Plan B

Plan B


Introducción

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Introducción

Hay un particular purgatorio de estima reservado para aquellos artistas estadounidenses que han sido tratados como celebridades en Europa al tiempo que soportan el olvido en su tierra… Tanto para los exiliados voluntarios como para los que trabajaron en el anonimato dentro de su país, la ironía final de su relativo éxito en el extranjero era que este parecía retrasar todavía más su reconocimiento en los Estados Unidos.

De tal manera escribe Luc Sante en «Un estadounidense en el extranjero»[1], un artículo que parece señalar la propia salida de Chester Himes de ese purgatorio en un momento en que la mayoría de sus libros han sido por fin reeditados en inglés.

Ciertamente, la historia de la carrera literaria de Himes rebosa ironía. Después de que sus complejas novelas realistas en torno a las relaciones raciales encontraran únicamente un éxito moderado en los EE. UU., se mudó a Francia, donde vivió en una relativa pobreza, si no en el olvido; es decir, hasta que Marcel Duhamel, el editor de la Série Noire de novela policiaca de bolsillo de ediciones Gallimard, lo convenció para que probara a escribir una novela de este tipo ambientada en Harlem. El resultado, Por amor a Imabelle, fue aclamado como una obra maestra por gigantes literarios como Jean Cocteau y Jean Giono. Obtuvo la distinción de recibir el Grand Prix de Littérature Policière de 1958 —la primera vez que el prestigioso galardón se concedía a un autor no francés.

Chester Himes llegó a escribir hasta ocho novelas más de suspense en la Série Noire durante la década siguiente, y gozó del placer (y también quizá de la ironía) de ver la última obra de la serie, Un ciego con una pistola, publicada en la Série Blanche de Gallimard. En Francia, naturalmente, estos títulos no tienen absolutamente nada que ver con la raza. Roman noir significa en francés «novela policiaca», un hecho que venía dado por las portadas de color negro de esa serie concreta. Las cubiertas blancas que empleaba Gallimard para su prestigiosa colección Du monde entier estaban reservadas a las belles-lettres de todo el mundo.

La mayoría de las novelas de suspense de Himes, a las que él prefería referirse como «domésticas» en lugar de «policiacas», estaban ambientadas exclusivamente en Harlem, trasladándose la acción del callejón invadido por la chatarra a la torre de pisos de Sugar Hill, del bar a la sala de billar, y de la iglesia al burdel. Los críticos franceses no tardaron en aclamarlas como «la comedia humana de Harlem», en una favorable comparación con la Comédie humaine de Balzac.

En todas salvo en una aparecían Coffin Ed Johnson y Grave Digger Jones, una pareja de duros e inflexibles detectives de policía negros. A diferencia de muchos personajes del estilo, Coffin Ed y Grave Digger eran personalidades complejas que se enfrentaban a diario a la paradoja de servir a la ley del hombre blanco al tiempo que intentaban proporcionar un mínimo de justicia a una raza a la que la ley excluía o victimizaba continuamente. Su diálogo refleja a menudo la amarga ironía de su destino y Himes utiliza sin cesar sus voces para denunciar la injusticia racial y el sistema americano que la hace posible.

A medida que avanzaba la serie, la imaginación de Himes pasó de dar forma a pardillos víctimas de timos, atracos con explosivos y estafas, al tráfico de drogas por valor de varios millones de dólares; de delitos callejeros corrientes a la violencia psicopática indiscriminada; de las tribulaciones socioeconómicas cotidianas del negro de la calle a las cuestiones de enjundia social y política que afectaban, y dividían, a una nación. En ¡Corre, hombre, corre! (publicado en francés por primera vez en 1959) aparece como villano un policía blanco de tendencias homicidas. Cuando el calor aprieta (1961) convierte el tráfico de heroína en un chiste macabro. Algodón en Harlem (1964) contiene una recreación a veces cómica del movimiento «retorno a África» de Marcus Garvey.

Con el paso del tiempo, la mirada de Himes se amplió para incluir su asco por los líderes religiosos que se enriquecían mediante la charlatanería. Su visión cada vez más apocalíptica de la confrontación racial ilustró con habilidad el modo en que los cantos de «Venceremos» de los pacíficos defensores de los derechos civiles dieron paso a los eslóganes del Poder Negro y las disquisiciones de los Musulmanes Negros durante los años que siguieron a los «veranos candentes» de 1964 y 1965.

Para 1967 daba la impresión de que Himes había olvidado sus anteriores recelos en lo relativo a meterse en lo que en su día había considerado un género literario ilegítimo. Su éxito de crítica y ventas en Europa lo convenció de forma tan absoluta del valor de esta nueva etapa de su carrera que llegó paulatinamente a creer que su Serie Doméstica de Harlem podía constituir perfectamente su contribución más importante y duradera a la literatura mundial.

