Pandora

Pandora


CAPÍTULO 7

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CAPÍTULO 7

AMAR era doloroso, pero ser traicionada por aquellos a los que amaba, abría un enorme pozo negro en su alma. Pandora deseaba gritar, llorar, patalear, morder, cualquier cosa que pudiese hacer daño a esos dos hijos de puta en los que había depositado su confianza sólo para verla truncada, ¿cuándo iba a aprender? Will había sido el primero en romper su confianza, había jugado con ella, dirigiéndola en las sombras hacia un destino que nunca debió haber aceptado. En los últimos seis meses se había convertido en una mujer promiscua, saltando de una cama a otra mientras su alma se iba desmenuzando interiormente con el eco de la traición, una que ahora Dior hacía mucho más extensa.

De verdad, ¿cuándo iba a aprender que no merecía la pena confiar en los hombres? Había sido un hombre el que había empezado esta locura hacía miles de años y ahora, como una verdadera estúpida, se servía a sí misma en bandeja de plata a otros dos hombres, aquellos por los que había empezado a sentir algo más profundo que la amistad.

¿Era posible enamorarse de dos hombres al mismo tiempo? ¿Era amor lo que sentía por Dior o sólo gratitud? ¿Y Will? ¿Por qué estaba él allí ahora? ¿Por qué había venido precisamente ahora a buscarla? ¿Por qué no la había impedido marcharse en primer lugar?

El Perdón.

Ella era el último de los dones, aquel que los liberaría a los tres, eso había dicho Dior, pero Pandora no estaba segura de que el numerito que tenían previsto fuese a funcionar.

Tironeó una vez más de las correas que sujetaban sus brazos en una floja uve por encima de su cabeza, su movilidad era reducida limitándose a poder doblar los brazos o estirarlos hasta que las correas le impedían ir más allá. Sus pies estaban atados por las mismas restricciones, una suave correa de cuero rodeaba sus tobillos, separándole las piernas e impidiéndole juntarlas. El tintineo metálico sugería que había una cadena al otro lado de sus restricciones.

La fría sábana se había ido calentando bajo su espalda desnuda, con los ojos vendados, el resto de sus sentidos se habían agudizando, su piel se había cubierto de un rubor surgido de la furia más intensa, la garganta se le había quedado seca de tanto gritar y maldecir. Durante casi media hora se había dedicado a lanzar toda clase de imaginativas amenazas que iban desde la castración hasta el meterles un palo de escoba por el culo. Pero sus gritos nunca fueron respondidos, podía oír sus pasos, sentir su presencia incluso después de que Dior la hubiese desnudado y con ayuda de su maldito secuaz, encadenado a la cama.

—Si todavía existiese un buitre que devorara hígados, ¡les daría el vuestro! —gritó de nuevo, sus palabras rasposas, tenía la garganta en carne viva—. ¡Soltadme, malditos hijos de puta!

Nuevamente le respondió el silencio y el tintineo de las cadenas cuando tiró de sus restricciones. Entonces captó un pequeño ruido, pasos a su derecha y algo tibio y húmedo acarició sus labios.

—Abre la boca.

Fue apenas un susurro, una balsa en la absoluta oscuridad en la que la habían sumergido. El timbre, la forma en que pronunciaba las vocales y ese punto de dulzura la hicieron reconocer a Dior.

La única respuesta de Pandora fue cerrar con fuerza los labios.

Un suspiro masculino, el cálido aliento sobre su oído.

—Debes tener la garganta en carne viva y no es la intención de ninguno lastimarte o que te lastimes a ti misma —le aseguró, un dedo se deslizó sobre los labios de Pandora extendiendo el pegajoso líquido, su aroma impactó en sus sentidos. Era miel—. Te calmará el ardor, abre la boca.

Ella apretó incluso más los dientes. Tozuda, pensó Dior mientras alzaba la mirada al otro lado de la cama dónde Will los observaba tranquilo, al menos en su exterior.

