Osada

Osada


Capítulo 1

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Capítulo 1

Es posible que el capitán de la nave mercante síndica, que se acercaba al punto de salto hacia afuera del sistema estelar Baldur, estuviese teniendo un buen día, pero solo hasta el instante en el que varios escuadrones de destructores de la Alianza aparecieron por ese mismo punto. Puede que tuviese un par de minutos para plantearse si podría, de algún modo, sobrepasar a los destructores y saltar fuera del sistema para ponerse a salvo, antes de que apareciesen muchos más destructores y de que se materializasen, detrás de estos, escuadrones de cruceros ligeros. Al final, tanto él como su tripulación corrieron hacia la cápsula de escape de la nave mercante en el momento en el que varias divisiones de cruceros pesados, cruceros de batalla y acorazados emergieron del punto de salto.

Las autoridades síndicas del mundo habitable que orbitaba Baldur percibirían la destrucción de la nave mercante y captarían las peticiones de rescate de su tripulación en unas seis horas, más o menos el mismo tiempo que tardaría la luz del punto de salto en llegar a ellos y viesen que la flota de la Alianza había aparecido en su atrasado sistema estelar.

Entonces tampoco ellos tendrían un buen día.

—La Estocada y la Bulawa nos informan de que la nave mercante síndica ha sido destruida. Se ha detectado una cápsula abandonándola. La Singhauta informa de que la boya de gestión automatizada de tráfico que monitorizaba el punto de salto ha sido destruida. —La voz del consultor resonó clara y calma en el puente del crucero de batalla de la Alianza, de nombre Intrépido—. No se han detectado campos de minas ni ninguna anomalía sospechosa.

El capitán John Black Jack Geary asintió para confirmar estas palabras, su atención estaba centrada en el visor que flotaba ante el puesto de mando. Podría haber sacado de dicha pantalla todos los datos que el consultor le había dado, pero la experiencia le había demostrado que los humanos seguían siendo los mejores filtros para destacar la información importante. Al ocuparse de ello otra persona, Geary podía concentrarse en un panorama más amplio.

—¿Cuál de nuestras naves está mejor posicionada para recoger la cápsula de escape del mercante?

—Un momento, señor. Hacha de Guerra, señor.

Geary encontró el control de comunicaciones adecuado sin tener siquiera que buscarlo, y se sintió aliviado al ver que, por fin, dominaba aquel equipamiento del futuro, que tan poco familiar le resultaba.

Hacha de Guerra, al habla el capitán Geary. Recoja la cápsula de escape síndica. Quiero interrogar a su tripulación.

La respuesta tardó un minuto en llegar, como era natural, ya que el destructor Hacha de Guerra se encontraba a unos veinte segundos luz del Intrépido. La transmisión tardó unos veinte segundos en llegar a su destino, y la respuesta otro tanto.

—Sí, señor. ¿Dónde debemos entregarla?

—En el Intrépido —respondió Geary.

Todavía estaba esperando la confirmación de Hacha de Guerra cuando escuchó una fría voz a sus espaldas:

—¿Qué espera sacar de la tripulación de un mercante, capitán Geary? Dudo mucho que el mando síndico les haya confiado información clasificada.

Geary miró hacia atrás y vio a Victoria Rione, copresidenta de la República Callas y senadora de la Alianza, que lo miraba extrañada.

—Esa nave iba a saltar fuera del sistema. Probablemente quiere decir que llegaron a este hace algunas semanas, por lo que no son comerciantes que se mueven solo dentro de él. Seguro que tienen noticias de otros sistemas estelares síndicos. Quiero saber lo que les han dicho sobre esta flota y sobre la guerra en general. También quiero ver si podemos averiguar algún rumor que hayan escuchado en sus viajes.

—¿Cree que esa información puede ser valiosa? —preguntó inquisitivamente Rione.

—No lo sé, pero si no lo intento, tampoco lo sabré, ¿verdad?

Ella asintió, sin dar pista alguna sobre lo que pensaba. Tampoco es que a Geary le extrañase. Él y Rione habían sido amantes durante unas semanas, en el sentido físico de la palabra, pero ella se había mostrado distante desde que abandonaron el sistema estelar Ilión, y todavía no sabía por qué.

—Entonces quizá debería entregarle los prisioneros a la Vindicta —dijo Rione—. Es el acorazado con las mejores dotaciones para interrogatorios de la flota, o eso he escuchado.

La capitana Tanya Desjani, que estaba sentada a un lado de Geary, se giró bruscamente y dijo en un tono frío:

—El Intrépido posee unas excelentes dotaciones para interrogatorios, por lo que el capitán Geary disfrutará de todo lo que necesite. —Desjani no iba a permitir que alguien insinuase que había una nave mejor en la flota que la suya.

Rione observó de forma impasible a la oficial al mando durante un momento y luego inclinó ligeramente la cabeza.

—No pretendía insinuar que el Intrépido no pudiese llevar a cabo la misión de forma eficaz.

—Gracias —respondió Desjani, con una voz ni un ápice más cálida.

Geary intentó no poner mala cara. A Desjani y Rione parecía quedarles poco para llegar a arrancarse los ojos desde lo de Ilión, y tampoco había sido capaz de averiguar la razón. Ya tenía suficiente con tener que preocuparse por la flota síndica como para tener también que ponerse a adivinar por qué dos de sus mejores consejeras se llevaban mal. Volvió a concentrarse en el visor, donde los sensores le avisaban de que había nueva información. Luego farfulló entre dientes.