Para entonces, vivía de manera acomodada, si no lujosamente. Hasta pudo, tras mucho tiempo, plantearse la compra de una casa, aunque se sintió decepcionado al ver que seguía sin poder permitirse vivir en su zona favorita: la Costa Azul. Tras meses de infructuosa búsqueda de una casa en España, lugar donde creía que le gustaría vivir, Himes parecía verdaderamente contento cuando le comunicó finalmente por carta a Roslyn Targ, su agente literaria, el 17 de diciembre de 1968, que había comprado un par de solares en una urbanización llamada Pla del Mar, en la punta de costa que sobresalía del pintoresco cabo de la Nao, cerca de la ciudad de Jávea, en la provincia de Alicante. «Esperamos construirnos una casita española», añadió.

Ese mismo mes, Himes y su esposa, Lesley, se instalaron temporalmente en un antiguo palacio de la calle Duque de Zaragoza, en Alicante. Allí, Himes logró retomar la escritura. Una lista de trabajos inéditos recopilada por su agente en torno a aquella época comprendía «Hurt White Women», una narración de 446 páginas que constituía una fase inicial del primer volumen de su autobiografía; «The Lunatic Fringe», un misterio policiaco sólo con personajes blancos ambientado en Mallorca que había sido incapaz de terminar durante años, y «Blow, Gabriel, blow», un guión para un cortometraje sobre estafas religiosas en Harlem que había tratado de vender sin éxito.

En una carta de la misma época, Himes le decía a John A. Williams: «Acabo de comenzar el libro más salvaje y desafiante de mi serie de Harlem, a la cual pondrá fin con la muerte de uno de mis dos detectives». La novela pudo tener su origen en un relato llamado «Tang», que, según se dice, terminó en 1967. Poco después, decidió llamar Plan B al nuevo libro.

Himes empezó a escribirlo en Alicante mientras diseñaba los planos para su nueva casa. Cuatro meses más tarde, describió el libro como «la historia más violenta que jamás he intentado crear sobre una rebelión negra “organizada” extremadamente sangrienta y violenta, como cualquier rebelión de ese tipo debe ser». Según su método habitual de trabajo, avanzaba con la narración sin contar apenas con borradores ni esquemas definidos de la historia, con la posible excepción de una sinopsis de los capítulos finales.

No mucho tiempo después, sintió que había perdido el rumbo de la trama del libro. «De todos modos, aún estoy lejos de acabarlo; y, por otro lado, tal vez nunca se publique»[2]. No obstante, sí completó al menos lo suficiente de la novela como para crear a partir de ella un relato largo que llamó «The Birth of Chitterlings, Inc.». La historia iba a formar parte de una antología jamás publicada de relatos que se titularía Black on White. Himes escribió en el prefacio de la antología que había compuesto el relato mientras «le daba vueltas a cómo los negros podrían introducir armas en los EE. UU. para montar una revolución». Entretanto, otras dos supuestas secciones de Plan B, un relato breve llamado «Tang» y otro llamado «Celebration» vieron la luz en Black on Black, una colección de historias y ensayos publicada en 1972.

Es probable que Plan B se viese relegada en favor de Un ciego con una pistola, la novela que escribiría justo después y que abordaba las mismas cuestiones sociales y políticas. Desde finales de agosto de 1969 hasta prácticamente los últimos días de un noviembre muy lluvioso en que regresó a París aquejado de hipertensión, Chester Himes permaneció en Holanda con Lesley. Quería visitar a su agente holandés y pasar el verano allí después de que expirase el subarriendo de la residencia de ambos en París. En una lujosa casa de Blaricum, Lesley y él disfrutaron durante un tiempo de un nivel de confort hasta entonces desconocido para ellos.

Fue durante esta estancia cuando recibieron la visita de un escritor negro expatriado, más joven, cuyo nombre era Phil Lomax. Un día, Lomax llamó a Chester por un «asunto urgente» y recibió indicaciones de que fuera a verlo de inmediato. Lo que Lomax quería era suplicarle perdón a Himes porque había plagiado una sección de Mamie Mason para crear un refrito apenas disimulado que había vendido en los Países Bajos. Chester fue magnánimo. No sólo perdonó a Lomax, sino que lo invitó a quedarse al almuerzo, durante el cual habló sin tapujos y con cierta extensión con el joven escritor. En mitad del intercambio de historias, Lomax relató una anécdota sobre un ciego con una pistola que se puso a disparar de forma indiscriminada en el metro de Nueva York. No quedaba del todo claro por qué lo había hecho. Tal vez había deseado aparentar ante sí mismo que era capaz de ver, o quizá sólo quería sentir que existía para los demás.

Esta historia acabó en la nueva novela de suspense con la que Himes estaba atareado. Ya tenía terminada una buena y variada cantidad de episodios, sin haber dado, no obstante, con el hilo que los interconectara. En aquel punto, decidió que la absurdidad en sí pasaría a ser el tema unificador. Incluso se quedó con la frase «el ciego con una pistola» como título de su libro, y reconoció generosamente que Lomax era su autor en un prólogo a la novela. En unas notas inéditas para su autobiografía, Himes explicaba:

Escribí por azar dos palabras: «el moribundo jadeó: “Jesús, nene”», y nunca terminé la frase, pero lo que el moribundo había querido decir era: «Jesús, nene, no tenías por qué matarme». Terminé esta en Holanda: «No tenías por qué matarme», y luego la quité del libro pues encontré otro final: el ciego con su pistola. Constituía un final perfecto para la historia porque me había embarcado en una narración de un tipo distinto en la que podía acusar al mundo entero de inhumanidad.

