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NIVEL UNO » 0013

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Hache franqueó la Primera Puerta a primera hora del día siguiente.

Su nombre apareció en La Tabla en tercera posición, con ciento ocho mil puntos. El valor por obtener la Llave de Cobre, en su caso, había disminuido otros mil puntos, pero el de franquear la Primera Puerta seguía siendo de cien mil.

Regresé al instituto esa misma mañana. Me planteé la posibilidad de decir que estaba enfermo, pero temía que mi ausencia despertara sospechas. Cuando llegué, me di cuenta de que no debería de haberme preocupado. A causa del renovado interés por La Cacería, más de la mitad del alumnado, además de bastantes profesores, ni se molestaron en presentarse. Como en el centro todo el mundo sabía que el nombre de mi avatar era Wade3, nadie me prestaba la menor atención. Recorría los pasillos sin que me vieran y llegué a la conclusión de que eso de tener una identidad secreta estaba muy bien. Me hacía sentirme como Clark Kent o Peter Parker. Y se me ocurrió que seguramente a mi padre le habría encantado.

Esa tarde, I-rOk nos envió e-mails a Hache y a mí, intentando chantajearnos. Nos decía que si no le revelábamos dónde se encontraban la Llave de Cobre y la Primera Puerta colgaría todo lo que sabía de nosotros en los muros de gunters que encontrara. Como nos negamos, cumplió con su amenaza y empezó a contar a quienes quisieran escucharle que Hache y yo estudiábamos en Ludus. Como no tenía modo de demostrar que nos conocía y para entonces ya había centenares de gunters que aseguraban ser nuestros amigos íntimos, Hache y yo confiábamos en que sus anuncios pasaran desapercibidos. Pero no fue así, por supuesto. Al menos otros dos gunters fueron lo bastante agudos para atar cabos entre Ludus, «La quintilla» y la Tumba de los Horrores. Un día después de que I-rOk soltara la liebre, el nombre «Daito» apareció en la cuarta casilla de La Tabla. Y entonces, cuando habían transcurrido apenas quince minutos, el nombre «Shoto» se colocó en quinto lugar. Por algún motivo, los dos habían obtenido la Llave de Cobre el mismo día, sin esperar a que el servidor se reiniciara a medianoche. Transcurridas unas horas, tanto Daito como Shoto franquearon la Primera Puerta.

Nadie había oído hablar de aquellos avatares hasta entonces, pero sus nombres parecían indicar que trabajaban juntos, bien como dúo, bien como integrantes de un clan. Shoto y Daito eran los nombres japoneses de las espadas corta y larga, respectivamente, que usaban los samuráis. Cuando se empleaban combinadas, las dos espadas se llamaban daisho, y ese fue el apodo por el que no tardaron en ser conocidos.

Solo habían transcurrido cuatro días desde que mi nombre apareciera en La Tabla, y en cada una de las cuatro jornadas siguientes se había inscrito otro. El secreto era conocido y La Cacería parecía haber acelerado el ritmo.

Aquella semana no lograba concentrarme en lo que decían mis profesores. Por suerte apenas me quedaban dos meses de clase y ya había sumado los créditos que me hacían falta para graduarme, aunque a partir de entonces me colgara y no hiciera nada. De modo que iba de una clase a otra como si estuviera dentro de una nube, pensando una y otra vez en el acertijo de la Llave de Jade, que recitaba mentalmente sin cesar:

Una Llave de Jade oculta el capitán

en hogar viejo y decrépito.

Mas el silbato solo harás sonar

cuando los trofeos tengas en tu crédito.

Según el diccionario, un poema de cuatro versos con rima alterna se llamaba «cuarteta», y así fue cómo se conoció el acertijo. Todas las noches, después de las clases, me conectaba a Oasis y llenaba las páginas en blanco de mi Diario del Grial con posibles interpretaciones de la cuarteta.

¿A qué capitán se refería Anorak? ¿Al Capitán Canguro? ¿Al Capitán América? ¿Al Capitán Buck Rogers del siglo XXV?

¿Y dónde coño se encontraba ese «hogar viejo y decrépito»? Esa parte de la pista era tan general que resultaba desesperante. La casa de Middletown en la que Halliday había pasado su infancia no podía considerarse «decrépita»; pero, claro está, podía referirse a alguna otra casa de su ciudad natal. Con todo, esa posibilidad parecía demasiado fácil, y la posible ubicación demasiado cercana al escondite de la Llave de Cobre.

