Osada

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Capítulo 10

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Capítulo 10

—Debe de ser la flota síndica principal —dijo Desjani, en tensión—. Su fuerza de ataque más importante. Es imposible que los síndicos de este sistema hayan pedido refuerzos y hayan aparecido tan pronto, por lo que seguramente ya se dirigían aquí por alguna otra razón.

—Qué suerte —dijo Geary entre dientes. La puerta hipernética estaba en aquel momento a casi cinco horas luz de distancia, por lo que la flotilla que acababan de ver llegar había aparecido hacía cinco horas. No obstante, el enemigo había visto la flota de la Alianza en cuanto llegaron, por lo que habían gozado ya de ese tiempo para analizar la situación y trazar un plan—. Tenemos que acabar con la flotilla con la que estamos luchando. Después podremos…

—Naves enemigas alejándose —anunció un consultor, contrariado.

—¡Qué hijos de puta! —Estaba claro, la flotilla síndica con la que estaban peleando, en lugar de maniobrar para enfrentarse en una nueva pasada, avanzaba en dirección contraria, acelerando a más de una décima de velocidad luz para ampliar distancias con la flota de la Alianza lo más rápido posible—. En lugar de acercarse, se distancia de nosotros. Están rompiendo el contacto.

Además de la luz, desde la puerta hipernética habían llegado nuevas órdenes para los síndicos con los que se estaban enfrentando. Cuanto más veía alejarse la flotilla enemiga, más seguro estaba de ello.

—Cobardes —gruñó Desjani. Luego sacudió la cabeza—. Les han ordenado que esperen hasta que la flotilla grande se acerque lo suficiente a nosotros.

—Sí. —Geary analizó la flota de la Alianza, y a las síndicas, y luego su nivel de combustible—. No tenemos suficientes células como para alcanzarlos sin quedarnos en niveles críticos.

—¡Salta a Branwyn! —dijo de repente Rione casi gritando, como si no entendiese por qué nadie lo había dicho todavía—. ¡Sigamos adelante, hacia el punto de salto, y vayamos a Branwyn! ¡Les hemos hecho más daño del que ellos nos han hecho a nosotros, así que ya no es deshonroso abandonar el campo de batalla!

Desjani sacudió la cabeza.

Geary miró a Rione.

—No podemos. La flotilla que se está alejando de nosotros se mantendrá a la suficiente distancia como para cargar si avanzamos hacia el punto de salto. Si lo hacemos, tendremos que disminuir la velocidad para atravesar el campo de minas que han dejado a la entrada. Entonces esperarán a que reduzcamos al máximo para rodearnos, y nos pulverizarán.

—Seríamos blancos fáciles —añadió Desjani con voz tensa.

—¿No podemos hacer nada para evitarlos? —preguntó Rione.

Entonces fue Geary quien negó con la cabeza.

—Ellos no tienen naves auxiliares que entorpezcan su paso, y pueden dejar las naves dañadas atrás cuando carguen contra nosotros, por lo que no podemos enfrentarnos a ellos. Incluso aunque no tuviésemos que preocuparnos por las auxiliares, tendríamos que seguir teniendo en cuenta las naves dañadas. —Señaló a la pantalla—. Los síndicos con los que hemos estado luchando intentarán evitar que usemos el punto de salto a Branwyn, o en todo caso nos harán bastante daño si lo intentamos. Mientras tanto, la nueva flotilla que acaba de llegar avanzará hacia nosotros, sabiendo que no podremos escapar a través del punto más cercano sin sufrir pérdidas importantes. En cuanto la nueva flotilla esté suficientemente cerca, nos atacarán las dos a la vez.

Desjani asintió con la cabeza, con una expresión desalentadora.

—¿Me está diciendo entonces que lo que va a hacer es quedarse quieto, esperando? —preguntó Rione, incrédula.

—No si puedo evitarlo. —Se acomodó en el asiento, intentando pensar. Una cosa estaba clara: tenía que establecer un nuevo rumbo—. A todas las unidades, alteren su curso veinte grados en dirección ascendente, diez grados a estribor en cuatro tres.

Y ahora, ¿qué? Los superaban en número por bastante, y la situación no iba a mejorar. Había una posibilidad, una pequeñísima posibilidad, si se le ocurría algo brillante para salir de la situación. Era imposible hacerlo sin perder la mayor parte de las naves. Las que sobreviviesen a aquello no tendrían ninguna oportunidad de alcanzar el espacio de la Alianza y al final también se perderían. Una victoria en aquel momento requería el sacrificio de la flota, y al final lo único que conseguirían es detener otra vez la guerra durante un tiempo. Tanto la Alianza como los síndicos se verían obligados a detener la ofensiva mientras reconstruyesen sus flotas, y después volverían de nuevo, seguirían con aquella guerra aparentemente interminable. Por lo menos hasta que los gobiernos de los Mundos Síndicos y de la Alianza colapsasen y los asentamientos humanos se viesen abocados a la anarquía militar.

Incluso aunque consiguiese salir victorioso de aquí, lo cual es más que improbable puesto que el enemigo nos supera en número por bastante, lo único que conseguiría sería postergar lo inevitable y ver a los síndicos destruir la flota mientras se recomponen para atacar finalmente a las fuerzas debilitadas de la Alianza que defienden nuestro espacio.

Desjani se estaba mordiendo el labio inferior, con expresión decidida. Haría lo que Geary ordenase, segura de que fuese lo que fuese, los llevaría a la victoria. Este echó un vistazo al resto de las personas que había en el puente del Intrépido, y lo que vio fueron variantes del mismo miedo en cada uno de los consultores, acompañado de la valentía que permitiría a aquella tripulación cargar hacia el enemigo sin importar el temor que sintiesen. Avanzarían hacia la muerte si Geary se lo pedía, de eso no había duda, dando el máximo para conseguir la victoria, por muy difícil que fuese conseguirlo.