Phil Lomax me contó una historia sobre un ciego y su pistola, que era mi historia de todo el mundo: confusión, malentendidos, confrontación con la muerte a manos de la legalidad.

Himes añadía, de manera significativa: «Esa era la historia de todos los negros, pero nunca lo escribí. Me enfrasqué en un intento de componer una historia satisfactoria sobre los negros: Plan B».

Si hemos de creer a Himes, seguía con la idea de terminar Plan B tras conseguir llevar Un ciego con una pistola a su conclusión.

Sea como fuere, en septiembre de 1970 Himes envió a su agente un nuevo relato breve titulado «Pork Chop Paradise», el cual concuerda con «The Birth of Chitterlings, Inc.»; se trata claramente de un fragmento de la novela inconclusa. En octubre de 1972, elaboró un relato que correspondía a otra sección anterior de la misma novela, mediante la eliminación de sus cuatro primeras partes, y lo llamó «Prediction». Esta narración acabó en la antología Black on Black. Confiaba en que esta quinta sección bastaría para dejar claras sus ideas sin poner a prueba la credulidad del lector[3].

El resto del manuscrito se quedó dentro de un cajón de su pequeño despacho de Villa Griot, al que su mermada salud no le permitía acceder ahora más que de forma ocasional. Permaneció allí hasta febrero de 1982, cuando la editorial Lieu Commun, afincada en París, pidió a Michel Fabre que intentase obtener para ellos parte del material inédito de Himes. Había varios de sus relatos sin publicar, ni siquiera en inglés, debido a que su colección Black on White no había llegado a ver la luz en los EE. UU.. También existían muchas historias que habían aparecido originalmente en revistas americanas durante los años treinta y cuarenta, pero no en ninguna antología. A partir de esta gran cantidad de material, se publicó en 1982 un volumen de relatos en francés titulado Le Manteau de rêve. Siempre ansiosos por leer a Himes tras el éxito de su primera obra narrativa de protesta y sus novelas policiacas posteriores, tanto los críticos como los lectores franceses recibieron entusiasmados la nueva colección.

En aquel entonces, Michel Fabre descubrió el original mecanografiado de Plan B, del cual Himes había roto y tirado recientemente a la basura, en un arranque de cólera, unas cuantas páginas. Su salud en deterioro lo habían incapacitado hasta tal punto que le era imposible ya escribir. Junto con el original, Fabre encontró una sinopsis de la sección final. Al ver que había sido escrito en forma de extenso borrador con diálogos elaborados, Fabre se dio cuenta de que podía servir adecuadamente como conclusión. Se puso, por tanto, a trabajar en una versión de la novela, tarea que requirió la supresión de unos pocos episodios repetitivos y una estricta fidelidad a la versión corregida. Este trabajo sirvió de base para la traducción francesa, publicada en 1983 por Lieu Commun. Para ofrecer la presente versión, Robert Skinner ha editado cuidadosamente ese texto, un proceso que implicó la incorporación de más revisiones, escritas a máquina y a mano, recientemente descubiertas, que Himes había añadido a su borrador original. En dicho proceso, se afanó al máximo en obtener un manuscrito que reflejara verdadero respeto por las intenciones sociopolíticas y las preocupaciones estilísticas del autor.

En 1983, Chester Himes firmó con enorme esfuerzo su última obra. En septiembre había recibido una circular del International Herald Tribune que le solicitaba la renovación de su suscripción, la cual había finalizado hacía ya mucho tiempo. Con ayuda de Lesley, redactó una carta que mostraba que todavía conservaba su devastador sentido del humor. Un pasaje de la misma decía:

No discuto que el Herald Tribune sea «el único diario internacional estadounidense». Lo que me molesta es el hecho de que NUNCA, NUNCA mencionaron mis libros [durante] mis años como escritor en Europa, ni siquiera cuando mi último libro, Un Manteau de rêve [sic] recibió críticas entusiastas de los periódicos y las revistas literarias franceses más importantes. […] Soy americano y negro, y estoy muy orgulloso de ambas cosas. Ustedes me han ignorado por completo, y es por esto que le cojo prestado el periódico a mis vecinos, GRATIS, cuando siento la necesidad de leer el suyo. De hecho, ¿por qué iba a pagar? […] ¿Me «acogerán ustedes en su vida cotidiana»? Todavía no estoy muerto y tendré otro libro a la venta en Francia en una semana o así. Se titula Plan B. […] Es una historia policiaca inacabada.

Pese al orgullo y el consuelo que sentía entonces por la certeza de la publicación del libro, Himes no vivió para ver la salida al mercado de Plan B de manos de Editions Lieu Commun ni el positivo recibimiento que obtuvo por parte de los críticos y lectores franceses, más generalizado y entusiasta aún que el de Le Manteau de rêve.

