Perfecta

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Capítulo 45

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Capítulo 45

Katherine se movió incómoda bajo la mirada penetrante de Julie, después tomó con gesto nervioso la tetera que había sobre la bandeja y se sirvió una taza de té. Al llevarse la taza a la boca, Julie notó que le temblaba levemente la mano.

—Acepté su manera de tratarme, porque es lo menos que merezco después del modo como me comporté mientras estuvimos casados.

—Eso no era lo que pensabas hace tres años cuando iniciaste el juicio de divorcio —le recordó Julie—. Me dijiste que te divorciabas de él porque era egoísta, insensible, desalmado, exigente y una cantidad de cosas más.

—Hace tres años —contestó Katherine con tristeza—, yo era una chiquitina malcriada que estaba casada con un hombre cuyo único crimen consistía en pretender que me portara como una esposa, no como una criatura poco razonable. En Keaton todo el mundo, salvo tú, sabía que yo era un fracaso como esposa. Tú fuiste demasiado leal con tu mejor amiga para ver lo que saltaba a la vista, y yo no tenía la madurez ni el coraje necesarios para enfrentar la verdad. Ted la sabía, pero fue demasiado generoso y no quiso destruir tu amistad ni tu fe en mí, diciéndote lo que realmente fui como esposa. En realidad, una de las pocas cosas en las que siempre estuvimos de acuerdo fue en que tú no debías saber que teníamos problemas.

—Katherine —interrumpió Julie con suavidad—, todavía sigues enamorada de él, ¿verdad?

Ante esas palabras, Katherine se puso tensa, pero bajó la mirada y la clavó en el enorme brillante de su anillo de compromiso.

—Hace una semana, antes de que tu desaparición obligara a Ted a hablar conmigo, te habría contestado que no.

—¿Y ahora?

Katherine respiró hondo y la miró.

—Como dijiste hace un rato con tanta elocuencia, refiriéndote a Zachary Benedict, yo me seguiría acostando con tu hermano durante el resto de mi vida... si él me lo pidiera.

—Si eso es lo que sientes —dijo Julie dirigiéndole una mirada profunda e inquisitiva—, ¿cómo se explica que sigas usando el anillo de compromiso de otro hombre?

—En realidad, este anillo ya no es más que un préstamo.

—¡Qué!

—Ayer rompí mi compromiso, pero Spencer me pidió que no lo comentara, por lo menos durante algunas semanas. Cree que estoy reaccionando con exageración ante viejos recuerdos que me asaltaron al volver a ver a Ted. —Julie contuvo sus ganas de aplaudir ante la noticia de la ruptura del compromiso de Katherine, y sólo sonrió.

—¿Cómo piensas reconquistar a Ted? —Su sonrisa se desvaneció cuando agregó—: No será fácil. Desde el divorcio Ted ha cambiado, sigue siendo cariñoso con su familia, pero casi nunca ríe y se lo ve distante... como si hubiera construido un muro a su alrededor y no dejara entrar a nadie, ni siquiera a mí o a Carl. Lo único que parece importarle es recibirse de abogado y poner su propio estudio. —Hizo una pausa como para elegir sus palabras, y luego decidió decirlo con crudeza—. Tú no le gustas, Katherine. A veces da la impresión de que te odiara.

—¿Tú también lo notaste? —preguntó Katherine con voz temblorosa—. Le sobran razones.

—¡Eso sí que no lo creo! A veces dos personas maravillosas no se llevan bien en el matrimonio, y no es por culpa de ninguno de los dos. Sucede a cada rato.

—No trates de limpiarme de culpa y cargo cuando por fin reúno el coraje necesario para confesarte la desagradable verdad —dijo Katherine—. Lo cierto es que yo tuve toda la culpa de que nos divorciáramos. Amaba a Ted cuando nos casamos, pero era tan malcriada e inmadura, que no podía comprender que querer a alguien significa estar dispuesta a hacer algunos sacrificios por esa persona. Te parecerá raro, pero consideraba que era lógico que me casara con Ted para después seguir viviendo algunos años con total independencia y sin preocupaciones... hasta que decidiera sentar cabeza. Para darte un ejemplo —agregó—, un mes después de casarnos, me di cuenta de que todos mis amigos volvían a la universidad y yo no. De repente me sentí una mártir porque apenas tenía veinte años y ya estaba atada. Ted había ahorrado bastante dinero trabajando como sheriff para estudiar en la universidad, y le alcanzaba para pagar también mis estudios. Entonces me propuso la solución ideal: podíamos combinarnos para asistir a clases los mismos días y viajar juntos a Dallas. Pero eso no me bastaba. Yo quería estudiar en una universidad elegante del Este, y después venir a pasar las vacaciones con mi marido.