—Si no abres la boca, dejaré que Will utilice la miel en otro lugar de tu cuerpo y la lama hasta que no quede ni rastro —continuó Dior con voz suave, profunda, una caricia erótica—, y entonces, nena, mientras gimes, dejaré resbalar la miel en tu garganta, ¿qué me dices?

Pandora se tensó tirando nuevamente de las restricciones, intentando incorporarse todo lo que le permitían las cadenas para escupir en su dirección:

—¡Jo-de-te!

Antes de que pudiese terminar la última sílaba, Dior introdujo su dedo manchado de miel en la boca femenina, acariciándole la lengua y retirándolo justo a tiempo de evitar que los dientes se cerraran con fuerza sobre él.

—Tsh, tsh, has intentado morderme, tesoro, eso no ha estado nada bien —le aseguró lamiéndose él mismo el dedo.

Pandora apretó los dientes mientras le decía.

—Tienes suerte de que sólo haya intentado darte un mordisco cariñoso, lo que realmente me apetece es arrancarte la polla de cuajo —escupió ella realmente furiosa—. ¡Suéltame ahora mismo, Dior o juro por dios que haré que Kailen y Shaw os metan una temporadita en la cárcel!

Pandora se tensó cuando una mano masculina acarició la piel de su hombro desde el lado contrario a dónde estaba Dior, la respuesta automática de su cuerpo a la familiar caricia la hizo estremecer.

—Abre la boca para mí —le susurró Will resbalando los dedos a lo largo de la curva que conectaba el hombro con el cuello, ascendiendo y contorneando su mandíbula para finalmente acariciarle el labio inferior—, deja que Dior vierta la miel por tu garganta y calme el ardor y te quitaré esa venda.

La respuesta de Pandora fue apartarse de su contacto con un estremecimiento, todo su cuerpo reaccionaba a sus caricias, a su voz la cual se hacía más intensa en la oscuridad a la que la sometía la venda sobre sus ojos.

—Jódete tú también —siseó Pandora en respuesta.

Pandora escuchó a Dior soltar otro bajo suspiro y a continuación un nuevo líquido cálido se dibujó por sus pechos, coronando sus pezones.

—¿Qué estás haciendo? ¿Dior? —clamó ella tironeando de las cadenas.

Pandora sintió como la cama cedía por su derecha y el cálido aliento de Dior le acarició el oído.

—Eres demasiado testaruda para tu propio bien, tesoro —le aseguró el hombre—. Sé que estás asustada, enfadada y que desearías arrancarnos los ojos...

Pandora tironeó de las cadenas.

—Eso es quedarse corto.

—...pero necesito que hagas una última cosa por mí —concluyó en apenas un susurro, sólo para oídos de ella—. Necesito que me entregues tu don, que lo hagas salir de su escondite y permitas que te bañe por entera... Voy a hacerte gritar y suplicar hasta que lo hagas, tesoro y Will te follará igualmente. No más juegos, Pandora, no más dudas, ha llegado el momento de que escojas y termines con la esclavitud a la que La Caja nos ha sometido a todos, empezando contigo misma.

Pandora se encogió cuando él le besó el pabellón de la oreja.

—¿Estás lista, tesoro? —respondió ahora en voz alta, para que su compañero lo escuchase—. Entrégate y todo irá bien.

Pandora apretó los puños en sus restricciones e intentó tirar de sus piernas.

—Ponedme un solo dedo encima y lo último que sabréis es que no podréis volver a follar en toda vuestra jodida vida —siseó ella con fiereza—. No quiero esto, no lo he pedido, no os quiero a ninguno de los dos, ¿me oís? ¡Os odio! ¡Os odio con todo el...! ¡Oh, joder!

Las palabras de Pandora se vieron interrumpidas cuando una húmeda y caliente boca descendió sobre uno de sus pezones, aquella desconocida lengua le acariciaba el pecho, extendiendo la pegajosa miel, retirándola con lametones, chupando fuerte su pezón para soltarlo con un ¡plop! y empezar otra vez.