Sin embargo, ya había visto a lo que ese tipo de actitudes podían conducir. La Paladín había mostrado los mismos deseos de lucha hasta la muerte, y ese precisamente había sido el resultado. No podía pedirles que se sacrificasen solo porque estuviesen dispuestos a obedecerle con todas las consecuencias. Tenía que asegurarse de que habría alguna posibilidad razonable de que su sacrificio sirviese de algo.

Vale, ¿qué opciones hay? Acabar con la formación síndica con la que habían estado luchando antes de que llegase la nueva, y luego escapar a Branwyn. No funcionaría a menos que la persona al mando de aquella fuerza síndica fuese un idiota redomado, y no parecía ser el caso. Además, les habían ordenado claramente que no entablasen combate con Geary a menos que la flota de la Alianza intentase escapar antes de que la nueva flotilla síndica llegase.

¿Enfrentarse a la nueva fuerza enemiga? ¿Cargar contra ellos y esperar que una estrategia mejor compensase la superioridad numérica enemiga? Aquello era hilar fino, sobre todo teniendo en cuenta que la flotilla a la que se habían enfrentado ya se abalanzaría sobre ellos, y tal y como le había dicho a Rione, podía alcanzar más velocidad que la Alianza. Al final acabaría enfrentándose a los dos a la vez, y teniendo enfrente a dos formaciones como aquellas, seguramente serían capaces de eliminar las naves auxiliares aunque Geary consiguiese evitar que destruyesen al resto de la flota.

¿Y si escapaba como alma que lleva el diablo? ¿Hacia dónde? Incluso si obviaba el hecho de que gran parte de sus oficiales se opondrían a huir del enemigo en aquellas circunstancias, el no poder alcanzar más velocidad que los síndicos era un problema, y, además, salir por el punto de salto de T'negu los metería de lleno en un laberinto de minas, con las fuerzas enemigas justo detrás de ellos. Era posible que avanzando hacia el espacio profundo evitase a los síndicos, pero también significaría suicidarse poco a poco puesto que se quedarían sin células de combustible y sin ninguna estrella cercana.

Siempre quedaba la opción de volver al punto de salto de Ixion, aunque la fuerza que habían dejado atrás seguramente aparecería por allí en cualquier momento y…

Vale. Tenemos una opción. Quizá no sea la opción que Black Jack elegiría, pero yo tampoco soy Black Jack.

Por lo tanto, el plan era correr hacia la salida, probablemente más segura, fuera del sistema estelar, sin que pareciese que estaba escapando. Por suerte, y por una vez, el hecho de esperar refuerzos enemigos le ofrecía la posibilidad de sacar provecho y ocultar sus verdaderas intenciones, no solo a sus enemigos, sino también a su propia flota.

—Necesitamos más tiempo, y necesitamos enfrentarnos a esas flotillas por separado —dijo Geary a la vez que se daba cuenta de que todo el mundo estaba esperando que hablase—. La única forma de conseguirlo es engañarlos para que nos sigan. Podemos hacerlo si nos enfrentamos a los refuerzos síndicos que van a llegar a este sistema.

Señaló el visor.

—Volvemos a… avanzar hacia el punto de salto de Ixion. Esperaremos a que en cualquier momento aparezca por el punto de salto la fuerza síndica que dejamos atrás. Si estamos lo suficientemente cerca cuando aparezcan, los machacaremos. —Esta solo estaba formada por cuatro acorazados y cuatro cruceros de batalla—. La flotilla enemiga con la que hemos estado luchando intentará rescatar a la recién llegada, lo cual nos permitirá destrozarlas a los dos.

—Pero todavía quedaría la flotilla grande —dijo Rione.

—Sí, en efecto. Tenemos que ver cómo reacciona y atacarla en cuanto tengamos oportunidad. —No les mientas. Allana el terreno para una huida de este sistema estelar—. No podemos enfrentarnos a todas a la vez. Tenemos que hacerlo una a una.

La capitana Desjani estudió el visor durante un rato, y luego sonrió.

—No vamos a retirarnos.

—No, capitana —respondió Geary sonando lo más convincente que pudo—. Solo cambiamos de objetivo.

Repitió la frase en la reunión de oficiales de la flota, preparada unos diez minutos después de que la Alianza alterase su curso hacia el punto de salto de Ixion.

—Estamos cambiando nuestro objetivo.

La respuesta fue un largo silencio, en parte porque los oficiales al mando tenían que entender el nuevo plan, y en parte porque la señal necesitaba tomarse su tiempo para viajar hasta los diferentes puntos de la formación.

—No sabemos si la otra fuerza síndica va a salir por ese punto de salto —afirmó la capitana Crésida. Aunque le era leal, quería luchar contra los síndicos.

—Espero que lo hagan, y creo que tenemos buenas razones para pensar que será así (razones posibles, al menos). Tenemos que forzar a la flotilla síndica Bravo a establecer voluntariamente combate, puesto que nosotros no podemos perseguirlos dado el estado de nuestras reservas de células de combustible. —Varios oficiales se giraron para mirar a los de las auxiliares, como si fuese culpa suya—. Si luchamos contra la flotilla síndica de Ixion, se verán superados por bastante, por lo que la Bravo acudirá en su ayuda. Si no es así, la destruiremos.

Geary se esforzó por mostrar confianza, y sonrió.

