Perfecta

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Capítulo 6

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Capítulo 6

Un ruido de pasos en el pasto arrancó a Zack de sus recuerdos. Al mirar sobre el hombro vio que, en el crepúsculo, se le acercaba Tommy Newton.

—El equipo técnico está cenando, y en las caballerizas todo está listo —informó.

—Perfecto. Iré a verificar todos los detalles —dijo Zack, poniéndose de pie. Ya lo había hecho más temprano, pero no le gustaba dejar nada librado al azar, y además eso le proporcionada una excusa para no tener que departir con los demás durante otro rato—. Esta noche no ensayaremos la escena —informó—. Trataremos de hacer la toma directamente.

—Muy bien, haré correr la voz —dijo Tommy, asintiendo.

Una vez dentro de la caballeriza, Zack estudió el escenario donde se filmaría la última escena importante de la película. En los últimos meses, la historia había cobrado vida frente a las cámaras, más vibrante y llena de suspenso de lo que él creía. Era la historia de una mujer apresada entre el amor a su hija y el preocupado magnate que era su marido, y su apasionado romance con un hombre apuesto e inútil, que la necesitaba y sentía por ella una peligrosa obsesión. Zack interpretaba el papel del marido poco cariñoso. Emily McDaniels era la hija adolescente a quien no le interesaban los lujos que le proporcionaban sus padres y que sólo deseaba que le prestaran más atención.

La mayoría de las escenas habían sido filmadas fuera de secuencia, como era habitual, pero, por una necesidad logística, las últimas dos escenas que faltaba filmar eran las últimas de la película. En la que se estaba por rodar, Rachel se encontraba con su amante en la caballeriza, donde habían tenido lugar gran parte de sus encuentros amorosos. Obligada a verlo “una sola vez más” porque en caso contrario él revelaría la aventura al marido y a la hija, Rachel oculta un arma en la caballeriza, con la que piensa atemorizarlo para que se aleje de allí. Cuando él trata de obligarla a hacer el amor, ella lo amenaza con el arma, y en la lucha subsiguiente, ambos resultan heridos. La escena debía ser violentamente sexual y la tarea de Zack como director era lograr que fuese muy sexual y muy violenta.

Recorrió lentamente el pasillo que dividía en dos la caballeriza en penumbra, mirando a su alrededor. Todo estaba exactamente como él lo deseaba: los caballos, en los boxes que se alineaban a la izquierda, asomaban los morros a su paso. Riendas, frenos y otros elementos de montar colgaban en la pared opuesta; las monturas estaban colocadas en armazones de madera; sobre una mesa contra la pared de un extremo se encontraban los distintos elementos necesarios para cepillar, rasquetear y acicalar a los caballos.

El verdadero foco de la escena se centraba en esa mesa del extremo del corredor, junto a algunos fardos de pasto, donde los dos protagonistas lucharían. Los fardos de pasto estaban en su lugar, y el arma que se utilizaría en la escena se encontraba sobre la mesa, oculta entre botellas de linimentos y cepillos. Arriba, en los andamios, una segunda cámara ya estaba enfocada hacia las puertas dobles para tomar a Emily cuando entrara a caballo después de oír los disparos. Todos los reflectores se hallaban también en su lugar.

Con la rodilla, Zack empujó la mesa unos centímetros hacia la izquierda, después cambió de lugar un par de botellas que había sobre ella y desplazó apenas el arma para que estuviera dentro del radio de foco de la cámara, pero lo hizo más porque estaba nervioso que por una verdadera necesidad. Sam Hudgins, el director de fotografía, y Linda Tompkins, la escenógrafa, ya habían realizado su impecable trabajo de trasladar las ideas de Sam a un set completo en todos sus detalles y que creaba exactamente el efecto deseado. De repente Zack sintió necesidad de empezar de una vez y pasar cuanto antes el mal trago. Se encaminó a la puerta y sus pisadas resonaron sobre el piso de mosaicos.

Enormes reflectores iluminaban el costado de las caballerizas, donde los integrantes del equipo comían ante mesas de picnic o sentados en el pasto. Tommy vio a Zack enseguida y ante un movimiento de cabeza del director, anunció:

—¡Bueno, dentro de diez minutos empezamos!

Hubo un movimiento general cuando los del equipo técnico se pusieron de pie para dirigirse a su lugar de trabajo o para acercarse presurosos a la mesa del buffet para servirse otra bebida fresca. En un esfuerzo por recortar gastos innecesarios en un presupuesto ya excedido, Zack sólo mantenía allí a la gente más imprescindible del equipo, y había enviado de regreso a la Costa Oeste a todos los demás, incluyendo al segundo y tercer asistentes de dirección y a varios asistentes de producción. Aun sin contar con ayuda, Tommy Newton se las arreglaba para manejar a la perfección todos los detalles.

