Perfecta

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Capítulo 65

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Capítulo 65

Katherine clavó los frenos y detuvo el coche frente a la casa de Julie. Lanzó una maldición al ver una bicicleta en la vereda, porque eso significaba que Julie estaba dando clase. Dejó la cartera en el coche, cruzó corriendo la vereda, abrió la puerta de calle sin llamar y entró en el comedor donde Julie estaba sentada con tres niños pequeños.

—Tengo que hablar contigo enseguida en el living, Julie —dijo, sin aliento.

Julie depositó sobre la mesa su libro de lectura y les sonrió a sus alumnos.

—Sigue leyendo tú, Willie. Enseguida vuelvo. —Katherine se dirigió apresuradamente al living y prendió el televisor.

—¿Qué pasa, Katherine? —preguntó Julie, temblorosa, al ver que su amiga buscaba con desesperación un canal determinado, y segura de que debía de tratarse de algo relacionado con Zack—. ¡No me hagas esto! ¿Qué ha sucedido? Se trata de Zack, ¿verdad? ¿Es una mala noticia?

Katherine se alejó del televisor, meneando la cabeza.

—Está en todos los noticiarios. Interrumpen los programas para anunciarlo. NBC anunció que tenían un videotape y que lo pasarían a las cuatro y media. —Miró su reloj—. Es decir, ahora.

—¿Pero de qué se trata? —explotó Julie.

—Es una buena noticia —dijo Katherine con una risa entrecortada—. O una mala noticia, según como lo tomes. Julie, él es... —Se detuvo y señaló la pantalla donde el locutor anunciaba que interrumpían su programación habitual para transmitir un boletín noticioso especial. En pantalla apareció el rostro de Tom Brokaw.

«Buenas tardes, señoras y señores —dijo—. Hace una hora, en Amarillo, Texas, Zachary Benedict fue puesto en libertad en la Penitenciaría Estatal de Amarillo, donde cumplía una condena de cuarenta y cinco años por la muerte de su esposa, la actriz Rachel Evans. Los abogados de Benedict obtuvieron su libertad como resultado de una declaración formal proporcionada por Emily McDaniels, que fue coprotagonista, junto con Benedict, Evans y Tony Austin, en la película Destino.

Sin darse cuenta de lo que hacía, Julie tomó la mano de Katherine y la apretó con fuerza mientras Brokaw continuaba diciendo:

«La NBC se ha enterado de que la declaración de la señorita McDaniels por lo visto contenía el testimonio de que, hace dos días, su padre, George McDaniels, le confesó haber asesinado a Rachel Evans y al actor Tony Austin, que fue hallado muerto en su casa de Los Ángeles el mes pasado».

Julie lanzó un gemido de placer, de tormento y de culpa. Aferró el respaldo de una silla para poder mantenerse de pie cuando en la pantalla aparecieron las puertas de la Penitenciaría Estatal de Amarillo, de la que vio salir a Zack, vestido con un traje azul marino y con corbata, en compañía de un hombre que lo escoltó hasta una limosina mientras Brokaw decía:

«Benedict salió de la cárcel como hombre libre, en compañía de sus abogados de California. En la limusina lo esperaba su gran amigo, el industrial Mathew Farrell, cuya fe inquebrantable en su inocencia no ha sido secreto para el periodismo ni para las autoridades. De pie, en un costado, se encontraba una joven mujer cuyo rostro es muy familiar, aunque sus famosos hoyuelos no estuvieran en ese momento en evidencia. Tal como lo demuestra este videotape, es obvio que no esperaba ser vista, pero que acudió al lugar para asegurarse de que Benedict fuera puesto en libertad».

Julie vio que Zack se encaminaba con rapidez hacia la limosina y que de repente se detenía y miraba a su derecha donde, en compañía de su marido, se encontraba Emily McDaniels, cuyo rostro era una máscara de dolor. Zack permaneció inmóvil, mirándola, durante un instante. Después se le acercó, caminando con lentitud.

