Perfecta

Perfecta


Capítulo 69

Página 76 de 93

Capítulo 69

Paul no podía pasar la noche en la casa de Julie, ni siquiera platónicamente, sin provocar una tormenta de comentarios, además de los que ya habían circulado por la ciudad a raíz de su frustrado romance con Benedict. Así que, ante la insistencia de Ted y Katherine, los fines de semana habían empezado a alojarse en el nuevo departamento de la pareja.

Esa noche, cuando llegó, después de haber dejado a Julie en su casa, la puerta de entrada estaba sin llave y Ted lo esperaba sentado en el living.

—Este asunto entre Julie y Benedict tiene que llegar a una definición —dijo Ted, en cuanto Paul se sentó frente a él—. Por mí, ojalá ese tipo desapareciera de la faz de la tierra, pero Katherine cree que hasta que de alguna manera Julie se reconcilie con él, jamás estará en paz consigo misma. Ni contigo, si eso es lo que esperas. Es lo que esperas, ¿verdad?

Sorprendido e irritado por el entrometimiento de Ted, Paul vaciló. Luego contestó, con tono cortante:

—Estoy enamorado de ella.

—Es lo que me dijo Katherine. También me dijo que su conciencia está destrozando a Julie, aunque si alguien merece sentirse culpable es ese cretino de Benedict. Lo único que hizo Julie fue ofrecer llevarlo en el coche porque creyó que le había cambiado una goma pinchada. El resultado es que en este país hay doscientos millones de personas que han visto ese video de Benedict siendo castigado en México, y culpan de ello a Julie. Las mismas personas que aplaudían su coraje por haberlo entregado, ahora la consideran una bruja que entregó e hizo castigar a un inocente. Por lo menos la gente que vive aquí y la conoce no siente eso, y ya es algo. No será mucho, pero es algo. Los periodistas todavía la acosan, tratando de conseguir que hable, y las preguntas que le hacen son malignas.

Katherine entró desde el dormitorio, de bata de cama y pantuflas, obviamente decidida a participar en la conversación. Se instaló en el brazo del sillón de Ted. Quitando importancia al tema de la opinión pública, que le parecía trivial, fue de manera directa a lo que creía más importante.

—Julie le escribió a la cárcel, y él le devolvió las cartas sin abrir. Desde que salió de la cárcel le ha escrito al estudio de sus abogados, cartas sencillas y amables, esta vez preguntándole cómo quiere que le devuelva el coche que él le mandó. Benedict tampoco le ha contestado esas cartas. Hasta que lo haga, o hasta que ella u otra persona pueda hacerle entender que Julie no mintió ni trató de tenderle una trampa cuando dijo que quería reunirse con él en México, Julie no se permitirá quererte a ti ni a ningún otro. Ni aceptará que ningún hombre la quiera a ella. Entre otras cosas, se está castigando.

Paul la miró sorprendido, frunciendo el entrecejo.

—¿Eso es lo que le impide tener algo conmigo... seguir viviendo? ¿Necesita el perdón de Benedict?

—Estoy convencida de que es así —aseguró Katherine.

—Está bien —dijo Paul, después de permanecer unos instantes pensativo—. Si eso es lo que le hace falta, se lo conseguiré, y no tendrá que esperar otras seis semanas... ni seis días siquiera. —Se puso de pie con el aspecto del hombre que tiene una misión que cumplir—. Se lo conseguiré en cuarenta y ocho horas. Díganle que se presentó un imprevisto y que tuve que interrumpir nuestro fin de semana.

Katherine lo observó dirigirse al cuarto de huéspedes.

—¡Pero Paul! Benedict ni siquiera quiere hablar con ella.

—¡Pero hablará conmigo! —contestó Paul sobre el hombro.

—¿Por qué crees que hablará contigo? —preguntó Ted cuando Paul salió algunos instantes después, con una valija en la mano.

—Por esto —dijo Paul poniendo su chapa de identificación en la mano de Ted mientras sacaba su abrigo del armario.

—Eso te puede hacer entrar en su casa, pero no hará que te crea.

—Ese hijo de puta no tiene que creerme a mí. ¿Dónde está la carta que Julie iba a dejarles cuando se fuera con él?

—La tengo yo —dijo Katherine, saliendo a buscarla—, pero eso tampoco lo convencerá. No puedes probar que no la escribió ayer —agregó al volver del dormitorio con la carta en la mano—. No olvides que ahora Benedict es rico y famoso; se mostrará doblemente suspicaz con todo lo que parezca un intento de reconciliación por parte de Julie.

