Perfecta

Perfecta


Capítulo 79

Página 86 de 93

Capítulo 79

—Éste es —dijo Julie, alrededor de media hora después, cuando detuvo el coche frente al único motel de Keaton—. Éste es el mejor motel que hay en Keaton.

Ted y Katherine los habían dejado en la casa de Julie, donde recogieron la valija y los portafolios de Zack. Zack miró con incredulidad el largo edificio destartalado de puertas negras a tres metros de distancia una de la otra que, de alguna manera, le hacía pensar en dientes podridos, y la piscina vacía que estaba casi al borde de la ruta. Después miró el resplandeciente cartel de neón y lo leyó en voz alta.

—”Motel Descanse sus Huesos” —dijo con incredulidad—. ¡Tiene que haber otro motel por los alrededores!

—¡Ojalá lo hubiera! —dijo Julie sofocando una carcajada.

Un viejo de sombrero Stetson que mascaba tabaco estaba sentado en una silla metálica, frente en la oficina, disfrutando de la noche cálida. Zack se encaminó a registrarse. El hombre se puso de pie en cuanto Zack bajó del coche.

—¡Hola, Julie! —saludó el anciano, identificándola a través del parabrisas.

Zack abandonó toda esperanza de encontrar un lugar agradable y anónimo para estar con Julie y entró a la oficina con el ánimo por el piso.

—¿Le molestaría que conservara esto como recuerdo? —preguntó el viejo después de que Zack firmó el libro de registros y se lo devolvió.

—No.

—Zack Benedict —dijo con reverencia el gerente del motel, estudiando la firma—. ¡Zack Benedict aquí, alojado en mi motel! ¿Quién hubiera dicho que sucedería esto?

—Yo no —contestó directamente Zack—. ¿Supongo que no tendrá una suite?

—Tenemos una cámara nupcial.

—¡No me diga! —exclamó Zack, volviéndose a mirar el poco invitante edificio. Y entonces la vio a Julie apoyada contra la puerta de la oficina, con los tobillos cruzados y el rostro iluminado por una sonrisa de picardía y el ánimo de Zack levantó vuelo.

—La suite nupcial tiene una cocinita —anunció el viejo.

—¡Qué romántico! La quiero —decidió Zack y enseguida oyó la mágica risa de Julie. Lo hizo sonreír.

—Vamos —dijo escoltándola hacia afuera y rumbo a su cuarto, mientras el gerente los seguía sin dejar de mirarlos—. ¿Son imaginaciones mías —preguntó Zack mientras abría la puerta de la cámara nupcial y se hacía a un lado para que Julie lo precediera—, o ese viejo está mirando para ver si entras?

—Está mirando para ver si entro, si cerramos o no la puerta, y cuánto tiempo me quedo. Mañana todo el pueblo conocerá las respuestas a esas tres preguntas.

Zack oprimió la llave de luz de la pared, miró la cámara nupcial y volvió a apagarla con rapidez.

—¿Cuánto tiempo podemos estar en tu casa sin desatar demasiados comentarios?

Julie vaciló, deseando que volviera a decirle que la amaba y lo que pensaba hacer al respecto.

—Eso depende de tus intenciones.

—Tengo intenciones muy honorables, pero tendrán que esperar hasta mañana. Me niego a hablar de eso en un cuarto con una cama en forma de corazón, cubierta con una colcha de terciopelo colorado y con sillas de tono púrpura.

El alivio de Julie surgió en una explosión de risa musical, y Zack la abrazó. Le tomó la cara en la oscuridad, la acunó entre sus manos, riendo mientras la besaba. Y entonces la risa se fue apagando y ella se abrazó a él y le devolvió el beso.

—Te amo —susurró Zack—. ¡Me haces tan feliz! Lograste que fuera divertido estar ocultos en Colorado. Lograste que esta cámara nupcial espantosa hasta me parezca linda. Hasta en la cárcel, donde te odiaba, soñaba con la manera en que me arrastraste hasta casa, medio congelado, y con tu manera de bailar conmigo, y me despertaba deseándote.

Julie le pasó la punta de los dedos por los labios y refregó la mejilla contra su pecho.

