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NIVEL DOS » 0024

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0024

Durante las doce horas siguientes, el caos siguió reinando en Frobozz, pues todos los gunters de Oasis se desplazaban hasta la zona con la intención de llegar a él y unirse a los combates.

Los sixers habían desplegado su gran ejército por el globo, en un arriesgado intento de bloquear las quinientas doce copias del campo de juego de Zork. Pero sus fuerzas, aunque inmensas y bien equipadas, se encontraban demasiado dispersas en esa ocasión, y solo otros siete avatares de los suyos lograron obtener la Llave de Jade ese día. Además, cuando los clanes de gunters iniciaron su ataque coordinado sobre las fuerzas de sixers, los «gilipollas de azul» empezaron a sufrir muchas bajas y se vieron obligados a replegarse.

En cuestión de horas, el alto mando de los sixers decidió aplicar una nueva estrategia. Era evidente que no lograrían mantener más de quinientos bloqueos simultáneos ni repeler el ataque masivo de los gunters. Así que reagruparon a todas sus fuerzas alrededor de diez recreaciones contiguas del campo de juego de Zork que había cerca del polo sur del planeta. Instalaron potentes escudos alrededor de cada una de ellas y apostaron batallones con armaduras en el exterior.

Aquella estrategia más conservadora funcionó y las fuerzas de sixers bastaron para mantener inexpugnables aquellas diez localizaciones e impedir que otros gunters entraran en ellas (estos no tenían demasiados motivos para intentarlo, porque habían quedado más de quinientas copias abiertas de par en par, desprotegidas). Dado que los sixers podían operar sin que nadie los molestara, formaron diez líneas de avatares alrededor de cada casa blanca y empezaron el proceso de encontrar la Llave de Jade, una tras otra. No había duda de qué era lo que hacían, porque los dígitos que figuraban junto a los números de empleado de La Tabla pasaron a sumar, en todos los casos, quince mil puntos.

Al mismo tiempo, centenares de puntuaciones de gunters también habían comenzado a incrementarse. La ubicación de la Llave de Jade era del dominio público, descifrar «La cuarteta» y averiguar cómo obtener la llave era una tarea relativamente fácil y al alcance de cualquiera que hubiera franqueado la Primera Puerta.

Cuando la Batalla de Frobozz se acercaba a su desenlace, la clasificación de La Tabla era la siguiente:

Aunque Shoto había conseguido la misma puntuación que Sorrento, ciento veintidós mil puntos, este la había logrado antes, motivo por el que figuraba en cuarta posición. Los bonos de puntos relativamente pequeños que Art3mis, Hache, Shoto y yo habíamos recibido por ser los primeros en alcanzar las llaves de Cobre y de Jade eran los que mantenían nuestros nombres en las casillas correspondientes a los «Cinco de Arriba». En esa ocasión, Sorrento también había ganado uno de esos bonos. Ver su número de empleado de IOI por delante de Shoto me indignaba.

Seguí bajando en La Tabla y comprobé que incluía ya más de cinco mil casillas y que su longitud aumentaba a medida que más avatares lograban derrotar a Acererak en La justa y recogían su copia de la Llave de Cobre.

Nadie, según los mensajes de los muros, parecía saber qué le había ocurrido a Daito, aunque todos suponíamos que había sido asesinado por los sixers durante los primeros minutos de la Batalla de Frobozz. Circulaban muchos rumores sobre cómo había muerto, pero lo cierto era que nadie había sido testigo de su fallecimiento. Salvo, tal vez, Shoto, que parecía haberse esfumado. Yo le había enviado varias peticiones de chat, pero no había obtenido respuesta. Suponía que, como yo, él también concentraba toda su energía en encontrar la Segunda Puerta antes de que lo hicieran los sixers.

Sentado en mi fortaleza, observaba fijamente la Llave de Jade y recitaba las palabras grabadas en ella, repitiéndolas como un mantra infernal:

El examen aprueba y prosigue la prueba.

El examen aprueba y prosigue la prueba.

El examen aprueba y prosigue la prueba.

Sí, pero ¿qué examen? ¿Qué examen se suponía que debía aprobar? ¿El reto de Pepsi? ¿El Kobayashi Maru? Aquella pista no podía ser más imprecisa.

Metí la mano debajo del visor y me froté los ojos, desesperado. Llegué a la conclusión de que debía descansar un rato, dormir un poco. Abrí el inventario de mi avatar y volví a guardar la llave en él. Cuando lo hacía, me fijé en el papel de plata que había en la casilla contigua del inventario, el del envoltorio que cubría la Llave de Jade cuando apareció en mi mano por primera vez.

Estaba seguro de que aquel papel debía de servir, de un modo u otro, para resolver aquel acertijo, pero no se me ocurría cómo. Me pregunté si sería una referencia a Willy Wonka y la Fábrica de Chocolate, pero me pareció que no. En el interior del envoltorio no había ningún billete dorado, así que su significado, su propósito, debía de ser otro.

