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12. ZARES Y HUNOS

El grupo se ha convertido en la sopa boba, tío. Ahora es la principal fuente de sustento social que recibe el hijo de la señora Murphy. Estar tirao en el catre con Ali y sentir cómo me rehuye cuando la toco es un mal rollo, tío, un mal rollo total. Eso sí, supongo que me la está devolviendo por todas las veces que era yo el que estaba ahí tirao, demasiado colgado para hacer el amor, mirando el techo, o hecho una bola en posición fetal, saturando el catre de sudor cada vez que el horror del síndrome de abstinencia daba un paso al frente. Ahora suelo ser yo el que se queda tirao en la cama como una tabla de surf, alterado y dándole vueltas a la cabeza, incapaz de quedarme dormido de verdad hasta que ella ha llevado al chiquillo al colegio.

Las últimas semanas hemos llevado existencias separadas, tío. ¿Cuándo empezó todo? ¿En la fiesta de Monny? Es curioso, siempre empieza como una pequeña sesioncilla, luego acaba prolongándose una semana, y entonces se da uno cuenta de que las vidas de los dos transcurren como en el mismo espacio pero en universos paralelos durante la hostia de tiempo. Así que lo que me toca es el grupo, hacer un esfuerzo y tal, por Ali y por el chavalín, ¿sabes?

Después del café, Avril vuelve a reunirnos. La verdad es que esta habitación no me gusta; está en un antiguo edificio escolar, y tiene esos asientos incómodos que son como los que hay en el paro: asientos de plástico rojo y armazón negro. Tienes que estar limpio para sentarte en ellos; sencillamente no es posible si estás alterado por drogas o con el mono. Avs está junto a la gran pizarra de plástico que reposa sobre tres patas de aluminio. Escribe con rotulador azul:

SUEÑOS

Después dice que los sueños son importantes, y que es como si renunciáramos a ellos demasiado pronto. Cuando lo piensas, así es. Pero la movida esa de los astronautas; el rollo ese de ser los primeros en llegar a Marte, del que solíamos hablar yo y mi viejo amigo Rents cuando éramos enanos: nunca fue una opción seria, tío. El espacio interior era mejor opción: requería menos entrenamiento.

Rents. Menudo tío. Me entregó mi parte, en plan legal.

Avril nos cuenta que tendríamos que estar dispuestos a satisfacer nuestras fantasías más a menudo. Joey Parke le contesta con algo así como: «¡Si hacemos eso nos encerrarán, hostias!». Se vuelve hacia mí. «¡Satisfacer nuestras fantasías, eh Spud!». Yo me río, y Monica, la que se muerde los nudillos, muerde con un poco más de fuerza.

Así que entonces Avs nos pregunta a los del grupo qué tipo de trabajo nos gustaría, en un mundo ideal y tal, si fuéramos capaces de hacer cualquier cosa. El caso es que yo estaba un pelín desnucao. No suelo estar así en el grupo, es sólo que el otro día pasé un pequeño shock en casa y no podía dejar de pensar en ello. Necesitaba algo de caballo ya. Pero por respeto lo mezclé con un poco de coca, de manera que no se notara que no participaba, un poco por el bien del grupo, digamos. Pero ahora no habla nadie, tío, de forma que arrimo el hombro para decir que a mí me habría gustado ser representante.

«¿Qué, representante de fútbol? Esos ganan mucho dinero», dice Avril.

Joey Parke menea la cabeza. «Son unos parásitos. Se llevan el dinero del deporte».

«Nah, nah, nah», les explico. «Pensaba más bien en ser representante de todas las rubias esas que salen en la tele; Ulrika Jonsson, Zoé Ball, Denise Van Outen, Gail Porter y demás». Entonces lo pienso y digo: «Pero los tipos como Sick Boy y tal, un viejo amigo mío, se me adelantarían. Ese tipo de trabajo se lo dan a esa clase de tíos, y no lo digo por faltar y tal».

Sick Boy. Menudo elemento.

Avril escucha como con paciencia y tal, pero se nota que no le impresiona mucho. Parkie empieza a dar la brasa con que quiere trabajar de Zar de la Droga. Eso hace que unos cuantos empiecen a poner a parir ese curro y al tío que lo hace, y en fin, tal y como lo veo yo, me parece que se están pasando.

Así que salgo en defensa del nota y tal: «Nah, tío, a mí me parece una idea estupenda, porque hoy en día la calidad de algunas partidas de caballo es una mierda. Ya va siendo hora de que el gobierno haga algo respecto a eso en lugar de estar siempre encarcelando a la gente. Es lo que opina mi menda, coleguitas, lo que opina mi menda».

A un tío llamado Alfie le asoma una sonrisa bobalicona y después vuelve la cara. Entonces veo a Parkie riéndose y sacudiendo la cabeza. Va y suelta: «Que no, Spud, que has cogido el rábano por las hojas, tío. Se supone que ese tío se encarga de impedir que te drogues».