—Por supuesto, pretendemos eliminar la flotilla que viene de Ixion y luego encargarnos de la Bravo en cuanto intente salvar a sus compañeros.

Tulev asintió con la cabeza, con más determinación incluso de la normal.

—Tenemos que eliminar las flotillas enemigas poco a poco, una a una. Si se unen o se acercan lo suficiente como para coordinar sus ataques, estaremos en una situación bastante comprometida.

—No es momento de mostrarse tímidos —objetó el capitán Casia—. Si viramos y perseguimos a la flotilla con la que ya hemos estado peleando, podemos acabar con ellos y centrarnos en los demás.

—Nos dejarían sin combustible, y luego iríamos a la deriva hasta que nos hiciesen añicos —dijo Duellos visiblemente enfadado—. Se llama física. Puede hacer una simulación usted mismo si quiere. Acaba de perder un acorazado de su división porque una oficial pensó que ser atrevida era lo mismo que ser inteligente. ¿Es que no ha aprendido nada de la pérdida de la Paladín?

—¡La flota de la Alianza lucha! —insistieron otros oficiales—. ¡No huiremos!

—¡Modificar la táctica no es lo mismo que huir! —afirmó la comandante Gaes—. ¡Estamos en Lakota! Hemos atacado un sistema estelar potente. ¿Le llaman a eso huir?

—Debemos replantear el ataque —dijo la comandante Yin de repente.

Geary la miró inquisitivamente, sorprendido de que volviese a atraer la atención después de pasar relativamente tranquila las últimas reuniones. También era cierto que la capitana Midea había ejercido de líder del bando de oficiales problemáticos las últimas veces, al mismo tiempo que perdía el control cada vez más. Ojalá se hubiese dado cuenta de lo que Midea estaba haciendo, de la falta, cada vez mayor, de discreción. Ojalá hubiese encontrado una razón para relevarla antes del último combate. Pero tampoco podía haberlo hecho porque todo el mundo lo vería como un intento por silenciar a cualquiera que dijese algo que no quería escuchar. Así pues, respondió de forma calmada y firme.

—Explíquese, por favor.

Yin miró en varias direcciones bastante rápido, nerviosa.

—Es evidente que los movimientos de la flota se ven condicionados por algunas de las naves. Algunas no son tan rápidas como otras, y eso nos limita a la hora de luchar. —Aquello era verdad, pero Geary esperó, sin dejarse llevar por la tensión que observaba en la comandante Yin—. Algunas de las naves, las auxiliares, son más lentas por el mero hecho de su diseño. Otras lo son temporalmente debido a los daños sufridos, como mi propia nave, la Orión.

Gran parte de los oficiales la escuchaban mirándola con los ojos entreabiertos, como preguntándose adónde quería llegar. Yin tragó saliva, y continuó:

—Es evidente. Envíe las naves más lentas a un lugar seguro de modo que el resto de la flota pueda pelear sin obstáculos.

—¿Un lugar seguro? —preguntó Duellos.

—Ixion. Ya estamos yendo hacia allí de todos modos. Acerquémonos al punto de salto, que una formación con las naves dañadas y las auxiliares salten hacia Ixion, y el resto de la flota podrá maniobrar y luchar con mayor libertad.

La respiración de la comandante Yin se había acelerado, mientras miraba sus nerviosas manos juguetear sobre la mesa.

No era una sugerencia totalmente ilógica, si es que alguien confiaba en la comandante Yin. Su comportamiento delataba que incluso ella misma estaba preocupada sobre cómo reaccionarían los demás oficiales. Después de un largo e incómodo periodo de silencio, Duellos volvió a tomar la palabra con un tono engañosamente apacible.

—Interesante. Podría decirse incluso que el propio capitán Numos habla por su boca. La voz de la comandante Yin, pero en apariencia las palabras de Numos. Qué extraño, ¿verdad?

Yin se revolvió en su asiento.

—El capitán Numos es un oficial veterano curtido en mil batallas.

—A las que sobrevivió gracias a escapar —dijo bruscamente la capitana Crésida—. ¡Exactamente lo mismo que pretendía en el sistema nativo síndico! ¡La flota a cambio de su cuello!

Entonces se formó un tumulto. Algunos gritaban contra Yin, otros contra Crésida. Geary buscó los controles y pulsó todos los botones, lo cual hizo que la sala entera quedase en silencio. La posibilidad de hacer que todos se callasen, tal y como había hecho ese mismo instante, era de las pocas cosas que le gustaban de estar al mando.

—Escúchenme todos. Este tipo de discusiones no conducen a ninguna parte. Nuestros enemigos son los síndicos. Capitana Crésida, es verdad que se ha acusado al capitán Numos de abandonar sus responsabilidades mientras la flota se enfrentaba al enemigo, pero todavía no ha sido condenado.

Crésida pareció contrariada, pero asintió con la cabeza.

—Lamento haber hecho ese comentario sobre un compañero oficial, señor.

—Gracias. En estos momentos, comandante Yin, se supone que el capitán Numos tiene solo el contacto humano necesario como para continuar con su tratamiento. Por lo tanto no debería dar consejos sobre cómo debe actuar su nave o esta flota. ¿Es que ha realizado alguna consulta con él sobre estos temas?

Yin miró en todas direcciones excepto en la que se encontraba Geary.

—No. No, señor.

Deseaba llevarla abajo, a la sala de interrogatorios de la sección de Inteligencia del Intrépido, para comprobar lo que los sensores decían de afirmaciones como esa. Estaba seguro de que mentía. Duellos tenía razón: aquellas palabras y aquella sugerencia sonaban demasiado al capitán Numos. Este lo habría recitado con tono casi despectivo en lugar de aquella ansiedad que había mostrado la comandante Yin, pero también era cierto que Geary sospechaba que Numos tenía mucha más experiencia en aquello de mentir para sacar provecho.