Zack lo vio enviar a su único asistente de producción a la casa rodante de Austin, de la que instantes después emergieron Rachel y Tony, seguidos por sus peluqueros y maquilladora. Tony parecía inquieto y levemente enfermo; Zack esperaba que las costillas rotas lo estuvieran matando de dolor. En cuanto a Rachel, pasó junto a Zack con la cabeza en alto y gesto arrogante... una reina que no está dispuesta a rendirle cuentas a nadie. Emily McDaniels sé paseaba de un lado para el otro frente a su padre, ensayando sus parlamentos. En el momento en que Rachel pasó a su lado, levantó la vista y en su rostro se pintó una expresión de profunda antipatía, pero enseguida miró a su padre y siguió ensayando. Considerando que al principio Emily le tenía simpatía a Rachel, Zack atribuyó su actitud a la lealtad que sentía hacia él, y se emocionó. En el momento en que estiraba la mano para tomar un sandwich de la mesa del buffet, lo sobresaltó la voz suave y comprensiva de Diana Copeland.

—¿Zack?

Zack se volvió, levantando las cejas, sorprendido.

—¿Qué haces aquí? Yo creí que esta mañana viajabas a Los Ángeles. —Diana parecía inquieta.

—Eso pensaba, pero cuando me enteré de lo que sucedió anoche en el hotel, decidí quedarme para hacerte compañía esta noche.

—¿Por qué? —preguntó Zack, casi con rudeza.

—Por dos motivos —contestó Diana, desesperada por hacerle entender que hablaba con sinceridad—. En primer lugar, para darte apoyo moral, en el caso de que te haga falta.

—No me hace falta —contestó amablemente Zack—. ¿Y cuál es el otro motivo?

Diana miró las orgullosas facciones de Zack, los ojos color ámbar que la miraban con frialdad desde debajo de las espesas pestañas, y comprendió que con sus palabras había dado la impresión de que lo compadecía. Nerviosa por la mirada fija de Zack y por el prolongado silencio, por fin explotó.

—Mira, no sé cómo decir esto... pero... ¡pero creo que Rachel es una imbécil! Y si yo pudiera hacer cualquier cosa por ayudarte, te pido por favor que me lo permitas. Y, Zack —terminó con profundo sentimiento—, yo trabajaría contigo en cualquier momento, en cualquier lugar, y en cualquier papel. Quería que también supieras eso.

Notó que la indescifrable expresión de Zack se convertía en una sonrisa divertida y se dio cuenta de que sus palabras lo habían llevado a creer que tras sus muestras de lealtad se ocultaba la ambición.

—Gracias, Diana —dijo Zack con una cortesía que la hizo sentir aún más tonta—. Que tu representante me llame dentro de algunos meses, cuando esté armando el elenco de mi próxima película.

Diana lo observó alejarse con pasos largos y seguros, luciendo una remera azul oscura que destacaba sus hombros anchos, un pantalón caqui que ajustaba sus angostas caderas... un cuerpo delgado y fuerte pero que tenía la gracia de un león... los ojos del león... el orgullo del león. Lo único que estropea la analogía es su pelo, pensó Diana. Es tan oscuro que parece negro. Sonrojándose a causa de la incomodidad que sentía y de la derrota que acababa de sufrir, se apoyó contra un árbol y miró a Tommy, que había estado parado junto a Zack durante casi todo el diálogo.

—¡Qué manera de meter la pata! ¿No es cierto, Tommy?

—Sí, creo que acabas de hacer la peor interpretación de tu vida.

—Zack cree que lo que quiero es que me dé un papel en una de sus películas.

—¿Y no es así?

Diana le dirigió una mirada asesina, que Tommy no vio porque en ese momento observaba a Rachel y a Tony Austin. A los pocos instantes ella dijo:

—¿Cómo es posible que esa hija de puta lo prefiera a Tony Austin? ¿Cómo puede?

—A lo mejor le gusta sentirse necesaria —contestó Tommy—. En realidad, Zack no necesita a nadie. Tony, en cambio, necesita a todo el mundo.

—Dirás que utiliza a todo el mundo —corrigió Diana con desprecio—. Ese Adonis rubio en realidad no es más que un vampiro; devora a la gente, la seca y después, cuando ya no le es útil, la tira a la basura.

—Tú deberías saberlo —contestó él, pero deslizó un brazo sobre los hombros de Diana y se los apretó con cariño.

