Porno

Porno


2. Porno » 44. «… plusmarquistas…»

Página 49 de 87

44. «… PLUSMARQUISTAS…»

Será la compañía que frecuento últimamente, pero empiezo a pensar como los nativos. La vida me sonríe; hace un cálido día primaveral, así que mis andares rebosan vitalidad y acojo los silbidos de unos obreros de la construcción con un desprecio altanero e indiferente, sintiéndome como una sucia zorra, cotizada y arrogante. Ahora que se acabó el trabajo del curso, puedo hacerlo de pleno corazón. Voy al hospital, a ver a Terry, atravesando calles cada vez más atestadas de turistas. Pobre Terry.

La atmósfera tiene un puntito frío y fresco, pero con un jersey puesto no resulta desagradable. Me doy cuenta de que en realidad estoy disfrutando con la película. Sorprendentemente, no tanto por el sexo. Estoy por la labor, pero nunca es tan bueno como espero. Se parece demasiado al trabajo, a interpretar para la cámara, y debido a ello a menudo resulta aburrido e incómodo. A veces una se siente como uno de esos plusmarquistas, del tipo cien personas dentro de un mini, y los «corten» y «acción» de Simon parecen ir más allá de lo que requiere la película, como si fuera su forma de ejercer poder sobre nosotros. Pero lo principal es formar parte de algo, estar donde se cuecen las cosas; es lo que hace que te sientas viva.

Ayer rodamos una de las escenas que prometía ser más difíciles, la del castillo, en Tantallon, North Berwick. Simon le encargó a un amigo carpintero que fabricara un cepo de mentirijillas. Hizo que Ronnie se pusiera las gafas y que Ursula se vistiera de punta en blanco, con una falda corta y una camiseta blancas que realzaban al máximo su cabello rubio y su moreno de rayos UVA. A primera hora de la mañana filmamos a Ronnie subiendo a un autobús turístico, mientras ella le seguía. Después nos dirigimos a la estación de autobuses. El autobús que iba a North Berwick estaba casi vacío. Filmamos a Ronnie sentado en el interior con unas gafas, un cuaderno y una cámara que le proporcionaban el aspecto de un cretino. Rab iba fuera, en la parte trasera de una furgoneta que conducía Craig, filmando los exteriores.

Dentro del autobús, filmamos a Ursula diciéndole a Ronnie: «¿Te importa si me siento aquí? Soy sueca».

Ronnie es el que más partido ha sacado de las clases de interpretación y Derek dice que tiene un talento innato. «En absoluto», explica él. «Estoy explorando castillos antiguos».

Después rodamos la escena del cepo, donde él la ve y ella le explica que se ha quedado atrapada. Entonces es cuando él no puede resistirse a metérsela por detrás. Así es como el tercer hermano muerde el polvo.

Al llegar a la sala, me fijo en que las discusiones entre Rab y Terry no han cesado sólo porque Terry tenga que guardar cama. Creo que Rab disfruta en secreto con el apuro en que está metido Terry, aunque el propio Terry ya parezca encontrarse más animado. El armarito de al lado de su cama está lleno de fruta, que está claro que no va a consumir, y toda clase de alimentos enlatados y cartones de comida para llevar. Alrededor de sus caderas se aprecia bajo la ropa de cama una especie de marco para proteger su pene lesionado. «Fascinante. ¿Es de yeso? ¿Está entablillada o qué?».

«Nah, sólo es una especie de vendaje».

Simon entra como Pedro por su casa, mirando en torno al hospital como si fuera una propiedad que acabara de adquirir. Aquí dentro hace calor y se ha quitado el jersey, pero sin atárselo a la cintura al modo convencional, sino alrededor del cuello, como un jugador de criquet encopetado. Me sonríe y luego se vuelve hacia el paciente: «¿Qué tal te están tratando, Terry?».

«Hay unas enfermeras que están de toma pan y moja, pero me están matando. Cada vez que me empalmo es la muerte».

«Creía que te habían dado un medicamento para evitar que se te pusiera dura y eso», especula Rab.

«Puede que dé resultado con tipos como tú, Birrell, pero a mí no hay forma de impedir que se me ponga dura. El médico también está preocupado, me dice: tienes que dejar de empalmarte o no se te va a curar».