Eso me da que pensar, y empiezo a tenerle lástima al nota ese, porque he ahí un gachó al que le va a costar cumplir con su trabajo. A ver, que sabiendo lo difícil que es no tomarlas yo, no veas lo difícil que tiene que ser impedir que lo hagan todos los demás. Vaya una tarea ingrata que le ha caído al pobre tío. Lo que no entiendo es por qué tienen que darle ese curro a un ruso cuando en Escocia hay mogollón de peña que podría hacerlo.

Así que están dale que te pego con el tema este. Lo raro de este grupo es que pasamos más tiempo hablando de drogas que metiéndonoslas. A veces, cuando estás limpio, eso hace que te apetezcan un huevo, como si te las recordaran cuando no estabas pensando en ellas, ¿sabes? Pero lo del Zar de la Droga ruso ha hecho que volviera a acordarme del libro ese de Dostoievski y de mi póliza de seguros. Nos la sacamos cuando apareció el peque y yo estaba limpio y colocando enlosados. Entonces se acabó lo de las losas, tío, nos dieron el finiquito a todos. Pero cuando desvalijé esa casa y me encerraron, recuerdo que un tío de Perth me pasó el libro del nota ruso ese, Crimen y castigo. Siempre hay un ejemplar circulando por el maco, pero nunca antes me había tomado la molestia, al no ser un gran lector que digamos. Pero este me gustó, y consiguió que me pusiera a pensar a tope en la póliza aquella.

En el libro, el gachó se carga a la vieja bruja prestamista a la que odia todo el mundo. Ahora, si yo me liquidara a mí mismo sería un suicidio total, y por eso no sueltan guita. Pero ¿y si me mataran, si me asesinaran, digamos que por obra de terceros? Claro, entonces lo del rollo del seguro hay que hacerlo; por Ali y por el chavalín. Por ahí es por donde hay que tirar. Lo mío es crónico total, tío, así que si lo piensas, tiene sentido dejar la función. Los adoro a muerte, pero afrontémoslo, tío, soy un lastre enorme. Incapaz de ganar dinero, incapaz de dejar las drogas en paz, e incapaz de no traer mis penas de vuelta a casa, al seno familiar. A esa chica la estoy matando lentamente, tío; pronto será ella la que vuelva a picarse y entonces nos quitarán al pequeño Andy. Nah, no pienso permitirlo. Así que tiene que ser lo del seguro, tío. Me abro. Dejo la función, encargándome de dejarles el porvenir asegurado a Ali y a Andy. Es como en el rollo ese de Family Fortunes, en el que le preguntan a los gachós lo que quieren, a elegir entre digamos 20000 libras esterlinas de dinero del seguro o un yonqui hecho polvo, indigente, y sin oficio, con una adicción de la hostia que no hay manera de quitársela. Para alguien en su sano juicio no es una elección demasiado difícil. Así que ha llegado el momento de abrirse, pero hay que hacerlo a la perfección.

El palo tan gordo que llevaba ayer me llegó cuando andaba por el queo tras el bolso de Ali en busca de algo de guita, y por error me encontré un diario. Bueno, pues no lo pude resistir, tío, tuve que echar un vistazo. A ver, que ya sé que estuvo mal, tope mal, pero como no nos hablábamos tenía que asomarme un poco a su estado de ánimo. Gran error, tío, la ignorancia era un estado de dicha total. Lo que me afectó un tanto fue lo que había escrito: era como si le hablase al peque.

No sé dónde está tu papá. Ha vuelto a fallarnos, amigo, y vuelvo a ser yo la que tiene que ser fuerte. Tu papá puede cagarla, pero yo no. Simplemente porque alguien tiene que ser fuerte y a mí se me da un poquito mejor que al estúpido y atolondrado de tu papá. Ojalá fuera un auténtico hijo de puta, porque eso me lo pondría más fácil. Resulta más difícil cuando es el hombre más bueno que nunca hayas conocido, y no dejes que nadie te diga lo contrario. Pero no puedo ser su mamá y la tuya al mismo tiempo. No puedo porque no tengo fuerzas suficientes. Si las tuviera lo haría, a pesar de que sé que me tomaría por una pardilla. Aun así, si tuviera fuerzas suficientes, lo haría. Pero no las tengo y me veo obligada a anteponerte a ti. Por la sencilla razón de que eres muy pequeño.

Me llegó al alma, tío. Lo leí una vez, y luego otra, y tengo que reconocer que se me escaparon una o dos lágrimas, no sólo por mí, sino por la tronca autora. Todo ese amor viajando en dirección equivocada. Recuerdo que cuando era más joven estaba loco, loco, loco que te cagas por esa chavala, pero pensé: apuntas un poco alto, tío. Una tía que está entre los seis primeros de Primera División no va a emparejarse con un jornalero de la Segunda. Pero la Copa Yonqui puede resultar una gran niveladora y hay que tener en cuenta los azares del sorteo. Así que una vez íbamos caminando a casa juntos después de una sesión, totalmente follaos, cuando simplemente ocurrió. Pienso en lo que ocho años conmigo le han hecho. Nah, tengo que dejarla marchar y dejar la función, y dejarle una buena indemnización.

Tengo que hacerlo, tío.