Antes de intentar analizar el contenido y el tono de la novela, tal vez merezca la pena examinar algunas de las críticas que aclamaron su publicación en Francia, con objeto no sólo de mostrar la seriedad con que fue recibida, sino también con el fin de situar la reputación literaria de Himes en su adecuado contexto internacional.

Un crítico francés, que afirmaba que Himes pasaría a la historia como el escritor negro más importante del siglo, consideraba Plan B un legado delirante que exploraba el odio implacable existente entre negros y blancos. El crítico, no identificado, tenía la sensación de que Himes había sacado un enorme provecho de su salto a la novela policiaca porque empleaba el género para tratar con destreza cuestiones de mayor calado. Otras críticas insistían en que la lectura del libro suponía un gran placer, a pesar de que uno de los detectives de Himes moría en el intento de solucionar un problema político insoluble. Era «el Himes clásico, sin duda». Muchos observaron que, si bien Himes había dejado el libro inacabado, el lector no debía sentir reservas en lo concerniente a su lectura. Había que admitir que se trataba de un libro extraño, desequilibrado, pues empezaba al más puro estilo Série Noire para terminar después como un panfleto sobre el problema racial americano, pero esto no disminuía la pasión de la prosa himesiana.

Jean-Pierre Bonicco consideraba hiperrealista y exuberante la descripción que hacía Himes del gueto, lo cual provocaba que su novela de suspense se convirtiera en una novela costumbrista. El «gran escritor americano de inmenso talento» era un «alquimista literario» capaz de transformar su cruda historia en una especie de joya con forma de libro. El crítico lamentaba el hecho de que las muertes de Coffin Ed y Grave Digger representaran el fin de la saga de Harlem, pero veía la novela como la sangrienta despedida de Himes de la literatura y de su legado de desesperación[4].

Maurice Decroix describió Plan B como «una novela picaresca de múltiples matices que Himes escribió en el apogeo de los Panteras Negras y los Musulmanes Negros». Aconsejaba a los lectores que corrieran a comprar el libro, aunque sólo fuese por leer las descripciones de Himes de la Octava Avenida en Harlem bajo el calor de agosto[5]. Jean-Pierre Enard, en un artículo para el semanario ilustrado parisino VSD, consideraba «la última novela de uno de los mejores autores de América» tan «fuerte como un vaso de ginebra, rítimica como un solo de Charlie Parker»[6].

El famoso crítico de Le Monde Bernard Géniès, que dedicaba regularmente reseñas a Himes, hizo hincapié en el hecho de que este se lanzara a una matanza sistemática que alcanzaba incluso a sus dos detectives. Géniès creía que la historia, con un telón de fondo reminiscente de las revueltas de los guetos de los años sesenta, debía leerse con esa perspectiva para ser adecuadamente valorada. Se preguntaba si la intención de Himes había sido dar fin a su serie vengándose de su reparto de personajes. Géniès vio sus numerosas referencias a la esclavitud como una prueba de una «visión más realista»[7].

En un artículo posterior, «Retour à Chester Himes», Géniès se lo había pensado mejor, al parecer. Sentía que Himes nunca hubiese logrado escarbar bajo la superficie de su desarrapado escenario harlemita a fin de convertirse en un segundo Richard Wright. Insistía, no obstante, en que el encuentro de Himes con el editor de la Série Noire Marcel Duhamel le había permitido lograr su propia identidad como escritor[8].

Stéphane Jousni, al hablar del «espléndido fracaso» de Himes, señaló que, en su mejor época como escritor, Himes había mantenido a sus dos detectives negros alejados de la cuestión racial. En Plan B, una novela transformada en un panfleto político y racial, la pareja tomaba partido en el conflicto y era asesinada. La crítica consideraba que el libro debía leerse por sus memorables y surrealistas descripciones de la vida en Harlem. Para Jousni, al igual que para Jean Giono, Himes era un escritor superior a Hemingway, Dos Passos y Fitzgerald[9].

El crítico de Le Matin recurrió al título francés de una obra anterior de Himes para describir Plan B como un «Imbroglio negro». Recalcó que la carrera del protagonista, Tomsson Black discurría, en paralelo a un incremento apocalíptico de la violencia y un subsiguiente dilema moral. «No sería apropiado —escribió— llamar barroca a una escritura tan vigorosa». Para él, la novela representaba «tanto un testamento del talento de Himes como la apoteosis de su carrera»[10].

En la publicación de izquierdas La Marseillaise, Françoise Poignant señaló que, tras un comienzo humorístico, la novela más furiosa y negra de Himes se transforma en una pesadilla que degenera en un baño de sangre. Se preguntaba si Himes se había visto incapaz de encontrar una conclusión apropiada para este callejón sin salida o si su enfermedad se había agravado tanto que no pudo seguir escribiendo[11].

La reseña de Fréderic Vitoux, «Au bout de la nuit: Plan B par Chester Himes», estableció una conexión inmediata con la clásica narración en torno a la marginalidad de Louis-Ferdinand Céline: Viaje al fin de la noche. Vitoux calificó Plan B como un libro «negro como la tinta, como la sangre, la estupidez, la memoria, el odio, la esclavitud, negro como América en 1969. […] Himes transporta al lector al infierno con un placer casi suicida, para luego deslumbrar con sus descripciones del crimen, la injusticia y la rebelión en Harlem». Vitoux opinaba que el libro estaba necesariamente abocado a permanecer inconcluso debido a que, en realidad, no podía derivarse ningún desenlace lógico de una lucha racial a tal escala. Señaló de forma irónica que los viajes al fin del mundo no tienen una conclusión real[12].

