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Tercera parte. El beneficio de Cristo » Tiziano » El diario de Q.

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El diario de Q.

Venecia, 2 de abril de 1551

Comienza la reacción.

Michele Ghislieri está en Bérgamo. El obispo local Soranzo está acusado de haber permitido la difusión de El beneficio de Cristo en su propia diócesis. Ha sido encontrado un ejemplar del libelo condenado en su biblioteca privada.

Ghislieri lo interrogará hasta verlo caer.

Venecia, 21 de abril de 1551

Procesado también el obispo de Como. Ni siquiera en esa diócesis El beneficio de Cristo ha encontrado obstáculos.

Los espirituales boquean. No se esperaban un ataque directo.

El dominico Ghislieri está hecho una furia.

Como cabía suponer, Carafa ha esperado a la reanudación del Concilio de Trento para lanzar la ofensiva final.

Venecia, 26 de mayo de 1551

Caen también los obispos de Aquileia y de Otranto.

La acusación es la misma.

Cabeza tras cabeza, la estrategia de Carafa no encuentra obstáculos. La ventaja es doble: limpieza de los adversarios y cancelación de los planes del Emperador, que tenía todas sus miras puestas en la reanudación del Concilio.

Venecia, 25 de junio de 1551

Tras los golpes del dominico, nuevo varapalo de la Cristiandad, cae la piedra berroqueña más grande: Morone, obispo de Módena, miembro de la Congregación del Santo Oficio, consejero de confianza de Reginald Pole, una figura intocable hasta hace unos pocos meses. Todos los procesados de hoy en adelante deberán defenderse. Y todos los demás ponerse a temblar. La caída de semejantes cabezas advierte que nadie puede estar ya seguro. Nadie que haya sido rozado por el veneno de El beneficio de Cristo saldrá ileso.

Los frutos maduros de mi trabajo están cayendo uno tras otro. Debería estar ya muerto, llevándome bajo tierra los secretos de una operación concebida hace diez años.

Una imprudencia, o tal vez un exceso de seguridad o incluso las ganas de aniquilar al adversario. Todavía me queda un poco de tiempo, el necesario para clavar el crucifijo en el corazón de los judíos.

Venecia, 20 de julio de 1551

Nueva carta del inquisidor de las Romañas. La presencia de un alemán de nombre Tiziano ha sido detectada en el pueblo de Bagnacavallo, entre Imola y Ravena.

Venecia, 29 de julio de 1551

En la ciudad, en boca de todos está el procesamiento de los cardenales espirituales. La señal no se presta a malentendidos: con la acusación contra el obispo de Bérgamo, Soranzo, Roma ha plantado su estandarte dentro de los límites de la Serenísima, y lo ha hecho por medio de Ghislieri, hombre de Carafa, saltándose al inquisidor veneciano.

Entretanto, mis cartas anónimas a la Inquisición local han dado sus primeros frutos: comienza a notarse entre los judíos una cierta desconfianza; rumores sobre el mantenimiento de las viejas prácticas religiosas por parte de los marranos y sobre los ambiguos intereses de las mayores familias judías. La comunidad mercantil de Venecia no da crédito a estos rumores: tienen las manos atadas en sus negocios con los banqueros judíos. Los procesos en curso alimentan una hostilidad que parece que puede extenderse. Pero hace falta una chispa que provoque el incendio.

He puesto los ojos en algunos deshonestos tipejos que podrían volverse útiles según las circunstancias. Debidamente instruido, un turco que confesara ante las autoridades venecianas que es un espía del Sultán, a sueldo de una poderosa familia judía, provocaría la esperada reacción.

Venecia, 8 de agosto de 1551

El inquisidor de Ferrara escribe para indicar la presencia de Pietro Manelfi en la ciudad estense.

Venecia, 21 de agosto de 1551

Carafa se expone en primera persona. Delante del Concilio ha acusado a los espirituales de falta de observancia, de no haber hecho nunca nada por impedir la difusión de El beneficio de Cristo. Sostiene que Pole y sus amigos nunca han querido darse cuenta del alcance herético del libro de Fontanini debido a sus ambiguos intentos de reconciliación con los luteranos. Los acusa de haberse dejado embaucar por las ideas protestantes. La imputación es muy grave.

El viejo teatino no había entrado nunca directamente en la lid. Si los espirituales no son capaces de reaccionar a tiempo, están destinados a sucumbir.

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