Perfecta

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Capítulo 84

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Capítulo 84

—¿Estás seguro de que todo está preparado en la iglesia? —le preguntó Zack a Matt Farrell, mientras se abotonaba la camisa del esmoquin.

—Todo está listo, menos tú —contestó Matt con una risita.

Como la noche anterior había tenido que estar en el ensayo de la ceremonia y en la comida posterior, Zack no pudo hacer una llamada desde la casa de los Mathison sin riesgo de ser oído, y tuvo que confiar en Matt y Meredith, que habían llegado el día anterior y se alojaban en casa de Julie, para el intercambio de informaciones de último minuto entre él y Sally Morrison.

—¿Han llegado todos los de California?

—Ya están en la iglesia.

—¿Le advertiste a Meredith que impida que Julie espíe el interior de la iglesia antes de hacer su entrada? —siguió preguntando Zack mientras se anudaba el moño de la corbata frente al espejo—. No quiero que ella sepa quiénes han venido. Se supone que es una sorpresa.

—Meredith y Katherine Cahill se han convertido en custodias de Julie. Tu novia no podrá respirar sin que ellas la vean. Ya debe de tener la impresión de que las tiene pegadas con cola y sin duda se estará preguntando por qué.

Zack se puso la chaqueta del esmoquin.

—¿Estás seguro de que ha llegado Barbra?

—Te digo que está en la iglesia, con su acompañante. Anoche me comuniqué con ella en su hotel de Dallas. Ya debe de estar en el coro, esperando la llegada de la novia.

Zack se pasó una mano por el mentón, para asegurarse de estar bien afeitado.

—¿Qué hora es?

—El cuatro menos diez. Tienes diez minutos para llegar a la iglesia. Ted Mathison ya está allí. Durante el camino repasaré contigo la parte que debiste haber aprendido anoche, durante el ensayo de la ceremonia.

—No olvides que ya he vivido antes un ensayo general, con vestuario y todo —comentó Zack con sequedad—. ¿Recuerdas que no es la primera vez que me caso?

—Existen algunas diferencias importantes —señaló Matt con una sonrisa.

—¿En serio? ¿Cuáles?

—Que la última vez no estabas tan feliz, pero en cambio se te veía mucho más tranquilo.

Existía otra diferencia importante entre su primer casamiento y ése, y a pesar de su comentario indiferente, Zack lo sabía. Lo sabía aun antes de acercarse al altar, delante de una multitud sonriente, para pararse junto a su futuro suegro en una iglesia donde resplandecían las luces de las velas, perfumada por pequeños ramos de rosas blancas atadas con cintas de satén. Esta vez, mientras esperaba a Julie en el altar, había en él una reverencia interior, una sensación de sereno júbilo.

Observó a Meredith que avanzaba hacia él por la nave central, luciendo un vestido de seda verde, seguida por Sara y Katherine que llevaban vestidos idénticos, todas hermosas y sonrientes y tranquilas, como si ellas, lo mismo que Zack, presintieran lo apropiado y justo que era lo que estaba por suceder. La música del órgano llegó a un crescendo y Zack temió que le explotara el corazón ante lo que veía.

Envuelta en una nube de seda blanca, con una larga cola tras ella, avanzaba hacia él la mujer a quien había secuestrado, con quien había reído y a quien amaba. A la luz de las velas, su rostro resplandecía y en sus ojos Zack vio todo el amor del mundo, la promesa de hijos por nacer, toda una vida llena del amor que ella tenía para dar. Vio todo eso y luego vio que los ojos de Julie se agrandaban cuando del coro surgió la voz de Barbra Streisand, entonando la canción que Zack le pidió que cantara cuando Julie hiciera su entrada en la iglesia.

Hace tiempo y a lo lejos, un día tuve un sueño

Y ahora ese sueño está aquí, delante de mí.

Hace tiempo el cielo estaba cubierto,

pero ahora las nubes han pasado...

Estás aquí, por fin.

Los escalofríos recorren mi espina dorsal.

La lámpara de Aladino es mía.

El sueño que soñé no me fue negado.