Christiane Falgayrettes optó por situar el libro en un contexto más amplio. Afirmó que Himes se decantaba por el desdén y el humor frente a la violencia y el odio indisimulado patente en los trabajos de Wright y Baldwin. También comparó a Himes favorablemente con Ellison, concluyendo que el primero prefería crear cargo de conciencia a sus lectores blancos[13].

El académico camerunés Ambroise Kom, autor de un detallado estudio de las novelas de Himes, encontraba que Plan B combinaba la absurdez de Por amor a Imabelle, las notas macabras de Un ciego con una pistola y el toque suculento de Mamie Mason. Kom expresó la opinión de que el libro dejaba sin respuesta muchas preguntas acerca de la visión que el propio Himes tenía de los EE. UU.[14].

Se dieron unas cuantas reacciones intensamente políticas. En Révolution, Michael Naudy, pensando sin duda en Marx y Engels, afirmó que Himes era el heredero legítimo de los teóricos revolucionarios centroeuropeos del s. XIX. Decía que Himes había creado una comedia humana de tal magnitud que debía ser llamado con todo derecho «un Balzac oscuro»[15].

En otra publicación de izquierdas, Liberté, Françoise Poignant hablaba también de una reimpresión de El gran sueño de oro en su reseña de Plan B. La crítica se preguntaba si existía alguna solución al problema racial estadounidense y daba a entender que la manera de enfrentarse a ello de Himes era escribir en un estilo picaresco que recurría a la caricatura y el surrealismo. El gran sueño de oro, decía, era un efectivo relato lleno de humor de principio a fin. Plan B, por otro lado, era una descripción pesadillesca del odio racial que presentaba una ira y una desesperación abrumadoras, pero que no proponía solución alguna[16].

Tras la muerte de Chester Himes a mediados de noviembre de 1984, toda la prensa francesa le rindió homenaje. Las necrológicas repasaban su carrera como recluso, escritor y expatriado. Recalcaban invariablemente la importancia de sus novelas policiacas y su vivo retrato de Harlem. Era común encontrar citas de menciones laudatorias al talento de Himes por parte de jóvenes escritores franceses del género, como Michel Lebrun, Pierre Siniac y Patrick Manchette. Dado que Plan B acababa de salir, muchos obituarios hablaban en profundidad del mismo.

El crítico del diario de izquierdas La Marseillaise señaló que Himes había conferido nobleza a la novela policiaca al emplearla como medio de protesta contra la sociedad racista de los EE. UU.. Un ciego con una pistola fue alabada como una «metáfora espléndida», y Plan B, descrita como «una lucha apocalíptica». El autor concluía diciendo que las realistas y duras novelas de Himes, todas las cuales se encontraban fuertemente ancladas en la realidad, dejarían una larga impronta en la literatura estadounidense[17].

Aunque los lectores no puedan evitar sentir asco ante algunos aspectos del libro, deberían verse positivamente impresionados por su estructura y estilo. Se ve enseguida, y con claridad, que la construcción no lineal, con sus tramas aparentemente inconexas, las cuales se alternan sin orden ni concierto, recuerda al trabajo de Faulkner en Las palmeras salvajes. Como ocurre en esta última obra, las tramas paralelas, de hecho, intensifican el suspense.

Resulta interesante caer en la cuenta de que un libro con semejante impacto entre los lectores europeos aún no ha llegado a los estadounidenses. Durante años, los estudiosos y seguidores de la Serie Doméstica de Harlem de Chester Himes, picados por los propios comentarios del autor, han hablado de la posible existencia de un volumen «perdido» de dicha serie, uno que incluía la muerte trágica de uno de sus dos detectives, Coffin Ed Johnson y Grave Digger Jones, o de ambos. Los rumores llegaron a inspirar una novela del escritor africano Njami Simon, publicada como Cercueil et Cie en Francia, y más tarde en los EE. UU. como Coffin and Company[18].

En la época en que estuvo escribiendo Plan B, Himes aludió a su trabajo en el libro en diversas entrevistas, entre las cuales hemos de destacar la dirigida por John A. Williams y publicada en Amistad I[19]. Himes siempre discutía en ellas el argumento de su libro en el contexto de su profundo desánimo por la falta de progresos en las relaciones interraciales en los EE. UU..

Tras un largo periodo, había llegado a creer que el único modo en que los negros podían verdaderamente conseguir la igualdad en los EE. UU. era mediante algún tipo de conducta revolucionaria violenta. Himes propuso en un escrito de 1944 que lo único capaz de producir el progreso era la revolución, que las revoluciones sólo pueden iniciarlas los incidentes, y que estos sólo pueden causarlos mártires. Aunque este proceso parece ser un precursor del método de cambio no violento del Dr. Martin Luther King, Himes veía las cosas desde la perspectiva contraria. Afirmaba que los mártires negros eran necesarios para «provocar el incidente que movilizará las fuerzas de la justicia y nos hará avanzar desde el eje del cambio a un modo de existencia en el cual todo el mundo sea libre»[20].

