Pulp Fiction

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El reloj de oro » Medievo

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60. INTERIOR. CASA DE EMPEÑOS MASON–DIXON[16] – DE DÍA

MAYNARD, un joven de aspecto rústico, está detrás del mostrador r de la tienda de empeños cuando, de repente, penetra en su mundo el caos desatado, en forma de la precipitada figura de Butch.

MAYNARD: ¿Puedo ayudarle en algo?

BUTCH: ¡Cierra el pico!

Rápidamente, Butch se hace cargo de la situación y se queda de pie junto a la puerta.

MAYNARD: Eh, espere un momento…

Antes de que Maynard pueda terminar lo que trataba de ser una amenaza, Marsellus irrumpe en el establecimiento. Pero no pasa de la puerta, porque Butch le golpea en el rostro con el puño.

El gángster levanta los pies del suelo a causa de la fuerza del golpe y aterriza cuan largo es sobre su espalda.

En el exterior, dos coches de la policía se acercan a toda velocidad, con las sirenas de emergencia ululando.

Butch se abalanza sobre el cuerpo caído y lo golpea dos veces más en el rostro. Butch se apodera del arma que Marsellus aún sostiene en la mano y la sostiene con el dedo medio.

BUTCH: De modo que te gusta dar caza a la gente, ¿eh? [17]

Suelta el dedo. Marsellus emite un sonido de dolor. Luego, Butch le coloca el cañón de la 45 entre los ojos, tira hacia atrás del percutor y coloca la mano abierta por detrás del arma, para protegerse de las salpicaduras.

BUTCH: Pues, imagínate, gran jefe, que me has atrapado…

MAYNARD (voz): ¡Alto ahí, maldita sea!

Butch y Marsellus miran a Maynard, que blande amenazadoramente una escopeta de carga por retroceso, con la que apunta a los dos hombres.

BUTCH: Mire, señor, nada de esto es asunto suyo…

MAYNARD: ¡Pues lo hago asunto mío! Y ahora tira ese arma.

Butch así lo hace.

MAYNARD: Y ahora tú, el que está arriba, levántate y acércate al mostrador.

Lentamente, Butch se incorpora y se acerca al mostrador. En cuanto llega allí, Maynard se adelanta y le golpea duramente en el rostro con la culata de la escopeta, derribándolo al suelo, sin sentido.

Una vez que Butch está tumbado y sin sentido, Maynard deja tranquilamente la escopeta sobre el mostrador y se acerca a donde está el teléfono.

Marsellus Wallace, desde su posición en el suelo, observa medio aturdido al propietario de la tienda de empeños, que marca un número. Maynard espera junto al teléfono hasta que alguien contesta al otro lado de la línea.

MAYNARD: (en el teléfono). ¿Zed? Soy Maynard. La araña acaba de atrapar a un par de moscas.

Marsellus pierde el sentido.

LA ESCENA SE FUNDE EN NEGRO

Se ilumina la pantalla.

61. INTERIOR. HABITACIÓN TRASERA DE LA TIENDA DE EMPEÑOS – DE DÍA

Dos encuadres: Butch y Marsellus.

Ambos están atados en dos sillas separadas. Tienen las bocas amordazadas (un cinturón alrededor de las cabezas y una pequeña pelota roja dentro de la boca). Ambos permanecen inconscientes. Entra Maynard llevando un extintor de incendios, con el que rocía a los dos hasta que despiertan, empapados como nutrias. Los dos prisioneros miran al que los ha capturado.

Maynard está de pie ante ellos, con el extintor de incendios en un mano, la escopeta en la otra y la 45 de Marsellus sobresaliendo de su cinturón.

MAYNARD: Nadie mata a nadie en mi tienda, excepto yo mismo o Zed.

Suena un timbre.

MAYNARD: Ese es Zed.

Sin decir nada más, Maynard sube la escalera que conduce a unas cortinas rojas y las cruza.

Escuchamos, desde el otro lado de las cortinas, a Maynard que hace pasar a Zed al interior de la tienda.

Butch y Marsellus observan la habitación. El sótano de la casa de empeños ha sido convertido en una mazmorra. Después de asimilar la situación en la que se encuentran, Butch y Marsellus se miran el uno al otro, desaparecido todo rastro de hostilidad entre ellos, sustituida por el terror que ambos comparten ante la situación en la que se han metido.