Me concentré en el envoltorio y lo miré sin parpadear hasta no poder más. Entonces me desconecté y me fui a dormir.

Horas después, a las 6.12 de la mañana, hora de Oasis, desperté sobresaltado al oír el enervante pitido de La Tabla. Me avisaba de que se había producido otro cambio en las primeras posiciones.

Invadido por un temor creciente, me conecté y abrí La Tabla, sin saber bien qué debía esperar. ¿Habría franqueado Art3mis la Segunda Puerta? ¿O tal vez ese honor había recaído en Hache, o en Shoto?

Pero no. Todas sus casillas seguían como antes. Con horror comprobé que la de Sorrento había aumentado en doscientos mil puntos. Y dos iconos de puerta aparecían junto a ella.

Sorrento acababa de convertirse en la primera persona en encontrar y franquear la Segunda Puerta. Como consecuencia de ello, su avatar ocupaba el primer puesto de La Tabla.

Permanecí sentado, inmóvil, sin apartar la vista del número de empleado de Sorrento, sopesando en silencio las repercusiones de lo que acababa de suceder.

Al cruzar aquella Segunda Puerta, Sorrento habría recibido alguna pista sobre la localización de la Llave de Cristal. La llave que abriría la tercera y última puerta. Es decir, que en ese momento los sixers eran los únicos que disponían de esa pista. Y ello significaba que estaban más cerca que nadie de encontrar el Huevo de Pascua de Halliday.

Sentí que enfermaba por momentos, que me costaba respirar. Supuse que debía de ser una especie de ataque de pánico. Que estaba cagado de miedo. Que tenía un cortocircuito mental. Como se diga. Me estaba volviendo loco.

Intenté hablar con Hache, pero no respondió. O estaba enfadado conmigo, o debía ocuparse de otros asuntos más urgentes. Estuve a punto de llamar a Shoto, pero recordé que el avatar de su hermano acababa de ser asesinado. Seguramente no estaría de humor.

Me planteé la posibilidad de acercarme hasta Benatar para intentar que Art3mis se dignara a hablar conmigo, pero finalmente entré en razón: Art3mis llevaba varios días en posesión de la Llave de Jade y todavía no había sido capaz de franquear la Segunda Puerta. Saber que los sixers lo habían logrado en menos de veinticuatro horas le daría una rabia enfermiza. O tal vez hubiera entrado en un estado de estupor catatónico. No era probable que le apeteciera hablar con nadie en ese momento, y mucho menos conmigo.

De todos modos, la llamé. Pero como de costumbre, no me contestó.

Como necesitaba desesperadamente oír una voz conocida, recurrí a Max. En el estado en el que me encontraba, incluso su voz superficial generada por ordenador me sirvió de cierto consuelo. Pero, por supuesto, Max no tardó en quedarse sin respuestas preprogramadas y, cuando empezó a repetirse, la ilusión que me había producido pensar que estaba conversando con otra persona se disolvió al momento y me sentí todavía más solo. Cuando tu mundo entero se va a la mierda y la única persona con la que puedes hablar es una aplicación de agente de sistemas, sabes que estás jodido, muy jodido.

Como sabía que ya no iba a poder dormir, me puse a seguir los canales de noticias y a revisar los muros de los gunters. La flota de sixers seguía en Frobozz y sus avatares seguían recogiendo copias de la Llave de Jade.

Era evidente que Sorrento había aprendido de su error anterior. Solo los sixers conocían la ubicación de la Segunda Puerta, no iban a ser tan tontos como para revelarla al mundo entero, impidiendo el acceso con su ejército. Aun así, seguían sacando partido de la situación. A medida que la jornada avanzaba, algunos avatares de sixers franqueaban la Segunda Puerta. Después de Sorrento, diez sixers más la atravesaron en las veinticuatro horas siguientes. Cada vez que lo hacían obtenían doscientos mil puntos, y los nombres de Art3mis, Hache, Shoto, además del mío, eran empujados hacia posiciones inferiores de La Tabla, hasta el punto de que, a partir de cierto momento, dejamos de ocupar cualquiera de las diez primeras posiciones. La página principal de las puntuaciones estaba ocupada en su totalidad por los números de empleado de los sixers.

Los putos amos eran ellos.

Y entonces, cuando ya me había convencido de que las cosas no podían empeorar, empeoraron. Empeoraron mucho. Muchísimo. Dos días después de que hubiera franqueado la Segunda Puerta, la puntuación de Sorrento volvió a crecer otros treinta mil puntos, lo que indicaba que acababa de encontrar la Llave de Cristal.

