Porno

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3. Exhibición » 61. Rechazo

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61. RECHAZO

Estoy más allá del dolor; es como si todo mi cuerpo tuviera un dolor de muelas. Porque el tío al que se cargaron era Chizzie. Lo ponía en el periódico. Y además yo sé quién se lo cargó. Peor todavía, sé quién lo organizó todo: el inútil sin-amigos, sin-tía, sin-nada del señor Murphy. Porque no puedo darle la espalda. El señor Murphy, con la señora Murphy y el niño Murphy, simplemente ha dejado de existir, tío. Ahora vuelvo a ser Spud, el solitario, el fracasado.

Ahora Ali ya no quiere hablar conmigo, tío; ni siquiera me deja ver a Andy. Las cosas han ido de mal en peor, tío. La otra noche bajé al Port Sunshine para volver a explicarle las cosas, esta vez totalmente limpio. Pensé que le gustaría volver a oír hablar de la pasta y de lo que tenía planeado hacer con ella, pero lo único que dijo fue: «Ahora mismo no quiero ir a ninguna parte contigo, Danny, y no quiero que mi hijo vaya a ninguna parte gracias a dinero salido de las drogas».

«No es dinero de drogas…, es…» y veo a Sick Boy y a Juice Terry salir por la puerta trasera con un montón de vídeos y largarse, «lo he sacado trabajando».

«¿Ah, sí? ¿Qué clase de trabajo? Esto es trabajo, Danny», dice ella, mirando alrededor; es la hora de abrir, entra un tío y ella le atiende. «Y te agradecería que no vinieras aquí cuando estoy tratando de cumplir con él».

Así que ahí me tenéis, de vuelta en casa, metido en este queo solitario otra vez. Pienso en un menda trajeado al que le escuché decir en Bernard Street hoy: «El ordenador me ha fallado. Lo he perdido todo».

Me siento como ese gachó y su ordenador, tío. Y la casa está un poco hecha un asco y tal, la verdad sea dicha. Estando solo uno se deprime a tope. Necesito recuperar a Zappa; pensé que no sabría cuidarlo, pero ahora mismo necesito compañía, y telefoneo a Rents otra vez, pero es como si llevara apagado el móvil.

No he ido más allá del Port Sunshine desde que me enteré de lo de Chizzie. A ver, que pensé que a lo mejor había bulla, pero nunca pensé que pudiera pasar algo así. Quiero que me lo cuenten, pero no Begbie, a ese elemento no lo quiero volver a ver; quiero intentar encontrar a Segundo Premio. Pero no, tío, no voy a andar por Leith con Franco circulando por ahí. Chizzie…, ¿qué le he hecho a Chizzie?

Triste, tío, muy triste.

De pronto se hace un pequeño rayo de luz y me tiro de cabeza hacia él. Llega el correo y es una carta, no una factura; eso se ve enseguida.

Era de la editorial porque llevaba un grabado en el que decía «Scotvar Publishing». ¡Así que pienso que eso querrá decir que lo van a hacer, que van a publicar la historia de Leith! ¡Eh-eh-ey! ¡Espera a que lo vea Ali! ¡Eso la hará pensar en Disneylandia! ¡Entraré en el pub y exhibiré la carta, sobre todo cuando esté Sick Boy! ¡Sí, tío, sí, sí! Pronto saldré en la tele hablando de él y tal. Igual hasta me pagan un anticipo; fuá, tío, pienso que será mejor abrir el sobre con mucho cuidado, no vaya a haber un cheque dentro. Lo miro al trasluz, pero es demasiado grueso para ver nada. Así que lo abro. No hay ningún cheque, pero de todos modos no los enviarían juntos. El asunto ese de los honorarios hay que negociarlo más adelante, ¿sabes?

Scotvar Publishing

13 Kailyard Grove, Edinburgh EH3 6NH

Tel: 0131 987 5674 Fax: 0131 987 3432

Página Web: www.scotsvar.co.uk

Su referencia: Nuestra ref: AJH/MC

1 de abril

Estimado señor Murphy:

RE: Historia de Leith

Gracias por su manuscrito, que acabo de leer. Desgraciadamente, no es precisamente lo que estamos buscando en este momento y, tras algunas deliberaciones, hemos decidido no publicarlo.

Sinceramente,

Alan Johnson-Hogg

NIF: 671 0987 276. Registered Directors: Alan Johnson-Hogg, Kirsty Johnson-Hogg, Conrad Donaldson, abogado.

Chungo, tío. Me quedo ahí sentado y tal, estupefacto; me siento en carne viva y hueco por dentro. Es como cuando una tía que te gusta te da calabazas; no es que eso me haya pasado desde hace mucho, desde que estoy con Ali y tal, pero es como cuando una tía te mola desde hace siglos y vas y le dices, eh, vale, qué tal, digamos, tú y yo y tal, eh…, y ella: nastis. Ni hablar. Que te den.

El rechazo, tío.

Entonces vuelvo a echarle un vistazo. Ahora pienso: pero ¿era un rechazo? Quiero decir, el tío dice que les llevó algún tiempo decidirse en contra, «tras algunas deliberaciones», lo cual significa que se lo pensaron, tío. Después dicen que no les interesa «en este momento», y para mí que eso puede leerse en el sentido de que les podría interesar de fijo dentro de unas semanas o puede que un par de meses. Una vez que haya cambiado la situación del mercado y todo eso.