Las lágrimas empezaron a correr por las mejillas de Julie al ver que Zack abrazaba a Emily. Luego la soltó dejándola en manos de su marido, y desapareció dentro de la limosina, que se alejó velozmente mientras Brokaw agregaba:

«Al enterarse de que Benedict había sido puesto en libertad, los periodistas de Amarillo se dirigieron al aeropuerto con la esperanza de obtener una declaración. Pero Benedict se alejó en compañía de Farrell en el jet privado de éste. NBC ha averiguado que el plan de vuelo trazado por el piloto del jet de Farrell tiene como destino la ciudad de Los Ángeles, donde Benedict es propietario de una mansión, aunque en este momento está alquilada por el actor de cine Paul Resterman y su esposa».

Ahogándose con sus lágrimas, Julie miró a Katherine.

—Matt Farrell nunca dudó de su inocencia —dijo—. Por lo menos Zack tuvo un amigo leal.

—No empieces a torturarte —le advirtió Katherine, pero su propia voz estaba ahogada por la emoción, y de todos modos Julie no la escuchaba. Tenía la mirada clavada en la pantalla y estaba pendiente de las palabras del locutor.

«William Wesley, el fiscal de Amarillo, está por hacer una declaración desde los Tribunales de esa ciudad...»

En la pantalla aparecieron los escalones del edificio de Tribunales, donde un individuo de pelo oscuro, de alrededor de treinta años, se dirigía a los periodistas que se arracimaban a su alrededor blandiendo micrófonos y haciéndole preguntas a los gritos.

«Les pido que no hagan preguntas —advirtió mientras se ponía los anteojos—, hasta que haya leído mi declaración. Después de eso responderé a todas las preguntas que me sea posible. —Cuando el furor se aquietó, alzó el papel que tenía en la mano y empezó a leer: —Ayer, desde California, los abogados de Zachary Benedict me pidieron que los recibiera en mi despacho. Durante esa reunión, me proporcionaron una declaración jurada de la señorita Emily McDaniels, en la que atestigua que su padre, George Anderson McDaniels, había admitido ser el asesino de Rachel Evans y de Anthony Austin. La señorita McDaniels, quien hizo su declaración ante el capitán de policía John Jorgen en Orange County, California, también hizo entrega de un arma automática, calibre .45, de propiedad de su padre. Los estudios balísticos preliminares, realizados esta mañana, indican que las balas que dieron muerte al señor Austin fueron disparadas por esa arma. Después de nuestra reunión, los abogados del señor Benedict presentaron aquí, en Amarillo, un pedido de habeas corpus, exigiendo que su cliente fuera puesto en libertad. El pedido fue concedido, sin objeciones por parte de mi oficina, por el juez Wocott y luego enviado a Austin para ser refrendado por el juez de la Cámara de Apelaciones. Esa firma fue otorgada esta mañana, y Zachary Benedict ha sido puesto en libertad. Todavía quedan pendientes algunas formalidades referentes a su huida de la Penitenciaría Estatal de Amarillo, ocurrida hace dos meses, que técnicamente, viola la ley de Texas. Sin embargo, esta fiscalía opina que el señor Benedict ya ha pagado un alto precio a manos de la policía de México por su breve libertad ilegal, así como con los cinco años de prisión por un crimen que, por lo visto, no ha cometido. ¿Alguna pregunta? —dijo, mirando a los reporteros».

Había docenas de ellos, pero el fiscal respondió al que preguntó en voz más alta.

«¿Y qué sucede con respecto al secuestro de Julie Mathison, perpetrado por Benedict? ¿Tendrá que ser juzgado por ello?»

«Eso depende de la señorita Mathison. Si ella presenta cargos contra el señor Benedict en un juzgado criminal o civil, será juzgado. Sin embargo, esta fiscalía no tiene nada que ver con eso».

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