—No... maldita sea... basta —gimoteaba ella sin demasiado éxito, su cuerpo contorsionándose sobre las sábanas.

Pero ninguno se detuvo, lo siguiente que supo es que alguien introducía la lengua en su boca, inundándola con un sabor dulce y azucarado, obligándola a tragar la miel que poco a poco fue suavizando su garganta. Las lenguas se enlazaron, Pandora era incapaz de negarse a su beso, a la manera en que aquella lengua sedosa se introducía entre sus labios y luego se los lamía, llevándose con ello las huellas pegajosas que dejaba la miel.

—¿Vas a dejarme que te la de, o tendré que hacértela tragar de esta manera? —el susurro de Will la hizo apretar nuevamente las manos, su cuerpo se estremeció ante su voz y bajo los cuidados del que ahora sabía era Dior, estaba prodigando a su pecho.

Ella gimoteó intentando apartar el rostro, girándolo sobre la almohada.

—Por favor, no me hagáis esto —susurró, las lágrimas agolpándose en sus ojos pero sin atreverse a ser derramadas—. No es justo...

Pandora sintió la cálida mano de Will acunándole el rostro, girándoselo para poder besarla una vez más, con suavidad y ese punto de ternura que la encendía, sus dedos acariciaron su cuello, la piel de sus hombros, le besó los labios, los pómulos, los ojos vendados, hasta que vio que una solitaria lágrima bajaba tras la venda y se deslizaba por su mejilla.

—Shh, todo va bien, Dadora de Bienes.

Ella sacudió la cabeza intentando alejarse de su contacto.

—No me llames así —susurró, su voz salió casi como un lloriqueo.

Will se apartó entonces de ella y negando con la cabeza para sí mismo, miró a Dior, quien intercambió una breve mirada con él y se incorporó, sentándose a un lado de la cama para empezar a desatar una de las ataduras de su muñeca. Él se hizo cargo entonces de la venda, retirándosela con cuidado sólo para encontrarse con la mirada de Pandora empañada por las lágrimas. Inclinándose sobre su cuerpo desnudo desató su otro brazo y la ayudó a incorporarse sólo para que Pandora se abrazase a él ocultando las lágrimas en su pecho.

Sus pies quedaron libres también de las ataduras y poco después volvió a sentir como una fuerte mano le acariciaba la espalda desnuda, una caricia calmante.

—Pandora —le habló Will, pero ella se apretó más contra él. Ni siquiera podía entenderse a sí misma. Debería estar pegándole, mordiéndole y arañándole como una gata furiosa por lo que había hecho pero estaba demasiado agradecida por poder abrazarle y sentir nuevamente su calor. ¿Qué pasaba con ella? ¿Por qué era incapaz de alejarse de estos dos hombres? Ellos eran destructores para su salud y allí estaba, aferrándose a Will como si no deseara soltarse nunca.

—¿Pan?

La voz de Dior la hizo apretar los ojos con fuerza, seguía sintiendo su mano acariciándole la espalda mientras Will la acunaba sobre la cama. Tomando una profunda respiración, se obligó a dejar el refugio que suponía el cálido cuerpo masculino que la acunaba para volverse lentamente y girar la mirada. La preocupación y el dolor en los ojos de Dior eran tan palpables que deseó poder huir, las lágrimas empezaron a deslizarse ahora por sus mejillas mientras levantaba una temblorosa mano y la posaba sobre el pecho masculino desnudo. Ambos hombres estaban desnudos a excepción de los pantalones. Su contacto le produjo la misma calidez y despertar sexual que le producía el contacto con Will.

Maldita conexión, pensó para sí.

—¿Por qué estáis haciendo esto? —susurró ella, su voz rota, todavía sentía la garganta rasposa, pero gracias a la miel, las molestias eran menores.

Dior la miró a los ojos, posó su mano sobre la de ella, aferrándole los dedos.

—Porque soy la única persona que puede entregarte a Elpida —respondió él fijando la mirada en la suya—. Renunciando a ti, como ya lo hice una vez.

Pandora negó con la cabeza, sin entender.