Al mirarte por vez primera supe...

Que todo lo que deseaba, desde siempre, eras tú.

Zack estiró el brazo para tomar la mano de Julie con firmeza; luego se volvió hacia el altar. El reverendo Mathison sonrió y alzó el libro que tenía en las manos.

—Queridos amigos: estamos hoy aquí reunidos, en presencia de Dios...

En el primer banco, Mathew Farrell miró a los ojos a su esposa; Ted y Katherine Mathison se sonrieron.

La recepción en el parque, que Zack temía resultara poco lucida, fue una fiesta alegre y espléndida, con luces parpadeantes en los árboles y mesas con manteles de hilo cubiertas de una variedad de comida exquisitamente preparada, que no tenía nada que envidiarle a cualquier banquete que Zack hubiera ofrecido antes.

Mientras conversaba con Matt Farrell, Zack notó que Patrick Swayze interrumpía el baile de Harrison Ford con la novia para reclamarla él, y sonrió para sus adentros al recordar la impresión que Julie recibió cuando Zack empezó a presentarle a casi todos los hombres que, en Colorado, ella había declarado sus actores favoritos. Sin embargo, después de la sorpresa inicial, Julie se recuperó y trató a sus famosos invitados con una gracia sin afectación que lo llenó de orgullo.

—Un espléndido casamiento, Zack —comentó Warren Beatty, acercándose de la mano con su mujer, mientras con la otra sostenía un plato de hors d'oeuvres—. ¡La comida es increíble!

Cuando se alejaron, Zack consultó su reloj y luego miró a su alrededor en busca de Julie. La vio bailando de nuevo con Swayze. Julie reía de algo que él le acababa de decir.

—Los ha cautivado a todos —comentó Matt con una sonrisa de aprobación.

—Sobre todo a Swayze —puntualizó Zack, notando lo bien que bailaban juntos y tratando de no notar lo cerca que él la sostenía. Pocos instantes después, Matt le tocó el brazo y señaló a Meredith con la cabeza.

—Mira lo que tengo que soportar: es la tercera vez que Costner la saca a bailar. Ella es una gran admiradora suya —agregó.

—Y por lo visto, viceversa. Por suerte tanto Swayze como Costner están casados —observó Zack con una sonrisa perezosa. Depositó su copa de champaña sobre una mesa.

—Creo que ya es hora de que reclame la última pieza y nos vayamos.

—¿Estás apurado por empezar tu luna de miel?

—Ni siquiera imaginas lo apurado que estoy —bromeó Zack. Tendió la mano para estrechar la de Matt, pero no le agradeció sus años de amistad ni los abundantes favores que había recibido de él. Su gratitud era demasiado profunda para eso, y ambos lo sabían.

Zack se detuvo para pedirle al director de orquesta que tocara una determinada canción, y luego se dirigió a recuperar a su mujer. Julie abandonó a Patrick Swayze con gratificante velocidad para lanzarse a los brazos de su marido y mirarlo a los ojos, sonriente.

—Era hora de que vinieras a buscarme —comentó con suavidad.

—¿Lista para que nos vayamos? —preguntó él cuando la canción llegó a su fin.

Julie se moría por irse, por alejarse con Zack y estar a solas con él. Asintió y ya se volvía cuando él meneó la cabeza y dijo con voz ronca:

—Después de la próxima canción.

—¿Qué canción? —preguntó Julie, pero él sólo le sonrió y enseguida empezaron a resonar los acordes sensuales de la pieza que Zack había pedido.

—Ésta —dijo él cuando la letra de la canción de Feliciano empezó a resonar en medio de la noche.

—Enciende mi fuego, Julie —pidió él con voz ronca, empezando a moverse con ella al compás de la música.

A los pocos segundos Julie había caído bajo el hechizo de la mirada y de la sonrisa invitante de su marido. Ignorando a la multitud que se volvía a mirarlos, se le acercó más y su cuerpo siguió los sutiles movimientos del de Zack. Él le deslizó los brazos alrededor de la cintura y la acercó a sí.

—Más —pidió.

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