frío de la mañana me golpea despejándome, aunque la temperatura es baja no tanto como donde yo vivo que normalmente cuando madrugo para salir a correr está todo congelado o nevado. Me pongo los auriculares y enciendo la música. El sonido ensordecedor incrementa la energía en mí y empiezo a trotar hacia la gran puerta. Tienen una especie de garita y el novato que tienen vigilando me sonríe y me abre sin decir nada.

Se lo agradezco ya que para ponerme a charlar tendría que parar y quitarme los cascos. No conozco la zona, pero tampoco es que me vaya a perder siempre he tenido muy buen sentido de la orientación. Las calles están desiertas y apenas iluminadas, aún no ha amanecido y me siento libre, viva. Esa sensación de soledad y libertad cuando aún no hay nadie transitando las aceras me gusta.

Sigo recto, despejando mi mente, pensando en cómo solucionar todo lo que está apareciendo y parece que nos va a explotar en la cara. Es mi trabajo, investigar es lo que mejor sé hacer y pienso encontrar a la gente que se dedica a jugar con la felicidad de unos padres que pierden a sus hijos sin ni siquiera conocerlos.

Lo pienso hacer no solo porque sea mi trabajo, también por mí, por mi hermana y por los padres a los que nunca podré conocer. Me paro viendo cómo en el horizonte se asoma tímidamente el sol, ya estoy empapada de sudor y creo que es momento de volver, darme una ducha, desayunar e intentar que alguien me preste un ordenador.

Cuando ya estás cansado y tienes que tirar de la fuerza de voluntad para continuar y poder finalizar la carrera es la parte que más me gusta. Cuando piensas que ya no puedes más y después comprendes que has sido capaz de hacer varios kilómetros. Me queda poco para llegar a la sede, ya la veo a lo lejos. Y me detengo, haré el resto del camino a buen paso. Pero en el momento que lo hago una mano me tapa la boca para que no grite y me arrastra hacia un callejón poco iluminado que hay a mi derecha.

Pienso en golpearle para soltarme cuando noto una pistola apoyada justo en la mitad de mi espalda y me dejo hacer. Siempre existe un momento perfecto para desarmar a alguien.

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