—Algún día, pronto, ¿me llevarás a Sudamérica para que podamos vivir en tu barco? Soñé con estar allí contigo.

—No era gran cosa como barco. Antes yo tenía un yate grande. Te compraré otro y haremos un crucero.

Julie negó con la cabeza.

—Me gustaría estar contigo en Sudamérica y en ese barco, tal como lo planeamos, aunque sólo sea durante una semana.

—Haremos las dos cosas.

A regañadientes, la soltó y la condujo hacia la puerta abierta.

—En California es dos horas más temprano, y tengo que hacer una serie de llamadas y arreglos. ¿Cuándo te puedo volver a ver?

—¿Mañana?

—¡Por supuesto! ¿Pero a qué hora?

—A la hora que quieras. Mañana es fiesta en el condado. Hay un gran desfile, una feria, picnic y todo lo demás, para celebrar el bicentenario de la fundación del pueblo. Los festejos seguirán toda la semana.

—Eso suena divertido —dijo Zack, y se sorprendió al darse cuenta de que lo decía en serio—. ¿Por qué no me pasas a buscar a las nueve, y te invitaré a tomar el desayuno?

—Conozco justo el lugar indicado. La mejor comida del pueblo.

—¿En serio? ¿Cuál?

—McDonald's —bromeó ella, riendo ante la cara espantada de Zack. Después lo besó en la mejilla y se fue.

Todavía sonriente, Zack cerró la puerta y prendió la luz; luego se acercó a la cama, sobre la que apoyó su portafolio. Sacó su teléfono celular y ante todo llamó a los Farrell, que debían de hallarse ansiosos por conocer el resultado de su viaje. Esperó mientras Joe O’Hara salía a buscar a Matt y a Meredith, que estaban con los invitados de su fiesta.

—¿Y? —preguntó la voz de Matt con tono expectante—. Meredith también está aquí y he conectado los parlantes al teléfono, así que participará en la conversación. ¿Cómo está Julie?

—Julie es maravillosa.

—¿Ya se casaron?

—No —contestó Zack, pensando con irritación en el compromiso que lo había obligado a contraer el padre de Julie—, estamos de novios.

—¿Qué? —farfulló Meredith—. Es decir, creímos que ya estarían en Tahoe.

—Todavía estoy en Keaton.

—¡Ah!

—En el Motel “Descanse sus Huesos”. —Escuchó la carcajada de Meredith—. En la cámara nupcial. —Meredith rió más fuerte—. Tiene una cocinita. —Meredith aulló de risa—. El piloto de ustedes también debe estar clavado aquí, pobre tipo. Creo que lo voy a invitar a jugar un poco de póquer.

—Si lo haces, cuídate —advirtió Matt—. Se llevará casi todo el dinero que tengas encima.

—Aquí, ni siquiera alcanzará a ver las cartas que tiene en la mano. Lo enceguecerán la cama de terciopelo colorado, en forma de corazón y las sillas color púrpura. ¿Cómo va la fiesta?

—Hice el anuncio de que habías tenido que alejarte por asuntos urgentes. Meredith está haciendo el papel de dueña de casa. No hay ningún problema.

Zack vaciló, pensando en el anillo de compromiso que necesitaba y en las alhajas soberbias que Bancroft y Compañía tenía fama de vender en su joyería.

—Meredith, ¿puedo pedirte un favor?

—Lo que quieras —dijo ella con tranquila sinceridad.

—Necesito enseguida un anillo de compromiso... mañana por la mañana, si fuera posible. Sé lo que quiero, pero aquí no lo encontraré, y si voy a Dallas me reconocerán. No quiero que los periodistas me sigan. Pretendo que caigan sobre este pueblo a último minuto.

Ella lo comprendió en el acto.

—Explícame qué clase de anillo quieres. Mañana por la mañana, en cuanto abra nuestra sucursal de Dallas, llamaré por teléfono al director de la Sección Joyería para que elija varios anillos. Steve puede pasarlos a buscar alrededor de las diez y cuarto, y llevártelos.

—Eres un ángel. Mira, lo que me gustaría es...

Ir a la siguiente página

Report Page