Plan B

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Capítulo 10

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Capítulo 10

Tomsson Black oyó hablar por primera vez de los jabalíes con tripas picantes de boca de otro recluso negro condenado también por violación, que dormía a su lado en el mismo grupo de presidiarios en Alabama. Unos años antes, este recluso, cuyo nombre era Hoop, había permanecido escondido varias semanas en la vieja mansión Harrison alimentándose de la única dieta posible de jabalí, serpiente y brotes de bambú. Por aquella época, Hoop había matado a un paleto blanco de la zona llamado Atmore Macpaisley —sin duda un descendiente de los Macpaisley poseedores de esclavos—, quien había tratado de obligarlo a follarse una mula con objeto de probar que un negro era el único animal capaz de reproducirse con una.

Después de aquello se escondió del sheriff y sus hombres en el cañaveral infestado de serpientes hasta que fue lo bastante seguro trasladarse a la vieja, ruinosa, carcomida y mohosa casa. Hoop decía que había sacado en claro que las tripas sabían tan «fuertes» —esa era la palabra que él usaba— por la gran cantidad de serpientes y peces que comían los jabalíes. Decía que los había visto coger mocasines de agua, partirlas por la mitad con las fauces y comérselas sin detenerse ni inmutarse mientras la cabeza de la serpiente los mordía hasta resultar también engullida.

Decía que la forma voraz que tenían aquellos jabalíes de devorar serpientes vivas le había puesto la carne de gallina. Pero comían peces vivos de la misma manera, contaba, como hacían también los osos. Salvo porque los jabalíes se los zampaban enteros, con cabeza y todo, mientras que los osos sólo devoraban sus vientres. Juraba haber visto a aquellos jabalíes zambullirse a por peces en la fétida ciénaga de aguas someras del mismo modo que los pelícanos. Había visto a muchos pelícanos pescar en el pantano Okefenokee de Florida, pero los jabalíes de la finca Harrison podían atrapar el doble de peces que ellos.

Los jabalíes sumergían la cabeza en las aguas cubiertas de verdín y nunca la sacaban sin un pez, una anguila o una serpiente. Hoop decía que había visto jabalíes comer serpientes desde que era niño, pero que aquella era la primera vez en que había presenciado cómo devoraban peces vivos. «Claro que, si lo piensas, si un jabalí é capá de comers’una serpiente, é capá de comers’un pe o lo que sea», apuntaba.

Explicaba que la razón por la que empezó a limpiar y cocinar las tripas para comérselas fue que tenía miedo de envenenarse con todo el veneno que las mordeduras de serpiente habían dejado en la carne del jabalí.

Tanto Tomsson Black como Hoop estaban cumpliendo cadena perpetua por violar a mujeres blancas. Pero ahí terminaban las similitudes. Por un lado, Hoop tenía esperándole dos o tres cargos de asesinato para cuando terminara su condena vitalicia por violación.

Por otro lado, Hoop era un hombre más mayor, con unas experiencias y una perspectiva vitales distintas. Tenía cuarenta y cinco años, una barriga fofa, unos hombros poderosos y caídos y una lustrosa cara negra y redonda iluminada por dos centelleantes medias lunas blancas con una reluciente calva por remate. Su aspecto transmitía una falsa impresión de jovialidad infantil, pero no era ni infantil ni jovial. Nacido y criado en los campos del Sur profundo, se trataba de un hombre violento y peligroso, dotado de la furtiva letalidad de una serpiente mocasín, la cual puede matarte de un mordisco bajo el agua. Era el tipo de hombre del que uno diría que jamás había sido niño. Llevaba violando mujeres y asesinando hombres desde que dejó la cuna, o lo que había pasado por una en la choza de aparcero donde nació. Y había acabado con las vidas de más paletos y garrulos blancos racistas en el Sur que la pelagra.

Era un tipo agudo y un antiguo maestro en recibir insultos con una sonrisa. Descubría sus encías y le mostraba al blanquito palurdo sus treinta y seis grandes dientes amarillos y, en cuanto se daba la vuelta, le cortaba el cuello. Lo habían encerrado de por vida por la violación de una paliducha sureña, y cada día los guardas blancos de la cadena de presos le daban una paliza a la hora de la cena hasta dejarlo inconsciente. Pero por la noche, cuando estaba solo con Tomsson Black en el dormitorio, se reía de ello.