—¿Qué sucede, señor? —preguntó Desjani, a la vez que centraba sus ojos en la pantalla—. ¡Oh, mierda!

—Sí —asintió Geary. Sabía que Rione estaba escuchando, preguntándose qué pasaba—. Hay otra nave mercante síndica llegando al punto de salto al otro lado del sistema. Tendrá tiempo de vernos antes de saltar e informará a las autoridades síndicas de otros lugares.

—Menos mal que no pensamos quedarnos aquí —añadió Desjani—. En Baldur no hay nada útil. Solo es un sistema estelar de segundo rango.

Geary asintió con la cabeza. Sus pensamientos retrocedían en el tiempo, cien años antes de la guerra; antes de luchar en una batalla desesperada contra el primer ataque sorpresa síndico; antes de escapar por los pelos lanzándose en una cápsula de salvamento dañada para ir a la deriva durante un siglo en hibernación para poder sobrevivir; antes de encontrarse de repente al mando de una flota cuya supervivencia dependía de él. Antes, cuando era solo John Geary, un simple oficial, no el héroe mítico Black Jack Geary, que, según los descendientes de la gente a la que había conocido, era capaz de conseguir cualquier cosa.

—La gente solía ir a Baldur antes de la guerra —dijo absorto en sus pensamientos—. Turistas, incluso de la Alianza.

Desjani lo miró sorprendida.

—¿Turistas? —Después de un siglo de guerra encarnizada, la idea de realizar viajes de placer a lo que había sido territorio enemigo durante toda su vida le parecía incomprensible.

—Sí. —La mirada de Geary se desvió hacia la ventana del principal mundo habitado—. Hay paisajes espectaculares ahí abajo. Incluso después de haber colonizado tantos planetas, ahí hay algo único; uno tiene que haber estado allí para comprenderlo. Bueno, es lo que todos decían.

—¿Algo único? —preguntó Desjani, mostrando claramente sus dudas.

—Sí —repitió Geary—. Vi una entrevista que le hicieron a alguien que había estado allí. Dijo que tenía algo increíble, como si los antepasados volviesen a tu lado mientras miras a tu alrededor. Puede que sucediese algo, al fin y al cabo, Baldur no tiene puerta hipernética.

Luego dirigió su mirada hacia Desjani, que seguía desconcertada, pero también, como de costumbre, dispuesta a creer a aquel hombre, de quien pensaba que había sido enviado por las mismísimas estrellas del firmamento para salvar la Alianza.

Ella señaló su visor.

—¿Entonces prefiere que no bombardeemos el planeta principal?

Geary casi se emocionó. Después de un siglo intercambiando atrocidades con los síndicos, incluso los oficiales de la Alianza podían mostrar bastante sangre fría.

—Sí —consiguió decir finalmente—. Si es posible.

—Muy bien —respondió Desjani—. Las instalaciones militares parecen ser básicamente orbitales, por lo que, aunque tengamos que destruirlas, no será necesario bombardear la superficie.

—Perfecto —asintió Geary con sequedad.

Luego se recostó en su sitio y trató de tranquilizarse. Se había alterado desde que la flota entró en Baldur.

—Avistados combatientes síndicos orbitando el tercer planeta —anunció el consultor de combate del Intrépido en el momento oportuno—. Localizado otro combatiente síndico en un puerto espacial que orbita el cuarto planeta.

Geary, esperando que no se notase su agitación al escuchar aquella información, con su teleobjetivo acercó la imagen de las naves enemigas. Puesto que no las habían detectado antes, debían de ser más bien pequeñas. Y así era.

—Tres corbetas de níquel obsoletas y un crucero ligero más viejo incluso.

Geary se percató de que el crucero todavía era más antiguo que él. Aquí estamos los dos, luchando en una guerra durante más tiempo del que cualquiera de los dos hubiera pensado. Bueno, por lo menos es probable que esté en mejor estado que esa vieja nave.

—Se encuentran a cinco horas y media luz —le confirmó Desjani—. Orbitan entre el tercer y el cuarto planeta. Tardarán en detectarnos otras cinco horas aproximadamente. —Sonrió—. Es evidente que no nos esperaban.

Geary respondió con otra sonrisa. Se sintió liberado. Cada vez que la flota realizaba un salto, tenía que preocuparse por si les tendían una emboscada. La única manera de evitarlo era que el mando síndico no supiese adónde se dirigían. El hecho de que ni siquiera hubiese naves de vigilancia apostadas cerca del punto de salto de Baldur quería decir que a los síndicos ni se les había pasado por la cabeza que la flota de la Alianza fuese a aparecer por ahí, o por lo menos que no habían pensado en ese sistema como posible destino con el tiempo suficiente como para enviar una nave con el aviso.

—Lo más probable es que escapen. Si no lo hacen, quiero un análisis de lo que podrían estar custodiando.

—Sí, señor —asintió Desjani, y al instante realizó un gesto hacia uno de los consultores—. ¿Algo más, señor?

—¿Qué? —Geary se percató de que estaba mirando la pantalla con mucha atención, por lo que intentó parecer tranquilo—. No.

Sin embargo, Desjani había adivinado a qué se debía su preocupación.

—Parece que la flota guarda formación.

—Sí, eso parece. —Si alguna de sus unidades más alejadas decidía cargar contra los síndicos, el Intrépido tardaría casi medio minuto en darse cuenta. Sin embargo, parecía que todos estaban manteniendo la formación—. Quizá lo que intento enseñarles a nuestros oficiales sobre la disciplina en combate está dando realmente sus frutos. —Qué pensamiento tan alentador.