Si Geary necesitase la confirmación de que Numos seguía operando en su contra, pese a ser relevado del cargo de la Orión y de estar arrestado, la tenía.

Duellos volvió a hablar con tono profesional y distante.

—Yo recomendaría que no siguiésemos la sugerencia que la comandante Yin acaba de darnos. ¿Cómo podemos estar seguros de que vamos a poder reunirnos con las naves dañadas y las auxiliares? Esa fuerza estará en una situación bastante cómoda, con toda la capacidad de reabastecimiento para ella, con la que incluso podrían llegar al espacio de la Alianza. Claro que esto es solo una hipótesis, puesto que sé que la comandante Yin nunca consideraría la opción de abandonar al resto de la flota. Aunque claro, el resto estaría aquí luchando a muerte, y seguramente no habría muchas unidades síndicas preparadas para salir tras ellos al momento para perseguirlos en cuanto marchasen hacia Ixion. Ahora, claro está, como ya he dicho, esto es solo una teoría que seguramente no se le pasaría por la cabeza a ninguno de los oficiales de la flota.

Yin miraba a Duellos, pálida como un cadáver. Había pronunciado su nombre de forma que dejaba clara la idea de que algún otro oficial de la flota podría intentar abandonarlos. Numos estaba arrestado en la Orión, pero si esta se separaba del resto de la flota, ¿seguiría estándolo?

A pesar de obligar a Crésida a que se disculpase, Geary sabía de sobra que Numos escaparía como una rata si asumía el mando de esa formación y de las naves auxiliares, con sus suministros incluidos.

Nadie dijo nada. Rione miró a Geary impaciente, y luego movió la cabeza como queriendo recordarle que la reunión seguía adelante.

Este, por su parte, estudió las expresiones de los oficiales que había en torno a la mesa. Se sintió liberado al ver que aparentemente casi nadie apoyaba la sugerencia de la comandante Yin.

—Gracias, comandante —dijo, sin más—, pero no creo que sea adecuado seguir su sugerencia. Esta flota se mantendrá unida, y volverá unida al espacio de la Alianza. —Por las caras que habían puesto sus oficiales, se dio cuenta de que había dicho lo correcto—. Sé que todos están excitados y enfadados por los sacrificios de la Afamada y la Paladín. Destruyamos más naves síndicas en el nombre de esas aguerridas naves. —Se sintió como un hipócrita alabando a la Paladín, aunque su tripulación había muerto con coraje. No debía tenerla en baja estima solo porque su capitana les hubiese fallado—. Pero aprendamos al mismo tiempo de su ejemplo. Juntos, si nos mantenemos unidos, podremos destruir a los síndicos, pero si no lo hacemos, serán ellos quienes nos destruyan a nosotros.

Parecía que nadie estaba preparado para discutir aquello, todavía con la imagen de la Paladín en sus retinas, pero Armus, oficial al mando del acorazado Coloso, frunció el ceño mientras miraba el visor, dubitativo.

—Capitán Geary, la nueva fuerza síndica, la que nos supera en número, podría interceptarnos antes de que lleguemos al punto de salto de Ixion.

—Es verdad, al menos si mantenemos el mismo rumbo y la misma velocidad. Lo que vamos a hacer es intentar despistar a los síndicos para que no intenten interceptarnos. —Señaló hacia el visor—. Están a cinco horas luz de nosotros, por lo que no sabrán que nos dirigimos al punto de salto hasta dentro de otras cinco horas. Haremos algunas modificaciones en el camino que seguiremos hasta allí, lo suficiente como para confundirlos cuando intenten interceptarnos con horas de retraso.

Armus asintió a regañadientes.

—¿Y qué vamos a hacer si la nueva flotilla consigue alcanzarnos? Sobre todo si la flotilla síndica Bravo sigue intacta y preparada para abalanzarse sobre nosotros al mismo tiempo.

Todo el mundo miró a Geary, esperando su respuesta ante la peor situación posible. En realidad no podía ofrecer un plan detallado, no al menos sin saber cómo se posicionaría el enemigo, cuáles serían sus formaciones y un sinfín de detalles de los que dependía. Lo único que se le ocurrió decir fue:

—¿Qué qué vamos a hacer? Luchar al máximo, y hacer que se arrepientan de habernos alcanzado.

Nadie dijo nada más, por lo que Geary asintió con la cabeza, educadamente.

—Eso es todo. Capitán Casia, capitán Duellos, quédense un momento, por favor.

Las imágenes de los demás oficiales se desvanecieron rápidamente, mientras Casia y Duellos se miraban con aspecto desafiante. Desjani también se quedó, pero se mantuvo fuera del alcance del software de conferencias para que Geary mantuviese la privacidad con el resto de oficiales. Rione se quedó sentada, observando.

—Capitán Casia —dijo Geary con tono serio—, mis condolencias por la pérdida de la nave Paladín, ya que formaba parte de su división. —Casia, que parecía desear acusarlo de ser el responsable de lo que le había sucedido a la nave, asintió bruscamente—. Eso es todo.

Duellos suspiró después de que Casia se hubiese marchado.

—Seguramente se están preguntando si deshacerse de una bala perdida como Midea vale una nave como la Paladín.

—Es lo más seguro. Lamento la pérdida de la Afamada.

