Osada

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Capítulo 9

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Tal y como Geary esperaba, los síndicos efectuaron una maniobra de oscilación para volver a establecer contacto, elevándose también, imitando el movimiento de la Alianza.

Puesto que ambas formaciones estaban realizando la maniobra a la vez, el resultado volvió a ser que la Alianza se hallaba otra vez sobre uno de los bordes de la caja síndica, esta vez el de abajo. Desafortunadamente para las naves síndicas, que antes habían estado en el borde superior y que habían sufrido el fuego enemigo, su situación en aquel momento era el borde inferior, en tanto que su formación también se había invertido al ejecutar el movimiento.

Una vez más, las formaciones de la Alianza avanzaron sobre el borde y las esquinas de la formación síndica, y de nuevo la superioridad de la Alianza causó en los síndicos mucho más daño del que estos pudieron devolverle a la Alianza.

—¡Dos acorazados síndicos menos! —dijo Desjani, exultante—. ¡Y hemos destruido otro crucero de batalla!

—También hemos sufrido más daños.

Dos destructores, la Azagaya y la Estocada, perdieron sus sistemas de armamento, aunque seguían pudiendo maniobrar. Varios cruceros ligeros y cruceros pesados recibieron bastantes impactos, y algunos disparos alcanzaron a algunos cruceros de batalla. Incluso mientras daba la siguiente orden, los ojos de Geary observaban uno de aquellos cruceros.

—A todas las unidades, viren noventa grados en dirección descendente en tres cuatro.

La flota de la Alianza comenzó a curvarse hasta formar una «S» a la vez que los síndicos volvían a virar en su dirección.

No obstante, uno de los cruceros de la Alianza no siguió la maniobra, sino que se deslizó lentamente y dando vueltas fuera de la formación, en dirección al rumbo que seguían los síndicos.

—¿Qué le pasa a la Afamada? —preguntó Geary.

Uno de los consultores ejecutó rápidamente una recreación de la última ráfaga a cámara lenta, de forma que el ojo humano pudiese apreciarla. Esa vez los síndicos sabían perfectamente por dónde pasaría la flota de la Alianza y dispararon con precisión. La Afamada, situada muy cerca del enemigo en uno de los flancos de la formación, recibió varios impactos, que hicieron que sus escudos delanteros colapsasen. Al desviar automáticamente el sistema de combate, la energía procedente de los escudos de popa hacia proa, los misiles síndicos viraron para impactar sobre esa zona. Los tres primeros agotaron los escudos de popa hacia proa, y los tres siguientes destruyeron los sistemas principales de propulsión.

Debido a lo anterior, la Afamada se escoró hacia atrás y hacia un lado, puesto que ya no podía maniobrar para seguir con la flota principal.

En aquel momento era un crucero de batalla sin la capacidad para actuar con velocidad, que se supone que era lo que compensaba su escasa defensa y sus débiles escudos, y además estaba fuera de la formación, sin la protección de sus compañeros.

—Según los informes de la Afamada, el tiempo estimado necesario para la recuperación de forma limitada de los sistemas principales de propulsión es de treinta minutos —informó un consultor.

Nadie necesitaba las estimaciones del sistema de navegación para saber que la Afamada no dispondría de ese tiempo. La formación síndica la alcanzaría en unos diez minutos.

Geary suspiró profundamente. Podía intentar dar la vuelta, hacer que las naves virasen para llegar hasta el crucero de batalla antes que los síndicos. Seguramente no serían capaces. La física no lo permitiría.

—Pero ¿qué está haciendo la Paladín? —se preguntó Desjani en voz alta.

Geary se giró súbitamente para verlo. En la parte posterior del cuerpo principal, la Paladín había visto a la Afamada recibir los impactos, y tuvo tiempo para reaccionar. En aquel momento el acorazado estaba trazando una curva tan acusada que los compensadores inerciales tenían que estar gritando de cansancio.

No podía hacer que toda la flota imitase tal maniobra. Teniendo en cuenta que sería un giro pivotando sobre los ejes centrales de la formación, las unidades situadas en los extremos tendrían que atravesar mucho más espacio que las situadas en el centro. La única manera de alcanzar la Paladín era deshacer la formación, lo cual implicaba tomar el camino hacia el desastre, dado que los síndicos sí mantenían la suya.

Paladín —comenzó a decir Geary con tono severo—, vuelva a su posición en la formación inmediatamente. —Él mismo tenía que ajustar el curso de la flota curvándolo en dirección descendente para responder ante una maniobra de deslizamiento lateral realizada por los síndicos—. A todas las formaciones, viren a la derecha veinte grados, en cuatro uno.

—¿Qué podemos hacer? —dijo Rione desde la parte trasera del puente, más suplicando que preguntando.

Era evidente que se refería a la Afamada.

—Nada —respondió Geary con una voz poco más alta que un susurro—. Si dejo que la formación se deshaga, seguramente no lleguemos a tiempo con las suficientes naves como para salvarla, y al final sufriríamos muchas más bajas.