«Yo’staba cruzando un campo bajo d’algodón cerca de Selma y hacía tanto caló que se m’estaban secando las pelotas, así que me paré a pedí un trago d’agua en una mugrienta cabañuela de pino. Po la pinta que tenía, pensé qu’había negros viviendo allí. Pero una zorra blanca d’ojos verdes contestó a la puerta d’atrás. En cuanto la vi me preparé pa salí pitando d’allí. Pero antes de que podiese moverme, me enganchó con una mano flaca. “Si sales corriendo, negro, voy a ponerm’a gritá”, dijo.

»El coco m’empezó a sudá y noté qu’el culo se me cerraba. “No voy a corré, señora —prometí, echando mirás por el rabillo del ojo—. Sólo’stoy moviendo los pies de lo fuerte que me tie usté agarrao’l rabo”. “Mueve’l culo p’aquí dentro”, dijo ella, tirando de mi cipote pa’hacerme entrá. “Señora, l’único que quiero é un trago d’agua y largarme —dije yo—. Y si me suelta’l rabo, no tie ni que darme agua”. “No te pués ir ahora, negro, acabas de llegá —me soltó—. Antes me ties que follá y si no l’haces bien voy a llamá a mi marío qu’está arando allá’n el campo y haré que venga y te vuele la cabeza”.

»Yo miré po la ventana’bierta y vi a un paleto blanco to sudao arando con dos mulas no má lejos de la mitá’l campo. Y yo’staba allí sin pistola, ni cuchillo ni na salvo los colgajos que llevaba y aqué paleto tenía una’scopeta colgá del mango de su arao, como si esperara negros tos los días. Yo’staba tan acojonao que me tiré al suelo pa que no me viera. Tonces aquella blanca de mierda se tumbó a mi lao, se subió la falda y abrió las piernas, que tenía’l aire.

»“Quítate’sos pantalones y dam’esa polla negra, negro”, dijo. “Ssssshhh, no tan alto”, la mandé callá, porqu’a mí me parecía qu’aquel palurdo podía oírla desd’onde estaba arando.

»Pero ella sólo levantó la cabeza y miró por encima’l alféizar la ventana y dijo: “L’único qu’oye es a las mulas peerse”.

»Incluso con se coño blanco abierto delante mía, yo’staba tan cagao de miedo que no podía empalmá, pero’mpecé a follarla con la polla floja pa que no se pusier’a chillá hasta que comenzase a ponerse dura. Debió irla gustando porqu’empezó a retorcé el culo desnudo sobre el suelo madera y a soltá grititos cada vé que se le clavaba un’astilla. Y cuando’mpecé a pensá que s’estaba clavando toas esas astillas, comenzó a gustarm’a mí también, y empecé a subí y bajá el culo metiéndosela como’l volante d’una locomotora. El palurdo su marío debió levantá la vista y vé mi culo negro subiendo y bajando por encima’l alféizar de la ventana, porque de pronto voceó: “¿Qué diablos tas haciendo con se viejo neumático, Maybelle?”. Si ella habiese dejao la cosa tranquila, seguramente n’habría pasao na, pero tenía que í y decí: “No é un neumático, toy limpiando la cocina”.

»Supongo que se quedó allí un rato pensándoselo y no debió sonarle bien porque de pronto entró po la puerta d’atrá con la’scopeta’n la mano. Se plantó allí colorao com’un cardená, apuntándome con la’scopeta, y por un momento pensé qu’era hombre muerto. Pero tardó lo bastante pa decí: “Voy a volarte la tapa los sesos, negro, po violá a mi mujé”, y supe que no corría peligro. Me sentí tan aliviao que dije: “No la’staba violando, jefe. Sólo intentaba que me dieran un poco d’agua, eso’s to”. Y l’único qu’hizo ese paleto fue llevarme a la ciudá y hacé que me juzgaran po violación».

Tomsson Black se echó a reír. «Debías de ir escaso de ropa», observó.

«L’único que llevaba eran los pantalone tapándome’l culo —confesó Hoop—. Pero aprendí la leción. En el futuro, siempre voy a llevá calzone cuando salga a paseá».

Escuchando a Hoop, uno pensaría que la incesante lascivia de los blancos le divertía. Pero Tomsson Black no creía que tuviera ninguna gracia. A su juicio, dicha lascivia era la responsable de todos los linchamientos de negros a manos de los blancos, y había contribuido a distanciar a las razas en mayor grado que todas las demás causas juntas. Aquella lascivia había convertido a los blancos en mentirosos, timadores, ladrones e hipócritas, y demostrado ser más peligrosa que su odio. Hoop sabía que un negro era capaz de manejar a un paleto blanco racista, pero una paleta amante de los negros era veneno.

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