—Fuiste mía hace mucho tiempo, mi prometida —continuó Dior con suavidad—, mi esposa... pero nunca mi mujer. Elpida te protegió cuando yo no puede hacerlo, si entonces hubiese hecho algo quizás... sólo quizás... las cosas hubieran podido ser distintas.

Pandora parpadeó varias veces, sus ojos, su boca, su voz, todo ello estaba arrastrándola en el tiempo, como una vieja película que has visto hace mucho, cuyas escenas recuerdas pero no con nitidez.

—No quiero herirte, cariño —continuó Dior—, ninguno de los dos queremos hacerlo. Pero es hora de poner punto y final a esta carrera sin sentido que ha durado ya demasiado tiempo. Tú eres el último de los dones, Pandora, eres la única que puede liberar a Elpida... a mí y a ti misma.

Ella abrió la boca para decir algo, pero la mano de Will resbalando sobre su costado la hizo volverse hacia él.

—Tu elección debe ser libre —le informó con suavidad—, tu entrega, debe ser hecha de corazón, tu don debe nacer desde tu interior... pero la elección siempre ha de ser tuya.

Pandora jadeó suavemente, su mirada iba de uno a otro hombre, encontrando en sus rostros el reflejo de sus deseos. Gimió, tembló con indecisión y volvió a temblar inflamada por el deseo y el conocimiento íntimo cuando las caricias de ambos se deslizaron por su piel.

—Señor, ¿por qué tenéis que ponérmelo siempre tan jodidamente difícil? —masculló antes de volver el rostro hacia Dior y luego hacia Will—. ¿Y tiene que ser precisamente con vosotros dos? Maldita suerte la mía.

Dior sonrió al escuchar sus palabras y el tono en ellas, Will sonrió a su vez y la empujó suavemente hacia el otro hombre.

—Podría irte peor —le aseguró Dior limpiándole suavemente las lágrimas de los ojos—. ¿Te comerás ahora la maldita miel?

Ella hizo un puchero.

—Sólo para que conste en acta, chicos —respondió mirando de uno a otro—. No me gusta la miel.

Dior le acarició el rostro y se inclinó hacia ella, echando previamente una rápida mirada a Will.

—A mí, en cambio, me encanta... especialmente si puedo lamerla de entre tus piernas.

Pandora tragó con dificultad, sus mejillas adquirieron un agudo sonrojo. Su mirada no hacía más que ir de Dior a Will y viceversa, los nervios empezaron a hacer estragos en su cuerpo el cual se encendía poco a poco con las imperceptibles caricias de las manos que Will resbalaba por su piel.

—Esto va a ser... um... complicado —murmuró con un bajo suspiro—. No va a ser lo mismo que con ellos, ¿verdad?

Will negó suavemente, se inclinó sobre ella y le susurró al oído.

—Estoy aquí, estaré a tu lado en cada momento —le aseguró con suavidad—, me tienes y lo tendrás también a él si así lo deseas... por esta vez.

Pandora se estremeció, entonces tomó un profundo suspiro y se inclinó hacia Dior lamiéndose los labios.

—Realmente, la miel me da arcadas, así que, ¿te importaría... um... hacer lo mismo que antes?

Él sonrió, se inclinó sobre la mesilla en la que descansaba un bote de miel boca abajo y quitándole la tapa echó la cabeza atrás y vertió un generoso chorro en su boca. Pandora jamás se imagino que un gesto tan inofensivo como aquel podía ser tan erótico, pero con cada movimiento el magnífico torso masculino se movía, marcando sus músculos.

Lamiéndose los labios Pandora le echó un último vistazo a Will como si temiese que fuese a desaparecer y salió al encuentro de Dior, quien la besó, introduciéndole la lengua en la boca, obligándola suavemente a tomar la suave y dulce miel en su garganta. Pandora se encontró deslizando los brazos alrededor de su cuello, pegando sus senos al pecho masculino, notando entonces la pegajosa sustancia que había quedado todavía sobre sus pechos sólo para retirarse y bajar la mirada.

