Perfecta

Perfecta


Capítulo 41

Página 48 de 93

Capítulo 41

El motor del Blazer estaba en marcha, y del caño de escape surgía un vapor espeso que se perdía en el aire gélido del amanecer. Julie y Zack estaban de pie junto al coche.

—El informe meteorológico no anuncia nevadas —dijo Zack, levantando la mirada para observar el leve rosado que teñía el cielo. Colocó un termo lleno de café sobre el asiento del pasajero. Miró a Julie con expresión seria—. Creo que tendrás el camino libre de nieve hasta Texas.

Julie conocía las reglas de esa separación, porque él se las había aclarado esa mañana —nada de lágrimas ni de lamentos— y hacía enormes esfuerzos por conservar una aparente compostura.

—Manejaré con cuidado.

—No corras —recomendó él. Extendió la mano, le subió más el cierre de la cazadora y después le levantó el cuello hasta el mentón. Ese simple gesto estuvo a punto de hacerla llorar—. Manejas demasiado rápido.

—Te prometo que no correré.

—Trata de alejarte todo lo posible de aquí sin que te reconozcan —le volvió a recordar Zack. Enseguida le quitó de la mano los anteojos oscuros y se los puso—. Una vez que hayas cruzado la frontera de Oklahoma, entra en la primera playa de estacionamiento que encuentres. Permanece fuera de la vista de todo el mundo durante quince minutos, y después encamínate al teléfono público y llama a tu familia. Los federales estarán escuchando la conversación, de manera que trata de simular que estás nerviosa y confusa. Diles que te dejé en la playa de estacionamiento, acostada en el piso del coche, con los ojos vendados, que desaparecí y que por lo tanto estás libre. Diles que te diriges a tu casa. Y cuando llegues, no te apartes de la verdad.

Él había llevado una bufanda de la casa, anudada como si hubiera estado atada alrededor de la cabeza de Julie, y la echó dentro del coche. Julie asintió y tragó con fuerza porque ya no quedaba nada que hacer o decir... por lo menos nada que Zack quisiera oír.

—¿Alguna pregunta? —dijo él. Julie meneó la cabeza—. Muy bien, ahora dame un beso de despedida.

Julie se puso en puntas de pie para besarlo y se sorprendió cuando Zack la abrazó con fuerza inusitada, pero su beso fue breve. Luego la alejó de sí.

—Ya es hora.

Julie asintió, pero no se pudo mover y claudicó en su resolución de no hacer ninguna escena desagradable.

—Me escribirás, ¿verdad?

—No.

—Pero por lo menos podrías hacerme saber cómo estás —insistió ella con desesperación—, aunque no puedas decirme dónde te encuentras. ¡Tengo que saber si estás a salvo! Tú mismo dijiste que no vigilarán mucho tiempo mi correspondencia.

—Si me apresan, te enterarás enseguida por los noticiarios. Si no, sabrás que estoy a salvo.

—¿Pero por qué no puedes escribirme? —explotó ella, y de inmediato lo lamentó al ver la cara pétrea de Zack.

—¡Nada de cartas, Julie! Hoy, en el instante en que te vayas de aquí, todo habrá terminado. Lo nuestro habrá terminado. —Las palabras le dolieron como latigazos, aunque no había maldad alguna en el tono de Zack—. Mañana por la mañana, reanudarás tu antigua vida en el punto en que la dejaste. Simula que nada de esto sucedió, y lo olvidarás en pocas semanas.

—Tal vez tú puedas olvidar, pero yo no —dijo Julie, odiando el tono plañidero y lacrimógeno de su voz. Meneó la cabeza como para negar lo que acababa de decir y se volvió hacia el coche, secándose con furia las lágrimas—. Me voy antes de seguir comportándome como una tonta —dijo con voz ahogada.

—¡No! —exclamó él, y le tomó un brazo para detenerla—. ¡Así no! —Julie lo miró a los ojos y por primera vez no estuvo tan segura de que a él le resultara fácil esa despedida. Zack apoyó una mano contra la mejilla de ella, le apartó un mechón de pelo de la cara y habló con tono solemne—. Lo único tonto que has hecho durante la última semana es... quererme demasiado. Todo lo demás que hiciste y dijiste estuvo... bien. Fue perfecto.

Julie cerró los ojos, luchó contra las lágrimas, enterró la cara en la mano de Zack y le besó la palma como él había besado una vez la suya.

—¡Te amo tanto! —susurró. Zack retiró la mano de un tirón y le contestó con voz condescendiente y divertida.

—Tú no me amas, Julie. Eres cándida e inexperta y no conoces la diferencia entre el sexo y el verdadero amor. Y ahora sé buena, vete a tu casa, que es donde debes estar, y olvídame. Eso es exactamente lo que quiero que hagas.

Ella tuvo la sensación de que acababa de pegarle una bofetada, pero su orgullo herido la obligó a alzar la barbilla.

—Tienes razón —dijo con tranquila dignidad mientras subía al coche—. Es hora de volver a la realidad.

Zack observó el coche mientras se alejaba y desaparecía en la primera curva del camino. Permaneció como clavado en el mismo lugar mucho después de que Julie se hubo ido, hasta que el viento helado por fin le recordó que estaba a la intemperie y sin abrigo. La acabo de herir, pensó, pero tuve que hacerlo, se recordó mientras se encaminaba a la casa. No podía permitir que ella desperdiciara un solo instante de su preciosa vida amándolo o extrañándolo o esperándolo. Al ridiculizar su amor había hecho lo único correcto y noble.

Entró en la cocina, tomó la cafetera y se acercó a un armario en busca de un jarro. En ese momento vio sobre la mesada el que había usado Julie esa mañana. Estiró la mano con lentitud, lo tomó, y apretó el borde contra su mejilla.

Ir a la siguiente página

Report Page