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Buenos Aires, Argentina. 1944

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 Buenos Aires, Argentina. 1944

Hace dos meses que no sabemos nada de Karl. Ha viajado a Berlín presionado por el Monstruo. Con Lara tememos que haya sido descubierto. En las últimas semanas, los Aliados han liberado Roma, han desembarcado en Normandía y han emprendido su marcha hacia París. Los rusos avanzan por el este. No es de extrañar que, ante el cerco enemigo, el Monstruo libere su furia contra sus propios hombres. En Buenos Aires, la guerra sólo se ve en los diarios. Incluso los ciudadanos se han reunido para festejar la apertura de la nueva línea de subterráneos. ¿Cómo pueden seguir con su vida mientras el mundo está siendo arrasado?

El Monstruo ha sufrido un atentado a mano de sus propios oficiales. Por lo visto, no somos los únicos alemanes conscientes de la maldad del Monstruo. Las informaciones que nos llegan son confusas. Un hombre del partido ha venido a vernos. Dijo que Karl estaba con el Monstruo en el momento de la explosión. Pero sólo sabía que Él había sobrevivido. “El Führer es inmortal como nuestro Reich”, dijo el estúpido. Cuando se marchó, Lara estalló en llanto. Intenté consolarla, pero se encerró en su habitación. Hace dos días que no sale.

Recibimos un telegrama. Karl está vivo.

Hoy fue un día especial. A la noticia de la liberación de París, se sumó la última sorpresa que esperábamos. Pasé todo el día trabajando en una planta industrial de las afueras de Buenos Aires, y al regresar a casa, me he encontrado con Karl. Él y Lara brindaban con vino. Me uní al festejo, realmente aliviado porque mi amigo haya regresado con vida. Su estadía en Alemania ha sido una prueba extenuante que lo ha devuelto con cicatrices en el rostro y el cuerpo, y una clara determinación a luchar contra el III Reich. Mientras bebíamos, nos contó cómo se había salvado.

Al llegar a Berlín, Karl fue escoltado a Prusia por las SS. En su viaje, pudo ver que la mayoría de las ciudades alemanas mostraban signos de destrucción. Los bombardeos aliados eran constantes. Cuando les preguntó a los SS para qué iban a Prusia, le respondieron que el Monstruo quería saber directamente, de la boca de su zapatero favorito, con cuánto poder contaba en Sudamérica y a qué gobierno contactar en caso de tener que conseguir un salvoconducto para escapar junto a sus mejores hombres.

Al llegar a Wolf’s Lair, cerca de Rastenberg, Karl fue rigurosamente registrado junto a los dos SS que lo habían escoltado desde Berlín. Varios tanques mugrientos reposaban en la entrada principal y el sudor caía de las frentes preocupadas de los adolescentes disfrazados de soldados que custodiaban el primero de los checkpoints.

El Monstruo fue recibiendo uno a uno a todos los espías que, como Karl, llegaban con noticias de los distintos frentes. Ninguna era buena. El ejército alemán se replegaba diezmado y, como lo sugería la custodia infantil de afuera, ya no quedaban hombres para reemplazar a los soldados muertos.

Cuando le tocaba su turno a Karl, uno de los guardias le pidió que siguiera esperando: por la puerta principal, con un maletín en la mano, entraba el Coronel Von Stauffenberg sin ser requisado. Al verlo, Karl volvió a sentarse. Sin embargo, minutos después, el Coronel se marchaba y Karl era invitado a la sala de mapas donde lo esperaba el Monstruo.

Al verlo, su cliente más famoso lo estrechó entre sus brazos. Lo primero que le preguntó Hitler fue si finalmente Argentina haría algo por la causa. Karl ya tenía su discurso armado, sin embargo, cuando empezaba a hablar del GOU, de Hellmuth y los demás argentinos que simpatizaban con el régimen, sus palabras fueron acalladas por la explosión.

Las bombas expulsaron a Karl contra una de las paredes, llenándole el cuerpo de esquirlas y sangre. Pero el Monstruo, escondido detrás de su robusto escritorio, apenas sufrió una leve sordera en un oído y algunas esquirlas de madera que se le clavaron en las piernas. Inmediatamente, Karl fue detenido y sometido a un interrogatorio. Durante un mes trataron de relacionarlo con Stauffenberg, que ya había sido fusilado tras someterlo a un consejo de guerra. Sin embargo, Karl demostró su inocencia o quizá haya sido la desesperación del Monstruo por mantener vivo a su zapatero y devolverlo a Argentina con la ilusión de preparar un futuro escape, cuando los Aliados lograsen llegar hasta él.

El cobarde piensa escapar. Su final está cerca. Después de terminar su relato, Karl ha tomado a Lara de la mano y se han encerrado en el cuarto. Desde aquí puedo oírlos reír, celebrando que siguen con vida y que han vuelto a encontrarse. Kristen. Me conformaría tan sólo con mirarla, con tomarla de la mano y escucharla decir que todo terminará pronto. Pero eso es imposible. Ella ya se ha olvidado de mí y yo tendría que aceptarlo de una vez por todas y buscarme una mujer que me haga sentir vivo.

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