—Gracias —Duellos sacudió la cabeza—. A veces todo depende de la suerte, buena o mala, ¿no? Me gustaba la Afamada, me gustaba su oficial al mando, y su tripulación. Pasará bastante tiempo antes de que deje de contemplar el visor esperando verlos en mi formación. —Suspiró—. Aunque la mayoría de la tripulación consiguió escapar, que ya es bastante. —Se despidió con un saludo militar—. Esperemos que las cosas no empeoren.

—Es por lo que estoy rezando ahora mismo.

Geary respondió con otro saludo militar, y Duellos desapareció.

Desjani volvió a acercarse a Geary en cuanto se desvaneció el oficial, y miró a Rione, que permanecía sentada, observando, con gesto de disculpa.

—Señor, me gustaría decir que… que sé lo duro que debió de ser para usted ver lo que le pasó a la Afamada. Después de lo de Grendel, quiero decir.

Geary asintió con la cabeza. Desjani se había percatado, claro.

—Sí. Me ha traído a la mente malos recuerdos. —Hizo una pausa, mientras estos volvían vívidamente a su cabeza. Para él, aquella batalla había tenido lugar hacía solo unos meses, aunque para Desjani, Rione y los demás hubiese sucedido hacía un siglo—. Tuve que dar esa misma orden; que el personal no esencial fuese evacuado en cápsulas de escape. Fue difícil hacerlo. Mi oficial ejecutivo no se marchó. Dijo que ella era esencial.

Podía verla todavía con facilidad, puesto que aquellos recuerdos, para él, eran recientes. Capitana de corbeta Decala. Era una buena oficial, que se negó a abandonar su puesto, manteniéndose firme con ojos llenos de determinación y tormento.

—Le dije que se marchase. Se lo ordené directamente, personalmente. Pero no lo hizo. —Suspiró profundamente al recordar, al volver a sentirlo—. Le dije que la Alianza la necesitaría, que necesitaría buenos oficiales para defenderse de los síndicos, para devolverles aquel ataque sorpresa. Le dije que su deber le obligaba a abandonar la nave. Al final lo hizo.

Desjani asintió con la cabeza, con expresión solemne.

—¿Sabe qué fue de ella?

—Sí. Hace un mes me decidí finalmente a buscar su nombre en el informe oficial de bajas. —Le costó un mundo. Casi no quería ni pensar en lo que habría sido de la capitana de corbeta Decala y del resto de su vieja tripulación que había sobrevivido—. Murió cinco años después de lo de Grendel, cuando su nave fue destruida durante un asalto de la Alianza a un sistema estelar síndico.

Hacía noventa y cinco años de eso. Mientras sucedía, Geary hibernaba a la deriva.

Desjani inclinó la cabeza.

—Mis condolencias, señor. Seguro que ahora descansa honorablemente con sus ancestros.

—Eso quiero pensar. —Geary se recompuso—. Gracias por preguntar, Tanya. Esta es una de esas cosas a las que antes o después tendré que enfrentarme.

Ella asintió con la cabeza de nuevo, se despidió y se marchó.

Entonces, Rione se levantó y caminó hasta Geary. Su expresión era inusualmente apagada.

—Hay cosas que nunca podré entender de verdad —dijo en voz baja.

—Hay recuerdos que nadie debería tener —respondió Geary—, pero así es la guerra.

Rione cerró los ojos durante un rato.

—Ahora tengo más recuerdos de ese tipo, así que sé a qué te refieres. Dime la verdad, John Geary, ¿crees todavía que la flota puede salir de este sistema estelar?

—No lo sé. Por mi honor que no lo sé, Victoria, pero tendremos que intentarlo.

Habían pasado siete días desde que habían llegado por el punto de salto a Lakota, hasta llegar a los alrededores del de Branwyn. En ese momento la flota de la Alianza estaba dando la vuelta, avanzando de nuevo a través de aquel sistema estelar. Geary los había orientado deliberadamente hacia el punto de salto de Seruta, y mantuvo esa velocidad durante una hora con la esperanza de que la nueva y grande flotilla síndica siguiese ese mismo rumbo. Luego volvió a dar la vuelta en dirección a las proximidades del punto de salto a Ixion.

Tal y como había temido, la formación síndica Bravo se había posicionado a veinte minutos luz de la zona de popa de la flota de la Alianza. Suficientemente cerca como para vigilarlos y abalanzarse si era necesario, y a la vez suficientemente lejos como para dar la vuelta y acelerar en dirección opuesta si las naves aliadas intentaban entablar combate.

Lo único bueno de la situación era que, por lo menos, estaba recuperando cierta potencia de artillería en lugar de tener que ir a poca velocidad sin mayor recompensa. Por fin habían reparado lo suficiente la Guerrera, la Orión y la Majestuosa como para tener una capacidad de combate adecuada para proteger las naves auxiliares si fuese necesario. Poner el destino de unas naves tan valiosas como las naves auxiliares en manos de acorazados con aquellos historiales suponía un acto de fe, pero la moral de sus tripulaciones necesitaba tanta o más atención que sus naves.

Al final del primer día estaba claro que la flotilla síndica Delta, la nueva y enorme fuerza de combate enemiga que había llegado a través de la puerta hipernética, iba tras la flota de la Alianza tan rápido como podía.

—Cero con quince velocidad luz —destacó Desjani—, y subiendo hasta casi cero con dos.

Normalmente aquello habría sido una buena noticia. A esa velocidad, la distorsión relativista provocaría con facilidad errores en los sensores que se encargan de analizar el exterior de las naves. Teniendo en cuenta la distancia que la flotilla Delta tenía que recorrer, un error mínimo podía marcar una gran diferencia. Desafortunadamente, en aquella ocasión la flotilla Bravo se mantenía detrás de la zona de popa de la flota de la Alianza, y a su misma velocidad, cero con uno c, de forma que podía informar con precisión a la flotilla Delta.