Permanecí sentado en mi fortaleza, observando los monitores, observando cómo se desarrollaba todo con una mezcla de asombro y espanto. No tenía sentido negar la evidencia. El final del concurso estaba cerca. Y no iba a terminar como yo siempre había creído: con la victoria de algún gunter noble y digno de ella, que encontraría el Huevo de Pascua. De hecho, llevaba cinco años y medio engañándome. Todos nos habíamos engañado. Esa historia no iba a tener un final feliz. Iban a ganar los malos.

Pasé las siguientes veinticuatro horas en un estado de nerviosismo raro, consultando obsesivamente La Tabla cada cinco segundos, temiendo asistir al final de un momento a otro.

Sorrento, o alguno de sus numerosos «expertos en Halliday», había sido capaz, sin duda, de descifrar el acertijo y de localizar la Segunda Puerta. Pero a pesar de tener la prueba de ello delante de mis propias narices, en los resultados de La Tabla, todavía me costaba creerlo. Hasta ese momento, los sixers solo habían avanzado siguiendo a Art3mis, a Hache o a mí. ¿Cómo era posible que aquellos mismos capullos ignorantes hubieran encontrado la Segunda Puerta por su cuenta? Tal vez habían tenido suerte. O tal vez hubieran descubierto alguna manera nueva e innovadora de hacer trampas. ¿Cómo si no habían podido resolver el acertijo tan deprisa, cuando Art3mis no había sido capaz de hacerlo a pesar de contar con una ventaja de varios días?

Tenía la cabeza como una bola de plastilina. No lograba encontrarle el menor sentido a la pista grabada en la Llave de Jade. Me había quedado sin ideas. No se me ocurría nada, por malo que fuese. No sabía qué hacer, dónde buscar.

La noche avanzaba, y los sixers seguían adquiriendo copias de la Llave de Cristal. Cada vez que sus puntuaciones aumentaban era como si me clavaran un puñal en el corazón. Pero no podía dejar de revisar La Tabla. Estaba absolutamente paralizado.

Notaba que iba sucumbiendo a una desesperanza inconmensurable. Mis esfuerzos de los últimos cinco años habían sido en vano. Imprudente, había infravalorado a Sorrento y a los sixers. Y estaba a punto de pagar el precio final por mi soberbia. Aquellos lacayos desalmados, vendidos a su empresa, se cernían sobre el Huevo en ese mismo momento. Lo presentía; lo notaba en cada fibra de mi ser.

Había perdido a Art3mis e iba a perder el concurso.

Y ya había decidido qué iba a hacer cuando eso ocurriera. En primer lugar, escogería a uno de los chicos que formaban parte de mi club de fans, uno sin dinero, y con un avatar inexperto, de primer nivel, y le entregaría todos los artículos que poseía. Después activaría la secuencia de autodestrucción de mi fortaleza y me sentaría ante el puente de mando mientras todo saltaba por los aires, destruido por una gigantesca explosión termonuclear. Mi avatar moriría, y el GAME OVER aparecería en el centro de mi visualización. Y entonces me quitaría el visor y saldría de mi apartamento por primera vez en seis meses. Subiría al terrado en ascensor. O tal vez, por qué no, iría por la escalera. Para hacer un poco de ejercicio.

En el terrado del edificio había un pequeño jardín botánico. Yo no lo había visitado nunca, pero había visto fotos y lo había admirado a través de su webcam. Habían instalado una barrera de plexiglás transparente alrededor para que la gente no saltara al vacío. Pero no servía de nada. Desde que yo me había instalado, tres personas decididas lo habían logrado.

Me sentaría ahí arriba y aspiraría un rato el aire sin filtro de la ciudad, y sentiría el viento en la piel. Después treparía por la barrera y me lanzaría al otro lado.

Por el momento, ese era mi plan.

Estaba intentando decidir qué canción silbaría mientras fuera al encuentro de la muerte cuando sonó el teléfono. Era Shoto. No estaba de humor para hablar, por lo que dejé que se activara el vidmail y lo vi dejar el mensaje. Era breve. Me decía que tenía que venir a mi fortaleza a entregarme algo. Algo que Daito me había dejado en su testamento.

Cuando le devolví la llamada para organizar nuestro encuentro noté al momento que Shoto todavía estaba en un estado emocional devastador. Su voz serena estaba llena de dolor y la profundidad de su desesperación se traslucía en los rasgos del rostro de su avatar. Parecía totalmente ausente. Y en una forma física peor incluso que la mía. Le pregunté por qué su hermano se había molestado en «hacer» un testamento para su avatar, en lugar de dejar, simplemente, sus posesiones al cuidado de Shoto. Si lo hubiera hecho así podría haber creado un nuevo avatar y pedirle a su hermano los objetos que él le había guardado durante ese intervalo. Pero Shoto me dijo que Daito no iba a crear un nuevo avatar. Cuando quise saber por qué, me prometió que me lo explicaría cuando nos viéramos en persona.

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