Así que después de la movida terapéutica, arrastro los pies Walk arriba, tratando de coger un ritmo enérgico antes de que comiencen los calambres y los sudores y empiece a irme de la olla. Intento animarme pensando en rubias y en libros y pienso en la rubia inteligente esa, la de la voz grave que se supone que es la paja predilecta de los intelectuales. Con ella sí que podrías hablar de novelas rusas, ya lo creo. Hablando de ese mismo tema, acaban de abrir una pequeña librería y cruzo la calle para echarle un vistazo por dentro. El problema es que no ando muy fino de sincronización y un buga mosqueado casi me da, pegándole al claxon a tope mientras pasa a toda hostia calle abajo. Me pega un susto de muerte, de esos que el esqueleto se te sale de la piel y baila una pequeña jiga antes de volver a meterse.

Pero estoy a salvo. La tienda despide ese olor a cerrado que tienen las librerías de viejo, aunque también hay novedades. Hay un viejo gordo con canas y gafas que no le quita cliso de encima al hijo de la señora Murphy. Sólo estoy mirando, y veo uno sobre la historia de Leith. Son todo libros viejos, pero oye, ¡supongo que la historia consiste en eso! Echo una mirada a la última sección, que trata sobre el Leith contemporáneo, y no salen más que los Royal Yacht Brittania y todo ese rollo; ni siquiera dice nada acerca del YLT.[9] Algún pibe tendría que escribir la verdadera historia del célebre y venerable puerto, y hablar con la peña que se movía por allí: como los tipos que trabajaban en el muelle, en los astilleros y las aduanas, los que bebían en los garitos y andaban con los Teddy Boys, los Young Leith Team, los Capital City Service,[10] hasta llegar al momento presente, con todos los chavalillos esos que van con anillos en los dedos, los críos raperos y hip-hoperos como mi coleguita Curtis, el tartaja.

Vuelvo a poner los libros en su sitio, y salgo a la calle otra vez, prosiguiendo calle arriba, rumbo a la bella Edina. Entonces, al otro lado de la calle, junto al cajero de la esquina, veo a un tío que me resulta familiar, y es el primo Dode, un nativo de Glasgow y tal. Allá que voy derechito, esta vez atento al tráfico.

«Dode…».

«Qué tal, Spud», dice. Primero parpadea con un gesto de desaprobación y a continuación se le ilumina la mirada. «¿Supongo que querrás un préstamo?».

Tal y como te lo cuento, el weedgie lo dijo, tío, ¡y yo no lo podía creer! ¡Sin que se lo pidiera, tal cual! Dios bendiga a esos capullos de hunos[11] de Glasgow. Un tío de puta madre, Dode. Es como un poco bajo y fornido, con el pelo tirando a canoso, y no para de largar acerca de lo de puta madre que está Glasgow, pero bueno, es evidente que el tío es de allí, colega. «Eh, no sé cuándo podré arreglar cuentas contigo, macho…».

«¡Eh! ¡Que estás hablando conmigo!», dice Dode señalándose, y cruzamos la calle para meternos en el Old Salt. «Acabo de entrar a cambiarme el número de PIN. En mi banco te dejan hacerlo», me explica Dode, «personalizado y tal, para que te acuerdes mejor. Seguro que en el tuyo no te dejan», me dice, dándose aires.

Yo lo pienso un poco. «Eh, la verdad es que yo paso de bancos, tío. Una vez me enviaron a un barrio a hacer el enlosado y tal, y nos obligaban a tener una cuenta. Yo voy y digo: que no, macho, que yo no soy uno de esos gachós a los que les va el rollo bancario; a mí pagadme en metálico y en paz, pero se limitaron a decirme: lo sentimos, tío, es una movida totalmente moderna y eso, ¿sabes?».

Dode asiente y está a punto de decir algo, pero yo piso a fondo, que a los weedgies no hay que dejarles empezar, porque por enrollaos que sean, en cuanto les sale el punto «qué tal, chavalote, cómo te va, por cierto», ¿cómo te lo diría?, podrían estar en la selección escocesa de palique. Si eligiéramos un equipo de palique para representar al país, se puede tener la absoluta certeza de que al menos ocho o nueve de los once titulares serían weedgies. Así que continuo: «Bueno, me dejaron estar en el banco un tiempo. Pero me echaron cuando se terminaron los subsidios. La parienta tiene una cuenta; bueno, en realidad es mi novia pero yo la llamo parienta porque lo nuestro es como un poco en plan concubinato, tío, ¿sabes?».

«Estás hecho todo un tío, Spud», sonríe el primo Dode, poniéndome la mano en el hombro. «Interdum stultus bene loquitur, eh, colega».

Dode es bastante listo para ser un esquivajabones[12] y tal, sabe mogollón de latín y eso. «Qué razón tienes, primo Dode… eh, pero ¿qué significa?».

«Significa que lo que dices es muy razonable, Spud», dice.

Vaya, eso siempre resulta agradable de oír; palabras bienvenidas que hacen las veces de un bálsamo pal ego y tal, de modo que me deja bien contento. Además, los veinte machacantes que el buen primo me ha deslizado en el cazo también se aprecian, vaya que sí.

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