En un primer momento pensé que aquel «hogar decrépito» podía hacer referencia a la película La revancha de los novatos, una de las favoritas de Halliday. En ella, los novatos del título alquilan una casa decrépita y la arreglan (durante uno de esos montajes musicales tan típicos de los ochenta). Decidí visitar una recreación de la casa de La revancha de los novatos que encontré en el planeta Skolnick y me pasé un día entero buscando, sin resultado.

Los últimos dos versos de «La cuarteta» también constituían, para mí, un misterio absoluto. Parecían decir que, una vez encontrada la casa decrépita, había que acumular una serie de trofeos y después soplar algún silbato. Tal vez eso de tocar el silbato tuviera un sentido más figurado y significara «alertar de algo» o «revelar algo». Fuera como fuese, aquello no tenía ningún sentido. Pero yo seguía repasando los versos, palabra por palabra, hasta que se me derretía el cerebro.

Ese viernes, al salir de clase, el día en que Daito y Shoto franquearon la Primera Puerta, yo estaba sentado en un lugar tranquilo, a pocos kilómetros del colegio, en una colina de laderas empinadas, con un solo árbol en su cima. Me gustaba ir allí a leer, a hacer los deberes o simplemente a disfrutar de las vistas de los campos verdes de los alrededores. En el mundo real no tenía acceso a paisajes como ese.

Mientras estaba ahí sentado, empecé a revisar los millones de mensajes que seguían atestando mi bandeja de entrada. Llevaba toda la semana haciéndolo. Los había recibido de personas del mundo entero. Cartas de felicitación. Súplicas de ayuda. Amenazas de muerte. Peticiones de entrevistas. Varias diatribas largas e incoherentes de gunters a quienes, sin duda, la búsqueda del Huevo había llevado a la locura. También había recibido invitaciones para unirme a cuatro de los mayores clanes de gunters: los Ovicaptors, Clan Destiny, los Key Masters y Team Banzai. A los cuatro les respondí que no, gracias.

Cuando me cansé de leer los correos de mis «fans» empecé a revisar los etiquetados como «de trabajo», y hojeé algunos. Descubrí que había recibido varias ofertas de estudios de cine y editoriales, interesadas en comprar los derechos de mi biografía. Los borré, pues había decidido no revelar jamás mi verdadera identidad al mundo. Al menos hasta que encontrara el Huevo.

También recibí algunas propuestas de contratos de empresas que querían usar el nombre y el rostro de Parzival para vender sus servicios y productos. Un minorista de componentes electrónicos estaba interesado en usar mi avatar para promover su línea de hardware de inmersión para Oasis y vender, de ese modo, visores, guantes y equipos hápticos «certificados por Parzival». También me hicieron ofertas una cadena de pizzerías, un fabricante de zapatos y una tienda online que vendía pieles a medida para avatares. Había incluso una empresa de juguetes que quería manufacturar una línea de fiambreras y figuras de acción con la imagen de Parzival. Todas las empresas se ofrecían a pagarme en créditos de Oasis, que se transferirían directamente a la cuenta de mi avatar.

No podía creer en mi buena suerte.

Respondí a todas ellas informando de que aceptaba bajo las siguientes condiciones: no tener que revelar mi verdadera identidad y cerrar los tratos a través de mi avatar en Oasis.

Transcurrida una hora empecé a recibir respuestas con contratos adjuntos. No podía permitirme que un abogado los revisara, pero como todos ellos no excedían el año de duración, decidí firmarlos electrónicamente y enviarlos junto con un modelo de mi avatar en tres dimensiones para su uso publicitario. También recibí propuestas para realizar un anuncio de audio con la voz de mi avatar y envié un clip sintetizado con una voz profunda, de barítono, que hacía que me pareciera a uno de aquellos tipos que hablaban en los tráilers de las películas.

Una vez que lo recibieron todo, los nuevos patrocinadores de mi avatar me informaron de que me enviarían los primeros pagos a mi cuenta de Oasis en el plazo de cuarenta y ocho horas. La cantidad de dinero que iba a recibir no me haría rico, en absoluto. Pero para un joven que se había criado con nada, representaba una fortuna.

Hice unos cálculos rápidos. Si vivía frugalmente, me alcanzaría para irme de las torres y alquilar un pequeño estudio amueblado en alguna parte. Al menos durante un año. La mera idea me llenaba de nerviosismo y entusiasmo. Desde que tenía uso de razón había soñado con largarme del barrio donde me había criado y en ese momento parecía que mi sueño estaba a punto de hacerse realidad.

Después de ocuparme de los contratos, seguí revisando los correos electrónicos. Pasé a la opción de búsqueda por destinatario y descubrí que había recibido cinco mil de Innovative Online Industries. En realidad, lo que habían hecho era enviarme cinco mil copias del mismo e-mail. Llevaban toda la semana reenviándome el mismo mensaje, desde que mi nombre había aparecido en lo alto de La Tabla. Y seguían haciéndolo, a un ritmo de uno por minuto.