Simon le mira con gesto apenado mientras despacha las malas nuevas. «No podemos retrasar el rodaje en este momento, Terry. Tendremos que encontrar a un sustituto. Lo siento, colega».

«Nunca encontraréis a nadie capaz de reemplazarme», nos dice Terry con toda naturalidad, más allá de la arrogancia, como si se tratara para él de una valoración completamente imparcial.

«Bueno, el rodaje va muy bien», dice Simon, mostrándose entusiasmado. «Ayer Ronnie y Ursula estuvieron acojonantes, y Derek y su novia lo hicieron estupendamente en el ascensor».

Terry mira fijamente a Simon, con la evidente determinación de bajarle los humos. «Por cierto, Sicky, ¿por qué llevas el jersey sobre los hombros como un maricón?».

Respondiendo con una mirada de gélida irritación, Simon frota la lana entre el pulgar y el índice. «Este es un jersey Ronald Morteson. Si supieras lo más mínimo de ropa, entonces comprenderías lo que eso significa y por qué prefiero llevarlo de esta forma. De todos modos», dice, mirándome primero a mí y luego a Terry, «me alegra que estés bien y que te estés recuperando. Nikki, tenemos negocios que atender».

«Desde luego que sí», sonrío.

Y Rab fulmina a Simon con la mirada, muerto de ganas de preguntar adónde vamos, pero se le escapa la ocasión cuando nos marchamos juntos y nos dirigimos al centro, hasta la estación y el tren de Glasgow.

Ya en el tren, Simon me instruye acerca de nuestra presa, y todo parece emocionante, pero a la vez extrañamente preocupante que estemos invirtiendo tanto esfuerzo en localizar a este tío. Mientras le describe, visualizo a nuestro hombre. Simon, con su economía expresiva, hecha sin ironía, me hace sentir como si perteneciésemos al MI5. «Un tipo solitario, que vive en el hogar familiar, entusiasta de los trenes en miniatura, ligeramente obeso. Existe una nueva generación cuyos padres intentan retenerles en casa, consciente o inconscientemente, despojándoles de todo atractivo para el sexo opuesto a fuerza de obligarles a alimentarse de forma inverosímilmente copiosa y frecuente. En el caso que nos ocupa, el sujeto en cuestión también tiene un cutis bastante malo, por culpa de ese galopante acné tipo años setenta que la dieta y los productos contemporáneos para el cuidado de la piel prácticamente han erradicado. En la tele aún se ve algún que otro futbolista del este de Europa con esa clase de palidez, pero aquí en Occidente resulta muy infrecuente, incluso en Glasgow. Nuestro muchacho debe de ser un tradicionalista. Lo que necesitamos que nos consiga es una lista de clientes; nombres, direcciones y números de cuenta. Sólo un listado, o mejor aún en disquete».

«¿Y si no le gusto?», le pregunto.

«Si no le gustas es un mariconazo, así de simple. Y si ese es el caso, yo iré a por él», dice, mostrando una sonrisa. «Puedo hacer de reinona si hace falta», sonríe saludablemente, «me refiero a la parte del flirteo, claro está», dice mientras tuerce el gesto con una expresión asqueada, «no al sexo».

«De todos modos, lo que estás diciendo es bazofia, yo no le gusto a todos los varones heterosexuales», digo sacudiendo la cabeza.

«Por supuesto que sí, en caso contrario son gays o quieren engañarse o…».

«¿O qué?».

Arruga el rostro hasta exhibir una sonrisa aún más amplia. Veo formarse las patas de gallo. Pero lo cierto es que tiene aspecto italiano; es un rostro con muchísima personalidad. «Deja de hurgar».

«¿O qué?», insisto.

«O no quiere mezclar los negocios con el placer».

«A ti eso no te detuvo», sonrío yo.

Simon pone una expresión exageradamente triste. «A eso iba. Me veo incapaz de resistirme a ti y a él le pasará lo mismo, toma buena nota de lo que te digo». A continuación me dice en voz baja: «Creo en ti, Nikki».

Sé cuál es la intencionalidad de sus palabras y tienen el efecto deseado. Estoy deseosa de poner manos a la obra. Y nos bajamos del tren y encontramos el pub y le veo, solo en la barra, el hombre de mis pequeñas y sudorosas pesadillas de persecución. Simon asiente y a continuación se esfuma, mientras yo me trago el orgullo y hago mi jugada.

Ir a la siguiente página

Report Page