Para cuando concedió su entrevista de Amistad, Himes predicaba lo que habría sido considerado sedición en épocas anteriores. Como le dijo a Williams: «Puedo ver cómo sería una revolución negra. […] En primer lugar, para que una revolución resulte efectiva, una de las cosas que ha de ser es violenta, enormemente violenta; tan violenta como la Guerra de Vietnam. […] En cualquier clase de levantamiento, el objetivo principal es matar tanta gente como puedas, por cualquier medio, porque se supone que el mismo hecho de matar gente y de hacerlo en cantidad suficiente te ayudará a alcanzar tus objetivos».

En la visión que tenía Himes de la revolución, no se tomaban prisioneros. Pasó a decir que «los negros matan a tantos miembros de la comunidad blanca como les es posible. Eso significa niños, mujeres, hombres adultos, industriales, barrenderos o lo que sean, siempre y cuando sean blancos. Y este es el hecho que logra su objetivo, sin discusión, sin que tenga sentido hacer ninguna otra cosa, sin que haya razón para pensárselo lo más mínimo» (p. 45). Uno no puede evitar recordar The Man Who Cried I Am[21] del propio Williams, pero a la inversa. Himes era un gran admirador de la narrativa de este y es posible que estuviera tratando de crear un equivalente de su Plan King Alfred para acabar con la raza negra.

Cualquiera que fuese su intención, está claro que Himes veía al hombre negro como una presencia poderosa e indómita capaz realmente de hacer caer la nación estadounidense por medio de actos de violencia calculados y suicidas, y trató de proponer formas de hacerlo que eran tan brutales, tan gráficas, tan asqueantes, que incluso mientras lo estaba escribiendo decía: «No sé qué harán los editores americanos respecto a este libro. Pero una cosa sí sé […] les hará vacilar, y les causará gran repulsión, porque las escenas que he descrito serán repulsivas» (p. 47). Himes se daba cuenta del poder de esta forma de escribir, pero le parecía que crear escenas violentas era algo natural para el escritor americano. Tal como le dijo a Williams: «La violencia americana es la vida pública, es una forma pública de vivir…» (p. 49).

Una parte importante de Plan B detalla un ataque sin provocación de un martir negro resuelto y viril que tiende una emboscada a un desfile de policías con un fusil automático. Al final, cuando los métodos convencionales para reducirlo fracasan, recurren a un tanque para que eche abajo literalmente el edificio en el que se esconde. Este contraataque es tan extremo y destructivo que el mercado bursátil se hunde y los EE. UU. comienzan a desaparecer como nación.

El episodio de «The Birth of Chitterlings, Inc.» es, por una parte, un relato picaresco, y, por otra, las aventuras de un archicriminal negro llamado Tomsson Black. Como preludio, Himes conduce al lector al lejano pasado histórico de los EE. UU., hasta las ciénagas de Alabama de finales de la década de 1850. Una digresión bastante extensa sobre las tribulaciones de la degenerada familia Harrison prepara el terreno para la elaboración de unas tripas de cerdo «picantes» que se obtienen de jabalíes alimentados a base de batatas. Esto viene seguido del árbol genealógico completo de la negra familia Lincoln, a quienes Himes nos presenta en el Sur anterior a la Guerra de Secesión. Himes describe con detalle las aventuras de cada generación de la familia hasta que, finalmente, conocemos a George Washington Lincoln, quien luego se hará llamar Tomsson Black, un nombre que le pusieron en un principio a modo de insulto, pero que posteriormente adopta porque recalca su «negritud».

A lo largo de esta historia, Himes nos ofrece una visión bastante insistente de que los sureños blancos son unos degenerados sexuales. Su intención con ello no está clara, pero el espacio que dedica a la suposición hace que sea imposible de ignorar. Himes utiliza asimismo el personaje de Tomsson Black para expresar su creencia, muchas veces declarada, de que la sexualidad negra resultaba irresistible para los blancos, en especial para sus mujeres.

Tomsson Black se convierte en el portavoz de Himes durante buena parte de la historia. Si bien descubrimos que Black ha viajado de forma deliberada a todos los países comunistas hostiles a los EE. UU., confraternizado con sus líderes y aprendido cuanto le ha sido posible acerca del derrocamiento violento y clandestino de gobiernos, al comienzo Black da la impresión de ser un personaje relativamente benévolo. Sus problemas, y su cambio de personalidad, se producen tras ser empujado a violar a Barbara Goodfeller, una mujer blanca, rica y depravada, prominente en la alta sociedad.

