Random

Random


Buenos Aires, Argentina. 1940

Página 12 de 61

 Buenos Aires, Argentina. 1940

Estas semanas pasaron rápidamente. Los Slanger son buenas personas. Gracias a las gestiones del Partido y a los contactos pro nazis en Argentina, llegaron a una casa alquilada con anterioridad. Me establecí con ellos porque me invitaron y porque no tenía otro lugar adónde ir. Ocupo una de las cuatro habitaciones. En el frente de la casa está el taller donde cinco obreros españoles esperaban la llegada de Karl para poner en marcha la fábrica de zapatos. La casa queda en un barrio llamado San Telmo, muy cerca del puerto.

En estos días salí a caminar por la ciudad. Es grande, de bellos edificios. Me recuerda a Nápoles, Marsella… pero es demasiado caótica como para compararla con Berlín. Hoy estuve tres horas sentado en La Boca, mirando los barcos. Allí todos hablan en italiano, napolitano, genovés. La gente llora cada vez que entra o sale un barco del puerto. Yo también. No puedo dejar de pensar en mi mujer. Kristen. Kristen. Kristen. ¿De qué vale sobrevivir a esa locura que está haciendo Hitler si no puedo estar junto a ella?

Los Slanger están todo el tiempo concentrados en su fábrica. A veces, dudo de la historia que me contaron sobre Hitler y sus intenciones de traicionarlo. Se pasan el día recorriendo curtiembres, eligiendo cueros, y Karl insiste en que al copiar las antiguas tradiciones de la marroquinería china e implementarlas en la producción de zapatos van a distinguir la fábrica de los demás competidores. Sólo piensa en eso: en la posibilidad de que todos los estibadores y marineros usen los zapatos de trabajo que va a fabricar.

Ya no soporto tener tanto tiempo libre. A veces, incluso, pienso tomar un barco de regreso y enfrentar la muerte de una vez por todas. Le escribí a Kristen pero no tuve respuesta. Me habrá olvidado. Ya debe estar casada con un oficial alemán. Su padre me lo había anticipado. La anulación de nuestro matrimonio fue la condición para que me consiguiera el salvoconducto que me permitió escapar como un cobarde y abandonar a mi amor. La vida ya no tiene sentido.

Lara Slanger me propuso presentarme a sus contactos en algunas de las empresas alemanas que están instaladas en Argentina. Accedí, más por aburrimiento que por convicción. Hoy le pregunté por sus planes de luchar contra el nacionalsocialismo. Sonrió. Me acarició la mejilla, y siguió trabajando. Kristen sigue sin responderme. ¿Por qué razón debería regresar a Alemania si ella se olvidó de mí?

Hoy cumplí mi tercer mes en la Union Autos Latinoamérica. Como ingeniero, estoy encargado de asesorarlos en el mejoramiento, mantenimiento y, en algunos casos, en la instalación de plantas industriales en Chile, Brasil y Uruguay. Debido a que Europa está sumida en esta guerra cruel, y todas sus fábricas dedicadas a la producción de armamento, las fábricas en Latinoamérica están creciendo a pasos agigantados. Acá se fabrican motores a gasoil para todo tipo de maquinarias, incluidos, lamentablemente, los tanques que están aplastando los campos y las ciudades de Francia, Polonia y tantos países que ya ni sé cuántos son. El contacto diario con argentinos me está obligando a aprender español. La fábrica de zapatos de los Slanger sigue creciendo.

25 cartas enviadas y ninguna respuesta de Kristen. Ya no tiene sentido seguir alentando la esperanza de reencontrarme con ella. No tengo más opciones que quedarme en este extraño país.

Esta tarde visitó la fábrica de los Slanger un enviado del Partido Nacionalsocialista. Se reunió con Karl a solas, y luego se marchó. A esta altura, temo que los Slanger me entreguen a los nazis y proyecten mi repatriación a Alemania.

Los Slanger no mentían. Al fin, sus planes se pusieron en marcha. Hoy pasamos seis horas discutiendo acerca de los detalles y las estrategias para conocer la opinión de gobiernos, personas de poder económico, social e intelectual acerca del régimen nazi. Pero que Argentina se mantenga neutral en la guerra ya dice bastante. No sé qué podemos esperar de una sociedad que acepta a un presidente como Ortiz, que alcanzó el poder a través del fraude. Karl sostiene que antes de ponernos en acción tenemos que conocer la cultura y la forma de vida de los argentinos. Como si existieran tales cosas. El argentino es una mezcla del resto del mundo: la sopa de inmigrantes todavía se está gestando y falta para convertirse en pueblo y sociedad. Sin embargo, llegamos a un acuerdo: fundirnos con la gente, aprender sus códigos. Nuestra mayor ventaja es nuestro acento germano. Karl dice que eso, sumado a la cercanía con el Monstruo, nos mantendrá a salvo de cualquier sospecha.

Por lo tanto, debemos continuar sosteniendo estas fachadas que son su fábrica de zapatos y mi trabajo en la Union Autos.

Kristen. Tengo que olvidarla. ¿Cómo? No lo sé. Pero está claro que ella ya se olvidó de mí.

Ir a la siguiente página

Report Page