“Pajas”

“Pajas”


25. El gancho

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25. El gancho

Aquellos días de mi larga noche fui como un fantasma fuera y dentro del trabajo. Lo más importante estaba por hacer, y hasta entonces sería un autómata insomne. Incluso Begoña, la secretaria, me notó raro. Solo el recuerdo de Sandra, de su cuerpo sobre mi cuerpo, conseguía sacarme del ensimismamiento y hacerme sentir vivo de nuevo.

Más allá de esos recuerdos solo hubo algunas llamadas furtivas. Tanto ella como yo teníamos miedo de vernos, de que apareciera Sable o alguno de sus conocidos en un callejón, en una cafetería, en su puerta o en la calle, y con ello nuestro ardid se desmoronase como un castillo de naipes.

En Puertas Arellano, como digo, fui un zombi que se concentraba mínimamente para hacer su trabajo. Me di cuenta de que era uno de esos sitios donde nada cambia: Joaquín seguía con sus chistes, Felipe Torres con su semblante serio, Begoña con sus indiscreciones… Sin embargo Paco, la astuta rata, había optado por no hablarme en absoluto. Se le veía cómodo en la nueva situación, una vez que creía que había puesto los puntos sobre las íes. Miraba su cara en los descansos y parecía mucho más tranquilo y relajado, con su conciencia tranquila por haberme contado sus problemas. Parecía que, habiéndome hecho partícipe de ellos, todo estaba solucionado y solo quedaba esperar a que yo le proveyese el dinero.

En cuanto a Joaquín, me dieron ganas de hablarle de su hermano, de decirle que le viese y que le recondujese a una vida más digna. Pero no lo hice. No quería ninguna conexión entre mi trabajo y las personas que conocí en Los Girasoles.

Los días avanzaron lentos y pesados hasta el treinta de enero, cuando se cobraba la nómina. El siguiente día yo debía entregarle a Paco, en metálico, el treinta por ciento de la misma. Un humillante expolio que estaba dispuesto a sufrir un par de veces, antes de que ocurriera lo que estaba en mis planes. La clave del éxito estaría en que Paco asumiese mi puntual pago con normalidad, en que todo se llevase a cabo como una rutina más, para así mantenerme alejado de sospechas ante lo que iba a ocurrirle, tanto a él como indirectamente a su primo.

—Acuérdate, Ricardo —me dijo en el aparcamiento, acercándose por detrás, susurrando, cuando yo estaba abriendo mi coche—. Mañana.

No contesté, pero asentí con la cabeza, simulando indignación. Y realmente estaba indignado, pero en mí se imponía un sentimiento distinto y tenso: el de la venganza, que estaba próxima. Esa misma tarde me acerqué a un cajero y saqué los pocos cientos de euros que se correspondían con el porcentaje que formaba parte del «acuerdo».

Al día siguiente, martes, último día del mes, me presenté temprano en el despacho de Paco con el dinero metido en un sobre. Levantó la vista de su ordenador, me miró, sonrió tímidamente, abrió el sobre y metió en él los dedos para contar los billetes. Posteriormente se lo guardó en su maletín. Mientras tanto me fijé con detenimiento en su mesa, pero no pude sacar nada en claro. En ese momento y lugar comenzaban mis artimañas destinadas a guiarlo a donde yo quería:

—Paco… ¿tienes un minuto?, ¿puedo sentarme? —le pregunté.

—Claro, Ricardo, siéntate —respondió señalando a la silla vacía frente a su mesa, intentando dar calidez a su voz—. Te doy las gracias. Has cumplido como un hombre.

—Supongo que lo imaginarás, pero quería hablarte de este asunto.

—Imaginaba que no querrías hablarme de fútbol.

—El caso es que es mucho, demasiado dinero, Paco —fingí aflicción como pude—. Me estáis destrozando la vida.

—Será poco tiempo, Ricardo, ya te dije…

—Por poco tiempo que sea —interrumpí—, es demasiado. Quería proponerte algo.

Me miró con curiosidad:

—A ver, cuéntame. Pero necesito el dinero y lo sabes.

—¿Recuerdas a la chica?

—Y tanto que la recuerdo. Eso es aún un tema por hablar.

—Pues no hay nada de qué hablar ni lo habrá. Sabe lo que me estás haciendo y se niega a tener relación alguna contigo. Y no es ninguna puta, como tú crees.

—¿Entonces para qué la sacas en la conversación?

—La saco porque ella… accedería a verte si… si aceptas rebajar el porcentaje en los próximos meses.