La atracción de Himes por las mujeres blancas es bien conocida, de modo que es posible ver aspectos de él en el personaje de Tomsson Black. Esto resulta especialmente evidente en la mezcla de deseo y repugnancia que siente este por el sexo interracial y en su creencia de que la piel negra hace que emerja la naturaleza depravada inherente a las mujeres blancas. Estas ideas le sonarán a cualquiera que haya leído Si grita, suéltale y El fin de un primitivo. Como sucedía con los protagonistas de esos libros anteriores, Black reconoce que las mujeres blancas son una trampa en la que no puede evitar caer. Tampoco puede evitar que su aversión por ellas degenere en violencia. Tras la violación y la paliza a Barbara Goodfeller, Black le espeta con rabia a su decadente e inútil marido: «Con una guarra así lo único que puedes hacer es zurrarle. Pero no si estás atrapado. No si eres negro».

Después de su encarcelamiento por la violación (que tiene lugar, de manera bastante apropiada, en Alabama), Black se vuelve una presencia siniestra que se va transformando paulatinamente en una especie de archicriminal al estilo del profesor Moriarty o Phantomas. Todos sus esfuerzos van dirigidos a crearse una imagen pública de filántropo negro y amigo de la comunidad blanca, mientras en secreto planea el derrocamiento violento de la sociedad estadounidense. En ello podemos ver las semillas del Dr. Moore, el cual le dice a un ayudante: «lo que necesito es un muerto», a fin de conseguir unos disturbios más fructíferos, y las del profeta Ham, un predicador medio loco que ha organizado su culto religioso con el propósito de meterle el Jesús negro por la garganta al hombre blanco. Cada uno de estos personajes hace una efectiva y escalofriante aparición en el libro de Himes Un ciego con una pistola, publicado en 1969.

Cómo acabaron Coffin Ed y Grave Digger, sus dos indomables detectives, en Plan B, es algo bastante desconcertante. Desde el mismo principio, Himes parecía tener en mente escribir una historia en la que ni siquiera ellos pudieran vencer el poder del racismo. Lo que resulta particularmente interesante sobre su brevísima aparición en la historia es el hecho de que sea Grave Digger, siempre el más sensible y reflexivo de la pareja, quien pierda los nervios y dé el primer paso. Normalmente racional y elocuente, el gradual encolerizamiento del detective y su subsiguiente ejecución de T-bone Smith son tan impropios de él como su vaga afirmación de que la prostituta asesinada, Tang, le recordaba a su madre.

Aunque tradicionalmente siempre ha sido el miembro más «negro» del equipo de detectives, en lo que respecta a su ideología, la decisión de Digger, al final de la novela, de unirse a Tomsson Black en vez de llevarlo ante la justicia, resulta antinatural y, quizá como pretendía Himes, una sorpresa. Que asesine acto seguido a Coffin Ed, después de que cada uno de ellos haya arriesgado su vida por el otro en tantísimas aventuras, es igualmente una sorpresa, y una desagradable, además.

Si bien nunca sabremos con exactitud las intenciones de Himes, en retrospectiva parece claro que había dejado de creer en la posibilidad de que pudiera hacerse simple justicia con los negros americanos, igual que se había convencido de la necesidad de una revolución negra organizada y armada para cambiar el sistema de los EE. UU.. En Un ciego con una pistola desarrolla ingeniosamente estas creencias en un escenario alternativo en el que sus héroes, por lo general invencibles, se ven parados en seco por unas fuerzas tan siniestras, tan profundamente arraigadas, que ni siquiera son capaces de verlas. La reducción de su estatus de caballeros andantes a exterminadores de ratas en la conclusión de Un ciego… dice muchísimo más sobre la derrota de la justicia que el asesinato simbólico de los dos en la escena final existente de Plan B.

Plan B sigue siendo, por tanto, una parábola incandescente de la locura racial, además de una retrospectiva de la historia racial americana. El libro comienza como una novela de suspense y luego se precipita hacia un clímax horrible. Uno podría describirlo como un Apocalypse Now negro, y aunque las cosas estén más tranquilas ahora que en los años sesenta, la visión de Himes aún estremece el corazón del lector y le recuerda a uno el furioso malestar que permanece latente bajo la superficie de la sociedad americana. Aquí, su pesimismo intrínseco alcanza una magnitud paroxística en la que la sexualidad sólo puede ser bestial, la violencia, despiadada, y el racismo, absoluto.

Concluyendo las aventuras de Coffin Ed y Grave Digger con una gran traca final, Plan B rebosa de situaciones extremas y una lascivia ocasional que parece parodiar en ocasiones la tradición góticosureña de Erskine Caldwell y William Faulkner. De hecho, Himes debió de pensar en el espejismo prebélico de los acres de Sutpen y las decadentes intrigas de la familia Compton mientras inventaba las genealogías de sus protagonistas de formas que, a veces, dan la impresión de estar mofándose de Lo que el viento se llevó. Sabemos que su veneración por el autor de Santuario era profunda y que venía de lejos, y que amaba los episodios irreverentes e increíbles de La escapada, que animaron su estancia en el New York Presbyterian Hospital durante las pruebas que le hicieron tras su ataque de apoplejía en abril de 1964. Con todo, de haber humor en los recuerdos de Tomsson Black de sus días en el Sur, este se halla densamente velado por una cólera ciega e incontenible. La vida en el Sur de Himes es una imagen en negativo de la de Faulkner.