—Puaj... esto es un poco pringoso —musitó volviendo a mirar a Dior quien se estaba lamiendo los labios.

—Eso tiene solución —aseguró haciéndole un guiño para luego empujarla de nuevo sobre la cama, donde cada uno de los dos hombres tomó posesión de uno de sus senos, lamiendo y succionando, quitando todo el rastro de miel mientras la volvían loca.

Pandora empezó a gemir desesperada, la combinación de sensaciones que eran sus dos bocas sobre sus pezones, unido a las caricias que sus manos deslizaban sobre su piel la enardecían, aumentando su deseo y liberando poco a poco la aprensión que había sentido al encontrarse con sus dos amantes, los dos hombres a los que quería profundamente.

Dior había sido su marido, el hermano del hombre que le había dado refugio en su casa, aquel al que había traicionado al vulnerar su amabilidad y su hogar abriendo aquella maldita caja. Si bien no poseía recuerdos claros de su vida pasada, su alma sí recordaba y era la que la había acercado a Dior, al igual que la había acercado a Will.

Elpida, su amor... no... Esto era el aquí y el ahora, el pasado ya no importaba, ella era Pandora Hope, una mujer del siglo veintiuno, una mujer enamorada no de una leyenda, si no de un hombre de carne y hueso.

Gimiendo estiró las manos hasta enredar los dedos en el cabello masculino de ambos, cada textura era diferente, cada uno de ellos era diferente pero los dos eran importantes para ella, importantes en su vida. Soy la única que puede liberarles, soy la única que puede hacer algo para compensarles, pensó con desesperación.

“Entrégales tu alma, Dadora de Bienes, déjalos que se bañen con mi luz, permíteme sanarte y por medio de ti sanarlos a ellos”.

Pandora jadeó al escuchar aquella inesperada voz en algún lugar de su mente.

“¿Elpida?”

Pandora hizo un esfuerzo por bajar la mirada sobre su cuerpo justo a tiempo de ver como Will tironeaba de su pezón y su mano bronceada se deslizaba a través de los sedosos rizos de entre sus piernas encontrando su húmedo e hinchado sexo. Al primer contacto de sus dedos, un relámpago de placer la recorrió haciendo que se le curvaran los dedos de los pies.

Él está ahora junto a ti, todos tus custodios están ya junto a ti, Dadora de Bienes, permíteme reunirme con ellos, permíteme acariciar también su alma y la tuya.

“¿Quién eres?”

“Synchoresi”

El perdón. Era su don el que emergía de su interior, el que la rodeaba y la calentaba deseoso de cumplir con su papel.

A través de ti, serán libres, mi Dadora de Bienes y también lo será tu alma. No tengas miedo, entrégate y libéralos.

Pandora gimió cuando un dedo invasor la penetró, estaba mojada y caliente, necesitada. Tenía todo el cuerpo en tensión, la piel le dolía por las caricias, sus labios se sentían vacíos y solos. Sus ojos se abrieron lentamente, su mirada bajó sobre su cuerpo para ver a Will amamantándose de su pecho mientras una mano oscura se cernía entre sus muslos, poseyendo su húmedo y palpitante sexo.

—¿Dior? —gimió buscando a su otro amante.

El sonido de una cremallera seguida por el de la tela llamó la atención de Pandora, Dior se había bajado de la cama y se estaba deshaciendo de sus pantalones. En el momento en que bajó la cremallera su sexo saltó libre de restricciones, su orgullosa polla se erguía dura y tiesa, invitante. Pandora se lamió los labios inconscientemente, la deseaba, su lengua se espesó en su boca ante la sola idea de acariciar aquel miembro masculino e introducirlo en su húmeda cavidad.

Un pequeño gemido escapó de su garganta atrayendo la atención del hombre, quien arqueó una ceja en respuesta al ver su mirada puesta sobre su sexo.

—Me parece que alguien está hambrienta, Will —murmuró Dior, hablando para su compañero, pese a que sus ojos estaban puestos en Pandora.