—Me mandaba a encontrarme con el narcotraficante que le suministraba la droga. En una de esas oportunidades me metieron en la cárcel por posesión de drogas y cuando lo llamé para que me sacara bajo fianza, se puso furioso porque me había dejado apresar y me colgó el teléfono. Me aterroricé tanto que llamé al estudio, y ellos pagaron la fianza y taparon el asunto. Después me cargaron todos los costos legales.

—Pero es evidente que Tony debe de tener cualidades que lo redimen, porque si no, no te habrías enamorado de él.

—Cuando me enamoré de él tenía veinte años y los actores me fascinaban —contraatacó ella—. ¿Y tú? ¿Qué excusa tienes?

—¿Será una crisis de la edad madura? —preguntó él en un débil intento de humor.

—Es una pena que lo hayan revivido después de su última sobredosis.

Las luces del interior de la caballeriza empezaban a encenderse y Tommy señaló con la cabeza en esa dirección.

—Vamos... Empieza el espectáculo.

En su propia casa rodante, Zack se lavó apresuradamente la cara y el pecho con agua fría, se puso una camisa limpia y salió. Se detuvo al ver que el padre de Emily se paseaba de un lado a otro frente a la casa rodante de su hija.

—¿Emily no está en la caballeriza? —preguntó Zack.

—No, todavía no, Zack. Hace días que no se siente bien a causa del calor —explicó George McDaniels—. Además, no es lógico que haya tenido que pasar tanto tiempo al sol. ¿No sería posible que se quedara en la casa rodante, donde tiene aire acondicionado, hasta el momento en que realmente la necesites? Me refiero a que con seguridad tendrás que hacer varias tomas con Rachel y Austin antes de que Emily haga su entrada en escena.

En cualquier otra circunstancia, la sugerencia de hacer esperar al director para que una persona del elenco estuviera cómoda hubiera merecido una respuesta cortante. Pero Zack, como todo el mundo, sentía debilidad por Emily, de manera que contestó un poco con su habitual tranquilidad:

—Eso está completamente fuera de la cuestión, y lo sabes, George. Además, Emily es una chica muy bien dispuesta. Aguantará el calor sin quejarse mientras espere su entrada en escena.

—Pero... Bueno, iré a buscarla —decidió George, al ver que la expresión de Zack se ponía amenazante.

Por lo general Zack sentía un profundo desprecio por los padres de los niños actores, pero en el caso del padre de Emily era distinto. Su mujer los había abandonado a ambos cuando Emily era apenas un bebé. Por pura coincidencia, un productor vio a la chiquilla bonita y llena de hoyuelos jugando en el parque con su padre. Cuando propuso que Emily trabajara en una película, George McDaniels renunció a su trabajo para acompañar a su hija en el set durante el día y empezó a trabajar de noche. Le parecía menos probable que “corrompieran” a su hija si la dejaba sola con una baby sitter por las noches en lugar de permitir que de día la acompañara una niñera al estudio. Eso solo ya hubiera provocado el respeto de Zack hacia él, pero además era sabido que George invertía cada centavo que ganaba su hija en un fondo a nombre de ella. Lo único que realmente le importaba era el bienestar de Emily, y el cariño dio sus frutos. Emily era una buena chica, cosa sorprendente en el ambiente de Hollywood y de los actores infantiles. No bebía ni se drogaba, no se acostaba con nadie, era amable y decente, y Zack sabía que todo eso se debía a los cuidados que le había proporcionado desde siempre su padre.

Cuando Zack se hallaba cerca de la caballeriza, Emily se le acercó corriendo.

—¡Monta ese caballo y veamos si podemos terminar con el asunto! —dijo Zack.

—Estoy lista, Zack —contestó la chica, con los ojos llenos de angustia al pensar en la situación difícil que él debía tolerar. Después desapareció alrededor de la esquina, donde dos ayudantes la esperaban con el caballo que debía montar.

Zack sabía que no tendría muchas posibilidades de lograr que la escena fuera perfecta en el primer intento, con ensayo o sin él, pero considerando todo lo sucedido la noche anterior, quería sacarse la escena de encima con el menor número de tomas posible. La atmósfera cargada que había entre él, su mujer y el amante sólo empeoraría cada vez que tuvieran que repetir esa escena sexual y explosiva.

Una sombra se apartó de la puerta y la voz cuidadosamente modulada y conciliatoria de Tony Austin detuvo en seco a Zack.

—Mira, Zack, esta escena ya será bastante difícil sin que la empeoremos con nuestra enemistad a causa de Rachel —dijo, moviéndose hacia la luz—. Tú y yo somos adultos, hombres sofisticados y con experiencia. Te propongo que actuemos de acuerdo con eso. —Y le tendió la mano.

Zack contempló con desprecio la mano extendida, y luego a Austin.

—¿Por qué no te vas a la mierda? —contestó.

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