Paco sonrió con la boca girada.

—¿Entonces no es puta, eh? —preguntó con más sorna de la habitual—. Como dice el viejo chiste… que tu amiga es puta ha quedado claro, ahora estamos discutiendo el precio.

—Te dejo caer esa posibilidad. Una rebaja en vuestro robo y te concertaré una cita con ella.

—¿Crees que mi primo va a ceder para que yo me dé un capricho?

—Eso es cosa tuya.

—Bueno, bueno… —dijo pensativo. Se quedó un buen rato mirando al techo y resoplando ligeramente—. La verdad es que la chica era una delicia. Ya sé lo que vamos a hacer. Tú me consigues un encuentro con ella, pero nada de pasos previos ni gilipolleces. Quiero follármela, ya lo sabes, Ricardo, solo follármela. Uno tiene sus necesidades, y para un carcamal como yo no es tan fácil satisfacerlas —rió entre dientes—. Si estoy contento, el mes que viene yo mismo pondré en tu sobre algo de lo que queda en mi bolsillo, y así Álex no se enterará de nada y todos tan contentos, ¿te parece?

—Me parece bien. Pero escúchame Paco. Es mi amiga. Si la tratas mal…

—… yo soy un caballero, Ricardo. Y se ve que esa putita te tiene aprecio.

No me apetecía que siguiera llamando puta a Sandra, pero me comí mis palabras. El pececillo había picado el anzuelo más fácilmente de lo esperado. La rebaja me importaba menos que nada, pero lo importante era que ya tenía una excusa para citarle con ella y continuar con el plan.

Salí de su despacho y continué con mi trabajo. Tenía por delante la extraordinaria y desafiante tarea de diseñar unos folletos para la liquidación de somieres. En cuanto terminé y llegué a casa fui a comprar una tarjeta prepago para mi móvil. Sin embargo, volví a darme un último paseo hasta la cabina, que ya era una especie de amiga, pues siempre me conectaba con la voz de Sandra.

—¡Ricardo! —exclamó al descolgar—. ¿Novedades?

—Siguiente paso conseguido —dije—. Te toca entrar en juego. ¿Estás preparada?

—Joder, supongo que sí —contestó con la voz algo entrecortada—. ¿No ha habido alternativa?

—Ha sido imposible. Creo que no se saca las llaves del pantalón, y aun así no podría hacerlo en el aparcamiento, a la vista de todos.

—Ya, entiendo…

—En cuanto a ti, ya lo sabes: no tendrás que hacer nada que no estés dispuesta a hacer. Pero tendrás que entretenerlo el mayor tiempo posible.

—Es muy fácil decirlo, pero ya veremos cómo coño me las voy a apañar…

—Créeme, tienes armas suficientes. De cualquier manera, dejemos pasar unos días… una semana o poco más. Que la situación no se enfríe pero que tampoco sospeche por una excesiva prisa, ¿de acuerdo?

—De acuerdo.

—¿El miércoles que viene? ¿Te parece bien?

—Vale. Por la tarde. Estoy nerviosa, Richard.

—Tú solo tienes que actuar y entretenerle. Le diré que te recoja al salir del trabajo en el centro comercial. Ya sabes: después os vais a tomar un café y le propones ir a su casa.

—Lo sé, lo sé. Pero llámame el martes por la noche. Tenemos que darle una última vuelta a todo.

—Exacto. Lo haré, te llamaré desde mi teléfono con un nuevo número. Joder, Sandra, no sabes cuánto te agradezco esto…

—No es momento de ponerse sentimental —soltó—. Lo hecho, hecho está. Y lo que hay que hacer, bien hecho estará también.

Colgué y volví a caer en una tensa espera. Todo tendía a alargarse en el tiempo; debía de ser así, pero era todo lo contrario a lo que ordenaba mi instinto impaciente. Seguía sin encender el ordenador en casa, pero esa misma noche intenté masturbarme en la ducha. Pensé en Sandra, en sus redondos y carnosos pechos moviéndose de arriba abajo al compás de mis acometidas. Era la paja del recuerdo, esa en la que uno tira de polvos ya echados e imágenes vividas en primera persona para excitarse y poderse tocar. Una paja anhelante, pues la piel desea vivir de nuevo el placer ya vivido, y el cerebro intenta contentarla con ilusiones. A mí me estaba dando resultado, por primera vez en mucho tiempo. Pero justo cuando me corría, liberando el jugo acumulado de un innumerable número de días, me imaginé a Sandra cabalgando sobre Paco y el mundo se me vino encima.

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