Will abandonó el pezón, se lamió los labios e introdujo profundamente el dedo que se sumergía en el sexo de Pandora.

—No es la única —aseguró repitiendo el juego suavemente, observando a Pandora retorcerse.

—Sois... sois... oh, joder...

Dior se rió entre dientes y se acercó a la cama en el mismo momento en el que Will se retiraba del interior de Pandora y bajaba también de la cama.

Pandora gimió ante el abandono, su mirada iba de un hombre a otro, para finalmente tener que centrarse en Dior cuando este paseó su gruesa erección por delante de su rostro.

—De rodillas, nena —le susurró con voz baja y sensual, todo un juego erótico.

Pandora se mordió el labio inferior mientras se incorporaba hasta quedar sentada, su mirada iba del sexo expuesto de Dior a Will, quien le dedicó un guiño y empezó a bajarse la cremallera de su propio pantalón dejando a la vista una nueva erección que hizo que Pandora se quedara sin respiración. Señor, ¿por qué tenían que estar esos dos hombres tan bien dotados?

—Tsh, tsh, tsh —oyó a Dior chasquear la lengua—. Te distraes fácilmente, tesoro.

Pandora volvió a mirarlo y suspiró.

—Tú también te distraerías con semejantes dos pastelillos.

Dior abrió la boca para decir algo, pero fue incapaz de encontrar respuesta.

Will por su parte, se echó a reír a carcajadas.

—Ay, Pandora, sólo tú podrías utilizar una palabra así.

Pandora se sonrojó y se mordió el labio inferior, entonces sacudió la cabeza y gateó sobre la cama hacia Dior, lamiéndose los labios con anticipación. Su mirada fue entonces hacia Will, quien encontró un tinte de vacilación en sus ojos verdes.

—Hazlo, cariño, puedo notar que lo deseas —aseguró poniendo en palabras lo que ya había insinuado Dior anteriormente.

Will podía sentir a través de su vínculo con Pandora el placer que ella sentía con sus custodios. ¡Vaya mierda de infierno!

Lamiéndose una vez más los labios se inclinó hacia delante y acarició los testículos del hombre con una ligera caricia de sus dedos, siguiendo luego con la dura y palpitante erección. Su tacto era sedoso, cálido y asombrosamente duro.

Pandora se lamió los labios, cruzó una rápida mirada con Dior, y mientras él la observaba lamió tentativamente la punta de su erección logrando que el custodio se estremeciera de placer.

—¡Joder! —murmuró Will desde el otro lado de la cama.

Pandora sonrió y lamió nuevamente la cabeza de la polla antes de introducirla suavemente en su húmeda boca, haciendo rodar la lengua por la punta, probando el sabor de la gota de semen que había aparecido en la punta. Sus dedos seguían jugando con el saco, acariciando la base de la erección mientras se la introducía un poco más y volvía a retirarse.

—Dioses —gimió Dior inclinándose hacia delante para recoger el pelo suelto de Pandora y sujetarlo en su nuca, de modo que pudiera verla follándolo—. Eres caliente, gatita, jodidamente caliente.

Pandora lo chupó suavemente, jugando con su lengua, mordisqueándole muy suavemente la piel hasta que alguien tomó sus caderas y tiró de ella hacia atrás, apenas pudo dejar escapar la erección de su boca cuando sintió una lengua caliente e invasora penetrándola desde atrás.

Unas fuertes manos le separaban los muslos y la mantenían abierta para el hombre que se daba un festín entre sus muslos.

—Will —gimió apretando inadvertidamente la erección que todavía tenía entre sus manos.

Dior siseó.

—Cuidado, cariño.

Pandora aflojó su agarre y alzó la mirada hacia él con una pequeña sonrisita.

—Lo siento, Di —musitó antes de volver a bajar la boca y concentrarse de nuevo en su trabajo, algo no muy sencillo dado que toda su concentración se iba a la mierda con aquella boca saqueando su sexo.