Pero Rione no tardó en volver a ponerle los pies en la tierra.

—También es posible que estén manteniendo la formación porque el enemigo síndico está compuesto por cinco naves situadas a cinco horas y media luz. Incluso aunque acelerasen al máximo, les llevaría un rato largo interceptarlos.

Desjani miró a Rione con semblante frío mientras simulaba en el sistema de navegación la maniobra.

—Si los síndicos mantuviesen su curso sin escapar, interceptarlos requeriría unas veinticinco horas en aceleración y deceleración máxima —anunció Desjani a regañadientes—; pero puedo asegurarle, señora copresidenta, que si actuásemos como lo hacíamos antes de que el capitán Geary tomase el mando, ya habría naves en camino.

Rione sonrió ligeramente y asintió con la cabeza.

—No pongo en duda sus palabras, capitana Desjani.

—Gracias, señora copresidenta.

—No, gracias a usted, capitana.

Geary agradeció por un instante que sus oficiales no desenvainasen sus espadas ceremoniales. Por la expresión en los ojos de Desjani, Rione también debería estar agradecida.

—De acuerdo entonces —dijo en voz alta con el fin de distraer a ambas—. Por lo que parece, este sistema estelar no está en absoluto preparado para nuestra llegada. Eso significa que tenemos la oportunidad de intimidarlos si actuamos sin cometer estupideces.

Desjani asintió al momento, y un poco más tarde Rione hizo lo mismo.

—Capitana Desjani, por favor, transmita a todas las instalaciones síndicas el aviso de que esta flota responderá con toda su fuerza ante cualquier ataque o acción en contra de la misma.

—Sí, señor. ¿Quiere que lo nombre al final del mensaje?

—Sí. —Geary nunca se había planteado que su nombre inspirase miedo, pero, por lo que parecía, incluso en el bando síndico había gente que creía en Black Jack, el legendario héroe de la Alianza.

Victoria Rione volvió a tomar la palabra.

—Sus mensajes suelen ser más largos.

Geary se encogió de hombros.

—Estoy probando algo nuevo. Seguramente no tengan ni idea de lo que pretendemos, por lo que estarán alerta y preocupados. Quizá sea suficiente como para que permanezcan quietos sin meterse con nosotros. Claro que tampoco es que yo esté planeando hacer otra cosa que no sea ir al siguiente punto de salto.

Luego comenzó a estudiar el visor, observando el camino que lo llevaría al punto de salto de Wendaya, avanzando a través de un largo arco sobre el plano del sistema estelar Baldur. La flota no tendría que pasar cerca de ninguna instalación síndica, y estos últimos no poseían nada en el sistema para perseguirlos.

Todo parecía tan perfecto que a Geary le entraron dudas, como si no estuviese dispuesto a creer que no existía la más mínima amenaza.

No obstante, y pese a todo, no parecía que hubiese ningún problema. Al final volvió a relajarse, reflexionó sobre la información de la que disponía, y luego puso la nave en modo informe de errores. No había mucha información que intercambiar durante el espacio de salto, pero desde el preciso instante en que había llegado allí, no había parado de llegar información al Intrépido sobre el estado de cada una de las naves. Si Geary lo hubiera deseado, podría haber averiguado el número exacto de tripulantes que tenían dolor de cabeza en cada una de las naves en ese mismo momento. Había conocido a comandantes que se concentraban en asuntos como ese, esperando que, de algún modo, la flota se dirigiese a sí misma mientras ellos se ocupaban con ahínco de detalles triviales por el estilo.

Sin embargo, lo que él hacía no era trivial. Geary no pudo evitar suspirar al ver uno de los informes principales. Luego dirigió su mirada hacia las personas que se encontraban en el puente.

—Logística —le dijo de forma concisa a Desjani.

Ella, en respuesta, asintió con la cabeza.

—El Intrépido también se está quedando por debajo de la reserva de combustible recomendada.

—Eso ya lo sabía, pero no me había fijado en cuántas de las demás naves estaban al mismo nivel, o incluso en uno más bajo. —Geary sacudió la cabeza con un gesto de reprobación—. Y hemos gastado mucha munición, además de muchas minas en Sancere y en Ilión. Por si fuese poco, las reservas de misiles espectro andan bastante bajas en la mayoría de las naves. —Volvió a recostarse, y suspiró larga y tranquilizadoramente—. Gracias a las estrellas del firmamento que tenemos las naves auxiliares. Sin ellas, que pueden fabricar nuevo armamento y células de combustible, hace varios sistemas estelares que esta flota habría quedado atrapada y desamparada.

Eso simplificaba sus planes de atravesar el sistema estelar Baldur. Tendrían que mantenerse unos cerca de otros, gastar el mínimo combustible posible, evitar usar el armamento, y conceder a las naves auxiliares el tiempo suficiente como para reponer las reservas de combustible y munición de las demás unidades.

No obstante, el sentimiento de satisfacción desapareció en cuanto comprobó el estado de las cuatro naves auxiliares de alta velocidad, que eran de alta velocidad solo en la mente de los que las habían puesto ese nombre. Eran difíciles de proteger y muy lentas. Pero las instalaciones autopropulsadas de manufacturación, llamadas auxiliares, eran vitales para poder llevar la flota a casa. Eso siempre y cuando pudiesen proveerla, claro.

—¿Por qué estoy viendo informes críticos que alertan sobre escasez en las auxiliares?