—Al final está claro que nos alcanzarán antes de que lleguemos al punto de salto de Ixion —dijo Desjani—. Es un trayecto bastante largo, pero van al máximo, y gozan del apoyo de la flotilla Bravo, que los informan a larga distancia sobre nuestra estrategia.

—Nos alcanzarán justo un par de horas antes de que lleguemos —comentó Geary. No tuvo que mencionar lo que ya sabían, que serían unas dos horas muy largas.

—Eso si todos seguimos al mismo ritmo, sin variación. En cuanto establezcamos combate con los síndicos que salgan del punto de salto de Ixion, estas predicciones valdrán para poco. —Se inclinó hacia atrás, y cerró los ojos durante un rato—. Señor, no es conveniente enfrentarnos a la flotilla Delta, aunque tampoco es que tengamos muchas otras opciones.

Eso era noticia, Desjani aconsejaba actuar con cautela.

—¿Eso cree? —dijo Geary, preguntándose cuál sería su razonamiento.

—No estamos en la mejor situación para enfrentarnos a una fuerza de ese tamaño —comenzó a explicarse Desjani—. Estoy segura de que usted ya se ha dado cuenta, pero a mí me ha costado. Si pudiésemos deshacernos de la flotilla Bravo antes de que la Delta nos intercepte, sería bastante distinto, pero a menos que la flotilla de Ixion aparezca en breve, no creo que podamos hacerlo.

—Pienso lo mismo.

—Lo sabía. —Desjani asintió con determinación, abrió los ojos, y lo miró—. Tenemos que enfrentarnos a esos síndicos imponiendo nuestras condiciones. Usted mismo lo ha dicho muchas veces. Ver lo que le sucedió a la Paladín hace un día… bueno, fue como si de repente viese más y más unidades de la flota de la Alianza hacer lo mismo, década tras década, abalanzándose con sus naves y sus tripulaciones hasta desaparecer. Quiero decir, es algo honorable y valeroso, pero no es que haya servido para demasiado, ¿verdad?

—No. —Geary hizo una mueca—. A veces lo más valeroso es evitar el combate.

—¿Aunque lo acusen de cobarde? —La expresión de Desjani se endureció—. Sí. Aunque últimamente me han acusado de otras cosas. Vamos a saltar a Ixion en cuanto podamos, ¿verdad, señor?

—Sí, si consigo llegar sin enfrentarme a la flotilla Delta, lo haré.

—Bien. —Después de sorprenderlo al mostrar aquel nuevo criterio de combate, Desjani sonrió—. Mataremos más síndicos en cuanto los tengamos en el lugar y en el momento adecuado.

Teniendo en cuenta cómo iban las cosas, las palabras que acababa de pronunciar tenían la virtud de ser ciertas además de simples.

—Exacto.

—¿Y qué pasa con Seruta? —preguntó Rione mientras miraba el sistema estelar en el camarote de Geary—. Si los esquivamos por ahí…

Geary negó con la cabeza, y ella dejó de hablar.

—El mayor problema de eso es que ese punto de salto está cerca de la flotilla síndica Delta. Nos interceptarían antes, y tendríamos que luchar durante más tiempo para llegar al punto de salto. —Observó la estrella—. Otro problema menor, pero también importante, es que no sabemos lo que los síndicos pueden tener allí. Por lo que dicen las guías estelares que conseguimos sobre Seruta, es un sistema bastante pobre y antiguo. No hay ningún planeta, solo nubes de asteroides orbitando alrededor de una enana roja moribunda, y tampoco hay metales interesantes en los asteroides. Lo único que los síndicos han tenido allí es una estación de emergencia, que abandonaron hace mucho tiempo. Podríamos encontrarnos alguna sorpresa desagradable, y sabemos que fuera de eso no vamos a toparnos con nada útil.

Rione se recostó frunciendo el ceño.

—¿Entonces vamos a seguir avanzando hacia el punto de salto de Ixion? ¿Incluso sabiendo que los síndicos nos alcanzarán antes de que lleguemos?

—Intentaré hacer algunas maniobras para que no nos alcancen tan rápido.

—¿Intentaré? —Rione sacudió la cabeza—. Qué poco esperanzador, John Geary. ¿Cómo hemos llegado a esta situación?

—Hemos tenido muy mala suerte. Si no hubiese aparecido la flotilla Delta, habría terminado con la Bravo, por lo que ya no sería una amenaza, y luego habríamos ido a Branwyn. —Geary observó las profundidades del visor estelar—. Y malas decisiones. Malas decisiones que yo he tomado. Fue cosa mía venir a Lakota, y al final ha sido una gran equivocación.

—¿Por qué?, ¿porque no sabías que ibas a tener muy mala suerte? —Rione se acomodó al lado de Geary y apoyó la cabeza sobre su hombro—. No debes culparte por ello. Y ya sabes que yo soy experta en eso de culparse.

—Se me hace raro que no estés machacándome por haber metido la pata y ser demasiado agresivo —dijo Geary.

—Ya te dije que no me gusta ser previsible.

Se incorporó y lanzó un gemido de exasperación.

—A lo mejor es que nuestro destino no es volver a casa. Quizá lo que hemos aprendido es demasiado peligroso.

—No voy a aceptarlo sin más.

—Bien. —Se puso en pie—. Tengo que hacer las paces con alguien, si es que soy capaz. Puede que no disponga de muchos más días para hacerlo.

