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Tercera parte. El beneficio de Cristo » Tiziano » El diario de Q.

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El diario de Q.

Londres, 23 de junio de 1550

Días de lluvia y de conversaciones. Necios aristócratas que traman a plena luz del día, incapaces de la menor diplomacia. Saben usar la espada, que aquí todos llevan bien a la vista. Nada más. Todo se resolverá de forma sangrienta y vencerá quien tenga el ejército más numeroso.

Tres contendientes, tres partidos. Equilibrios improbables.

Eduardo, un chiquillo que ciñe la corona, que ha elegido como preceptor nada menos que a Martin Bucero, el máximo teólogo luterano. María, hija del primer matrimonio de Enrique VIII con Catalina de Aragón, mitad española por tanto, fidelísima al Papa. Luego la joven Isabel, nacida de la sangre de su madre Ana Bolena, que parece admirar en cambio las actitudes cismáticas del padre.

Las familias que apoyan a la católica María verían con buenos ojos el retorno a la patria de Reginald Pole como paladín del catolicismo, hay ya quien le guarda el sitial de Canterbury. Pero no saben hablar de otra cosa que de exterminio de adversarios. Desde hace siglos estos nobles juegan a eliminarse, a extinguirse mutuamente en guerras de familia que recuerdan más las costumbres bárbaras de los celtas que el arte de la política.

Esto es peor que el exilio. No tengo noticias de Italia.

La hoja no ha llegado. Carafa me concede todavía un tiempo. Tal vez está decidiendo qué hacer conmigo. O tal vez todo forma parte de un plan.

La solución de los estoicos no va conmigo. Ninguna desilusión por expiar. Ninguna añoranza.

Aquí llueve. Llueve siempre. Una isla que no conoce estaciones y que las encierra todas en un solo día.

Moriré en otro lugar.

Londres, 18 de agosto de 1550

Mi tarea ha concluido. No hay estabilidad a la vista: vuelvo con muchas promesas y el convencimiento de la absoluta imposibilidad de confiar en los nobles ingleses. María no llama solo a nuestra puerta, he visto también a consejeros españoles. Carlos V tiene un hijo al que volver a casar, por lo menos diez años más joven que María. Si Carafa desea el retorno de Pole a la patria, deberá tener en cuenta que esto podría significar el acercamiento de España e Inglaterra, totalmente favorable al Emperador.

El desinterés por estas historias ha hecho difícil el escribir las relaciones enviadas a Roma y ahora que me dispongo a partir, siento que no tengo ninguna prisa por volver. Lo que queda es la curiosidad por un enigma y la sensación de una última cosa por hacer.

Quiero tomarme el tiempo de volver sobre mis pasos. Comprender qué es lo que presiona por salir a la superficie.

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