Geary reflexionó en un tono de voz más alto de lo normal.

—Saqueamos Sancere para conseguir todas las materias primas que pudiésemos necesitar. Se supone que los almacenes de las auxiliares deberían estar a rebosar.

Desjani frunció el ceño y comprobó las cifras por sí misma.

—Según los informes, todas las auxiliares deberán detener pronto la producción de células de combustible debido a la escasez de materiales básicos, pero no tiene sentido. Las auxiliares cargaron un montón de algo en Sancere.

La situación parecía demasiado buena para ser cierta y, por supuesto, no lo era. Geary, maldiciendo para sus adentros, contactó con el buque insignia de la división de auxiliares. La Hechicera estaba a unos quince segundos luz de distancia, lo que causaba un retardo bastante molesto mientras el mensaje se dirigía hacia la otra nave a velocidad luz, y regresaba. Solo en las vastas extensiones del espacio la luz parece lenta.

Finalmente, apareció la imagen de la capitana Tyrosian, con el aspecto de alguien que tiene que dar malas noticias. Sin embargo, todo lo que dijo fue:

—Sí, señor.

Al menos, el retardo le había dado a Geary el tiempo suficiente para plantear la cuestión de forma diplomática.

—Capitana Tyrosian, estoy viendo los informes del estado de sus naves, y todos ellos muestran una falta preocupante de materiales básicos.

Se sucedió otra pausa. Al final, la imagen de Tyrosian sacudió la cabeza, lamentándose:

—Sí, señor, así es.

A Geary se le escapó una mueca al ver que la respuesta de Tyrosian no era precisamente alentadora.

—¿Cómo es posible? Pensé que todas las auxiliares habían repuesto sus reservas con materias primas en Sancere. ¿Cómo puede ser que nos hayamos quedado sin ellas en tan poco tiempo?

Los segundos pasaron lentamente, demasiado lentamente como para ignorarlo, pero a la vez demasiado rápido como para permitir, al tiempo, hacer otra cosa. Tyrosian sacudió de nuevo la cabeza, mostrándose esta vez más compungida aún.

—Los informes son correctos, capitán Geary. He estado intentando averiguar cuál es el problema. Estoy casi segura de que se debe a las listas que proporciona el sistema automático de logística.

Hubo otra pausa. A Geary le costó evitar golpear el brazo de su asiento a causa de su frustración.

—¿Cómo puede el sistema automático haber cometido semejante error a la hora de calcular los suministros que las auxiliares necesitarían para elaborar bienes tan básicos para la flota? ¿Siguieron sus naves las recomendaciones del sistema de logística?

Geary pasó el rato que tardaría en llegar la respuesta imaginando lo que podría hacer con la capitana Tyrosian por haber incurrido en tal falta. Y tampoco es que le ayudase a tranquilizarse el hecho de que la capitana probase la vieja creencia de que los ingenieros no son precisamente los mejores a la hora de comunicarse verbalmente. La capitana procedió a explicárselo de forma que dejaba en el tintero información básica, como si esperase que él tuviese los mismos conocimientos que ella.

Cuando le tocó responder, Tyrosian habló como hablan los ingenieros cuando exponen sus valoraciones profesionales:

—Seguimos las recomendaciones. Esa es la causa del problema, capitán Geary. El sistema nos proporcionó recomendaciones erróneas.

Geary vaciló, desconcertado ante aquella afirmación, a pesar de que su enfado era cada vez mayor.

—Explíqueme eso. ¿Cómo es posible que el sistema les diese recomendaciones erróneas? ¿Me está diciendo que, de algún modo, han saboteado el sistema y que por eso no ofrece información fiable?

Las implicaciones eran muy serias. Si el sistema automático de logística que ayudaba a la flota dejaba de ser fiable, o había sido hackeado de algún modo, la flota quedaría tan lastrada como si se hubiesen quedado sin combustible o sin armamento.

No obstante, Tyrosian negó con la cabeza al responder:

—No, señor. No ha sido saboteado, ni le pasa nada al sistema de logística. Funciona exactamente como debería. El problema reside en las previsiones del sistema con respecto a las necesidades de la flota. —Tragó saliva, claramente incómoda, y continuó con su informe—: El sistema basa nuestras futuras necesidades en pronósticos de uso y pérdidas. Esos pronósticos, a su vez, se basan en patrones históricos. —Tyrosian hizo una mueca—. Bajo su mando, la flota no ha experimentado usos de munición ni pérdidas navales según esos patrones, por eso el sistema de logística previó que habría menos naves que necesitasen reponer suministros y, por lo tanto, se requeriría menos munición y menos células de combustible.

A Geary le costó un momento entenderlo.

—¿Me está diciendo que debería haber perdido más naves en combate? ¿Qué no debería haber gastado tanta munición o que debería haber maniobrado menos?

Pasaron varios segundos antes de que Tyrosian respondiese.

—Esencialmente, sí. Hemos luchado más de lo normal, y hemos perdido menos naves de las que había previsto el sistema. Los combates han sido más complejos, por lo que se ha necesitado más combustible. También se ha usado más armamento de largo alcance de lo normal. Ninguno de nosotros pensó en que eso cambiaría las necesidades previstas. En consecuencia, el sistema previó una necesidad mayor de materiales para reparar el daño producido durante la batalla y otra menor de suministros para las naves supervivientes. Tenemos más que suficiente para reparar los daños en la Guerrera, la Orión y la Majestuosa, pero nos faltan algunas materias primas usadas en pequeñas cantidades para bienes como células de combustible o misiles espectro.

