Perfect

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Capítulo 24

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CAPÍTULO 24

Nuestra capacidad de perdonar es infinita, pero ¿cuántos de nosotros abusamos de ello? Nuestra alma gemela nos lo perdonará todo; nos seguirá amando y nos apoyará incondicionalmente. Si lo dejas escapar una vez, muy mal hecho; pero si lo dejas escapar dos veces, te mereces perderlo.

Disculpándome, me levanté de la mesa y fui a enviarle un mensaje a Noah. Desde el lavabo de señoras, pedí refuerzos:

¡Emergencia! Ya me he tomado dos Cosmopolitan y me sigue pareciendo aburrido a muerte. Vuelvo a la mesa. Por favor, llámame y dime que ha ocurrido algo terrible y que debo ir enseguida. ;)

No sé cómo dejé que Lisa me liara para ir a una cita a ciegas con su primo. Y, para empeorar las cosas, me lo comunicó mientras estaba haciendo la maleta para volver a casa por Acción de Gracias.

Estaba sentada en su cama, bebiéndose una Coca-Cola light y comiéndose su segunda galleta rellena Pop-Tart mientras yo metía la ropa en la maleta sin molestarme en plancharla.

—Lisa, ¿cómo has podido hacer eso? Sé que no te gusta Matt, pero todavía estoy saliendo con él.

Estaba muy nerviosa. Odiaba sentir que algo se me escapaba de las manos, que no lo controlaba. Aceptar una cita en mi nombre me parecía inexcusable.

—Sé que estás cabreada conmigo, pero solo es una cita. Y también sé que sigues con ese capullo y que te conformas con follarte a Noah con la mirada. Solo quería demostrarte que hay otros peces en el mar. Tomátelo como un favor personal. ¿A que soy adorable?

Dejé de guardar cosas y la miré con los ojos entornados, pero era muy difícil enfadarse con Lisa porque sabía que no actuaba de mala fe.

—Solo una cita —dije—, y Matt no tiene por qué enterarse.

—De acuerdo.

—¿Cómo es tu primo?

—No tengo ni idea. No lo he visto nunca.

—¿Perdón?

Lisa se metió el último trozo de galleta decorada con productos químicos en la boca y alzó un dedo, indicándome que necesitaba un segundo.

—Es que nunca lo he visto en persona. Lo único que sé es que acaba de mudarse a Charleston, que tiene veinticinco años y que está forrado. Si resulta que no es tu hombre ideal, al menos cenarás bien.

Yo di saltitos mientras aplaudía y le dije con sarcasmo:

—¡Ole! Una comida gourmet hará que ya no sea tan humillante.

—Listilla. Ese chico tiene que ser la bomba. Es pariente mío, y ya me conoces. Soy increíble; todo el mundo me adora.

Ladeó la cabeza y me mostró todos los dientes en una sonrisa radiante.

Por eso estaba ahora allí, pasando una parte de mis valiosos días libres en uno de los mejores restaurantes de Charleston, el Cypress, con un tipo al que no conocía ni me interesaba conocer.

Esperé un poco más por si Noah me respondía. Esos últimos días habían sido increíbles. Tras vernos la semana anterior, habíamos charlado al menos dos veces al día. Menos mal que alguien inventó la tarifa plana. Esperé un poco más, pero nada.

Volví lentamente hacia la mesa, donde me esperaba mi cita a ciegas, Joshua McPherson. Me temo que lo de ser increíble a Lisa no le venía de familia. El tipo en cuestión era engreído, arrogante y muy aburrido. Aunque traté de ir lo más despacio posible, acabé llegando a la mesa. Mientras me acercaba, oí que Joshua reñía al camarero por algo absurdo e insignificante. A esas alturas ya había decidido que Joshua debía de tenerla muy pequeña para tener que compensarlo haciendo la vida imposible al personal del restaurante.

Me senté, busqué al camarero con la mirada tratando de disculparme por su actuación y le pedí con gestos que me trajera el tercer Cosmopolitan. Lo bueno de esa noche fue que pude beber tranquilamente, aunque me faltaban dos años para la edad legal. Supongo que cuando tienes dinero las leyes no se aplican del mismo modo.

Veinte minutos más tarde estaba aburrida y cabreada. Noah no había respondido a mi mensaje de socorro. Brooke se había marchado de la ciudad a pasar las fiestas fuera, así que sabía que ella no era la causa de su falta de respuesta. Miré a Joshua, que seguía hablando sin parar sobre blablablá, cuando oí que alguien se aclaraba la garganta a mi lado. Levanté la cara y allí estaba, mi caballero de armadura de plástico.

Llevaba un traje gris, camisa azul claro que resaltaba el color de sus ojos y una corbata de raya diplomática gris y plateada. Estaba guapísimo.

—Perdona, nos conocemos, ¿verdad? —Me quedé quieta, asombrada, sin saber qué pretendía—. Soy Noah Stewart —añadió, señalándose.

—Ah, sí, Noah Stewart, de…

—Del cole.

—Claro, del cole. —Me volví hacia Joshua—. Joshua McPherson, él es Noah Stewart, del cole.