Julie luchó por no demostrar su sorpresa ante una actitud tan egoísta, pero Katherine estaba tan ocupada condenándose, que ni siquiera lo hubiese notado.

—Así que como Ted me dijo que eso era algo que él no estaba en condiciones de pagar, salí corriendo a pedirle a papá que me prestara el dinero, a pesar de que Ted me había aclarado, antes de casarnos, que jamás aceptaría un centavo del dinero de mi padre. Papá, por supuesto, le dijo a Ted que estaría encantado de pagar todos mis gastos en la universidad, pero él no lo aceptó, y yo me puse furiosa. A partir de ese día me negué a levantar un solo dedo en casa. No volví a cocinar ni a lavar su ropa. Así que él cocinaba y hacía las compras y llevaba la ropa al lavadero, con lo cual todo el mundo empezó a comentar la pésima esposa que era yo. A pesar de eso, tu hermano nunca abandonó la esperanza de que yo creciera y me portara como una mujer en lugar de una chiquilina malcriada. Se sentía culpable por haberse casado conmigo cuando era tan joven y todavía no había tenido una verdadera oportunidad de vivir. De todas maneras, el único deber que seguí cumpliendo durante nuestro primer año de matrimonio fue acostarme con él, cosa que —agregó— con tu hermano no era ningún sacrificio.

Katherine quedó tanto rato en silencio que Julie no sabía si seguiría hablando, hasta que respiró hondo y continuó.

—Después de un tiempo, a papá, que sabía lo infeliz que era porque me pasaba la vida quejándome, se le ocurrió que si tuviera una casa hermosa me comportaría mejor como esposa. Yo era tan infantil que me fascinó la idea de jugar a la dueña de una casa maravillosa, con piscina y cancha de tenis. Pero papá estaba preocupado porque sabía que Ted se negaba a aceptar ayuda económica. Yo pensé que si le presentábamos el hecho consumado, él no tendría más remedio que aceptar. Así que papá compró el terreno, nos reunimos en secreto con un arquitecto y aprobamos los planos de la casa. Yo adoraba cada centímetro de esa casa, planeé cada detalle, cada armario —dijo Katherine mirando a Julie—. Hasta empecé a cocinar y a lavar la ropa de Ted, así que él creyó que había decidido convertirme en una verdadera ama de casa.

—¿Y qué sucedió? —preguntó Julie.

—Sucedió que cuando la casa estaba casi terminada, papá y yo llevamos a Ted hasta allí y mi padre le entregó las llaves. —Katherine se estremeció al recordarlo—. Como te imaginarás, Ted se puso furioso. Furioso porque lo mantuve en secreto, porque lo había engañado y porque no había cumplido con mi palabra de vivir con el dinero que él pudiera ganar.

Como eso debía de haber sucedido poco antes de que iniciaran los trámites del divorcio, Julie supuso que la negativa de Ted a aceptar la casa había sido lo que puso fin al matrimonio.

—Así que supongo que eso los llevó a discusiones peores y terminó por destruir la pareja —dijo Julie.

—No. Eso me llevó a desterrar a Ted de nuestra cama, pero ya era demasiado tarde.

—¿Qué quieres decir?

Katherine se mordió los labios y bajó la mirada. Cuando continuó hablando, le temblaba la voz.

—Unos días después, justo antes de nuestra separación, yo me caí de uno de los caballos de papá. ¿Lo recuerdas?

—Por supuesto que me acuerdo —contestó Julie—. Te rompiste un brazo.

