Plan B

Plan B


Capítulo 24

Página 25 de 30

Capítulo 24

Daisy

De camino al aeropuerto empieza a llover, qué apropiado. Hasta que el taxista no me pregunta con qué aerolínea voy a viajar a medida que nos acercamos al aeropuerto no caigo en que no tengo billete. «Si es que no estás en lo que tienes que estar…».

—American —digo.

Podría empezar por ahí. Algún sitio habrá en algún avión que vaya a Chicago en las próximas horas. Una vez dentro, echo un vistazo al tablero de salidas y veo que hay un vuelo en cuarenta y cinco minutos. Y lo mejor es que solo tengo a un par de personas delante para hablar con el agente.

Diez minutos después, ya he reservado un vuelo de ida a O’Hare. Siempre había pensado que tomar un vuelo de ida en el último momento era carísimo, así que he pagado con la tarjeta de crédito de Kyle a modo de venganza. Me ha costado cuatrocientos dólares. No sé por qué, pero me molesta mientras avanzo por el control de seguridad. Cuatrocientos o dos mil dólares es como una moneda de cinco o veinticinco centavos para una persona normal. Como yo. «Tendría que haber escogido primera clase», pienso demasiado tarde. Tampoco habría importado mucho. Para Kyle habría sido como gastarse sesenta y cinco centavos.

Llego a mi puerta cuando está embarcando el grupo uno, así que me coloco delante del quiosco que hay enfrente y me compro otro ejemplar del MoneyWeek para torturarme de nuevo de camino a casa —el otro me lo he dejado en el sofá de Kyle—. Tomo una botella de agua y tiro la tarjeta de Kyle a la papelera mientras subo al avión.

Me duermo al poco de despegar; el vaivén del avión me adormece como a un recién nacido. Paso todo el viaje en un duermevela constante debido a la cantidad de cosas que tengo en la cabeza. Cuando estoy despierta, me asaltan recuerdos de mis momentos con Kyle.

Nuestra primera cita con mi nuevo obstetra / ginecólogo fue la semana pasada. Por aquel entonces, todo eran sonrisas, pues nos acababan de dar otro set de ecografías y habíamos vuelto a escuchar el corazón del bebé. Como una pareja normal.

Ese día estaba muy contenta. Kyle se había escapado del trabajo para acompañarme y por la noche me sorprendió con un regalo: la mantita del gato astronauta que le había mencionado semanas atrás. La pidió en gris con el borde amarillo para que no fuera ni de chico ni de chica. Y el gato con el casco de astronauta era gordo y naranja, como Tubbs.

¿Es para comérselo o no?

Esperemos que Tubbs-McGee la use.

Me propuso que nos fuéramos de viaje antes de que naciera el bebé. Sonrió y se le marcó el hoyuelo de la mejilla izquierda. Entonces, insinuó que todo el mundo lo hacía. Como si fuéramos una pareja normal que va a tener un bebé.

Pero luego recuerdo los mensajes. Y el hecho de que él me abandonó primero. Cuando pensó que no nos unía nada —cuando no sabía de la existencia del bebé—, se fue sin mirar atrás.

Mi mente es un batiburrillo de recuerdos contradictorios. El embarazo me está pasando factura y estoy cansada. Tremendamente cansada. Ocultárselo a Violet, dar con Kyle. Decírselo a Kyle, casarme con Kyle. Decírselo a Violet. Tener a un humano del tamaño de una granada creciendo en mi útero. Sí que he hecho cosas.

El viaje se alarga a causa del mal tiempo, por lo que pasamos cuarenta y cinco minutos dando vueltas por O’Hare. Al parecer, la lluvia me ha seguido desde Filadelfia y se ha convertido en una tormenta descomunal en Chicago. Mientras el avión da vueltas, yo sigo en un duermevela y tengo muchos sueños rarísimos, como que doy a luz a un gatito en vez de a un bebé. Es naranja y me recuerda a Tubbs, lo que me pone todavía más triste.

Cuando al fin aterrizamos, tomo un taxi rumbo a Naperville que cuesta casi tanto como mi billete de avión. Es broma. Diluvia y he aterrizado en hora punta, así que el viaje se me hace eterno. El taxi huele raro y estoy de mal humor. Solo quiero llegar a casa y meterme en la cama para centrarme en el plan C.

Estar sola.

Eso está bien, porque era el plan inicial. La idea era informar a Kyle y volver a casa, lo que habría estado bien antes. Qué mierda haberme enamorado de él.

Entro en casa por fin y suspiro, aliviada. Dejo la bolsa a medio metro de la puerta. Se nota que Violet fue la última en estar aquí porque todo está limpio. Sin embargo, un vistazo rápido a la nevera me recuerda que las dos pensamos que volveríamos más pronto que tarde. Hay manzanas podridas en el frutero y dos litros de leche caducada. Decido que ya me ocuparé de eso más adelante y cierro la nevera. Echaré de menos a la señora Lascola y que el frigorífico se llene como por arte de magia.

Me quito la ropa, me doy una buena ducha de agua caliente y me meto en la cama. Supongo que algún día tendré que hablar con Kyle. Al fin y al cabo, estamos casados. De momento. Pero eso puede esperar. Que me envíe el papeleo o lo que sea que hacen los ricos raros cuando se separan. Seguramente querrá retrasarlo hasta que nazca el bebé, para guardar las apariencias. Además, estará muy ocupado pensando en cómo dominar el mundo con sus futuras acciones.

Estoy de mal humor, tengo hambre y estoy cansada, pero va a ganar el cansancio, pues ya me estoy quedando dormida.

Ir a la siguiente página

Report Page