—La Afamada informa de que le ha ordenado a todo el personal no esencial que abandone la nave en cápsulas de escape —informó un consultor de combate del Intrépido.

Geary asintió con la cabeza, sin atreverse a decir nada. Él había dado la misma orden hace un siglo, para él hace unos meses, en Grendel.

Desjani lo miró angustiada, pero no llegó a abrir la boca.

La Paladín siguió virando cada vez más claramente hacia la Afamada mientras la flota de la Alianza ejecutaba su propia curva hacia abajo, virando como un solo elemento en contraposición a las otras dos naves.

¡Paladín! —gritó Geary, sin preocuparse por evidenciar su enfado durante una operación de combate—. ¡Vuelva a su posición inmediatamente! ¡La capitana Midea queda relevada del mando! ¡Oficial ejecutivo, asuma el mando y vuelva a su posición ahora mismo!

Probablemente era demasiado tarde. No, seguro que era demasiado tarde. A la velocidad que se estaban moviendo, la Paladín había virado ya excesivamente y estaba muy lejos del resto de la flota de la Alianza, y los síndicos estaban maniobrando para pasar bajo el cuerpo principal de la flota, directamente hacia las dos naves extraviadas.

La Afamada lanzó varias ráfagas de cápsulas de escape y todos los misiles espectro que le quedaban al ver el borde más adelantado de la formación síndica aproximarse. Luego dispararon metralla, que produjo destellos al impactar sobre los escudos enemigos, y se vaporizó. Primero una nave asesina, y después otra, quedaron destrozadas ante el fuego de la Afamada. Un crucero ligero salió despedido dando vueltas. Los escudos de un crucero de batalla centellearon y colapsaron por varios puntos, lo que permitió que algunas de las lanzas infernales procedentes de la nave aliada impactasen directamente sobre el casco.

No obstante, al mismo tiempo, la Afamada se vio inmersa en un mar de disparos. Sus propios escudos colapsaron, miles de proyectiles atravesaron sus débiles defensas por innumerables puntos y sus baterías de lanzas infernales quedaron silenciadas, mientras el crucero de batalla se sacudía y temblaba ante la lluvia de impactos enemigos.

—No se detecta actividad en la Afamada —anunció un consultor con tono calmado pero tembloroso—. Su baliza de emergencia acaba de apagarse. Tripulación superviviente abandonando la nave.

Geary había estado en esa misma situación, deseando encontrar una cápsula de escape que todavía funcionase, corriendo por unos pasillos que hasta entonces le resultaban familiares, pero que cada vez le eran más ajenos debido a los daños sufridos, mientras el armamento enemigo seguía haciendo añicos la ya moribunda nave.

—Sobrecarga del núcleo activada. Contacto perdido.

En el visor podía contemplarse la maltrecha mole, que minutos antes había sido un crucero de batalla de la Alianza, alejarse dando vueltas, configurada para explotar y así impedir al enemigo sacar provecho de los restos, y de las cápsulas de escape, que contenían a la tripulación, mezcladas con las cápsulas de las naves síndicas destruidas.

No había tenido tiempo suficiente para salvar a la Afamada, por lo que la Paladín pasó a gran velocidad por debajo del crucero de batalla destrozado. Ejecutaron varias ráfagas de lanzas infernales, que impactaron en varias naves asesinas que intentaban escapar en aquel momento. Dos de ellas explotaron, y otra se desintegró ante la lluvia de proyectiles procedentes de la Paladín. Entonces, el acorazado de la Alianza se vio rodeado de cruceros ligeros síndicos, pero sus potentes baterías de lanzas infernales atravesaron los escudos de dos de ellas. Uno saltó por los aires, y el otro quedó destrozado.

Un segundo más tarde los escudos de la nave de la Alianza brillaban ante la lluvia de impactos procedentes de la flota enemiga, y se vio frente a frente con los cruceros pesados síndicos. El armamento de la Paladín partió por la mitad a uno de ellos mientras avanzaba directamente hacia una división de acorazados síndicos.

—La capitana Midea está mal de la cabeza, pero va a tener una buena muerte —dijo Desjani con voz sombría.

—¿Y tenía que arrastrar con ella a su nave y a su tripulación? —susurró Geary. Había tardado demasiado. Había tardado demasiado en relevar a Midea. Había tardado demasiado en descubrir cómo controlar a una oficial temeraria con el destino de una nave en sus manos.

—Escudos de la Paladín colapsando —anunció un consultor.

No era algo que no pudiese ver él mismo en su propio visor. Aquel combate solitario de la Paladín estaba teniendo lugar lo suficientemente lejos de la flota principal como para que la luz tardase unos cuantos segundos en alcanzar al Intrépido. En ese tiempo podían pasar muchas cosas.