Maravilloso. Absolutamente maravilloso. Pese a estar acostumbrado a las perversidades del universo, le costó entender que tenía problemas porque había estado luchando demasiado bien. Geary miró a Desjani.

—Estamos en problemas porque la flota no ha tenido suficientes bajas en combate.

Para su sorpresa, a Desjani solo le hizo falta un instante para entenderlo.

—Debemos adaptar los sistemas a usted, señor. Debería haberme dado cuenta.

Geary sonrió adustamente. Era como si Desjani aceptase inmediatamente una parte de responsabilidad, tanto si realmente tenía algo de culpa como si no. Justo al contrario que la capitana Tyrosian, que parecía no tener nada que ver, y permanecía expectante esperando las órdenes de Geary sin ofrecer ninguna sugerencia.

—Tanya —dijo, usando el nombre de pila de Desjani para destacar la confianza que depositaba en ella—, ¿qué recomienda?

—¿Todas las auxiliares andan escasas de materiales básicos?

Desjani comprobó de nuevo los informes detallados del estado de las auxiliares y puso los ojos en blanco. Estaba claro lo que pensaba de que unos ingenieros dirigiesen naves. La mayor parte del resto de capitanes bajo el mando de Geary estaría de acuerdo.

—Las existencias de esos materiales en la Genio son algo superiores a las de la Hechicera —observó en voz alta—. Las de la Trasgo son un poco inferiores, y las de la Titánica son aproximadamente como las de la Hechicera.

Geary intentó no pensar en todos los materiales que podían haber cogido en Sancere, en lo fácil que les habría resultado cargar mucho más de lo que precisaban.

—Necesitamos más —concluyó Desjani.

—Ya lo suponía —dijo Geary intentando no sonar desagradable ante la obviedad de la observación de Desjani—. ¿Cómo podemos conseguirlos?

Desjani señaló hacia el visor del sistema.

—Los síndicos tienen minas en este sistema estelar. Seguramente tienen lo que queremos.

Geary sonrió al sentirse liberado de repente. Mi cabeza aún estaba en Sancere. Gracias a nuestros antepasados que tenemos a Desjani en Baldur.

—Señora copresidenta —comenzó a decir.

Ella se adelantó a la pregunta y dijo, frunciendo el ceño:

—Ya nos hemos enfrentado a sabotajes síndicos antes, capitán Geary. Podría ser un grave error pedirles los materiales, incluso dejar que sepan que los necesitamos. No creo que podamos contar con la diplomacia en este caso.

Geary reflexionó un momento y después se giró hacia la pantalla en la que esperaba la imagen de Tyrosian. La capitana de ingeniería estaba visiblemente nerviosa pero preparada para la reprimenda, o incluso algo peor, que probablemente esperaba. La imagen hizo que Geary se calmase un poco. Quizá Tyrosian no fuese la oficial más lista ni la más capaz de la flota, pero conocía su trabajo, sabía de ingeniería y cumplía bien su tarea. No había previsto el problema, pero también es verdad que los sistemas automáticos crean dependencia en sus usuarios. Es algo que todo el mundo sabe. Al menos tenía suerte de que Tyrosian fuese capaz de identificar el problema, en lugar de, simplemente, aferrarse a los datos erróneos del sistema de logística.

Geary se obligó a mostrar confianza en ella, como si nunca hubiese dudado de su capacidad para ocuparse del asunto.

—Vale, en resumen, todas nuestras naves auxiliares se enfrentan a una escasez seria de materias primas básicas. A menos que consigamos materiales pronto, tendremos que detener la producción de componentes vitales. ¿Hay materias primas disponibles en este sistema? —Al recordar el retardo cada vez más molesto en las respuestas, añadió—: ¿Podría haber algo disponible en algún lugar de la zona de actividad minera que hemos detectado?

Unos treinta segundos después vio que la cara de Tyrosian casi se iluminaba.

—Sí, señor. Los sensores de la flota ya han detectado y analizado la actividad minera en los asteroides y las cercanías de los gigantes gaseosos. El lugar más adecuado para encontrar lo que necesitamos es… eh…, es este punto en la cuarta luna del segundo gigante gaseoso.

Apareció una segunda ventana, en la que se mostraba el lugar que Tyrosian había señalado.

—¿Qué opina de exigir a los síndicos que nos entreguen lo que necesitamos?

Tyrosian se alarmó de forma evidente.

—Eso no sería prudente, señor. Sabrían por qué necesitamos esos materiales en particular. Son elementos traza, encontrados y usados en pequeñas cantidades. Los síndicos podrían contaminar o destruir fácilmente las reservas existentes, puesto que no serían demasiadas.

La situación no hacía más que mejorar. Geary volvió a dirigir sus ojos hacia la pantalla. Tenía que saquear las instalaciones síndicas por sorpresa, lo cual le resultaría bastante más fácil si los síndicos no pudiesen ver a cada una de las naves de la Alianza acercándose durante días antes de llegar a su objetivo.

—¿Hay algo más que deba saber, capitana Tyrosian? ¿Algo más que necesiten las auxiliares? ¿Algún problema que pudiese impedirles producir células de combustible o munición para la flota?

Tampoco es que quisiese escuchar más malas noticias, pero las cosas no iban a mejorar porque las ignorase. De hecho, si ignoras las malas noticias, la situación suele empeorar.

Tyrosian negó con la cabeza.

—No, señor, nada más que yo sepa. En el peor de los casos, haré que cada departamento de las auxiliares se ocupe de realizar previsiones, solo para asegurarnos.