Maynard y Zed aparecen, cruzando las cortinas. Zed[18] es una versión todavía más intensa de Maynard, si es que tal cosa fuera posible. Evidentemente, los dos jóvenes toscos son hermanos. Mientras que Maynard parece un toro maligno, Zed es una cobra mortal. Zed se acerca y se detiene delante de los dos cautivos. Los inspecciona durante largo rato y finalmente dice:

ZED: (dirigiéndose a Maynard). ¿No dijiste que me esperarías?

MAYNARD: Eso dije.

ZED: Entonces, ¿cómo es que parecen haber sido golpeados?

MAYNARD: Se lo hicieron el uno al otro. Estaban luchando entre ellos cuando entraron. Este se disponía a matar a aquel otro.

ZED: (dirigiéndose a Butch). ¿Ibas a matarlo?

Butch no se molesta en contestar.

ZED: Eh, ¿estará bien Grace delante de aquí?

MAYNARD: Sí, hoy no es martes, ¿verdad?

ZED: No, es jueves.

MAYNARD: Entonces ella estará bien.

ZED: Trae al Lisiado.

MAYNARD: Creo que el Lisiado está dormido.

ZED: En ese caso, creo que tendrás que despertarlo, ¿no te parece?

Maynard abre una trampilla que hay en el suelo.

MAYNARD: (gritando hacia el agujero del suelo). ¡Despierta!

Maynard se inclina hacia el agujero del suelo y se incorpora sosteniendo una traílla. Le da un tirón fuerte y desde abajo, por el agujero practicado en el suelo, surge el Lisiado. El Lisiado es un hombre al que mantienen vestido de la cabeza a los pies con un atuendo de cuero negro. Hay cremalleras, hebillas y claveteados distribuidos por todo el cuerpo. En la cabeza lleva una máscara de cuero negro, con dos agujeros para los ojos y una cremallera (cerrada) para la boca. Lo mantienen en un agujero practicado en el suelo, lo bastante grande como para contener apenas a un perro corpulento.

Zed toma la silla, la coloca delante de los dos prisioneros y luego se sienta en ella. Maynard le entrega a Zed la traílla del Lisiado, y luego retrocede.

ZED: (dirigiéndose al Lisiado). ¡Abajo!

El Lisiado se arrodilla. Maynard se mantiene detrás, mientras Zed observa a los dos hombres, como valorándolos.

MAYNARD: ¿Quién va primero?

ZED: Todavía no estoy seguro.

Luego, con el dedo índice, Zed realiza un silencioso sorteo del «Pito, pito, colorito…», con su boca murmurando apenas las palabras, mientras que el dedo se desplaza de un lado a otro, entre los dos prisioneros.

Butch y Marsellus se sienten aterrorizados.

Maynard mira alternativamente a una y otra de las dos víctimas. Los ojos del Lisiado pasan de uno a otro, dentro de la máscara.

Zed continúa el silencioso sorteo, con el dedo moviéndose de izquierda a derecha. Finalmente, se detiene.

Dos encuadres: Butch y Marsellus.

Tras una vacilación, la cámara se desplaza hacia la derecha y se enfoca sobre Marsellus.

Zed se incorpora.

ZED: ¿Quieres hacerlo aquí?

MAYNARD: No, arrastra al más corpulento hasta la vieja habitación de Russell.

Zed agarra la silla de Marsellus y la arrastra hacia la vieja habitación de Russell, que sin duda alguna fue un pobre bastardo que tuvo la desgracia de entrar en la tienda de empeños de Mason–Dixon. Lo que le sucedió a Russell es algo que sólo saben Maynard y Zed porque su vieja habitación, una estancia situada el fondo de la habitación donde se encuentran, está vacía. Mientras Marsellus es arrastrado hacia allí, intercambia una mirada con Butch antes de desaparecer por la puerta de acceso a la vieja habitación de Russell.

MAYNARD: (dirigiéndose al Lisiado).¡Levántate!

El Lisiado se levanta. Maynard ata la traílla del Lisiado a un gancho que hay en el techo.

MAYNARD: Vigila a éste.

El Lisiado inclina la cabeza: «Sí».