Joshua se levantó y le tendió la mano. Noah la agarró y se la sacudió con fuerza.

—Encantado de conocerte, Josh.

—Igualmente, pero mi nombre es Joshua.

—¿Cómo?

—Me llamo Joshua, no Josh. Joshua.

Noah se lo quedó mirando en silencio mientras él volvía a sentarse.

A esas alturas, el puntito de Cosmopolitan ya era casi un puntazo, y me limité a observarlos moviendo la cabeza de un lado a otro. Lo único que sabía era que, ahora que al fin había llegado mi caballero andante, la diversión estaba a punto de empezar.

—Bueno… —Noah me miró confundido, como si hubiera olvidado mi nombre.

Desde Halloween de 1996 me llamaba Piolín, así que desde los seis años no había vuelto a oír mi nombre en sus labios.

—A-man-da —dije.

—Ah, sí, es verdad. Me alegro mucho de verte.

—Yo también me alegro de verte. ¿Qué haces aquí?

—Bueno, había quedado para cenar con unos amigos, pero me acaban de avisar de que les ha surgido un imprevisto y no van a poder venir.

—Vaya, lo siento.

—Sí, yo también. Odio comer solo y, como ya no vivo en la ciudad, ya no me quedan muchos amigos por aquí. Les he perdido la pista, ya sabes lo que pasa. Bueno, me alegro de haberte visto. —Noah se volvió hacia Joshua y le tendió la mano—. Encantado de conocerte, Joshua.

Yo le dirigí a Joshua una mirada lastimera antes de decir:

—Noah, ¿por qué no cenas con nosotros? Estoy segura de que a Joshua no le importará. —Me volví hacia él—. ¿A que no?

Asombrado, el primo de Lisa balbuceó:

—Ah, no, claro que no. Por favor, siéntate con nosotros. —Chasqueó los dedos ante un camarero que pasaba por allí—. Traiga otra silla. El caballero cenará con nosotros.

—Gracias, os lo agradezco mucho, de verdad —replicó Noah con entusiasmo.

El camarero volvió con una silla extra. Noah se sentó entre Joshua y yo y se hizo un silencio algo tenso. No tenía ni idea de qué pretendía Noah con esa pantomima, pero algo pretendía porque sus ojos tenían un brillo travieso. Yo estaba achispada y encantada de seguirle el juego, fuera el que fuese.

Noah nos miraba a uno y a otro con una sonrisa radiante. Finalmente, me preguntó:

—Y ¿de qué os conocéis?

Mirando a Joshua, respondí:

—De hecho, estamos en plena cita a ciegas.

—Mierda, ¿en una cita? Vosotros en plena cita romántica y yo metiéndome en medio. ¡Qué idiota! Lo siento, ya me voy…

Lo agarré del brazo para impedir que acabara de levantarse.

—¡NO! Quiero decir, por favor, quédate. Queremos que te quedes, ¿verdad, Joshua?

—Claro, quédate, por favor.

—Bueno, si insistís…

Volvió a acomodarse en la silla, cogió un palito de pan del cesto y le dio un buen bocado. De nuevo el silencio incómodo se instaló entre nosotros.

Yo di un trago al Cosmo y puse la fiesta en marcha.

—Dinos, Noah, ¿dónde vives ahora?

—En Saskatchewan.

Tuve que hacer un esfuerzo enorme para no echarme a reír, pero lo que no pude evitar fue atragantarme.

—¿Saskatchewan? —repetí cuando recuperé la voz con una gran sonrisa, que él me devolvió.

—Sí. Sas… kat… che… waaan.

Miré a Joshua, que aún parecía no entender cómo nuestra cita había acabado siendo secuestrada por aquel desconocido.

—Saskatchewan. —Repetí.

Creo que las sonrisas que nos cruzábamos hicieron sospechar a Joshua, que preguntó:

—Y ¿a qué te dedicas en Saskatchewan, Noah?

—A carteras. —Nuestro camarero se acercó a llenarnos los vasos de agua, momento que aproveché para pedirle otro Cosmopolitan.

La mención de «carteras» hizo que Joshua se animara inmediatamente.

—¡Oh, fantástico! —exclamó, aparentemente muy interesado—. Yo trabajo en un banco de inversiones, el Smith, Barney & Kline. ¿A qué tipo de carteras de valores te dedicas?, ¿valores agresivos, defensivos, comercio electrónico…?

El camarero regresó con mi cóctel y esperó a que yo vaciara hasta la última gota del anterior antes de retirarlo y marcharse.

—De polipiel —respondió Noah.

—¿Perdón?

—Polipiel.

—Lo siento, no te comprendo. —La cara de Joshua era todo un poema.

A esas alturas, el esfuerzo que tenía que hacer para aguantarme la risa era tan grande que se me empezaron a saltar las lágrimas y temí que el cóctel siguiera sus pasos.

—Hago carteras de polipiel, ya sabes: plástico de imitación piel. Antes me dedicaba al vinilo, pero ahora la tendencia es hacer productos más sofisticados.

—¡No me jodas, tío! —exclamé—. Noah hace carteras de polipiel en Saskatchewan. ¡Joder! ¿No es fantástico, Joshua?