Los sixers también me bombardeaban a mensajes, para asegurarse de que no pasaban inadvertidos.

Todos los e-mails llevaban la etiqueta de «máxima prioridad», y estaban encabezados por el título «PROPOSICIÓN URGENTE DE NEGOCIO: POR FAVOR, LEER INMEDIATAMENTE».

En cuanto abrí el primero, generé una confirmación de respuesta automática que se envió a IOI, para que estos supieran que al fin había leído su mensaje. A partir de ese momento, dejaron de enviarme más.

Querido Parzival:

En primer lugar, permíteme felicitarte por tus recientes logros, que en Innovative Online Industries valoramos en gran medida.

En representación de IOI, deseo presentarte una propuesta de negocio muy lucrativa que podríamos abordar, en detalle, en una sesión privada de chatlink. Por favor, ponte en contacto conmigo a través de la tarjeta adjunta lo antes posible, en el momento del día o de la noche que estimes más conveniente.

Dada nuestra reputación entre la comunidad gunter, entendería que tuvieras dudas sobre la oportunidad de comunicarte conmigo. Sin embargo, espero que seas consciente de que si decides no aceptar nuestra propuesta, nuestra intención es tantear a todos tus competidores. Esperamos que por lo menos nos concedas el honor de ser el primero en sopesar nuestra generosa oferta. ¿Qué puedes perder con eso?

Gracias por la atención que nos has dedicado. Espero poder hablar contigo pronto.

Atentamente,

Nolan Sorrento

Jefe de Operaciones

Innovative Online Industries

A pesar del tono comedido y razonable del mensaje, la amenaza subyacente estaba más que clara: los sixers querían reclutarme. O pagarme para que les dijera cómo localizar la Llave de Cobre y cómo franquear la Primera Puerta. Si me negaba, extenderían su propuesta primero a Art3mis, después a Hache y luego a Daito, a Shoto y a todos los gunters que lograran colocar su nombre en La Tabla. Aquellos repugnantes empresarios sin escrúpulos no pararían hasta que encontraran a alguien tan tonto, o desesperado, que acabara por claudicar y venderles la información que necesitaban.

Mi primer impulso fue borrar todas las copias del e-mail y hacer como si no lo hubiera recibido nunca. Pero cambié de opinión. Llegué a la conclusión de que era mejor saber con exactitud qué era lo que quería ofrecerme IOI. Tampoco pensaba dejar escapar la oportunidad de conocer a Nolan Sorrento, el infame líder de los sixers. Si el encuentro se producía vía chatlink no podía existir peligro, siempre que tuviera cuidado con lo que decía.

Estuve tentado de teletransportarme hasta Incipio antes de la «entrevista» para comprarle una piel nueva a mi avatar. Un traje a medida, tal vez. Algo vistoso y caro. Pero luego lo pensé mejor. Yo no tenía que demostrar nada a ese gilipollas. Además, era famoso. Llegaría a la reunión con la piel de serie y con mi actitud despectiva. Escucharía su oferta y les diría que se fueran a la mierda. Tal vez grabara toda la conversación y la colgara en YouTube.

Me preparé para el encuentro entrando en un buscador y averiguando todo lo que pude sobre Nolan Sorrento. El tipo tenía un doctorado en Telecomunicaciones. Antes de convertirse en jefe de Operaciones de IOI había sido un importante diseñador de juegos y supervisado la creación de varios juegos de rol para terceros, juegos que podían jugarse en Oasis. Yo había jugado a todos ellos y lo cierto es que eran bastante buenos. Había sido un buen diseñador, antes de vender el alma al diablo. Estaba claro por qué IOI lo había contratado para dirigir a sus lacayos. Suponían que, tratándose de un diseñador, tendría más probabilidades de resolver el gran rompecabezas virtual de Halliday. Pero Sorrento y los sixers llevaban más de cinco años intentándolo y no tenían ningún resultado que mostrar. Dado que los nombres de algunos avatares aparecían en La Tabla en un goteo incesante, los peces gordos de IOI debían de estar cagados. Era muy probable que Sorrento estuviera recibiendo muchas presiones de sus superiores. Me preguntaba si aquel intento de reclutarme había sido idea suya o si alguien le habría ordenado que lo hiciera.

Cuando hubiera hecho lo que tenía que hacer con Sorrento, estaría preparado para sentarme con el mismísimo diablo. Abrí la tarjeta de contacto que venía adjunta a su e-mail e hice clic en el icono de invitación al chat que figuraba debajo.

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