—Ese día también rompí el corazón de mi marido y terminé de destrozar nuestro matrimonio. —Katherine respiró hondo y levantó la vista para mirar a Julie con los ojos llenos de lágrimas—. Estaba embarazada, Julie. Lo supe después de que Ted rechazó las llaves de la casa. Estaba embarazada de dos meses y furiosa porque Ted había rechazado la casa en la que había un cuarto para niños precioso, pero me ponía aún más furiosa que él estuviera por conseguir algo que realmente quería: un hijo. Al día siguiente salí a andar a caballo, a pesar de que Ted me había advertido que no lo hiciera. Y no anduve precisamente al paso. Corría a todo galope y saltaba cercas cuando el caballo me tiró.

Al ver que ella no podía seguir hablando, Julie lo hizo en su lugar.

—Y perdiste el bebé. Katherine asintió.

—Ted no sólo estaba triste... se puso furioso. Creyó que lo había hecho a propósito, para abortar, cosa que no me sorprende, considerando la manera en que me comporté cuando supe que estaba embarazada. Y lo extraño es —agregó, con la voz ahogada por las lágrimas que luchaba por contener—, que ése fue el único aspecto de nuestro matrimonio en que no fui culpable, por lo menos intencionalmente. Siempre galopaba a toda velocidad cuando algo me preocupaba, y después me sentía mejor.

Hizo otra larga pausa, incapaz de hablar a causa de la tristeza que la invadía.

—Yo no decidí divorciarme de Ted, Julie. Cuando volví del hospital, él ya había hecho sus valijas. Pero —agregó con una sonrisa triste— tu hermano fue galante hasta el fin, a pesar de estar furioso, de tener el corazón destrozado y de sentirse desilusionado. Permitió que fuera yo la que se divorciara de él. Y nunca habló con nadie del hijo que todavía cree que perdí en un aborto deliberado. Yo maduré el día que vi sus valijas en el vestíbulo y me di cuenta de que lo perdía, pero ya era tarde. El resto de la historia ya lo conoces: volví al Este y me recibí en la universidad. Después regresé a Dallas a trabajar en el museo.

Julie se levantó y se le acercó para darle un fuerte abrazo.

—Sigues siendo mi mejor amiga —dijo. Después de algunos minutos de silencio, ambas se miraron, sonriendo pero con los ojos llenos de lágrimas.

—¡Qué lío! —exclamó Julie. Katherine se sonó la nariz.

—¡Me parece que te quedas corta! —Hubo otro silencio antes de que Julie se animara a decir lo que creía necesario.

—Creo que si quieres reconquistar a Ted antes de que sea demasiado tarde, deberías quedarte en Keaton. Me han dicho que ve mucho a Grace Halvers. ¿Lo sabías?

Katherine asintió ante la mención de la hermosa pelirroja. Julie estaba pensativa y ceñuda. Después meneó la cabeza.

—A pesar de lo que te acabo de decir sobre Ted y Grace, no creo que mi hermano vuelva a casarse.

En lugar de que la frase la tranquilizara, Katherine parecía abrumada por la culpa.

—Ted debería casarse con alguien, aunque no fuera conmigo. Era la clase de marido atractivo y tierno con el que todas las mujeres soñamos. Sería un crimen que no se volviera a casar. Era un hombre imposible de manejar o de manipular, cosa que me volvía loca cuando era joven, pero también era increíblemente cariñoso. Y cuando yo tenía el necesario sentido común de pedirle lo que quería, en lugar de exigírselo, se mostraba dispuesto a ceder y complacerme. —Levantó la vista para mirar a Julie y terminó diciendo con admiración en la voz—: Quizás hayamos sido muy distintos en muchas cosas, pero nos enamoramos a las pocas horas de conocernos. Fue como... como una combustión espontánea.

—Y eso es algo que los dos conservan —aseguró Julie con tono alegre, en un esfuerzo por reanimar a su amiga—. Después de verlos juntos esta noche, creo no exagerar si te digo que siguen siendo una combinación altamente explosiva. ¿Y sabes una cosa? Aunque Ted haya reaccionado con tanta furia, aunque parezca negativo, significa que todavía debe de sentir algo por ti.

—Por supuesto que siente algo por mí. Desprecio.

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