Dior apretó el pelo de Pandora con una sola mano y empezó a acariciarle el rostro con la otra, guiándola y deteniéndola cuando creía oportuno, enfadándola por no dejarle tenerlo como ella deseaba.

—No... déjame... —protestó cuando él le sujetó la barbilla y apartó su húmeda y dura polla del alcance de su boca—. O me sueltas, o te juro que cuando vuelva a chupártela, te morderé.

Dior se echó a reír pero le soltó la barbilla, le acarició la mejilla con los nudillos y permitió que ella volviese a metérsela en la boca como si saboreara un dulce caramelo.

—Si sigues así, me correré en tu boca, tesoro —le advirtió aferrando con fuerza su pelo, luchando por no introducirse él mismo en aquella suave y húmeda cavidad.

Pandora no le permitió retirarse, cuando Dior la sintió hundir las uñas en sus testículos se obligó a dejarla tenerle y a la mierda todo lo demás. Satisfecha ella aflojó su agarre y empezó a chuparlo con más fuerza, sus gemidos lo endurecían incluso más. Su mirada fue más allá de la cabeza femenina, bajando por su espalda hasta sus nalgas, dónde su compañero se estaba dando un verdadero festín en el sexo femenino. El ver a Will entre las piernas de Pandora, el oír los sonidos de succión, ver su lengua y barbilla húmeda por los jugos femeninos lo puso incluso más caliente. Deseaba hundirse profundamente allí, sentirse apretado por la suavidad de Pandora, cabalgarla hasta que se corriera y después tomarla desde atrás, suavemente. Sabía que había practicado el sexo anal con la pareja de policías, así que prometía ser un infierno de noche, una que estaba dispuesto a disfrutar al máximo.

Ella se tensó, todo su cuerpo empezó a estremecerse mientras gritaba contra la erección masculina hundida profundamente en su boca cuando un fuerte orgasmo la sacudía y se hacía cada vez más y más intenso con las embestidas de la lengua de Will, quien no se había detenido después de llevarla al orgasmo, alargando su placer.

Pandora sintió como Will se apartaba y a Dior retirándose entonces de su boca, su polla dura e hinchada, brillante por sus atenciones se alzaba orgullosa y pulsante, antes de que pudiese protestar, él bajó la boca sobre la de ella y la besó con la misma ternura con la que siempre la trataba. Bebió de ella lentamente, con calma, enlazando su lengua con la de ella, buscándola y acercándola incluso más a él, para finalmente tumbarla sobre la cama. Sus labios se deslizaron entonces por su garganta, mordisqueándole la piel, acariciándola con ternura, calmando su excitado cuerpo, el cual incluso después del explosivo orgasmo seguía pulsando.

Otros labios tomaron el relevo en su boca, aquella nueva lengua se hundió en su boca, acariciándola, excitándola con la pericia de aquel que sabe que acordes tocar. Will se separó un instante de ella, sus ojos se encontraron, todo lo que no podían decirse con palabras estaba allí escrito.

—Deja que te tome —le oyó susurrarle—. Quiero sentir como te estremeces cuando te penetre, quiero sentir tu pasión y mirarte a los ojos mientras te llena, por mi culpa... él ha estado sin ti... tuvo que renunciar a ti... Dios, Pandora, me enloquecía la idea de haberte perdido, de no tenerte junto a mí nunca más... y Dior ha sacrificado eso... Perdóname, amor mío... pero no puedo dejarte escapar.

Las lágrimas acudieron a los ojos de Pandora, un profundo dolor se elevó de su alma, ella tampoco quería perderle, a pesar de que acababan de conocerse, sus almas habían vivido intentando reunirse desde el principio de los tiempos.

Pandora miró entonces a Dior, quien había dejado los besos y la miraba con una tranquila paz y cierto toque de anhelo en sus ojos.

—Está bien, Pandora, es como debe ser —aseguró inclinándose de nuevo hacia ella para besarla en los labios—. Es así como debía suceder.

Ella se lamió los labios tras su beso, una solitaria lágrima se escurrió por su mejilla, se volvió hacia Will y buscó su boca, necesitando también de su consuelo.