—¿Con Desjani?

—No.

—¿Con quién?

—Con mis antepasados. Nos vemos luego.

—¿Te importa si te acompaño?

Rione volvió a fruncir el ceño.

—No eres mi marido. No tienes derecho a estar allí conmigo.

—Lo sé. No me refería a acompañarte tan lejos. Yo también quiero hablar con mis antepasados.

Rione se relajó.

—A lo mejor tienen algún buen consejo.

—Y si no lo tienen, siempre te tengo a ti.

Ella puso los ojos en blanco durante un instante.

—Consejos me sobran. Ahora, que sean buenos ya es otra cosa.

—Me dijiste que venir a Lakota era una estupidez y una locura —comentó Geary—, y parece que tenías razón.

Aquello pareció sorprender un poco a Rione.

—Creo que lo que dije fue que tú eras un estúpido, y que Falco estaba loco. Venga, vamos. Que la tripulación vea a su héroe y a su amante obrando del modo correcto y piadoso. Luego, si mis antepasados no me han pulverizado, podemos volver y comparar lo que nos han dicho, ya sea en forma de aviso o de inspiración.

Geary se levantó, mientras reía ligeramente.

—Menuda gracia lo de basar operaciones militares en eso, ¿eh? Signos y augurios. Como si fuésemos ancestros esculcando las estrellas, preguntándonos dónde estamos.

Rione, que ya caminaba hacia la escotilla, se paró y lo miró con expresión severa.

—Nuestros antepasados creían que las estrellas eran dioses, John Geary. Nosotros hacemos lo mismo, aunque a nuestra manera. En realidad no somos tan distintos. Ellos vivieron hace un instante si lo comparamos con la edad del universo, y pasaron sus vidas intentando entender dónde estaban y qué debían hacer con el regalo que eran sus vidas. Es algo que intento no olvidar nunca.

Él asintió, a la vez que se preguntaba sobre la mujer que había dentro de Victoria Rione.

Estaban ya a medio camino del punto de salto de Ixion, y la flotilla síndica Bravo continuaba tras ellos como una vieja espada preparada para caer sobre sus cabezas. Por su parte, la flotilla Delta, que avanzaba trazando un arco a través del sistema estelar Lakota, se cruzaría con el curso que seguía la flota de la Alianza a unas dos horas del punto de salto. La flotilla síndica Alfa patrullaba la puerta hipernética, esperando como un centinela la embestida cada vez más desesperada de la flota de la Alianza. Por otra parte, no había ni rastro de la flotilla síndica que supuestamente debería llegar desde Ixion.

Puesto que no había recibido ningún presagio ni ninguna inspiración de sus antepasados, Geary permanecía sentado, observando la lenta marcha de las formaciones a través del sistema estelar Lakota. Todos los ejemplos que había podido encontrar de flotas en una situación parecida a la suya habían terminado del mismo modo, y no era un buen final precisamente.

Intentó ignorar el dolor de cabeza incipiente causado por el estrés. ¿Cómo habían llegado a aquello? Si al menos no lo hubiesen cogido por sorpresa continuamente, si no lo hubiesen forzado a cambiar de plan cada vez que se presentaba una flota nueva… En lugar de llevar la iniciativa, parecía que lo único que había podido hacer era reaccionar ante los movimientos constantes del enemigo.

Reaccionar a los movimientos del enemigo.

Los síndicos eran más rápidos. Tanto la flotilla Bravo como la Delta podían superar a la flota de Geary en velocidad. Era una ventaja clara, pero las naves lentas podían girar con más precisión, aunque precisión tampoco implicaba exactamente virar con un radio diminuto a cero con cero cinco c. Lo habían cogido desprevenido varias veces. A lo mejor, si hallaba un modo de desconcertar a ambas flotillas síndicas…

No era un gran plan, pero al menos era algo.

La cara del comandante Suram, oficial al mando de la Guerrera, se volvió para mirarlo con cierto recelo, indudablemente a la espera de malas noticias. Suram había sido el oficial ejecutivo del antiguo capitán Kerestes, pero ¿cómo era en realidad? Nadie lo sabía. Sin embargo, era el momento de darle una oportunidad.

—Comandante Suram. Las Guerrera ha hecho un trabajo extraordinario para reparar el daño sufrido durante el combate. Sus escudos están totalmente operativos, al igual que la mitad de sus baterías de lanzas infernales.

Suram asintió.

—Así es, señor. Aunque no hemos podido reparar todavía todas nuestras defensas, y nuestro sistema de propulsión está todavía al setenta y cinco por cierto de su capacidad.

—Es más que suficiente como para tener que mantenerse todavía con las naves auxiliares. Comandante Suram, deseo encomendarle una misión especial a la Guerrera. Además, lo voy a poner al cargo de la Orión y de la Majestuosa.

Aquello sorprendió al oficial.

—¿Disculpe, señor?

—Necesito que alguien proteja las naves auxiliares, comandante —dijo Geary con una expresión adusta y severa—. Si las perdemos, la flota no tendrá nada que hacer, ya lo sabe. En cuanto volvamos a enzarzarnos con los síndicos, sus dos flotillas nos atacarán desde varios puntos, y me resultará muy difícil asegurarme de que la Titán, la Hechicera, la Genio y la Trasgo no sufran daños, o de evitar que sean destruidas. Quiero que la Guerrera, la Orión y la Majestuosa se peguen a las auxiliares como si estuviesen atadas a ellas. Quiero que bloqueen físicamente cualquier intento síndico de dañarlas, si fuese necesario, y quiero que destruyan cualquier nave síndica que intente acercárseles. ¿Podrá hacerlo, comandante Suram?