Maynard desaparece en la vieja habitación de Russell. Allí dentro tiene que haber un equipo estéreo, porque, de repente, el aire se llena con el sonido armónico del canto de los Judds.

Butch mira al Lisiado. El Lisiado emite una especie de risita por debajo de la máscara, como si éste fuera el momento más divertido en la historia de la comedia.

Desde detrás de la puerta, escuchamos música country, forcejeos y:

MAYNARD (voz): Por lo visto, este tipo nos va a dar un poco de guerra.

A continuación oímos a Maynard y Zed que golpean a Marsellus.

ZED (voz): ¿Quieres luchar? ¿Quieres luchar? Bien, ¡a mí me encanta luchar!

Butch se queda quieto y escucha las voces. Luego, atenazado por el pánico, hace apresurados esfuerzos por liberarse.

El Lisiado ríe salvajemente.

Las cuerdas están demasiado apretadas y Butch no puede liberarse.

El Lisiado se golpea en la rodilla, sin dejar de reír.

Desde la habitación del fondo, escuchamos:

MAYNARD (voz): Eso es… Eso es, muchacho. Lo estás haciendo estupendamente. Ooooh, justo así… Así está bien. (gruñendo entrecortadamente). ¡Quédate quieto! ¡Quédate quieto maldita sea! Zed, maldita sea, ven aquí y sujétalo.

Butch deja de forcejear y, apoyándose en la silla sobre las palmas de las manos, levanta los brazos. Entonces, con toda facilidad, el respaldo acolchado de la silla se desliza hacia arriba y se desprende como si nunca hubiera estado sujeto por tornillos.

El Lisiado, al verlo, abre mucho los ojos.

EL LISIADO: ¿Eh?

El Lisiado se debate salvajemente, tratando de soltar la traílla del gancho del techo. Intenta gritar, pero lo único que sale de su boca son gorgoteos y gruñidos excitados.

Butch se ha levantado de la silla y rápidamente le propina tres buenos directos de boxeador sobre el rostro. Los golpes hacen perder el sentido al Lisiado, que cae de rodillas, con lo que se ahorca a sí mismo de la traílla colgada del gancho del techo.

Butch se quita la pelota que obturaba su boca. Luego, silenciosamente, se dirige hacia las cortinas rojas.

62. INTERIOR. TIENDA DE EMPEÑOS – DE DÍA

Butch se desliza hacia la puerta.

Sobre el mostrador hay un gran manojo de llaves, con una Z conectada a la anilla. Las coge y se dispone a salir cuando se detiene y escucha a los montañeses psicópatas que se están divirtiendo con Marsellus.

Butch llega a la conclusión de que no puede dejar a nadie en una situación como aquella. Así pues, empieza a buscar por la tienda de empeños un arma con la que aplastar la cabeza a aquellos zafios montañeses.

Toma un gran martillo, de aspecto destructivo, pero luego lo descarta; no le parece lo bastante destructivo. Toma una motosierra, pero se lo piensa un momento y la vuelve a dejar. A continuación sopesa un bate de béisbol de Louisville. Pero entonces descubre lo que andaba buscando:

Una espada de samurai.

Cuelga de un clavo de la pared, embutida en su vaina de madera tallada a mano, junto a un cartel de neón que dice «La anticuada cerveza podrida de papá». Butch descuelga la espada de la pared, y la saca de la vaina. Es una magnífica pieza de acero. Parece brillar bajo la luz de bajo voltaje de la tienda de empeños. Butch toca con el pulgar el filo de la hoja para ver si tiene corte sufidente. Es más que suficiente. Tan afilada como pudiera estarlo. Este arma parece hecha a propósito para los Hermanos Grimm de allá abajo. Sosteniendo la espada con la punta hacia abajo, al estilo Takakura Ken, desaparece a través de las cortinas rojas, dispuesto a poner fin a aquel asunto.

63. INTERIOR. HABITACIÓN TRASERA DE LA TIENDA DE EMPEÑOS – DE DÍA

Butch desciende en silencio la escalera que conduce a la mazmorra. Por detrás de la puerta cerrada que conduce a la vieja habitación de Russell todavía se oye a los sodomitas y a los Judds.