La Paladín necesitó menos que ese tiempo para cargar directamente contra la división de acorazados síndicos contra la que se dirigía mientras se sacudía ante la lluvia de impactos procedentes de todas direcciones. Pese a todo, la nave aliada concentró sus disparos en un solo acorazado, al mismo tiempo que sus baterías de lanzas infernales desaparecían bajo las ráfagas enemigas. Cuando la Paladín y el acorazado síndico se sobrepasaron, la primera lanzó su proyector de campos de anulación contra los debilitados escudos de la nave enemiga, que colapsaron, por lo que el proyector penetró en la proa síndica y dejó un inmenso cráter.

Mientras la nave enemiga salía despedida de su formación, hecha trizas, la Paladín disparó sobre el resto del grupo mientras avanzaba bajo un alud de impactos. Uno tras otro, sus sistemas dejaron de funcionar y varias partes de su casco saltaron por los aires debido a los incesantes impactos de lanzas infernales, metralla y misiles enemigos.

Mientras la flota de Geary completaba su maniobra y enderezaba su curso para realizar otra pasada contra la flota síndica, los restos de la Paladín se desplazaban dando vueltas a través de la formación síndica. Sus únicos signos de vida eran las cápsulas de escape que todavía salían de ella.

—Las vengaremos —afirmó firmemente Geary mientras la flota de la Alianza avanzaba sobre la parte superior de la formación síndica. No obstante, en esa ocasión sus cálculos no fueron exactos, quizá debido a lo que había pasado con la Afamada y la Paladín, y los dos grupos se cruzaron en un campo de tiro de lanzas infernales más que extremo, sin que ninguno de los bandos consiguiese infligir un daño sensible a su oponente.

—Los machacaremos en la siguiente pasada —dijo Desjani con expresión sombría.

—Sí. —Geary suspiró profundamente y luego dio su siguiente orden—. A todas las formaciones, viren ciento diez grados en dirección ascendente, cero un grados a babor en cinco siete.

Con aquella maniobra de viraje, las formaciones volverían a invertirse, ya que ambas dieron la vuelta en dirección a su oponente formando una «S» continua. El comandante síndico debió de advertir que no obtendría una posición de disparo adecuada a menos que modificase el patrón de movimientos, pero los síndicos no iban a perder el contacto mientras creyesen que tenían una oportunidad de dañar seriamente la flota de la Alianza. Pero en realidad nunca la habían tenido. Tan solo luchaban por cabezonería, demostrando un erróneo sentido de la valentía y determinación. En esa batalla los síndicos habían sufrido más que la Alianza, incluso si se tenían en cuenta las pérdidas de la Afamada y la Paladín. Cuando finalmente decidiesen escapar, estarían en tan mal estado que las naves capitales no tendrían ninguna oportunidad.

—¡Señor, detectada actividad en la puerta hipernética!

Aparecieron varios avisos en el visor de Geary. Sus ojos se desplazaron hasta la puerta al mismo tiempo que el consultor pronunciaba con voz temblorosa aquel anuncio.

—Detectando naves enemigas saliendo por la puerta hipernética. Veinte naves de caza asesinas y subiendo. Veintiocho naves de caza asesinas y doce cruceros ligeros, y subiendo. Cuarenta y dos naves de caza asesinas, veintiséis cruceros ligeros y ocho cruceros pesados, y subiendo. Sesenta y nueve naves de caza asesinas, treinta y un cruceros ligeros y diecinueve cruceros pesados.

Geary vio aquella locura de símbolos multiplicarse en la pantalla que mostraba la puerta hipernética mientras intentaba ocultar su consternación.

—Es un número notable de naves de apoyo —dijo Desjani en un tono de voz que a Geary le pareció demasiado tranquilo.

Aquello implicaba que aparecerían muchas naves de alto rango.

El visor y un consultor lo confirmaron poco después.

—Dieciséis cruceros de batalla, y subiendo. Veinte cruceros de batalla y doce acorazados, y subiendo. Veintitrés acorazados.

Geary se dio cuenta de que había dejado de respirar y cogió aire. Por lo menos el número de alertas en el visor había dejado de aumentar. Le llevó un buen rato leer la lista final de naves que conformaban la nueva fuerza síndica. Veintitrés acorazados, veinte cruceros de batalla, diecinueve cruceros pesados, treinta y un cruceros ligeros y ciento doce cazas de naves asesinas.

Su situación en aquel sistema había cambiado de complicada a más que difícil. A la flota de la Alianza solo le quedaban cuarenta y dos naves capitales: veinticinco acorazados y diecisiete cruceros de batalla. La batalla que estaban librando se había cobrado tres acorazados y cuatro cruceros de batalla síndicos, pero incluso contando aquello, el número total de naves capitales enemigas en el sistema Lakota había subido hasta cuarenta y cuatro acorazados y treinta y cuatro cruceros de batalla, la mayoría de ellos frescos y seguramente con las reservas de munición al máximo. Por su parte, las naves de la Alianza habían gastado gran parte de los misiles y de la metralla que les quedaba. Además, se veía superada en una proporción de casi dos a uno, y no importaba lo que los demás pudiesen pensar, porque Geary no creía que el espíritu combativo superior de la Alianza pudiese compensar aquella diferencia en la capacidad de disparo.

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