—Tal vez. Pero en mi oficina de Dallas hay algo que no tendrá más remedio que creer.

—¿Qué?

—Videos —contestó Paul con tono cortante, extendiendo la mano para que Ted le devolviera su chapa de identificación—. Un video de la conferencia de prensa que Julie ofreció cuando trataba de poner al mundo de parte de Benedict.

—Eso tampoco bastará. Supondrá que fue parte del plan para que tú lo atraparas.

—Y además —agregó Paul mientras tomaba su valija—, conservo un video confiscado de lo que realmente sucedió en el aeropuerto de México... un video que muestra la reacción de Julie cuando vio que golpeaban a Benedict. El hombre que sea capaz de ver ese video sin quedar destrozado tiene más estómago que yo. Y por si no lo han adivinado ya —agregó mientras se encaminaba a la puerta—, viajaré en coche hasta Dallas para recoger lo que necesito, y por la mañana volaré a Los Ángeles. Debemos de tener la dirección de California de Benedict en nuestro archivo.

—¿Estás seguro de que no le estropearás la fiesta? —preguntó Ted con una sonrisa irónica.

—¡A la mierda con su fiesta! Hace meses que estropea mi vida y la de Julie, ¡y estoy harto del asunto! Y si esto fracasa —agregó dirigiéndose a Ted—, si se niega a escucharme o a mirar las pruebas que le llevo, te sugiero que le hagas juicio por haber secuestrado a Julie y por el tormento mental que ha estado sufriendo como resultado de todo lo que le hizo. Si Benedict se niega a escucharme, podrá escucharte a ti en el juzgado ¡y pagar sus culpas con un cheque bien gordo!

—Gracias, Paul —dijo Katherine, besándolo después de que él se despidió de Ted con un apretón de manos—. Adiós —dijo con tono emocionado—. Llámanos cuando lo hayas visto.

Lo contempló alejarse por la vereda y cuando cerró la puerta notó que Ted la miraba con una expresión extraña.

—Parecías muy triste cuando le dijiste adiós... como si te estuvieras despidiendo para siempre. ¿Por qué?

—Porque soy una persona malvada que no merece ser amada por un hombre tan maravilloso como tú —contestó ella con una sonrisa culpable.

—¿Traducción? —pidió Ted con una mirada de desconfianza.

—Hay algo que no les dije a ti ni a Paul —admitió ella—. Es posible que Julie crea que lo único que desea es el perdón de Zack, pero lo que realmente quiere es al hombre. Siempre lo quiso. Aun cuando era un fugitivo. Si Paul logra lo que se propone, Julie tendrá más que paz. Tendrá a Zack Benedict.

—El tipo ha vuelto a ser una estrella de cine. Ya lo viste esta noche por televisión: las mujeres no lo dejan en paz. Además debes de haber notado que vive en una mansión fastuosa. No tiene por qué conformarse con la pequeña Julie Mathison.

—Yo leí la carta que le escribió —dijo Katherine con total convicción mientras se estudiaba las uñas— Eso era amor, verdadero amor. Por lo menos es lo que creo. —Levantó la mirada y agregó, con una sonrisa—: Y si en verdad la amaba, más le vale esperar que la “pequeña Julie Mathison” esté dispuesta a conformarse con él, después de todo lo que la ha hecho sufrir. Julie está enojada, Ted. En el fondo de su ser está furiosa, realmente furiosa por la injusticia que se ha cometido con ella. Se culpa por haber perdido su fe en Zack, pero lo culpa a él por todo lo que la hizo sufrir, empezando por haberla secuestrado, y por haberle mentido acerca de la forma en que murió su hermano, y por negarse a leer sus cartas o a recibirla cuando fue a verlo a la cárcel.

—Se ríe constantemente y en la mayoría de los casos esa risa no es fingida —dijo Ted, porque le angustiaba pensar lo contrario.

—Está enojada —insistió Katherine—, y tiene todo el derecho del mundo a estarlo. En realidad me gustaría estar presente cuando le dé su merecido a Benedict. Si él lo acepta y lo supera, nos estará demostrando que es un hombre que vale la pena.

—¿Y si no puede soportarlo o ni siquiera se molesta?

—Entonces Julie se lo habrá sacado de adentro, habrá hecho las paces con él y todavía le quedará Paul.

Ted se puso de pie y apagó la lámpara.

—¿Por quién apuestas: por Richardson o por Benedict?

—Por Julie.

Ir a la siguiente página

Report Page