64. INTERIOR. VIEJA HABITACIÓN DE RUSSELL – DE DÍA

La mano de Butch aparece en el encuadre y empuja la puerta con suavidad. La puerta se abre en silencio y deja al descubierto a los violadores, que han intercambiado sus posiciones. Ahora, Zed está inclinado sobre Marsellus, doblado a su vez sobre un caballo de madera. Maynard les observa. Ambos están de espaldas a Butch.

Maynard se halla situado frente a la cámara, y sonríe burlonamente, mientras Butch se le acerca por detrás, con la espada.

Sintiéndose miserable, violado y con el aspecto de una muñeca de trapo, Marsellus, con la pelota roja todavía dentro de la boca, abre los acuosos ojos para ver a Butch que se acerca por detrás de Maynard. Sus ojos se abren desmesuradamente.

BUTCH: Eh, montañés.

Maynard se da media vuelta y ve a Butch que sostiene la espada. Butch lanza un grito y con enérgico movimiento del brazo raja en diagonal el pecho de Maynard y pasa junto a él, con la mirada y la hoja apuntando hacia Zed.

Maynard empieza a temblar, con el pecho abierto, conmocionado. Butch, sin apartar la mirada de Zed ni por un momento, impulsa la espada por detrás de él, ensartando a Maynard.

Luego la retira y apunta la hoja hada Zed. Maynard se derrumba. Zed se separa apresuradamente de Marsellus y su mirada va desde la punta de la espada de Butch hasta la 45 automática de Marsellus, que está a su alcance.

La mirada de Butch sigue el movimiento de los ojos de Zed.

BUTCH: ¿Quieres ese arma, Zed? Vamos, tómala… Venga chico, anímate…

La mano de Zed avanza unos milímetros hacia el arma.

Butch aprieta con más fuerza el mango de la espada.

Zed estudia a Butch.

Butch mira duramente a Zed.

En ese momento, una voz dice:

MARSELLUS (voz): Hazte a un lado, Butch.

Butch se aparta y deja al descubierto a Marsellus, de pie tras él, que sostiene la escopeta de retroceso de Maynard.

¡BOOOM!

Zed es alcanzado en la entrepierna. Se derrumba, lanzando gritos de agonía.

Marsellus, que observa al gimoteante violador, expulsa el casquillo usado de la escopeta. Butch baja la espada y retrocede. Nadie dice nada, hasta que:

BUTCH: ¿Estás bien?

MARSELLUS: No, maldita sea. Estoy lejos de sentirme bien.

Se produce una larga pausa.

BUTCH: ¿Y ahora qué?

MARSELLUS: ¿Qué ahora qué? Déjame decirte lo que voy a hacer ahora. Llamaré a un par de negros empapados en crack para que empiecen a trabajar en este sitio con un par de tenazas y un soplete. (dirigiéndose a Zed). ¿Oyes lo que digo, montañés? Todavía no he terminado contigo. Vamos a practicar el medievo con tu culo.

BUTCH: Me refiero a qué hacemos ahora entre tú y yo.

MARSELLUS: Ah, ¿te refieres a eso? Bueno, deja que te diga lo que vamos a hacer ahora tú y yo. No hay nada que hacer entre tú y yo. Ya no.

BUTCH: ¿Asunto solucionado?

MARSELLUS: Sí, hombre, asunto solucionado. Pero te pido una cosa, mejor dicho dos: no le cuentes a nadie lo que ha ocurrido aquí. Toda esta mierda queda entre tú y yo y el señor violador, que pronto vivirá en un dolor agónico el resto de su corta vida de mierda. Lo ocurrido aquí no es asunto de nadie más. Lo segundo es que abandones la ciudad. Esta misma noche. Ahora mismo. Y cuando te hayas largado, permanece lejos. Has perdido tus privilegios en Los Angeles. ¿De acuerdo?

* BUTCH: De acuerdo.

* Los dos hombres se estrechan las manos y luego se abrazan.

* MARSELLUS:: Y ahora vete. Lárgate de aquí.

* Butch abandona la vieja habitación de Russell y pasa a través de las cortinas rojas. Mientras tanto, Marsellus se dirige al teléfono y marca un número.

* MARSELLUS: (hablando por teléfono). Hola, señor Lobo, soy Marsellus. Estoy metido en cierto problema.