—Lo siento —susurró ella—, yo no pretendía que ocurriese esto... nunca quise haceros daño a ninguno... lo siento...

“Entrégate a ellos, Dadora de Bienes, permíteme entregarles tu don”.

Ella cerró los ojos y al abrirlos de nuevo miró a Dior, sin decir una sola palabra se incorporó abrazándose a él, subiéndose a su regazo, su boca encontrando la suya en un hambriento y desesperado beso antes de romperlo y susurrarle.

—Pandora —gimió él en su boca.

Pandora abandonó su boca y le susurró al oído.

—Tómame, hazlo como debiste haberlo hecho hace tanto tiempo y perdóname, por amar a Elpida —le susurró apoyando las manos sobre sus hombros para alzarse sobre la pulsante erección.

Dior se lamió los labios, volvió la mirada a Will y tras tomar una profunda bocanada de aire, respondió.

—Debía haber sido mía...

Will asintió.

—Lo sé —aceptó él con firme solemnidad—. Disfruta de lo que te ofrece, acéptalo y perdónanos por el daño que te hicimos.

Dior se volvió hacia Pandora y capturando su boca la penetró, bajándola de golpe sobre su dura erección, empalándose en ella, uniéndose al gemido femenino al sentirse profundamente enterrado en su interior.

Pandora lo abrazó, algo se rompió en su interior, desbordándose, inundando a Dior y a sí misma con una increíble y necesitada paz. Él la empujó entonces de espaldas sobre la cama y empezó a penetrarla con largas y profundas embestidas, sus cuerpos se tocaban, acariciándose, su polla la hacía arder, encendiéndola. Pronto sus caderas se unieron al ritmo masculino, sus jadeos se hicieron más elevados, sus bocas se encontraron una y otra vez, sus lenguas danzando al unísono antes de separarse.

Ella se encontró entonces con la mirada limpia y tranquila de Will, el deseo se reflejaba en sus ojos mientras los miraba, Pandora se sonrojó, pero no sintió vergüenza, su presencia le daba paz, la tranquilizaba y hacía que se sintiese en paz consigo misma. Se aferró a Dior, alzó las piernas y las envolvió en su cintura permitiendo que la penetrara más profundamente, lo acunó contra su cuerpo, susurrándole palabras cariñosas, arropándole mientras el placer se hacía cada vez más y más intenso, amenazando con hacerlos añicos.

Dior se aferró a ella, cada una de sus embestidas la llenaba y lo conducía a él a una paz que había ansiado desesperadamente, sus cuerpos ardían, sus caderas se movían solas penetrando en el suave y húmedo cuerpo femenino, podía sentir el placer de Elpida mientras los miraba, un placer intenso, puro, no había arrepentimiento o dudas en él, sólo paz, sabía que Pandora necesitaba hacer aquello, necesitaba tenerle y eso le calmaba como lo estaba calmando a él mismo.

Su mirada se encontró entonces con la de Will, era extraño verlo mientras follaba a Pandora, sentir su deseo inflamándose a medida que se inflamaba el suyo propio, sin entenderlo, se sintió agradecido por su presencia, porque él estuviese allí para recoger a Pandora cuando ella cayese, que fuera él quien fuese a cuidar de la mujer de la que se había enamorado.

“Cuida de ella, con tu vida, Elpida”.

Will asintió imperceptiblemente como si lo hubiese oído un instante antes de que Dior se lanzara a la persecución definitiva en busca del orgasmo que los liberaría a ambos.

—Gracias, mi pequeña dadora de bienes —le susurró Dior al oído un instante antes de penetrarla una última vez haciendo que el mundo a su alrededor se hiciera pedazos, arrastrando a Pandora consigo en el más brutal de los orgasmos.

Una sensación de paz nació entonces en el alma de Dior, el peso que había cargado desde el principio de los tiempos empezó a diluirse y junto con ello, sintió como se rompía finalmente la última de las cadenas.

Pandora había elegido por fin.

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