—Bien.

¿Qué debería hacer con Tyrosian? Se había equivocado totalmente y había dejado que Geary lo descubriese en vez de contárselo. Ese error había expuesto a la flota a un riesgo mayor, y con esta huyendo a través del espacio profundo síndico, aumentar el riesgo era bastante complicado.

No obstante, había hecho un buen trabajo, o por lo menos uno decente, hasta el momento. Además, ¿a quién pondría en su puesto si la relevase? El capitán de la Titánica mostraba una muy buena actitud, pero todavía era joven e inexperto. En una flota en la que el honor y la jerarquía tienen tanta importancia, ascenderlo y ponerlo al mando de las auxiliares causaría bastante resentimiento, y ni siquiera había garantías de que pudiese cargar con esa responsabilidad tan pronto. El capitán de la Trasgo poseía una hoja de servicio destacable para lo mediocre que era. El oficial al mando de la Genio hacía poco que había asumido ese cargo después de que relevase a su predecesor. Y su predecesor, el capitán Gundel, había mostrado un desinterés tan descarado por atender las necesidades de la flota que podría estar perfectamente sirviendo a los fines del enemigo. Así, había sido apartado en alguna pequeña oficina de la Titánica, bajo la orden de producir un estudio exhaustivo de las necesidades de la flota, con el único objetivo de que dejase de molestar a Geary, incluso aunque tardase años en llegar a casa.

Recordar a Gundel hacía más fácil la toma de decisiones. Tyrosian podía no ser perfecta, pero todas las alternativas parecían peores. Y, qué coño, por lo que sé, lo ha hecho lo mejor que ha podido.

—Capitana Tyrosian, lamento que nos tengamos que enfrentar a esta situación, y hubiese preferido que me informase de esto antes, pero ha analizado la causa del problema y confío en que esté tomando las medidas necesarias para que no se repita.

Al menos estaba seguro de que tomaría esas medidas en cuanto le escuchó mencionarlo.

—Necesito la mejor estimación que pueda hacer de nuestras necesidades, y quiero un equipo de ingenieros preparado para tomar tierra en cualquier instalación minera síndica y evaluar las reservas. Ponga a punto lo que le acabo de decir.

Tyrosian parpadeó, sorprendida.

—Sí, señor.

¿Se había dado cuenta de que corría el riesgo de ser relevada? Probablemente. Puede que no fuese de sus mejores oficiales, pero era suficientemente buena como para entender el concepto de responsabilidad. Al contrario que sus peores oficiales. Ojalá los más idiotas estuviesen dispuestos a presentar su dimisión cuando cometiesen errores importantes. Ahora, por supuesto, no lo harían, ni siquiera aunque se percatasen de que habían cometido un error garrafal. Esa era una de las razones por las que eran idiotas.

Geary apoyó a Tyrosian con otra muestra de confianza.

—También necesito un plan de reabastecimiento y reposición del combustible de la flota con el que las auxiliares puedan producir por el camino, priorizando las naves que tengan el nivel más bajo de reservas de combustible y de munición.

—Sí, señor, sin problema. ¿Se podría ajustar la formación de la flota para ello?

—Sí. Quiero que el reabastecimiento se realice tan pronto y tan eficientemente como sea posible.

—Así se hará, señor —afirmó Tyrosian. Luego vaciló un instante—. Lo siento, señor.

Geary también titubeó un momento. Esta vez, mientras asentía con la cabeza, estaba seguro de que su expresión era sincera.

—Gracias, capitana. Ya lo sabía. Por eso sigue al mando de la Hechicera y de la división de auxiliares, y por eso confío en que va a realizar un buen trabajo en ambos cargos.

En cuanto desapareció la imagen de Tyrosian, cerró los ojos durante un instante, deseando haber manejado bien el asunto, e intentando averiguar si realmente quería decir lo que había dicho, o si solo había entrado en el juego político. Mostrarle una apariencia falsa al enemigo podía jugar un papel tan importante a la hora de vencer como las divisiones de acorazados. No era algo que le importase demasiado. No obstante, cuando tenía que hacer lo mismo con sus oficiales, no había conseguido que le resultase tan fácil. ¿Creía realmente en Tyrosian o solo la veía como la menos mala de las opciones? Y aunque así fuese, ¿de qué serviría decírselo?

Venga, deja de darle vueltas. Hay trabajo que hacer. Los ojos de Geary se abrieron y volvieron al visor, que mostraba el sistema estelar Baldur. No estaba seguro de cómo iban a poder conseguir las materias primas de los síndicos, pero sí de quién tendría que hacerlo. Al rato, apareció la imagen de la capitana de los infantes de marina.

—Coronel Carabali, tengo una tarea para sus tropas.

Ahí vamos otra vez. Geary se preparó, y entró en la sala en la que se reunía con los capitanes de la flota. No era demasiado grande. En la mesa que había dentro solo había espacio para unas doce personas sentadas cómodamente. Sin embargo, el software de conferencias virtuales de la flota hacía que tanto la sala como la mesa pareciesen suficientemente grandes como para albergar a todos los capitanes de la flota. Pese a haber aguantado numerosas reuniones allí, Geary todavía no sabía si era una bendición o una maldición.

Se sentó a la cabeza, mirando a ambos lados. Aparentemente, cerca de él se sentaban los oficiales de mayor rango, dispuestos de forma lineal en orden decreciente, de modo que en el lado opuesto se situaban los comandantes de menor rango. Solo había otra persona físicamente presente en la sala, la capitana Desjani, que parecía tan poco entusiasmada con la reunión como el mismo Geary, aunque a este último se le notaba menos.