Aunque a menudo la verosimilitud se estire al límite, hay, aun así, una vena realista, a veces reminiscente de las sobrias y realistas historias personales o genealogías explicativas de los cinco protagonistas negros del libro de Himes Un caso de violación. Se tarda poco, asimismo, en descubrir que la llegada a la madurez de Tomsson después de que un blanco enfurecido mate a su padre y los posteriores años en prisión del héroe son una mera repetición del trágico destino de muchas familias negras reales, ya pensemos en el asesinato del tío Hoskins de Richard Wright a manos de un competidor envidioso de West Helena (Arkansas), o en el linchamiento del padre de Malcolm X. Ciertamente, la figura de Malcolm X ocupa un lugar preponderante en esta novela, aunque lo hace de un modo simbólico, en un segundo plano. No obstante, queda claro que el desarrollo de la conciencia política del intransigente líder de los Musulmanes Negros (con quien Himes trabó amistad brevemente mientras rodaba un documental en Harlem, y quien no dudó en subir diez tramos de escalera para hablar con el escritor en su apartamento del Latin Quarter) está muy presente en el itinerario de Tomsson Black.

Como gran parte de la literatura de Himes, Plan B posee sus toques autobiográficos. Aquellos que conozcan la propia historia familiar de Himes y los registros que su madre, Estelle Bomar, amante de la literatura, mantenía de sus propios antepasados e infancia en Old Lick Log, serán capaces de relacionar más de un detalle de los orígenes de Tomsson Black, o de su vida en Alabama, con el pasado de Himes y sus propios recuerdos de juventud en Port Gibson o en el Alcorn State College.

Quizá más que ninguna otra cosa, Plan B es una respuesta simbólica a las cuestiones planteadas por el movimiento del Poder Negro. Debe observarse que Himes no creía en la violencia como solución de nada, lo cual quiere decir que no creía en el poder de la violencia desorganizada. Se piensa que esta puede ser la razón por la que dejó inacabada la novela; que tal vez hubiese alcanzado un punto muerto ideológico.

Un análisis de la función de Coffin Ed y Grave Digger en sus novelas locales de Harlem sugiere que, aunque combatían el crimen negro y los prejuicios blancos, también eran símbolos de integración. En esta novela, Himes llega al extremo de matar a su dúo después de que uno de ellos se haya unido a las filas del nacionalismo radical negro; esto equivale a un suicidio literario y resulta fácil ver por qué el autor se quedó atascado sin poder llevar la publicación del libro a término a comienzos de los setenta.

La muerte de los héroes de Himes cierra una novela llena de episodios atrevidos y giros argumentales estrambóticos, y culmina en una guerra civil, repleta de cacerías humanas y escaladas surrealistas de violencia. Gran parte del genio de Himes reside en sus vívidas descripciones del hervidero vital que es el gueto, descripciones que recuerdan las pinturas de El Bosco o del ilustrador francés Dubout. Por medio de este peculiar estilo de humor absurdo, Himes es capaz de explorar los peores miedos raciales de América sin enfrentarse a ellos directamente.

Si bien es posible que el lector se sienta horrorizado ante las sangrientas atrocidades y el conflicto generalizado presentes en Plan B, todavía puede conservar admiración por las aptitudes de Himes como analista social. Su aventura narrativa es, al mismo tiempo, una oportunidad para él de examinar las mentes tanto de negros como de blancos bajo la tensión del antagonismo racial. Esta acusación lúcida y amarga de ambas razas puede provocar intranquilidad en el lector, pero es imposible ignorar el virtuosismo del autor en su imaginativa representación de una América racista. Su historia comienza con las raíces del mal racial durante la esclavitud, y luego gana intensidad hasta convertirse en un escenario de violencia apocalíptica y masacres interraciales durante los disturbios de los años sesenta, un periodo en el que el tipo de contacto predominante entre negros y blancos se caracterizaba por la desconfianza y la agresión.

La lógica y la perspicacia de Himes son aterradoras, y el resultado es una historia furiosa y violenta. En Plan B, el autor conforma una insistente imagen del hombre negro como un símbolo sexual, y luego la refleja otra vez en la conciencia blanca. Esta imagen inquietante y viril vuelve contra el mundo blanco americano las mismas armas que se crearon para subyugar a su pueblo. En tales circunstancias, los detectives negros de Himes no pueden representar ya la ley y el orden, ni siquiera según su poco ortodoxa interpretación de estos; están predestinados a desaparecer en una explosión cataclísmica de violencia racial.

Plan B es un libro duro que deja al lector con un regusto persistente en la boca. Es una novela «política», además de un preámbulo a la imagen más sutil y, en el fondo, más divertida de las mentalidades de negros y blancos que Himes logró finalmente en Un ciego con una pistola. Aparte de la acción constante y del estimulante diálogo, Plan B continúa siendo una muestra excelente de la peculiar mezcla de surrealismo y humor a la que recurría Himes para sobrellevar los tormentos que debió de sentir por una vida entera enfrentado a la injusticia de las políticas raciales norteamericanas.

MICHEL FABRE

ROBERT E. SKINNER

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