Así que me acerco al teléfono y llamo al tío. «¿Está por ahí un tal Alan Johnson-Hogg?».

Una voz de mujer, que no es de pija en realidad, sino más de tipo pija de pega, me suelta: «¿Quién llama?».

«Eh, soy un escritor por el que se ha interesado y estoy, eh, respondiendo a su correspondencia…, ¿sabes?».

Bueno, pues se produce una pequeña pausa y entonces sale una voz pija de verdad y suelta: «Aquí Johnson-Hogg. ¿En qué puedo ayudarle?».

La basca pija me pone tope nervioso si me paro a pensarlo pero me digo: nah, y entro a saco. «Eh, hola, tío, me llamo Murphy, Danny Murphy, pero me llaman Spud, ¿sabes? Te envié un manuscrito y tal. Es sólo que no estoy seguro del significado de la carta. ¿Me pillas?».

«Ah, sí… ¿la Historia de Leith, no es así?».

«Sí…, ya sé que pensarás que soy bobo, pero intentaba desentrañar lo que querías decir en esa carta tuya, tío».

«Vaya, pues creía haber sido bastante explícito».

«Si me permites, no estoy de acuerdo, colega. Porque dices que no te interesa “en este momento”. Para mí eso quiere decir que a lo mejor te interesa más adelante. Así que, ¿cuándo crees que te podría interesar?».

Se oye como un carraspeo y a continuación el tío habla. «Disculpe si le he parecido ambiguo, señor Murphy. Para ser más franco, le diré que es una obra bastante inmadura y la verdad es que no tiene usted todavía un nivel que permita publicarle…».

«¿Qué quieres decir, tío?».

«Bueno, la gramática…, la ortografía…».

«Ya, pero ¿no se supone que de eso os ocupáis vosotros?».

«… y ya no digamos el tema, que no es apropiado para nosotros».

«Pero habéis publicado libros de historia de Leith otras veces…», digo, y noto cómo se me agudiza el tono de voz, porque no es justo, no lo es, no es justo, nada es justo…

«Esas eran obras serias realizadas por escritores disciplinados», salta el tío, «esto es una apología mal redactada de la cultura del gamberreo y de gente que no ha logrado nada digno de nota en la comunidad local».

«¿Quién dice que…?».

«Lo siento, señor Murphy, su libro es muy malo y tengo cosas que hacer. Buenos días».

Y el gachó me cuelga sin más. Todas esas semanas, todos esos meses en los que estuve engañándome pensando que hacía algo importante, algo grande, ¿y todo para qué? Para nada, para hacer un montón de mierda inútil, como yo.

Cojo mi copia original de esta mierda y la echo al hogar y le prendo fuego y miro cómo esa pequeña parte de mi vida se convierte en humo y cenizas, como el resto de ella. Mientras observo las llamas pienso en Chizzie…, yo maté a Chizzie…, era mal tipo, pero no se merecía eso, aunque en realidad fue Begbie; tiene que haber sido Begbie…, menudo estado en el que se encontraba cuando se pasó por casa aquella noche…, dijo que venía del centro, pero eso no me lo creo…

Y aquí estoy sentado con la pasta quemándome los bolsillos, así que voy calle arriba, porque Begbie nunca bebe más allá de Pilrig, y me meto en el Old Salt, donde veo al Primo Dode. Al pobre tipo se le ve tan abatido como yo.

No está tan engreído como de costumbre; parece bien jodido. «No lo entiendo, Spud. Pensé que me quedaba mucha pasta para las vacaciones; tenía previsto llevarme a mi hija por ahí. Pero estoy pelado, limpio. No me puedo permitir ni una puta semana en plan campamento de verano. Ahora ella no me dejará ni ver a la cría. No puedo pagar la puta hipoteca, no puedo mantenerme al día del pago de la pensión alimenticia. Sabía que le había estado pegando un poco a la priva, pero hay como unas mil libras menos que no me cuadran. Es diabólico que te cagas, ni siquiera puedo llevarme a la cría de vacaciones…».

Pobre Dode…, buen tío y tal, siempre me ayudó…, fue una sobrada hacerle eso al tío…, el mundo sería un sitio mejor sin el inútil, piojoso y yonqui de Murphy…, asesino de Chizzie, destructor del Primo Dode…, pobre Ali…, y hasta pobre Andy…

Dode intenta protestar cuando le paso trescientos billetes. «No, Spud, no…».

«Cógelo, tío, ahora mismo estoy forrado y tú siempre me ayudaste», le digo al tío y no puedo ni mirarle a los ojos cuando me doy el piro.

Oigo cómo le dice a un vejete: «¿Ves a ese tipo? Ese tío es un puto santo, ya lo creo…».

Y yo pienso: si tú supieras, tío, si tú supieras; y tengo que hacer una última buena acción, tío, sólo una última buena acción…

… y al llegar a casa lo primero que veo es el libro ese ahí tirado, el Crimen y castigo ese.

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