La ausencia del capitán Numos y de la capitana Faresa, que se sentaban cerca de él y eran como una piedra en el zapato, tampoco lo tranquilizaba demasiado. Los antiguos oficiales al mando de la Orión y la Majestuosa estaban arrestados, pero incluso así eran una constante fuente de molestias. A Geary le bastaba con ojear la mesa para percibir unas miradas que, o bien se mostraban cautelosas, o bien escondían las opiniones que pudiesen tener. Por suerte, también había oficiales que evidenciaban una casi adoración, aunque le resultase desagradable, hacia Black Jack Geary, de igual manera que otros creían menos en su leyenda y más en el hombre que había llevado la flota tan lejos. Y él tampoco ayudaba precisamente, ya que se preguntaba cuánto tiempo pasaría antes de que cometiese un error tan grave que hiciese que toda esa fe se esfumase ante la realidad de su falibilidad humana.

—Bienvenidos a Baldur —comenzó diciendo Geary. En cuanto pronunció esas palabras, se dio cuenta de que ese era el título de un famoso documental de hace un siglo. Nadie más reaccionó, por lo que probablemente fue el único en recordarlo. Tampoco es que fuese sorprendente, claro—. Había planeado que fuésemos sobre el plano del sistema hasta el siguiente punto de salto, pero, como de costumbre, los planes han cambiado.

En cuanto Geary presentó ante sí un visor, se escuchó un murmullo de interés en la gran mesa de reuniones virtuales. En el centro flotaba una representación de la brillante estrella amarilla llamada Baldur, con los planetas importantes que el sistema estelar poseía, y con símbolos que representaban actividad o instalaciones síndicas diseminadas por el sistema.

—Tenemos que hacer una visita a las instalaciones mineras síndicas de la cuarta luna del segundo gigante gaseoso. —Un símbolo aumentó su brillo—. Las auxiliares necesitan reponer algunos materiales básicos, y vamos a sacarlos de ahí. O mejor dicho, nuestros infantes de marina van a hacerlo.

Geary apuntó con su cabeza hacia la imagen de la coronel Carabali.

Carabali, al igual que Geary, fue puesta al mando cuando su superior fue asesinado por los síndicos durante las negociaciones. Por ser una marine, no había dejado que esto le intimidase lo más mínimo cuando trataba con los demás oficiales de la flota. En aquel momento hablaba con la cadencia seca y precisa de un portavoz.

—Nos preocupa que los síndicos puedan sabotear o contaminar las reservas que necesitamos —comenzó a decir.

—¿Por qué? —la interrumpió alguien.

Geary clavó sus ojos en quien lo había preguntado. Era la comandante Yin, como oficial al mando de la Orión, una clara protegida del capitán Numos. Yin parecía algo nerviosa, pero aun así también beligerante; una imitación, quizá involuntaria, de la actitud de Numos.

—Si dejase que la coronel terminase su exposición, obtendría la respuesta —afirmó Geary, que se percató de que su voz había sonado más dura de lo que pretendía.

Carabali miró a su alrededor y luego prosiguió.

—Los materiales en cuestión son materiales traza. La flota ha podido confirmar la existencia de las reservas que necesitamos en esas instalaciones mineras después de analizar el informe de tráfico del sistema, y de evaluar lo que podemos ver de dichas instalaciones desde aquí. Teniendo en cuenta que el pequeño tamaño de dichas reservas hace bastante fácil que las saboteen o las contaminen, el capitán Geary me pidió que planease una incursión diseñada para sorprender a los que ocupasen, o posiblemente defendiesen, las mencionadas instalaciones.

Carabali hizo una pausa, y el capitán Tulev, del crucero de batalla Leviatán, aprovechó para realizar una pregunta sin malicia, al menos aparentemente:

—¿Sorprenderlos? ¿Cómo vamos a hacer eso?

Entonces fue Geary quien respondió:

—Tenemos que engañar a los síndicos, hacer que confundan nuestras intenciones. Nos verán llegar, pero tenemos que hacer que crean que avanzamos solo para destruir las instalaciones, no para saquearlas.

Manipuló varios controles y aparecieron una serie de arcos sobre la representación del sistema estelar Baldur, girando de punto en punto entre planetas y asteroides.

—Avanzaremos desde los bordes de Baldur y seguiremos hacia el interior, pasando por encima de las instalaciones síndicas que nos encontremos y destruyéndolas con fuego de lanzas infernales a corta distancia.

Esta vez fue el capitán Casia, del acorazado Conquistadora, quien dijo lo que pensaba, poniendo mala cara:

—Eso no tiene sentido. Ni siquiera los síndicos se van a creer que estamos dispuestos a llegar a corta distancia solo para dispararles, cuando, simplemente, podríamos lanzar cargas cinéticas desde lejos.

Geary consultó su información para confirmar lo que sospechaba, que la Conquistadora formaba parte de la Tercera División de Acorazados, que también incluía a la Orión y a la Majestuosa. El capitán Casia no había destacado en anteriores reuniones, quizá eclipsado por la presencia de Numos y Faresa. No recordaba nada que le hiciese pensar que el capitán era como los otros dos, por lo que respondió sin asumir una posición contraria.