65. EXTERIOR. TIENDA DE EMPEÑOS MASON–DIXON – DE DÍA

Butch, que todavía tiembla como una hoja, sale de la tienda de empeños. Mira hacia adelante y ve, aparcada delante del establecimiento la gran motocicleta cromada de Zed, con un depósito de combustible en el que aparece el nombre «Grace». Se sube a la moto, saca el manojo de llaves con la gran Z y pone la moto en marcha, que ruge como un cohete a punto de ser lanzado en órbita. Butch hace girar el manillar del acelerador y se aleja a toda velocidad.

Retrocedemos y avanzamos entre…

* 66. INTERIOR. HABITACIÓN DEL MOTEL DE BUTCH Y FABIENNE – DE DÍA

* Fabienne está de pie delante de un espejo, con una camiseta en la que aparece impreso: «Frankie dice: relájate», cantando al son de la música que brota de una radio.

67. EXTERIOR. CALLE DE LA CIUDAD. MOTOCICLETA (en movimiento) – DE DÍA

Butch desciende por la calle, montado en una enorme motocicleta llamada «Grace». Comprueba el reloj de su padre. Son las 10,30.

La canción que suena en la habitación del motel se escucha sobre esta escena.

68. EXTERIOR. HABITACIÓN DEL MOTEL – DE DÍA

Butch llega montado en Grace. Desciende y entra en la habitación del motel, mientras la cámara se queda con la motocicleta.

FABIENNE (voz): ¡Oh, Butch, estaba tan preocupada!

BUTCH: Cariño, coge la radio y el bolso y vamonos.

FABIENNE (voz): ¿Y qué hacemos con todas nuestras maletas?

BUTCH: Al infierno con las maletas. Perderemos el tren si no nos largamos ahora mismo.

FABIENNE (voz): ¿Está todo bien? ¿Corremos algún peligro?

BUTCH: La situación se ha arreglado. De hecho, todo se ha arreglado. Pero tenemos que marcharnos. Te esperaré fuera.

Butch sale y vuelve a montar sobre la motocicleta. Fabienne sale de la habitación del motel con la radio y un gran bolso. Al ver a Butch montado en la moto, se detiene asombrada.

FABIENNE: ¿De dónde has sacado esta moto?

BUTCH: (la pone en marcha de una patada). Es una buena moto, cariño, vamos, sube.

Lentamente, Fabienne se acerca al diablo de dos ruedas.

FABIENNE: ¿Qué le ha ocurrido a mi Honda?

BUTCH: Lo siento, muñeca, estrellé tu Honda.

FABIENNE: ¿Estás herido?

BUTCH: Puede que me haya roto la nariz. Nada importante. Vamos, sube.

Ella no se mueve. Butch se vuelve a mirarla.

BUTCH: Cariño, tenemos que ponernos en marcha ahora mismo.

Fabienne se echa a llorar. Butch se da cuenta de que no es esa la forma de hacerla subir a la moto. Apaga el motor, extiende una mano hacia ella y la toma de la suya.

BUTCH: Lo siento, cariño.

FABIENNE: (sin dejar de llorar). Has estado fuera tanto tiempo… Empezaba a tener pensamientos horribles.

BUTCH: Siento haberte preocupado, dulzura. Todo está bien. Eh, ¿qué tal el desayuno?

FABIENNE: (secándose un poco las lágrimas). Estuvo bien…

BUTCH: ¿Te comiste las tortitas de frambuesa?

FABIENNE: No, no tenían tortitas de frambuesa. Tuve que tomar leche de manteca. ¿Estás seguro de que te encuentras bien?

BUTCH: Cariño, desde el mismo instante en que te dejé, éste ha sido el día más extraño de toda mi vida. Vamos, sube y te contaré todo lo que pasó.

Fabienne sube por fin a la moto. Butch la pone en marcha de nuevo.

FABIENNE: Butch, ¿de quién es esta moto?

BUTCH: Es una chopper.

FABIENNE: Bueno, pero ¿de quién es?

BUTCH: De Zed.

FABIENNE: ¿Y quién es Zed?

BUTCH: Zed está muerto, cariño. Zed está muerto.

Y tras decir esto, los dos enamorados se alejan montados en Grace, mientras aumenta el sonido de la canción.

LA ESCENA SE FUNDE EN NEGRO

Sobre el negro, aparece un título:

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