Suram se enderezó, serio.

—Sí, señor.

—Supongo que entiende que le estoy confiando la tarea más importante de la flota. Para esta tarea no puedo permitirme prescindir de ninguna nave capital, ni de ninguna nave menor. Necesito saber que hará todo lo necesario para mantenerse pegado a las naves auxiliares.

—La Guerrera quedará reducida a escombros antes de que las auxiliares reciban el menor daño —afirmó Suram—. Sé que tenemos algo que demostrar —dijo con tono severo—, tanto yo como la tripulación de mi nave. Perdimos a la Polaris y a la Vanguardia en Vidha. No nos separaremos de ellas mientras tengamos la capacidad de hacerlo. Lo juro por el honor de mis antepasados.

Geary era consciente de que todos le dirían que confiar en la Guerrera era una locura, y eso sin contar con la Orión y la Majestuosa, pero su instinto le aseguraba que ninguna otra nave tenía tanto que demostrar. Ahora bien, tampoco significaba que fuese a confiarle la misión a la comandante Yin, de la Orión, claro estaba. Eso sí que habría sido una locura.

—Si no lo considerase capaz de ello, no le habría asignado esta misión. Dígaselo a su tripulación, comandante. Estoy seguro de que la Guerrera llevará a cabo la tarea, o morirá en el intento.

Suram asintió de nuevo, y luego hizo un saludo militar.

—Gracias, señor. Recobraremos nuestro honor o moriremos intentándolo.

Geary sonrió.

—Hágase un favor a usted, y de paso a nosotros, y recobre su honor sin morir en el intento. Deseo que su nave vuelva al frente de batalla. ¿Se lleva bien con los oficiales al mando de la Orión y de la Majestuosa? ¿Cree que seguirán sus órdenes?

—Todos y cada uno de los oficiales y de las tripulaciones de la Orión y de la Majestuosa sabrán cuál es su misión, y sabrán que les ha dado una oportunidad, señor —afirmó el comandante Suram—. Gracias de nuevo, señor. Nuestras naves justificarán la confianza que ha depositado en ellas.

Un día para llegar al punto de salto. Pasó horas y horas mirando el simulador, en el que había una representación de la situación de aquel momento, con la flotilla Delta dispuesta según lo que parecía la usual formación de caja síndica, aunque en este caso bastante plana. La parte delantera apuntaba hacia la flota de la Alianza, como un fino muro que abarcaba todos los lados de la formación de la Alianza.

La otra formación síndica también había modificado su disposición, aplanándose y orientándose para copiar el muro que formaba Delta, aunque al ser mucho menor en número, dicho muro era bastante más reducido. Pese al daño que le había infligido la flota de la Alianza cerca del punto de salto, la Bravo todavía contaba con quince acorazados y diez cruceros de batalla. Había perdido bastantes naves de pequeño tamaño, pero aun así solo parecía una flotilla pequeña si se comparaba con los veintitrés acorazados y los veinte cruceros de batalla de la formación Delta.

A Geary le sorprendió que la Bravo no hubiese cargado contra la flota de la Alianza, aunque solo fuese para agitar a la tripulación de esta última y, quizá, hacer que perdiese más terreno al tener que esquivar las embestidas. Vuelven a confiarse, ¿verdad? Creen que estamos atrapados, y que nuestro destino es inevitable.

Ya lo veremos.

Una hora para que la formación síndica Delta alcance la flota de la Alianza. Geary se sentó en el puente del Intrépido y asintió con la cabeza como respuesta al saludo de Desjani. Rione se sentó en la parte posterior. En su expresión tan solo sus ojos delataban nerviosismo.

—Flotilla síndica Bravo acelerando —informó el consultor de navegación.

—Pretenden alcanzarnos al mismo tiempo que la flotilla Delta —dijo Desjani, como si estuviese comentando una simulación en lugar de la táctica real de una fuerza síndica abrumadora.

—No hay duda. —Geary estuvo de acuerdo—. Vamos a intentar fastidiarles los planes. —Manipuló los controles de comunicación—. A todas las unidades de la flota de la Alianza, dispónganse en formación Ómicron inmediatamente en cuanto reciban este mensaje. En este preciso instante les estamos enviando los detalles.

—¿Formación Ómicron? —preguntó Desjani. Posó sus ojos sobre el visor sabiendo que, al ser el buque insignia, el Intrépido serviría como punto de guía para el resto de naves, por lo que ellos no ejecutarían por el momento ninguna maniobra—. ¿Un cilindro, señor?

—Sí, así es. —Entendió de dónde procedía su sorpresa—. Tenemos dos ventajas sobre ellos. La primera es que al ser una fuerza menor, podemos conseguir que les resulte realmente complicado utilizar contra nosotros toda su superioridad numérica a la vez. Esas formaciones de caja que utilizan no pueden reajustarse suficientemente rápido como para contrarrestarlo. —Espero—. Y puesto que también somos más lentos, podemos virar con mayor precisión.

Las naves de la Alianza se entremezclaron hasta conformar la formación Ómicron. En lugar de generar un número de subformaciones separadas, la nueva disposición mantenía a todas las naves de la flota en un solo cuerpo. Además, no las dispersaba, haciendo que unas estuviesen lejos de otras, sino que las disponía con poca separación entre ellas, minimizando las distancias. El cilindro era pequeño solo si lo comparábamos con las grandes formaciones síndicas, por lo que la mayor parte del muro compuesto por la flotilla Delta no sería capaz de entablar combate con la flota de la Alianza ni aunque ambas fuerzas se enzarzaran en un combate total.

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