—Tampoco sería una locura pensar que a la flota le quedan pocos proyectiles cinéticos. De hecho, nos quedan pocos debido a todas las cargas que utilizamos en Sancere. Además, tampoco existe ninguna amenaza importante en este sistema. En estas circunstancias, tiene mucho sentido conservar las cargas cinéticas y emplear lanzas infernales. Así los síndicos pensarán que nos quedan menos de las que realmente tenemos, lo que nos podría beneficiar de algún modo en el futuro.

Casia se mordió el labio de forma casi imperceptible. Geary pudo atisbar que la imagen del capitán Duellos, de la nave Osada, dirigía una mirada desdeñosa, casi de menosprecio, al oficial. Después de un largo rato, que podría atribuirse sin más a la distancia que separaba al Intrépido de la Conquistadora, Casia negó con la cabeza, sorprendido.

—¿Cómo que nos quedan pocas cargas cinéticas? ¿Qué han estado haciendo las naves auxiliares?

—Fabricar células de combustible, capitán Casia —afirmó Duellos en un tono que hizo ruborizarse al oficial—. Entiendo que prefiere poder maniobrar antes que arrastrarse por el espacio con las reservas llenas de cargas cinéticas, ¿no?

Geary pudo adivinar fácilmente el estatus de Casia dentro de la flota fijándose en la reacción de los demás oficiales. Muchos sonrieron ante el comentario de Duellos, mientras que otros parecieron tomarse a mal tal actitud. Era extraño, sobre todo teniendo en cuenta que Geary no lo recordaba causando problemas en ninguna otra ocasión. ¿Por qué habían decidido los descontentos ponerse de su lado?

Geary golpeó la mesa con el puño con la intención de evitar más comentarios.

—Gracias, capitán Duellos. ¿Tiene alguna otra pregunta, capitán Casia?

—Sí, sí que tengo otra pregunta —repitió para enfatizar sus palabras—. Entiendo que necesitamos esos materiales porque las auxiliares no se han provisto adecuadamente en Sancere. Se ha puesto en peligro a toda la flota, y no se ha hecho nada al respecto.

Hubo una pausa durante la que Geary vio a la capitana Tyrosian ponerse tensa.

—¿Eso es una afirmación o una pregunta? —inquirió.

—Eh… ambas.

—Bien, pues le aseguro —afirmó finalmente Geary— que he tratado este tema con la capitana Tyrosian, y sigue teniendo mi confianza como comandante de la división de auxiliares.

—¿Qué le dijo? —le interpeló Casia.

Geary no pudo evitar poner cara de pocos amigos. De hecho, mantuvo la expresión mientras miraba al oficial. Sabía qué era lo que estaba sucediendo, un tipo de debate que sería impensable en la flota que él había conocido. Ya no consistía solo en discutir los planes que llevar a cabo, sino en desafiar al comandante de la flota e intentar manipular el apoyo con el que contaba. En cualquier momento Casia iba a pedir una votación, empeñándose en que Geary relevase a Tyrosian de su puesto.

Y eso no iba a pasar mientras él estuviese al mando.

—Capitán Casia —dijo en su tono de voz más frío—. No suelo discutir en público las conversaciones privadas que tengo con mis oficiales. Lo que he hablado con la capitana Tyrosian queda entre ella y yo, del mismo modo que lo que hable con usted quedará entre nosotros.

—Merecemos saber qué va hacer al respecto, estar seguros de que va a tomar alguna medida eficaz.

—¿Está usted cuestionando mi autoridad al mando de esta flota, capitán Casia? —preguntó Geary con un tono que resonó en la sala.

Se hizo el silencio durante un rato. Acto seguido, se escuchó al capitán Tulev hablar, casi como si lo hiciese para sí mismo.

—Los síndicos ya han aprendido en Kaliban, en Sancere y en Ilión que el capitán Geary es un comandante bastante eficaz.

Entonces Yin se unió a la conversación, con voz temblorosa.

—La tradición de la flota nos hablan de debate y de consenso entre los capitanes. ¿Qué tiene de malo continuar con esa tradición? ¿Por qué iba a estar el capitán Geary en contra de mantener las tradiciones que han conseguido que esta flota siga luchando?

La capitana Desjani había estado callada hasta ese momento, pero explotó ante el ataque que estaba sufriendo su superior:

—¡El capitán Geary cree en ello firmemente! ¡Nos ha recordado tradiciones que habíamos olvidado!

—¡Él estableció esas tradiciones hace un siglo! —afirmó otra voz. Para sorpresa de Geary, era la comandante Gaes, de la Loriga—. ¡Lucha! Y lo que es más importante, ¡sabe cómo hacerlo! ¡Y no ha enviado la flota a ninguna trampa de los síndicos!

La clara referencia al desastre de Vidha detuvo el debate durante unos instantes. Tanto Casia como Yin miraban a la comandante Gaes fijamente, pero a ella no parecía importarle. Después de decidir seguir al capitán Falco con una fuerza rebelde formada por naves de la Alianza, y ver que eran destrozadas en Vidha, Gaes probablemente no toleraría a quien apoyase el tipo de actitudes hacia Geary que los habían abocado a aquello.

Casia negó con la cabeza y dijo:

—Estamos en una posición complicada. La flota no puede permitirse estar a merced de aquellos que se han posicionado como favoritos del comandante, sin importar su valía.

—Suficiente.

Geary vio que todo el mundo se giró para mirarlo fijamente, y dedujo que debió de ser por el tono de su voz, por lo que intentó cambiarlo en un esfuerzo por sonar más como un comandante y menos como un dios encolerizado. Para parecerse menos a Black Jack.

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