Noah se echó hacia atrás en la silla con una sonrisa de oreja a oreja.

En ese momento llegó la cena y él nos deleitó hablándonos de Saskatchewan y de polipiel. No tenía ni idea de si lo que contaba era real o nos estaba colando una mentira, pero sonaba convincente.

Más tarde, los tres salimos juntos del restaurante. A esas alturas, me sentía muy feliz. Me agarré del brazo de Noah mientras Joshua le daba el ticket del coche al mozo. Noah se volvió hacia Joshua y le tendió la mano.

—Gracias por la cena. Deberías haberme dejado pagar la mitad.

—No te preocupes, ha sido un placer.

—Para que conste en acta, no soy de esos tipos que se abren de piernas solo porque lo invitan a cenar, ¿de acuerdo? —Joshua lo miró, confundido, y yo estuve a punto de ahogarme de la risa una vez más—. Ni caso, te estaba tomando el pelo, tío.

Joshua se echó a reír sin ganas.

Noah se volvió hacia mí:

—¿Aún vives en Sycamore Drive?

—Sí, eso parece. —Respondí orgullosa.

—Joshua, ¿dónde vives?

—En la calle Beechwood, en Isle of Palms.

—Eso está en el extremo opuesto a Sycamore. Tardarías más de una hora en volver a casa. Yo voy en su dirección. No te preocupes, ya la acompañaré yo.

Balbuceando, Joshua protestó:

—Oh, ningún problema. Pensaba llevarla a dar un paseo en coche de caballos por The Battery antes de retirarnos.

—Oh, no hace falta, Joshie —repliqué—. Ya he tenido bastantes rebuznos por una noche.

Me eché a reír, apoyándome en Noah, y noté cómo su torso se convulsionaba mientras trataba de contener la risa.

—No, no, déjame que me encargue yo. Es lo mínimo que puedo hacer después de que me hayas invitado. Insisto; no aceptaré un «No» por respuesta —dijo Noah.

Joshua me miró.

—¿Te parece bien?

—De puuuta madre, pastelito. —Respondí alargando las palabras.

—Bueno, pues si te parece bien, de acuerdo. —Joshua se me quedó mirando mientras el mozo llegaba con su BMW.

—Ya está aquí tu coche, Josh. —Le hizo notar Noah.

—Ha sido un placer conocerte, Amanda. Te llamaré.

—Okis.

Joshua se inclinó hacia mí y me dio un beso rápido en la mejilla. Tras un último momento de silencio incómodo, se metió en el coche y se marchó.

Cuando el BMW desapareció de la vista, Noah me rodeó la cintura con el brazo y me atrajo bruscamente hacia su pecho. Yo apoyé las manos en sus bíceps musculosos. Nuestros cuerpos encajaban a la perfección. Nuestros labios estaban muy cerca y no podía apartar la mirada de los suyos. Si hubiera sacado un poco la lengua, podría haberle rozado el labio inferior.

Una voz baja y sensual interrumpió mi fantasía al decir:

—¿Piolín?

—¿Mmmm?

Él se quedó observando mis labios unos instantes. Entre los Cosmopolitan y el roce de su cuerpo, sentía cosquilleos por todas partes.

—¿Crees que Joshua nos llamará para tener una segunda cita con él? —Sus labios se extendieron formando una sonrisa muy sensual.

Me eché a reír.

—Lo dudo. Creo que le ha molestado que no quisieras abrirte de piernas para él. —Le sonreí.

—¡Cabrón! ¡Todos los hombres son iguales: unos cerdos! —exclamó, y me dio una palmada en el culo, lo que me hizo dar un brinco y un gritito.

El mozo se acercó entonces con el coche. Noah me dio la mano, me acompañó a mi asiento y me ayudó a sentarme. Rodeó el vehículo por delante y se sentó en el asiento del conductor. ¡Madre del amor hermoso! Su culo tenía un aspecto impresionante desde esa perspectiva. Antes de que arrancara, le apoyé la mano en el muslo y se lo apreté ligeramente.

—Gracias por todo. Ha sido la mejor cita a ciegas de la historia de las citas a ciegas. —Le sonreí con timidez.

Él me cogió la mano, se la llevó a los labios y me plantó un delicado beso en la palma, sin romper en ningún momento el contacto visual. Me estremecí. Tuve que apretar los muslos porque los cosquilleos se estaban convirtiendo en vibraciones.

Devolvió mi mano a su posición inicial, sobre su muslo, y sonrió.

—Noah, el fabricante de carteras de polipiel de Saskatchewan, sabe cómo hacer que su chica favorita se lo pase bien. —Me guiñó el ojo.

Sentí ganas de saltar sobre el asiento, sentarme sobre él y succionarle el labio inferior entre otras partes del cuerpo, pero, por supuesto, no lo hice. Éramos amigos y no quería poner en riesgo nuestra amistad. Además, él seguía con Brooke, y yo con… como se llamara. Las cosas eran como se suponía que tenían que ser. Noah y yo salíamos con otras personas y seguíamos siendo los mejores amigos. Pero eso no evitaba que quisiera succionarle el labio inferior.

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