Propaganda

Propaganda


Introducción

Página 3 de 15

Introducción

Introcucción

La descomunal tarea de simplificar el mundo

CUANTO MAYOR es el grado de civilización alcanzado por una sociedad, más claramente percibe ésta la extraordinaria complejidad de la vida. La libertad y el conocimiento nos enfrentan a una intolerable cantidad de decisiones y de interrogantes que nos paralizan.

Creo que internet, y la tecnología en general, están provocando de nuevo en la mayoría de nosotros esa angustia frente a lo que no es asumible, desbordando los mecanismos que nos habíamos construido para sentir que comprendíamos nuestra vida y nuestro entorno. Por eso se hace imprescindible simplificar. Ésa es quizá la razón que explicaría el enorme éxito del cristianismo, y de las religiones monoteístas. Frente al desbarajuste caótico de lo que hoy conocemos como mitología grecorromana, y el intrincado entramado de leyes de la religión judía, Jesús predicó un solo Dios y un único precepto. Me imagino que algo así alivió a mucha gente.

Edward Bernays, en este extraordinario libro, realiza una certera y casi científica apología del simplificador de la realidad moderna: el propagandista. Lo más asombroso de estas páginas es que están escritas en 1927, hace más de ochenta años, en un momento en que la gente ni siquiera se había acostumbrado a la televisión, el medio que ha definido la evolución de la publicidad en las últimas décadas. Y que lo que explican podría aplicarse perfectamente a la situación actual que es, como la que nos describe Bernays, extremadamente confusa.

El trabajo del que simplifica, a quien Bernays ensalza sinceramente y que ya entonces, como ahora, era vilipendiado, no es sencillo. Yo no creo demasiado en la supuesta capacidad invencible para la manipulación que se atribuye a la publicidad y a la propaganda. Los fracasos, incontables, nos certifican la notable falibilidad de estas sofisticadas técnicas.

La propaganda pretende explicar a la gente, de un modo simple, aquello que no lo es. Y para ello rastrea en las verdades íntimas y esenciales que conmueven a cualquier ser humano, y que se relacionan con aquello que debe explicarse. No creo posible tener éxito sin provocar en la gente una identificación, algo parecido a lo que uno siente (y subrayo que hablo de sentir, no de entender) cuando encuentra en un poema, o en una sencilla melodía, o en un olor, algo en lo que siempre creyó, o que siempre anheló, o simplemente un hermoso recuerdo.

El lenguaje que utiliza Bernays en su libro puede parecer excesivamente descarnado para nuestra civilización de lo políticamente correcto, pero es certero. Bernays habla con demasiada franqueza de manipulación, palabra proscrita porque sólo se interpreta desde lo negativo (nadie diría que Greenpeace intenta manipular a la sociedad, y sin embargo lo hace, y utiliza la propaganda para ello). No hay demasiada diferencia entre lo que él describe y lo que uno empieza a intuir en determinado monopolio de las búsquedas por internet. Google basa su extraordinario éxito en la magnífica simplificación del sistema, y en la perfecta traslación de esa simplicidad a su aspecto.

Internet también nos demuestra que es imparable cuando estimula una pulsión verdadera, sencilla, en nuestras vidas. Cuando es más reconocible, cuando es más simple.

Creo que si viviera hoy, Edward Bernays se asombraría de lo poco que han cambiado las cosas, por más que, como él anticipó, la sociedad se ha educado en las técnicas de la propaganda, las conoce y es capaz incluso de desactivarlas. Pero a pesar de todo, existe aún en la comunicación de masas un enorme potencial de construcción de certezas a las que asirse para caminar en un mundo que, afortunadamente, nos cuesta entender. Soportar la complejidad es el precio que pagamos por nuestra libertad.

TONI SEGARRA

Ir a la siguiente página

Report Page